Atucha III. ¿Un reflejo de la asimetría de poder en la región? - Opinión x América
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El Centro de Estudios Estratégicos de la Academia de Guerra de Chile tiene como misión generar conocimiento en apoyo de la Academia de Guerra y, como visión, ser un referente en materias de investigación relacionadas con las Ciencias Militares.
06/04/2020 | Santiago de Chile
(Especial CEEAG para x) En 2013, durante el gobierno de
Cristina Kirchner se gestó un acuerdo con China para instalar una central nuclear en la ciudad argentina de Zarate –a 118 kilómetros de Buenos Aires-, el que fue concretado el 2019 por el entonces presidente
Mauricio Macri, cuyo costo total sería de 2.000 millones de dólares, siendo financiado el 80% por la empresa China National Nuclear Corportion (CNNC), fundada en 1955 en Beijing y que depende directamente del Partido Comunista.
Este proyecto nuclear, denominado
Atucha III, ha generado críticas y preocupación a nivel regional, aun cuando no se ha resuelto si esta planta funcionaría con uranio natural y agua pesada, o uranio enriquecido y agua liviana, que es el que actualmente se utiliza como componente base para la construcción de armas nucleares.
Al respecto, se observan dos posturas: a) aquellos que defienden la energía nuclear por considerarla más barata, aseverando que además no constituyen un peligro para los ciudadanos y el medio ambiente; y b) aquellos que la critican, señalando que existen otros tipos de energías renovables menos dañinas, como la eólica, la solar y la hidráulica.
Ahora bien, no obstante la importancia del impacto medioambiental de cualquier proyecto nuclear, en el ámbito de la defensa es importante considerar otros aspectos que pueden resultar interesantes para comprender lo que subyace a esta noticia:
Intereses argentinos vs. intereses chinos. ¿Qué podría haber detrás de este nuevo acuerdo?
Para Argentina,
Atucha III, sería su cuarta central nuclear. Las otras son
Atucha I (operativa desde 1974, siendo la primera en América Latina),
El Embalse (desde 1984) y
Atucha II (en 2014). De estas, solo Atucha I utiliza uranio enriquecido al 0.85%.
Con este reactor, Argentina podría ampliar su matriz energética, concentrada en gran medida en la producción y venta de los excedentes de gas natural licuado (a través de la planta Vaca Muerta, en Neuquén) a Chile, Uruguay y Brasil. Recientemente, la empresa
YPF de Argentina pudo exportar gas a España por primera vez; pero, a pesar de que ahora cuenta con la capacidad de exportar gas, no está al nivel de Qatar o Australia, por tanto, es previsible su interés por ampliar su capacidad comercial a la energía nuclear, sobre todo, considerando su actual situación político-económica.
Para China, la construcción de esta planta podría aumentar su competitividad estratégica a nivel mundial. En este sentido, Beijing ha desarrollado de manera importante su industria energética nuclear; elaborando un diseño de reactor nuclear de tercera generación, conocido como
Hualong-1 (o HPR1000), cuyos reactores son a base de agua presurizada, que es justamente el que se instalaría en
Atucha III. Otros dos reactores chinos de iguales características se están construyendo en Karachi, Pakistán.
Esta condición les permitiría competir en el mercado internacional, sustentando que este tipo de reactor puede ser construido cerca de áreas urbanas sin peligro de emitir contaminantes o sufrir accidentes como el de
Fukushima en 2011.
En específico, la construcción de
Atucha III le facilitaría a China asentar su presencia estratégica en el mercado regional y, a la vez, mostrar sus avances tecnológicos a nivel mundial, lo que concuerda con su política exterior declarada en 2014.
Efectos en la región
China tiene su foco en el desarrollo económico y social, además de posicionarse como líder a nivel global. Para el logro de este objetivo, en su política exterior hacia América Latina y el Caribe ha generado instancias de cooperación con diversos países para potenciar los vínculos internacionales. En este contexto, existe una asociación estratégica entre Beijing y Buenos Aires, expresada en diversos acuerdos de cooperación en materia de hidrocarburos y energía nuclear, entre otros.
