Noticias relativas al conflicto

Grulla

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Los Canberra, al ras del mar a Malvinas para que los chilenos no avisen

El primer teniente Jorge Julio Segat recordó los míticos vuelos nocturnos y al ras del mar en los aviones Canberra, a poco de cumplirse 35 años del inicio de la Guerra de Malvinas.

http://www.mendozapost.com/nota/59638/

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DSV

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Humorada en una fecha sensible

En el "Día de las Bromas de Abril", emergió un falso islote en las Malvinas

Lo publicó un semanario de los kelpers siguiendo una tradición similar al Día de los Inocentes. Y un día antes de los 35 años de la guerra, la noticia circuló como cierta en la Argentina.

http://www.clarin.com/sociedad/dia-bromas-abril-emergio-falso-islote-malvinas_0_HkVjVNa3e.html

:mad: :mad: :mad:
Ah entonces los de La Nación se la re comieron, y no la borraron pero la sacaron de portada.
 
Pablo Sirvén de La Nación cayó como un caballo citando a Mercopress, le ponen un "geólogo lituano" llamado Loof Lirpa, que al revés es April Fool. Loof Lirpa en otras ocasiones fue un arquitecto lituano, un médico lituano o lo que sea.
El April Fools' Day es el equivalente de nuestro día de los inocentes.

The F#lkl#nds have added a new isl@nd. A representative of the United Nations Commission on the Law of the Sea, Lithuanian geologist Professor Loof Lirpa, has confirmed to Penguin News that a new isl@nd has emerged in the South Atlantic Ocean, about 150 miles north of Steeple Jason.
 
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DSV

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01/04/2017 ENTREVISTA

Brigadier Crespo: "Así como se encaró, la guerra de Malvinas fue desafortunada"
El brigadier (RE) Ernesto Crespo, jefe de la Fuerza Aérea Sur (FAS) durante el conflicto del Atlántico Sur, dijo que "así como se encaró la Guerra de Malvinas, fue desafortunada, porque había cierta actitud de devolver a la Argentina las islas", reconocimiento hecho al cumplirse 35 años del combate por el territorio insular que el país reclama sin pausa desde que en 1833 fue usurpado por la corona británica.

Por Eduardo Barcelona
La autocrítica del jefe aeronáutico no es óbice para señalar las responsabilidades internas de las Fuerzas Armadas que comenzó como un conflicto diplomático y luego derivó en la guerra con la tercera potencia naval del orbe, que envió a la zona de operaciones 120 barcos, 42 de los cuales fueron naves de guerra, 6 submarinos (tres nucleares) y el resto, navíos mercantes requisados como auxiliares.

"Yo diría que no fue meditada, porque el día anterior le dieron al almirante Walter Allara (jefe de la escuadra naval en 1982) la orden de replegar la flota. ¡Qué clase de ocupación de las islas iban a hacer! Es una cuestión apresurada de mirar las cosas que nos llevó a la guerra", añadíó en diálogo con Télam.

Agregó que "no estoy discutiendo si es justa o injusta. Desde el punto de vista nuestro fue injusta la guerra. Esta guerra le salvó el gobierno a la (primer ministro británica Margaret Thatcher). Y cuando uno larga una cosa así, no se puede replegar".

Responsabilizó al jefe de la Armada, almirante Jorge Anaya, miembro de la junta militar del Proceso, haber dado la orden de repliegue de la flota de mar al almirante Allara. "La noche del 30 de abril, a las 20:25, Anaya dio la orden a Allara de replegar las naves hacia Puerto Belgrano".

Según el aviador, "Anaya dijo 'lo que pasa es que si se pierde una fragata, no la puedo reponer y si pierdo un capitán de fragata, tampoco'. Es triste", lamentó el ex jefe de la FAS.

Desde el punto de vista militar, ¿la decisión fue correcta? "Le voy a dar un ejemplo -respondió-. Había un barco el Santísima Trinidad, que era un destructor, tipo 42, igual al que tenían en ese momento los ingleses. El destructor argentino se replegó tanto sobre la costa que cuando bajó la marea quedó varado, encalló -reveló-. Fue cerca de Puerto Madryn, para evitar ser torpedeado por un submarino. Fue desafortunado, replegar la flota".

Durante la conflicto, la flota británica sufrió siete barcos de guerra hundidos, otros cinco quedaron fuera de combate y doce resultaron con averías de consideración. En total, sobre 42 naves de guerra, 24 fueron hundidas o dañadas, es decir, más de la mitad de las que llegaron para combatir.

También reconoce que fue un error designar al general Mario Menéndez al frente de las tropas desplegadas en el archipiélago. "Era un ineficiente. No era el hombre adecuado para el puesto de mando. Yo no hubiera puesto a Menéndez en el mando, no tenía ni idea de lo que tenía que hacer".

De acuerdo con Crespo, Menéndez había sido designado al frente de las tropas en las islas, después de su participación en el operativo Independencia, en los montes tucumanos, donde combatió con una fuerza irregular de la guerrilla del ERP, en 1975.

Los comentarios posteriores de los jefes militares británicos fue que "el error argentino fue no haber tratado de impedir la cabeza de playa en la bahía San Carlos". Así lo manifestó el coronel Julian Thompson, jefe de la infantería inglesa que llegó a Puerto Argentino el 14 de mayo de 1982, día en que se produjo la capitulación.

Otro aspecto que destacó el brigadier fue la descordinación entre las armas. No hubo un jefe militar único. Crespo no se subordinaba ante ningún otro jefe. "La Fuerza Aérea no dependía de Menéndez, dependía de mí", subrayó.

Por lo que se conoce ahora, a tres décadas y media el conflicto, tampoco el presidente de facto, general Leopoldo Galtieri, incidió en las operaciones militares y no hubo un comando conjunto al que se subordinaran las tres fuerzas.

El plan original fue entrar en Malvinas y luego negociar, partiendo de la base que los Estados Unidos, con Ronald Reagan como presidente, iban tener una posición neutral. Galtieri creyó en esa posibilidad tras la visita a los EE.UU. meses antes de la guerra, oportunidad en la que un militar norteamericano lo definió como "un general magestuoso".

