España y las guerras que están por venir
Enrique Navarro, 10 de noviembre de 2024
España ha incrementado en los últimos años su presupuesto de inversiones militares de una forma extraordinaria y se halla en una senda de alcanzar un porcentaje del 2 por ciento del PIB (Producto Interior Bruto) a finales de la década, para lo que faltan todavía unos 10.000 millones de euros adicionales. No me cabe duda de que estos plazos tan largos se ponen en la esperanza de que en algún momento del proceso se produzca una reversión de la amenaza existente.
¿Por qué necesitamos gastar mucho más en defensa y Europa también? La razón fundamental no es la amenaza rusa, ni siquiera la posible guerra en Oriente Medio, ni la amenaza migratoria al Sur de nuestra frontera, la razón es que vamos a estar solos y seremos débiles y, por tanto. susceptibles de ser atacados, incluso por actores que nos parecen altamente improbables.
La segunda razón es que las organizaciones internacionales nacidas para preservar la paz ya no son útiles, no sirven a sus propósitos. Por primera vez desde 1945, los países aceptan la guerra como un mecanismo de relación de problemas estratégicos, de afirmación de valores nacionales o de satisfacción de reclamaciones territoriales. Cualquier país que se vea en la tentación de atender a estos escenarios utilizará la guerra como mecanismo de resolución de conflictos, ante esta carencia de instrumentos o elementos intermedios de presión o amenaza.
La única manera de evitar que estos mecanismos bélicos nos afecten es siendo más fuertes, demostrando resolución y preparación. España debe incrementar su presupuesto, pero no lo hará ya en equipamiento, sino en preparación, sostenimiento y en personal. Estas serán las partes más sensibles de nuestra defensa, una vez que no haya personal suficiente para manejar tanto buque, avión o vehículo blindado de nueva generación. La pirámide de población con el envejecimiento será sin duda un enorme reto para mantener los efectivos requeridos por este nivel de gasto.
Es muy posible que nuestros vecinos al Sur tengan en pocos años las capacidades de misiles que hoy tiene Irán; es muy probable que el Frente Polisario, con el apoyo de Moscú, tenga capacidades similares a
Hezbolá, y es factible que Libia se convierta en una nueva pesadilla para la Europa mediterránea, porque allí no pintan bien las cosas para Occidente.
Las preguntas que debemos hacernos antes de enfrascarnos en este escenario radican en si el país está preparado para defender nuestros intereses con una guerra o debemos optar por un pacifismo activo que renuncie a proteger sus valores e intereses por la vía militar. Debemos cuestionarnos si disponemos de una fuerza suficiente activa y movilizable para los conflictos en los que nos podemos ver envueltos y si la sociedad española es consciente de que esto es posible, o más bien debemos mantenerla en un mundo feliz, viviendo en la seguridad de que antes de que llegue la catástrofe alguien va a resolver los problemas y no pasará nada. Esto es lo que pensaban los franceses en 1939 y los ucranianos en 2022.
La razón fundamental de esta amenaza global es que,
mientras Rusia y China mantengan una activa política de confrontación, la guerra estará más cerca, y podrá ser de una dimensión global o deconstruirse en numerosos conflictos regionales, esta es la única duda que tenemos sobre el futuro que nos espera. Como no parece probable que este escenario termine de forma súbita, deberemos estar alerta.
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España y las próximas guerras
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