Considerando entonces las recientes restricciones y aranceles comerciales de Estados Unidos hacia Argentina (y Brasil), es claro que China, a través de su estrategia de aproximación más comprensiva hacia América Latina, se instala como la mejor opción para estos países. Como dato, en 2018 ya había más de 50 empresas chinas operando en Argentina, entre ellas:
Huawei,
ZTE,
Shanghai SVA, China TCL Group,
Nanjing Jincheng,
Industrial and Commercial Bank of China (ICBC) y
People’s Bank of China.
Asimismo, Argentina al parecer, prontamente será parte del
BRI (Belt & Road Initiative), junto con Chile, Bolivia, Uruguay, Ecuador y Venezuela. Esta iniciativa se enfoca en potenciar la relación comercial en áreas como: construcción, agricultura, manufactura, innovación y desarrollo tecnológico.
Con ello, y desde un punto de vista geopolítico, China podría aumentar su influencia en la región, convirtiéndose en un actor relevante y de peso para competir con Estados Unidos y Rusia, sobre todo si a futuro, se concretan más acuerdos comerciales con el bloque del Mercosur.
Si bien la intención de uso de estas plantas nucleares es pacífico, no está de más recordar que el uranio enriquecido es el que se utiliza para la construcción de armas nucleares. Pero, además de estas centrales nucleares para la generación de energía, no deja de llamar la atención que Argentina posee además una industria nacional que es referente mundial del diseño y producción de sistemas tecnológicos complejos, y que desarrolla radares 3D, satélites de alta complejidad y reactores nucleares desde 1976 a través de la empresa INVAP.
En la actualidad, esta empresa -emplazada en Bariloche-, vende reactores nucleares de investigación a Egipto, Perú, Argelia, Arabia Saudita, Australia, Holanda y Brasil, así como satélites, como el
Saocom 1A, el primero de una serie de cuatro unidades que servirán para predecir catástrofes meteorológicas, como sequías o grandes inundaciones.
Como se aprecia, Argentina ha desarrollado una capacidad importante en el mercado tecnológico y nuclear en los últimos 40 años, lo que en un contexto de incertidumbre e inseguridad como el actual, podría generar inquietud entre los actores regionales, llegando inclusive a reinstalar el dilema de seguridad en el escenario sudamericano.
De este modo, es factible pensar que se produzca un desbalance de poder a partir de esta asimetría, sobre todo con países como Chile o Bolivia que no cuentan con este tipo de desarrollo tecnológico. Así, podrían desencadenarse tensiones y conflictos producto de la natural desconfianza entre los Estados. El resultado podría ser una mayor competencia para equiparar estas capacidades en busca de mayor seguridad y autoprotección.
En conclusión, en el tema nuclear confluyen aspectos políticos, económicos, medio ambientales y de seguridad, generando por ello posiciones diferenciadas entre aquellos actores que valoran positivamente la energía nuclear (Irán, Estados Unidos, China, Brasil y Argentina), y aquellos que creen que este tipo de energía solo conlleva peligros a la seguridad del medio ambiente y de los Estados. Esto solo refleja lo diverso de las posiciones e intereses en este ámbito.
Pero lo más importante, es que Argentina hoy cuenta con la competencia para desarrollar dos tipos de reactores, uno para el abastecimiento de energía eléctrica y otro para investigación (fines médicos, elaboración de microchips, entre otros). Por tanto, hay que poner atención al desarrollo futuro de esta capacidad, sobre todo si sigue siendo potenciada con el apoyo económico de China -que busca influenciar la agenda internacional y afianzar su poder- y los efectos que ello podría desencadenar en las relaciones entre los países de la región.
En este sentido, habría que poner atención a dos cosas: Reforzar la confianza mutua entre los países sudamericanos con el fin de minimizar la incertidumbre, y evitar convertirse en un campo de batalla dentro del juego de intereses entre China y Estados Unidos, aun cuando las regalías económicas sean atractivas o incluso necesarias; ya que no hay que olvidar que en el ámbito de las relaciones internacionales, los actores buscan tener más poder con un solo objetivo: no verse afectados por el poder de otros.
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