Producida la recuperación de Malvinas el 2 de abril de 1982, Gran Bretaña pidió una reunión urgente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU), donde después de arduas negociaciones los ingleses consiguieron la aprobación de la resolución 502 que era la derrota diplomática de la Argentina. Aquí comenzó a perderse la guerra.

EE.UU., que había insinuado neutralidad ante el diferendo, le dio la espalda a la Argentina y también al Tratado de Asistencia Recíproca (TIAR) que había impulsado en 1947 para que si un país americano era agredido/invadido por otro extracontinental los demás debían asistirlo en solidaridad.

Analistas militares del Reino Unido revelaron en el curso de estos años, que en el mismo momento en que el Consejo de Seguridad votó en contra de la Argentina, los EE.UU., a través del departamento de Defensa, comenzó la asistencia militar y aprovisionamiento a la Task Force británica, llevando misiles, armas de todo tipo y combustible a la isla Ascención, base logística en medio del océano Atlántico.

Otro aspecto que destacó Crespo relacionado sobre la falta de coordinación de las fuerzas es la resolución militar del dictador y presidente de la Nación, Juan Carlos Onganía, que en 1969 dispuso el ámbito de funcionamiento de las Fuerzas Armadas.
"El Ejército tenía la tierra, la Armada tenía el mar y a la Fuerza Aérea le pusieron como coto de operaciones las 15 millas marítimas, esto es, 28 kilómetros. De ahí en adelante, no podíamos ir. Cuando se armó la guerra, salimos igual", dijo.

Reconoce el error propio. "La Fuerza Aérea también tiene la culpa, no sé si por no demostrar una desunión de las FF.AA. ante la sociedad o qué. Eso fue una burrada del tamaño de una casa, no se puede limitar el vuelo de un avión", observó.

Crespo sostuvo que la aeronáutica no tenía las armas adecuadas, algunas naves, como los Mirage no podían reabastecerse en vuelo, los Skyhawk A4B y A4C eran naves sin misiles, dos de los sistemas que llevaron el peso del combate aéreo.

"Los únicos que tenían armamento para el combate era la Armada. Por los aviones franceses Super Etendard, que portaron los misiles Exocet; por la flota, tenían dos destructores tipo 42 (Santísima Trinidad y Hércules). Los pilotos navales eran muy buenos, muy bien entrenados y tenían cinco misiles Exocet. Y muy valientes. También la infantería de marina, el BIN 5, cumplió una tarea excelente", ponderó Crespo.

"Nosotros teníamos bombas, no misiles. Salimos igual. Los Super Etendard tiraban los misiles a 40 km y luego se retiraban, nosotros seguíamos y allí nos bajaban los misiles británicos. Todos nuestros pilotos, eran oficiales", explicó.

Para el brigadier Crespo, "la Guerra de Malvinas fue una batalla aeronaval tan fuerte como nunca lo hubo, ni en la II Guerra Mundial pasó nada parecido. Después de Malvinas, no ha habido un conflicto de tamaña naturaleza. Los ingleses dicen que fue una guerra pequeña. ¡Qué pequeña! Inglaterra puso todos los medios que tenía, apoyados por la OTAN y por los EE.UU."

"Nosotros peleamos contra el mundo. Sin ayuda. Lo único que queda para rescatar es que la Fuerza Aérea no se rindió. Peleó hasta el último día y nos pidieron que no siguiéramos luchando", terminó el jefe de la Fuerza Aérea Sur (FAS) en la Guerra de Malvinas.

Antes de que finalizara el año de la guerra, el presidente de facto, Reynaldo Bignone, firmó el decreto de creación de una comisión investigadora de las acciones durante el conflicto que encabezó el teniente general Benjamín Rattembach, nombre con el que se conoce ahora el informe, y compuesta por otros jefes militares que juzgaron a sus colegas al mando de las tropas en Malvinas.

Las conclusiones fueron muy duras con el general Galtieri, jefe del Ejército, y presidente de facto de la Argentina, con la falta de profesionalismo del general Menéndez, por la rendición sin presentar batalla de los hombres en las islas Giorgias y Sandwich del sur y con la ausencia de coordinación entre las fuerzas durante el conflicto bélico.

http://www.telam.com.ar/notas/201704/184193-malvinas-crespo-aniversario-conflicto.html
 

Eduardo Moretti

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Malvinas: el Brexit abre la oportunidad para negociar con países de la UE

Así lo creen en el Gobierno; "esto le da libertad de manejo al resto de los países de la Unión Europea", dijo la canciller Malcorra; se negocian más vuelos y ya avanzaron con la identificación de los soldados



Santiago DapeloLA NACION
DOMINGO 02 DE ABRIL DE 2017

"Esto le da libertad de manejo al resto de los países de la Unión Europea. Habrá que seguirlo de cerca", reconoció a LA NACION la canciller Susana Malcorra .

Mauricio Macri por Holanda, la última semana. En una reunión que mantuvo con referentes del Parlamento holandés, el jefe del Estado recibió de miembros del Senado de Holanda la propuesta de "ayudar en lo que se pueda" para acercar posiciones con el Reino Unido, con relación al reclamo de soberanía de las islas Malvinas.

En el Gobierno ese gesto despertó expectativas positivas. "Nuestra intención siempre es dialogar, así que cualquier cosa que apunte a favorecer el diálogo social es bienvenida de nuestra parte", dijo la canciller hace unos días.

La ruptura de Gran Bretaña con la UE también servirá para torcer otro capítulo que dejó a la Argentina en desventaja. En 2005, en un anexo de la Constitución europea, se estableció que las islas Malvinas formaban parte de los "países y territorios de ultramar" de la Unión Europea. En ese momento, el entonces canciller Rafael Bielsa expresó el "profundo rechazo" que causó esa inclusión.

Identificación de héroes
Pero en la estrategia del gobierno nacional hay otros pasos que se llevarán adelante este año. En palabras de Malcorra, una "hoja de ruta en capítulos", entre los que se destacan sumar nuevos vuelos a Malvinas y la identificación de los restos de los soldados argentinos no identificados enterrados en el cementerio de Darwin, en las islas Malvinas, tras la guerra de 1982. Se trata de una tarea que lidera el Comité Internacional de la Cruz Roja, de acuerdo a lo establecido en Londres, en diciembre pasado, entre la Argentina, el Reino Unido y la Cruz Roja.

