Maduro incrementa el dominio del sector militar en el Gobierno de Venezuela
El sucesor de Hugo Chávez crea por decreto en menos de un mes un banco y una empresa constructora bajo control del sector castrense. Además, planea la salida de un canal de televisión
Ewald Scharfenberg Caracas 28 DIC 2013 - 00:48 CET
La ministra para la Defensa, Carmen Meléndez. / ministerio del poder popular para la defensa
Desde el triunfo de
Hugo Chávez en las elecciones presidenciales en Venezuela de diciembre de 1998 y su llegada al poder, los militares adquirieron un protagonismo en el aparato del Estado casi sin precedentes en la historia reciente del país. Cientos de oficiales, en retiro o activos, ocuparon posiciones de dirección de organismos públicos a lo largo de 13 años de gestión chavista. Siendo el propio líder revolucionario un ex teniente coronel del ejército que, hasta en su última aparición pública –el 8 de diciembre de 2012, cuando para despedirse
del país y de la vida entonó ante las cámaras de televisión el himno de la unidad de blindados a la que perteneció- se definió como “un soldado”, parece razonable que para llevar adelante su programa rupturista haya confiado en sus compañeros de armas.
Pero, ¿
qué hay con su sucesor, el civil Nicolás Maduro? Contra la corriente de lo que pudiera presumirse, el exdirigente sindical sigue profundizando el dominio del sector castrense en el Gobierno a la par que extiende su zona de influencia a la actividad mercantil.
En una rápida sucesión de decretos, en menos de un mes se han dado a conocer a través de la
Gaceta Oficial las constituciones de un banco y de una empresa constructora de las Fuerzas Armadas.
El primero, Bancofanb, con un capital equivalente a 27 millones de dólares –según el cambio oficial vigente- llevará a cabo todo tipo de operaciones de intermediación en el mercado financiero. La segunda, Construfanb, tiene como propósito la “elaboración de proyectos de construcción, arquitectura e ingeniería, desarrollos inmobiliarios públicos y privados, destinados a los miembros de la
FANB y a la población civil venezolana", según reza la resolución de la Presidencia de la República.
El logro más excéntrico de esta expansión de los negocios marciales en Venezuela será la próxima salida al aire de un canal de televisión militar, TVFanb, presumiblemente en la señal digital que el Gobierno chavista apresura. “La televisora pronto se va a lanzar”, se felicitaba la semana pasada en un acto público la ministra de Defensa, almiranta
Carmen Meléndez. “Se está haciendo el proceso para que en todas las empresas de cable esté TVFanb”.
En un país en el que una universidad castrense clama tener la mayor matrícula de educación superior –se trata de la Unefa (Universidad Nacional Experimental de la Fuerza Armada), creada por Chávez en 1999-, tal vez resulte ocioso preguntar qué característica puede tener la parrilla de programación de un canal militar. ¿Entretenimiento? ¿Autoayuda? ¿Historia? La sorpresa, que se despejará pronto, en cualquier caso servirá para poner de relieve el papel rector que le ha correspondido asumir a la oficialidad durante la autodenominada Revolución Bolivariana.
Desde el inicio de su Gobierno,
Maduro anunció su disposición a crear zonas económicas militares, en el marco de su proyecto de zonas especiales, todavía a la espera de implementación. La idea propone reservar territorios para la inversión extranjera en sociedad con el Estado venezolano, a fin de producir bienes de exportación. El mandatario venezolano visualiza unas Fuerzas Armadas productivas y orientadas, primero, a su autosubsistencia y, en definitiva, a la generación de valor agregado tecnocientífico. Maduro los quiere ver cosechando lechugas tanto como ensamblando misiles y
drones. “En poco tiempo vamos a producir todo lo que consumimos en todas las áreas y ámbitos”, lo secundaba recientemente la almiranta Meléndez.
Sin embargo, las primeras manifestaciones del plan se concretan con empresas mercantiles y financieras. Menos que un mero planteamiento estratégico, o de una emulación de modelos chinos o cubanos –donde los militares dominan parte de la actividad económica-, parece difícil desligar el auge renovado de la égida militar del ascenso en el Gobierno de la figura de Meléndez, ministra de la Defensa.
Carmen Meléndez representa al menos dos singularidades en las Fuerzas Armadas: además de mujer -la primera encargada de
la cartera de Defensa-, es oficial de la Armada, una fuerza menor en el reparto de cargos burocráticos que, por tradición y peso, domina el Ejército. Se le considera competente, profesional y aguerrida. Por ironías de la historia, le tocó repeler con fuego de ametralladora el asalto de los fieles del teniente coronel Chávez contra la Comandancia General de la Marina, durante la intentona golpista de febrero de 1992.
Sin embargo, tuvo que esperar a que Chávez consiguiera la presidencia por la vía de los votos, para que su buena estrella se encendiera en la administración pública. Nacida en el estado de Barinas (llanos de Venezuela, región suroccidental) en 1961, es por lo tanto paisana del desaparecido comandante, y conoce a la familia Chávez desde adolescente. Ha hecho carrera dentro de la
nomenklatura chavista en puestos de responsabilidad con manejos de dinero. Se inició como Directora de Administración del Palacio de Miraflores, sede del despacho del presidente, y ya al lado del líder revolucionario conquistó una importante parcela de poder, que ampliaría aún más al hacerse cargo de la Tesorería Nacional de 2006 a 2008.
Maduro, que heredó la afiliación de Meléndez al Gobierno, atendió a su fama de buena administradora y le confió un primer cargo ministerial, el de “Seguimiento de la Gestión”, concebido
ad hoc para ella. Desde entonces, la almiranta no ha hecho más que acrecentar su protagonismo en actos de gobierno. En el último homenaje ante la tumba de
Simón Bolívar, en la fecha aniversario de la muerte del Libertador suramericano, correspondió a la ministra dar el discurso de orden, ante los presidentes visitantes de Ecuador y Bolivia, además de Maduro. No parece aventurado otorgarle algún crédito -como lo hacen algunas fuentes conocedoras del tema- por sembrar en el presidente venezolano la convicción de que las Fuerzas Armadas podrán hacer algo para dinamizar la economía venezolana, en estado actual de postración.
Los antecedentes de los militares como emprendedores son bastante pobres en Venezuela, aún si por mucho tiempo pasaron –junto a la industria petrolera estatal- por custodios de la eficacia y la capacidad técnica. En asuntos estrictamente relacionados con el apertrechamiento de las filas castrenses, muestran escasos éxitos. Por años han estado al frente de los astilleros y dique seco del Estado, en cuyas instalaciones no pudieron completar la última nave patrullera adquirida a la española Navantia, tal como estipulaba el contrato.
El desempeño de
Cavim (C.A. Venezolana de Industrias Militares) tampoco es brillante: la compañía encargada de fabricar las municiones para el ejército sufrió un grave accidente en enero de 2011, cuando una explosión en su sede dejó saldo de un muerto y tres heridos, y devastó un barrio cercano de la ciudad de Maracay, estado de Aragua. La empresa tampoco ha sido capaz de poner en funcionamiento la fábrica de fusiles Kalashníkov anunciada por Chávez en 2010 y acordada con contratistas rusos.
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