Con esta acción, el Gobierno busca saldar una deuda histórica para con los familiares de los héroes caídos que yacen en el cementerio de Darwin bajo la leyenda "Soldado argentino sólo conocido por Dios".

"Es fundamental terminar el proceso de identificación de los soldados y, así, poder establecer su identidad. Lo de los vuelos lo estamos viendo, es algo que se puede retomar", manifestó Malcorra.

La administración de Macri ratificó que la lucha por la soberanía de las islas es una política de Estado y que la forma para recuperar las Malvinas es la vía diplomática. El Presidente, en la apertura de sesiones ordinarias del Congreso, hace un mes, explicó que el profundo cambio en materia exterior que llevó adelante durante su primer año de gestión es el camino "para avanzar" en los intereses nacionales, incluyendo el "legítimo reclamo por las islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur".

Según dijo el Presidente, "el diálogo fortalece" la posición de la Argentina y "nos permite acercarnos para encontrar una solución definitiva a este prolongado diferendo".

Al igual que el jefe del Estado, después de que se conociera que Gran Bretaña había comprado equipamiento militar para reforzar la seguridad de las islas, Malcorra agregó: "Nuestro compromiso es resolver el tema de Malvinas de forma pacífica, utilizando todos los mecanismos y medios disponibles. Una militarización de las islas nos parece como mínimo inconducente. Preferimos, y así lo hemos manifestado, que la cosa no avance".

Además, el vínculo que se está construyendo entre la Argentina y Gran Bretaña, con especial énfasis en el reclamo por la soberanía de Malvinas, también busca expandirse a cuestiones ligadas al desarrollo tecnológico y cultural, dado el enorme interés del sector privado y de fondos de inversión por nuestro país.

http://www.lanacion.com.ar/2003072-...oportunidad-para-negociar-con-paises-de-la-ue
 

Eduardo Moretti

Colaborador
El día que Argentina sea un país importante en lo político, económico y militar, se puede pensar en volver a recuperar nuestras Islas Malvinas, mediante la presión diplomática internacional.

Es muy difícil pero no imposible.
 

BIGUA82

VETERANO DE GUERRA DE MALVINAS
Colaborador
Cambio de frente: cuando dos ingleses pelearon por Argentina
Harvey y Withington, que habían combatido para Gran Bretaña en la Segunda Guerra Mundial, estuvieron en el bando opuesto en 1982

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Teresa Sofía BuscagliaLA NACION
DOMINGO 02 DE ABRIL DE 2017
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Tito Withington tampoco hablaba de sus años en la RAF, donde tuvo misiones muy audaces. "Le tocó sobrevolar la casa de vacaciones de Hitler y distraer los radares alemanes con papelitos metálicos que los confundían y les hacían perder precisión", cuenta Claudio Meunier, investigador y autor de los libros Alas de trueno y Nacidos con honor, que documentan esta historia.


Nacidos en la década del 20, la formación de estos dos angloargentinos había sido similar, pero en lugares muy diferentes. Harvey pasó su escolaridad pupilo entre Londres y Buenos Aires, y Withington vivió su infancia en el campo. La Guerra Mundial los igualó y les dejó las mismas heridas. Ambos regresaron a la Argentina y comenzaron a trabajar como pilotos civiles. Formaron parte del nacimiento de Aerolíneas Argentinas y Austral, donde fueron maestros de pilotos hasta su jubilación. Al retirarse, en los años 70, se dedicaron a la aviación privada.

El año 1982 los volvió a reunir. Nuevamente una guerra. Aviadores veteranos y muy conocedores de la mentalidad británica, los dos acudieron al llamado de las Fuerzas Armadas, sabiendo que las chances de ganar eran utópicas.


"Ellos quisieron participar de Malvinas, aunque les ofrecí eximirlos de esa obligación. Recuerdo muy bien que al elegir el avión Lear Jet LR 24 que volaba Jimmy, lo llamé por teléfono y le sugerí que podía «bajarlo» de ese compromiso, pero pidió que me olvidara de eso y que lo convocara. Me dijo: «Yo soy argentino, Jorge, y las islas son argentinas. Esa vieja Thatcher está loca, y quiero participar»", recuerda Jorge Páez, capitán retirado de la Fuerza Aérea y fundador del Escuadrón Fénix.

Tarea de distracción
Este grupo de aviadores civiles recibía un grado militar y tenía varias tareas: retransmisión en vuelo, exploración y reconocimiento, búsqueda y salvamento, guiado de escuadrillas y, las más arriesgadas de todas, las "maniobras de diversión". En la jerga aeronáutica significaba que los aviones podían adquirir tanta velocidad que lograban semejarse a aeronaves de combate y confundir a los radares ingleses. Así los mantenían en alarma permanente y los desgastaban. Mientras tanto, las fuerzas argentinas aprovechaban a incursionar en el área de combate y derribar objetivos enemigos.

"Los Lear Jet no tenían armamentos ni asientos eyectables. En caso de ser detectados por los ingleses, los pilotos no podían hacer nada. Su salvación quedaba en manos de su destreza y las maniobras evasivas que pudieran realizar", agrega el autor Meunier.

Si bien se sentían argentinos, Tito y Jimmy no podían despegarse de su origen británico, y todos sabían que su heroísmo era doblemente valioso, porque lideraban misiones casi suicidas para enfrentar a un enemigo, por el cual habían arriesgado sus vidas cuatro décadas atrás. "No podemos ganar, pero tampoco podemos dejar que mueran todos tan impunemente, nos dijo a sus siete hijos antes de partir a Malvinas", recuerda Cecilia Withington, su hija.

Tanto Harvey como él sabían que esta guerra era una decisión alocada de una dictadura en decadencia, pero comenzado el conflicto sintieron que su obligación era acompañar y aportar su experiencia a todos esos hombres que habían ido a combatir por una causa que sentían en su corazón como justa y digna.

"Si los ingleses pisan las islas, perdemos la guerra", le dijo Jimmy a sus superiores. No lo escucharon, y llegó la derrota. Los dos la sufrieron mucho, pero aún más les dolió la indiferencia de una sociedad que no pudo separar a los que dieron su vida en Malvinas con los que formaron parte de la dictadura. "Cuando regresó, Jimmy no era el mismo. Estaba callado, muy cansado, nunca quiso hablar de Malvinas. No le gustaba ir a los homenajes ni a las reuniones. La derrota lo había entristecido", relata Lillian Harvey, su viuda. Su esposo murió en 2003.

Tito Withington, que murió en 2009, sí participaba activamente en las reuniones y los actos del Escuadrón Fénix, en cada aniversario de Malvinas. De parte del Estado argentino recibió sólo dos medallas conmemorativas por su participación. "Irónicamente, 20 años después de Malvinas, en Inglaterra fue condecorado por su voluntariosa participación en la Segunda Guerra Mundial. Se hizo una ceremonia muy emotiva y se rindió homenaje a los voluntarios argentinos que se habían alistado y habían participado en ella", revela Cecilia, al recordar a su padre.
 

BIGUA82

VETERANO DE GUERRA DE MALVINAS
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Carlos Perona, la historia del primer piloto derribado en Malvinas
El 1 de mayo, a bordo de un Mirage III, fue interceptado por un avión Harrier; se salvó y decidió regresar enyesado

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Brenda StrumingerLA NACION
SÁBADO 01 DE ABRIL DE 2017 • 20:34
Guerra de Malvinas. Era piloto de la Fuerza Aérea y su esposa, María Esther, estaba embarazada de su segundo hijo, Damián.


Gustavo García Cuerva era capitán y Perona el primer teniente. Volaban a la par, a su vez conectados con el radar de control, cuando les avisaron que estaban por ser interceptados. "Desde su avión, García Cuerva me dijo que eyectáramos los tanques de 1700 litros que cargábamos, porque ya estábamos por entrar en combate. En ese momento, el oficial del radar que resuelve la geometría de la interceptación nos hace abrirnos hacia los costados. Esa fue la última vez que vi a García Cuerva".

El combate
El radar le indicaba a Perona que el avión que había aparecido estaba frente a él, muy cerca. Entonces dejó de mirar el radar y visualizó, más o menos a ocho millas, el avión inglés, un Harrier, que volaba por debajo.

"Yo sabía que los aviones interceptores Harrier o en patrulla de combate, al igual que nosotros, no operan de a uno, sino de a dos. Pero no pude ver al otro avión que me estaba por interceptar y me centré en el avión que sí veía. Nos trabamos en combate con los misiles y empezamos a trepar. Para ganar altura, tenía aún mi tanque derecho, pero no pude eyectarlo. Eso, aerodinámicamente, es una disminución muy importante de la performance del avión", cuenta.

Su idea era subir lo máximo que pudiera, porque sabía que el Harrier, por su aerodinámica, no estaba preparado para la misma altura que su Mirage. "Yo quería ver qué hacía el Harrier y lanzarle mi misil desde arriba. La sorpresa fue cuando me lo encontré a la par y los dos con altas "Gs", que en la jerga significa generar aceleraciones positivas, lograr que el avión pierda velocidad y poder cerrar más las maniobras. Los dos intentábamos hacer lo mismo para quedar a la cola del otro. Entonces se produjo un cruce muy cercano. Giré para ver dónde estaba, pero ya no lo ví y e inmediatamente sentí un cimbronazo en el avión".

Le habían dado no de lleno, sino por proximidad, pero el M IIIEA ya no podía volar.

La caída: "Suerte pendejo"
"De repente se me empezaron a prender las alarmas de fuego, las de líquido hidráulico, las alarmas de los sistemas. Y yo le digo a García Cuerva, 'Paco, estoy viendo una costa, voy a tratar de llegar para eyectarme'. Necesitaba llegar a la costa porque no traíamos traje antiexposición y caer en el agua era muerte por hipotermia segura, durás en el agua de tres a cuatro minutos. Mi preocupación era llegar a esa costa que estaba viendo. Yo no lo sabía, pero era la Isla Borbón. Entonces Paco me dice: "Suerte pendejo. Eyectate con seguridad".

El avión, cuenta, giraba para la derecha y Perona trataba de girar para la izquierda. "No me quería eyectar para abajo, sino con cierta posición. Ya cuando el avión estaba llegando a la costa, me eyecté, más o menos a 15 mil pies, que son unos 4500 metros".

Las eyecciones se realizan de manera automática una vez que el piloto acciona el mecanismo. Si la eyección se produce por encima de los 15 mil pies, el piloto cae con el asiento, para acelerar la caída libre y evitar el tiempo de exposición al frío. A 15 mil metros del suelo, opera una cápsula barométrica que produce el sistema de separación del asiento, desecha el asiento y activa el paracaídas principal.

"Pero la sensación que tuve, por la adrenalina, el miedo, era que no me eyectaba. Entre que tirás la palanca de eyección y estás colgado del paracaídas, pasan entre 3 y 4 segundos. Pero cuando tiré, empecé a pensar, 'No me eyecto'. No pasaba nada en la cabina. Y pensé que me iba a tener que eyectar manualmente, que es otro procedimiento. Entonces ví que se activaron los cartuchos que te sacan la cabina y salí. Todo eso, para mí, fue una eternidad"

Cuando quedó colgado del paracaídas se dio cuenta de que el fuerte viento lo tiraba hacia el mar. Pero gracias a sus maniobras y a la suerte terminó cayendo a dos o tres metros del agua.

"Caí mal, me rompí el maleolo tibial de una pierna y me esguincé la otra. Soy piloto, no paracaidista", bromea. En ese momento, con la adrenalina, no sintió dolor y empezó a caminar. Sabía cómo dirigirse hacia el puesto Calderón, una base de la Armada de la Isla Borbón, donde había caído. Pero llegó un momento en que ya no podía caminar.

"Cuando me empecé a preguntar qué hacer, sentí el ruido de un helicóptero. Era un Augusta del Ejército. Habían venido a rescatarme, me sacaron de la costa al noroeste de Borbón, y me llevaron en helicóptero hasta Calderón".

"Pasé una noche horrenda, porque se te aparece la vida. Te preguntás lo que podría haber pasado, pensaba en mis hijos, en mi señora, que estaba embarazada de mi hijo Damián, que hoy tiene 35 años. Empecé a hacer un pantallazo de toda mi vida. Gracias a Dios estaba con dos soldados que estuvieron conmigo toda la noche. Cuando me fui, al día siguiente, a uno le dejé mi rosario y al otro el pañuelo distintivo de mi escuadrón".

Los regresos
Al día siguiente, subieron a Perona a una camilla y después a un avión de la marina que había ido a llevar logística a Puerto Calderón. Lo trasladaron a Río Grande, después a Ezeiza y de ahí al Hospital Aeronáutico. "Se me había terminado la guerra el primer día. Al menos físicamente".

Le pusieron dos yesos y estaba casi inmovilizado, pero después de unos días sentía que ya no podía estar en su casa.

"Un día mi viejo me dice que me quería sacar, para que pensara en otra cosa. Fuimos a una parrilla muy linda que estaba en General Paz y Beiró. Ahí había un televisor y empiezan a pasar un partido de futbol, Argentina no se qué, en España. Ahí le dije a mi papá: 'Vamos, viejo, porque voy a hacer un destrozo'. Había gente que se estaba muriendo. No digo que tiene que pararse el país, pero sí hay cosas que tienen que acompañar determinadas situaciones".

A mediados de mayo empezaron a multiplicarse las noticias de que había muertos en combate y Perona volvió al centro de operaciones. Después de insistir, aceptaron llevarlo. Pero cuando llegó lo echaron por su condición y debió regresar a Buenos Aires. Recién volvió a estar operativo en octubre del 82.

García Cuerva
"Cuando llegué a Buenos Aires me enteré en el Hospital que las fuerzas propias habían derribado al capitán García Cuervo en Puerto Argentino. En la historia bélica es prácticamente una constante, un diez por ciento de las bajas propias la produce la propia tropa.

Cuando nos separamos en el aire, García Cuerva se fue a Puerto Argentino a tratar de aterrizar. Quería hacer lo que habíamos planificado antes de la misión: cargar combustible y volver al continente para seguir cumpliendo misiones. Pero lo derribaron a la altura de Puerto Argentino y cayó al sur de la pista, en el mar. No pudo eyectarse; y cayó junto con su avión en una bahía. Hoy en día, todavía lo estamos buscando. Hay una movida bastante importante entre los veteranos argentinos e ingleses, para tratar de encontrar los restos de los hombres que han peleado en este conflico enfrentados; ellos como nosotros reconocemos en el enemigo al verdadero guerrero, lo respetamos y rendimos los honores al combatiente caído en acción".

La guerra
"El militar es el que sabe lo que significa la guerra. Y el militar es el que no quiere la guerra. La guerra desdibuja todo aquello que mantiene al hombre como ser racional. Los límites se van a otros lados. Por eso no hay que ir nunca más a una guerra, que no es lo mismo que no estar preparados para defender a la Patria", dice Perona.

Tiene varias condecoraciones, entre ellas, la de herido en combate, entregada por el Congreso Nacional. Pero Perona dice que poco le interesan esos reconocimientos. "Lo único que me importa saber, como decimos los cazadores, es que fui probado en combate, fiel a mi jura sagrada al pabellón nacional. Y saber que debemos nuestro reconocimiento a los 649 hermanos malvineros que han ofrendado su vida por este País. Esa es la parte importante de todo esto".
 

DSV

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Las Malvinas y nuestro pobre orgullo nacional
En el plano latinoamericano, nuestra guerra cobró una dimensión fundacional, en el sentido de asentar una conciencia de cultura y de sentimiento solidario que nos parecía ya parte del sueño de los libertadores
Por Abel Posse 2 de abril de 2017

La del 2 de abril fue una operación militarmente admirable (aunque estas cosas no conviene decirlas en voz alta). Se aprovechó en forma brillante el factor sorpresa en tiempos de descarado espionaje satelital y del otro, el tradicional. Los argentinos en pocas horas reconquistaron el bastión sin el costo sangriento presumible. La operación que comandó el almirante Busser se estudia en muchas academias navales. La canallada vengativa hizo morir a Busser en "prisión domiciliaria", sin condena alguna.

La reacción de entusiasmo nacional fue triunfalista y casi unánime. La acción liberadora de los militares fue aplaudida por nueve de cada diez dirigentes políticos, sindicales y una prensa eufórica. Sería bueno que el lector recorriese los diarios de esos días "altos y vibrantes". Se reconocía que era una guerra justa realizada con una acción fulmínea e indolora.

Recuerde, lector: Pierina Dealessi, los donativos y las colectas de oficina, el postre Malvinas, las señoras de Barrio Norte tejiendo los pulóveres marciales, aquellos gritos en las redacciones y en los cafés cuando se hundía al Sheffield o a algún otro exponente de la perfidia inglesa. Malvinas fue el único grito que superó a algún gol de Diego Maradona en el Mundial. Se aclamó a Leopoldo Galtieri en la Plaza de Mayo y fuera de ella. El acto de fuerza justiciera y nacional se sobrepuso a la conducción de una dictadura cuya "guerra antisubversiva" también era aprobada tácitamente por una mayoría significativa de políticos, sindicalistas y gente de prensa. En todo caso, en aquellos días esto no frenó el entusiasmo y la cohesión nacional. Hoy, dada nuestra doblez, resulta difícil recordar en esta crisis cojonal de nuestra dirigencia que nuestra explosión fue de país sano y fuerte. Una reacción honestamente patriótica que dejaba en el plano secundario la ilegitimidad esencial del poder.

En el plano latinoamericano, nuestra guerra cobró una dimensión fundacional, en el sentido de asentar una conciencia de cultura y de sentimiento solidario que nos parecía ya parte del sueño de los libertadores (Pronto desilusionaríamos a toda nuestra América enviando a los kelperitos ositos de peluche y postales de Navidad). Y hasta facilitando el acceso aéreo a la gran base estratégica internacional con la que los ingleses pagarán su Brexit y los kelpers perderán su paz de paraíso bucólico-oceánico. (Es muy probable que los malvinenses sean una clave importante cuando retornemos a la diplomacia nacional).


Nuestros pilotos navales y de la aeronáutica conmovieron al mundo con sus proezas. Pero el aparato de conducción militar siguió estúpidamente dividido. El comandante en las islas que había jurado vencer o morir terminó rindiéndose birome en mano. Los ingleses habían conseguido de los norteamericanos el arma clave para acabar en horas con nuestra aeronáutica, los misiles, sidewinders. El hundimiento del Belgrano por un submarino nuclear puso en evidencia nuestra endeblez e indecisión en el arma naval. Este hecho concluyó con las esperanzas de soluciones diplomáticas. (Los ingleses demostraban que siguen a Winston Churchill: "En la guerra , determinación").

Después, la enfermedad argentina: dicen avergonzarse de semejante hecho, lloran oblicuamente y fuera de fecha a sus muertos, descubren que los gobernantes eran de facto y dictadores. Olvidan que en Stalingrado, la batalla decisiva, fue comandada por Stalin versus Hitler… Es la Argentina pequeña, incapaz de reconocer sus pasiones y su euforia, incapaz de concederles la palabra gloria a sus muertos por la patria. Tan eufóricos en aquellas victorias como ambiguos después de la derrota.

Lo más grave del episodio Malvinas no es haber perdido lo que con el tiempo sólo será una gran batalla, sino esto, la enfermedad de no saber defender lo que hicimos con la frente alta y con júbilo de triunfadores y ahora casi andar susurrando disculpas a los usurpadores, y abriendo paraguas que sólo cubren al interlocutor más poderoso.

El autor es diplomático y escritor.

http://www.infobae.com/opinion/2017/04/02/las-malvinas-y-nuestro-pobre-orgullo-nacional/
 

BIGUA82

VETERANO DE GUERRA DE MALVINAS
Colaborador
INFOBAE 02 DE ABRIL DE 2017.(hay videos en la nota en la pagina web)

Pudieron haberse matado en la misma batalla: Infobae los reunió 35 años después

Combatieron en Monte Harriet. Con las balas silbando sobre sus cabezas. El Coronel Mayor Lautaro Jiménez Corbalán, del Regimiento 4 de Monte Caseros, y el Teniente Coronel David Wheen, del 42 Comando de los Royal Marines, vuelven a estar frente a frente para hablar de los horrores de aquella guerra, el coraje y los miedos, la paz y reconciliación

Por Gaby Cociffi 2 de abril de 2017
Directora Editorial de Infobae | [email protected]



David Wheen, capitán del 42 Comando de los Royal Marines, cavando una trinchera en Malvinas
"Esa noche" es la del 11 de junio de 1982 en Monte Harriet. Una noche muy oscura y fría -siete grados bajo cero-, donde los británicos avanzaban a través de un campo minado. Los 42 Comandos -bajo las órdenes del teniente coronel Nick Vaux- debían tomar esa posición. David Wheen comandaba la Compañía L que marchaba en la primera línea de combate.

El fuego de artillería del Regimiento 4 -a cargo del teniente Coronel Diego Soria- demoraba el avance inglés. Jiménez Corbalán y sus hombres defendían el monte bajo un increíble bombardeo que llegaba desde una fragata en la costa.

El Harriet parecía estallar en llamas. Proyectil tras proyectil, metralla tras metralla, silbaban sobre las cabezas de los soldados. Se preguntaron si alguien iba a sobrevivir a esa noche. La negra madrugada estaba iluminada por resplandores de bombas y balas trazantes. La escena parecía irreal, la sangre de los muertos no lo era.


Algunos de los oficiales del Regimiento 4 de Monte Caseros que combatieron en Malvinas. Lautaro Jímenez Corbalán (el tercero de pie, de derecha a izquierda) era subteniente y tenía 20 años
Desde las diez y media de la noche hasta la madrugada del 12 -"nueve y media de la mañana se rinden los últimos argentinos", aclara Jiménez Corbalán- combatieron frente a frente. Uno podría haber matado al otro. Pero ahora están aquí, de pie entre estas cruces blancas. Y hablan. Escuchémoslos.

David Wheen: En el instante en que ambos sobrevivimos a la guerra, y la pelea terminó, dejamos de ser enemigos. Nos convertimos en camaradas de armas.

Lautaro Jiménez Corbalán: En el momento de la batalla tenés que sobrevivir y tenés que matar. Pero no sentís odio por tu enemigo. Sólo cuando matan a un compañero… Ahí querés matar al otro, sale el instinto salvaje de querer eliminarlo.

DW: Es extraordinario poder estar frente a frente. Puede que hayamos tratado de matarnos el uno al otro, pero no por motivos personales sino porque eso era lo que nuestros trabajos requerían de nosotros. Yo no te odiaba, ¿por qué habría de hacerlo? No te conocía…

LJC: En ese momento nosotros tampoco teníamos odio. Eran nuestros enemigos. El problema es que existe una disputa ancestral entre los dos países por Malvinas. Eso fue lo que nos motivó a estar ahí, y llegado el caso a matar o morir.


Frente a la cruz que recuerda al Capitán de Fragata Pedro Giachino, caído el 2 de abril durante la recuperación de las islas Malvinas
-¿Por qué que valía la pena matar o morir por Malvinas?

DW: Cuando me llamaron al frente, cuando la guerra parecía inminente, lo primero que pensé fue "¿Por qué yo? ¿Por qué no podría haber sido el turno de alguien más?". Fue una conversación que tuve conmigo mismo: ¿Estaba dispuesto a ir a morir a esa guerra? ¿Era una causa justa?

-¿Sentían que era una causa justa?

DW: Lo era. Me di cuenta que estábamos haciendo lo correcto, que era algo por lo que valía la pena morir. Solo después, ya en las islas, se volvió un tema de matar o ser matado. Es muy difícil darse cuenta de eso hasta que llega el momento en que uno está protegiéndose de las balas…

LJC: Yo fui por la Patria, porque era una causa justa. Pero en el día a día la supervivencia es por tu compañero. El que tenés al lado es la síntesis de la Patria, ¿sabés por qué? Porque en los Regimientos no somos todos amigos y venimos de distintos lugares y culturas, pero todos somos argentinos.


El entrenamiento de los Royal Marines en el Canberra. Antes de Malvinas Wheen había estado preparando a los comandos durante tres meses en el frío de Noruega
-¿Qué recuerdan de aquella terrible batalla?

DW: Mi compañero recibió disparos en ambas piernas a 100 metros de la línea de salida del Monte Harriet. Mi operador de radio, que estaba a mi lado, también recibió disparos en ambas piernas. Pensé: "Esta va a ser una noche terrible". Fue una noche terrible. Fue una noche memorable. Pero sobrevivimos y estamos acá para compartir la experiencia.

-¿Tiene un soldado miedo a morir en la guerra?

LJC: Es desesperante pensar tu propia muerte. Te das cuenta que te falta mucho por vivir y que en un segundo se termina todo. Pero tener la certeza de que vas a morir es la mejor forma de preparar el espíritu. Si no estás preparado para morir, no sos un soldado.

DW: Todos estábamos muertos de miedo. Pero si nos tocaba caer en la batalla iba a ser por una causa justa, porque una agresión no puede salir gratis. Dejé a mi mujer Vivian y a mis tres hijos pequeños de 7, 5 y 4 años -Lissa, Charles y Sarah- sólo porque pensé que la causa valía la pena.


Un óleo de un pintor inglés donde se representa la batalla del Harriet. El soldado con boina que aparece a la izquierda es David Wheen
La primera vez que soñó con ser un marine David Wheen tenía seis años. Vio a un comando cruzar el río colgado de una cuerda. "Quiero hacerlo", dijo. El marine tomó al niño, lo colgó en sus espaldas y se lanzó sobre las aguas. El chiquito de Devon, un condado al sureste de Inglaterra, nunca pudo sacarse de la cabeza a ese superhéroe de carne y hueso que lo había hecho vivir una aventura única. A los 17 años ingresó en el Commando Training Centre de Devon. Le siguió un durísimo entrenamiento en Noruega, mudanzas a Hong Kong, Singapur y Bangladesh, enfrentamientos en Irlanda del Norte y guerras de Irak y el Golfo para apoyar a los kurdos. "Amé ser marine durante 32 años, cada día de mi vida", resume Wheen.


Un óleo que representa a la batalla del Monte Harriet, de la pintora argentina Sonia Ruibal. Allí están los hombres de Jiménez Corbalán
Lautaro siempre jugó con soldaditos en su Corrientes natal. A los cinco años se vestía de soldado y el tío Périco era su ídolo: nada le gustaba más que verlo llegar con su uniforme del Ejército. Estaba escrito que iba a estudiar en el Liceo Militar General Espejo, en Mendonza, y luego en el Colegio Militar en el Palomar. Malvinas lo encontró como cadete del cuarto año, encargado de la sala de armas. Allí, un viernes muy temprano, escuchó en una radio que se habían recuperado las islas. Cinco días más tarde lo ascendieron a subteniente. Y el 9 movilizaron a todos los oficiales. Lo enviaron a Monte Caseros: "Hay que custodiar las fronteras con Chile", le ordenaron. Se sintió frustrado: quería ir al Sur. Sus deseos se cumplieron solo ocho días después: pasó por Chubut, luego por Río Gallegos y el 27 de abril aterrizó en Malvinas. "Todos cantábamos felices. Queríamos estar allí", recuerda Jiménez Corbalán.


El diario que el militar argentino mantuvo durante la guerra. En la tapa escribió, en inglés y en español, su último deseo por si moría en combate: que se lo entregaran a su familia
El militar argentino saca de su bolsillo una pequeña libreta. Está envuelta en una bolsita de plástico. La toma con delicadeza, como si se tratara de un tesoro, y se la muestra all militar inglés. Tiene las hojas manchadas de barro. "Es el diario que yo escribí en la guerra", le dice.

"Al principio lo hice porque sentí la necesidad de escribir lo más importante que estaba viviendo para compartirlo con mi familia. Pero cuando empezó la guerra pensé que quizás era lo único que les iba a quedar de mí".

En la tapa del diario, en inglés y en español, Lautaro escribió: "Se ruega a quien encuentre esta libreta retornarla a la familia Jiménez Corbalán. Es el último deseo de un oficial argentino. Gracias".

"Si encontraban mi cuerpo en un campo de batalla alguien iba a enviar el diario a mi familia". David responde con tres palabras: "Fuiste muy sabio".


Jiménez Corbalán le llevó de regalo su libro “Malvinas en primera línea” (Nicolás Stulberg)
Los antiguos enemigos repasan día por día las páginas donde se detallan situaciones de guerra, batallas y reflexiones personales. En este momento la guerra no los separa, los une.

-Hace 35 años, de haber tenido oportunidad, uno le hubiese disparado al otro… Y hoy están aquí lejos de los rencores.

LJC: Lo importante acá es rescatar que es posible un acercamiento, sin odio, porque fue todo muy respetuoso. Terminado el combate había una preocupación por la salud del otro. Y no solamente por la del hombre propio sino por el enemigo. Los ingleses, lo debo decir en público, fueron muy cuidadosos con los heridos. Yo les debo respeto por eso.

DW: Los que combatimos ya no somos enemigos. Este es un problema político. Y la solución de todos estos temas, a largo plazo, es política y no militar. Fue una guerra con honor, con respeto y sin odios.

-Para un Royal Marine, ¿cómo fue enfrentarse a los soldados argentinos?

DW: Mi primer contacto fue en el Puerto de San Carlos, donde los pilotos fueron inmensamente valientes. Cada una de nuestras naves recibió algún tipo de impacto. Si daban la vuelta para volver a pasar por sobre los buques, iban a ser derribados… Y los pilotos lo seguían haciendo. Después llegaron las batallas terrestres, con mil rondas de artillería disparadas por ustedes. Y te digo, la artillería no es divertida. Tuve siete heridos graves por esquirlas. Las batallas fueron muy duras.


Foto tomada el 12 de junio de 1982 a los pies de Monte Harriet, luego de la batalla. Un marine inglés asiste a un soldado argentino herido. “Hubo respeto y cuidado por los heridos de ambos bandos”, coinciden los militares
Hablan de sus soldados, de sus muertos, de los prisioneros. Se emocionan. Revelan detalles de las batallas que hielan la sangre. Jiménez Corbalán le regala el libro que escribió: "Malvinas en primera línea". David Wheen le enseña la presentación que hizo en las academias militares norteamericanas luego de la guerra y una pintura inglesa que lo tiene como protagonista en la batalla de Harriet y que ilustra la tapa de un libro de la guerra. Cuentan anécdotas. Lautaro le habla de sus tres hijos Francisco -que es teniente-, María Juliana y María Guadalupe. David agrega que su hijo mayor también es militar "y ya tiene más medallas que yo". Hay orgullo, complicidad, respeto. Hablan un mismo idioma. Y no es el de la guerra.

Vuelven a las anécdotas. Wheen cuenta que estuvo a cargo de los prisioneros luego de la rendición. Y que dos comandantes argentinos, lo invitaron a comer con ellos. "Fue una reunión memorable: siete días antes habíamos estado tratando de matarnos, pero ahí estábamos, compartiendo una comida… ¡que era horrible, pero al menos estaba cocinada! Estuvimos en todo de acuerdo, salvo en el status de Malvinas. Pero ahí estuvimos de acuerdo en estar en desacuerdo".


Una de las fotos de la guerra que guarda el teniente coronel David Wheen. “Todas las batallas fueron muy duras”
Jiménez Corbalán relata que en el repliegue hacia Monte William, en medio de la noche cerrada, tuvo que atravesar un campo minado. David lo mira: "¿Y cómo estás entero?". "Pisé una trampa explosiva que me hizo volar por los aires y caí herido, porque yo encabezaba la fila de mis hombres. Les había dado la orden de retroceder, en caso de que alguno explotara. Me creyeron muerto, pero igual volvieron a buscarme. El soldado Carlos Salvatierra y mi radio operador Alberto Flores me salvaron la vida".

"Tenemos tanto que hablar", coinciden. El argentino lo invita a una cena con varios de los oficiales que estuvieron en el Harriet. Allí estarán aquellos que lo enfrentaron con sus fusiles y su coraje: Alfredo Pasolli, Alfredo Delpierre, José Lafuente, Edgardo Duarte Iachnicht, Jorge Farinella, el médico Juan Cucchiara, Alfredo Martínez, Mario Juárez, Ricardo Toran y Marcelo Llambias. "Un asado argentino para que nos permita conocernos mejor. Todos tenemos la necesidad de saber qué pasó en la batalla".









David Wheen pregunta, de pronto, por Ramón Castillo, un soldado al que conoció en septiembre de 2015 en Londres cuando Rugby sin Fronteras organizó un partido entre veteranos de ambos países. En 1982 Ramón se había presentado en el Regimiento de Monte Caseros como voluntario para ir a las islas "para cumplir con la Patria". Batalló en distintos frentes hasta que llegó la cruenta batalla del Monte Harriet, donde cayó prisionero. Cuando conoció a Wheen en Londres sintió que ese encuentro era sanador: "Somos compañeros de armas". Infobae invitó a Castillo a Buenos Aires. La emoción del encuentro se sintetiza en dos frases:

-Me alegro de que estés vivo, de no haberte matado, le dijo Wheen.
-Te bendigo a vos y a tu familia por eso, respondió el soldado argentino.




Wheen y Jiménez Corbalán dejan una flor en la cruz de Hipólito González, muerto en la batalla del Monte Harriet (Nicolás Stulberg)
-A 35 años del conflicto ¿Es posible la reconciliación?

LJC: Me parece que el término reconciliación se da cuando dos partes resignan sus posturas, y este no es el caso. Creo que mientras exista una controversia es difícil hablar de reconciliación. Yo no me tengo que reconciliar con él, porque no tengo un problema personal con David. Lo tuve hace 35 años, no ahora. El problema de ahora lo tengo con la política del Reino Unido, que insiste en retener una colonia. No hay un problema tampoco con el pueblo inglés.

DW: El problema son los políticos. La mayoría de los oficiales argentinos fueron a academias militares en Inglaterra o a las universidades de Oxford o Eton. Cuando yo cené con los oficiales argentinos, me dijeron que las últimas personas con quienes querían ir a la guerra eran los ingleses.

LJC: Las guerras son el fracaso de la condición humana. Los soldados son quienes menos desean la guerra, aunque parezca paradójico. Y creo que el gran desafío de la humanidad es arreglar los problemas sin violencia. Pero mientras exista la violencia, hay que estar preparados para hacerle frente. De lo contrario, somos corderos que vamos al matadero. De todas maneras, apuesto fuerte a que este problema va a tener una solución sensata, la más justa que se pueda. A tantas décadas del comienzo del conflicto nos merecemos, tanto los argentinos como los británicos, sentarnos a arreglar el problema y dialogar en serio. La paz siempre es posible, pero la paz con justicia.

DW: Alguien que combatió en la guerra no quiere volver a hacerlo. Es un gran privilegio haber luchado por la Patria, pero ya está. La paz es mucho mejor. Es irrelevante que hayamos sido enemigos y que hayamos estado en bandos enfrentados. Porque todos somos seres humanos, todos estábamos muertos de miedo, todos teníamos una idea parecida de cómo íbamos a sobrevivir durante la guerra, y todos estamos agradecidos de estar vivos. Estrechar la mano de mi antiguo enemigo es algo extraordinario. Hoy podemos ser amigos, definitivamente. Y si los que peleamos sentimos eso, ¿qué pueden decir aquellos que nunca estuvieron en un campo de batalla?

Producción periodística: Demian Bio

Entrevista Ramón Castillo: Fernanda Jara
 

BIGUA82

VETERANO DE GUERRA DE MALVINAS
Colaborador
INFOBAE ha presentado muy buen material durante toda esta semana,ayer y hoy muy especialmente abundaron fotografias,historias,videos e infografias como ningun otro diario.muy buen trabajo malvinero de INFOBAE.
Sería muy bueno no desperdiciar la oportunidad y subir toda esta informacion.Yo no lo sé hacer,sino lo haría.Muchas gracias.
 
Ah entonces los de La Nación se la re comieron, y no la borraron pero la sacaron de portada.
Mira, con ese diario...convengamos que siempre tuvo una mirada "british friendly," pero de un tiempo a esta parte ademas viro hacia la izquierda en su linea editorial. Es evidente que hubo un cambio de manos en su paquete accionario, quedando los Mitre como un simple mascaron de proa. Pobre de la memoria del Grl Bartolome Mitre. Saludos!!!
 
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