Entrevista | Guerra en Ucrania
Francisco Veiga, historiador: "No creo que la guerra de Ucrania termine con una victoria total de ninguno de los bandos"
Casi un año después del inicio de la
guerra en Ucrania, el conflicto parece estancado.
Ninguno de los bandos da la sensación de poder imponerse sobre el otro, y la guerra corre el riesgo de cronificarse. Una guerra que, para el historiador Francisco Veiga, ha estado programada, y en la que ve reflejos de
ciertas inercias que ya se vivieron en las guerras de los Balcanes tras la desintegración de Unión Soviética. Lo explica en su último libro "Ucrania 22: la guerra programada", donde trata de explicar los orígenes de un conflicto que se remontan, en su opinión, a varias décadas atrás. Y en eso precisamente pueden encontrarse claves para el futuro.
PREGUNTA: 'Ucrania 22' es su último libro sobre el conflicto de Ucrania, una revisión sobre sus orígenes... ¿Por qué ése título?
RESPUESTA: Bueno, es un juego de palabras... Por un lado, es el año 22, y por otro lado hace referencia a la novela de Heller 'Trampa 22'. Esa es una novela sobre el doble rasero, por eso el '2-2'. Y entonces, esta es una guerra y una situación de escalada hacia el conflicto en que todos los bandos han utilizado a fondo el doble rasero.
P: De hecho, usted habla en el libro de una guerra programada... Cuando haces una revisión de la situación, se remontan a antes de la caída del bloque soviético. ¿Por qué considera que es una guerra programada?
R: Porque se genera a lo largo de los años un tira y afloja básicamente entre
EE.UU. y
Rusia en torno al destino de
Ucrania, si Ucrania va a quedar en una zona de influencia o en otra. Ese tira y afloja tiene momentos en que parece que va a haber una solución pacífica, sobre todo con Clinton, pero a partir de la Guerra de Kosovo, la cosa se complica.
Kosovo aumenta los temores de Rusia de que algún día pueda ser Moscú bombardeado como Belgrado, y, por otro lado, también alienta a los ucranianos a meterse bajo el paraguas de la
OTAN. Y en esas discusiones circulares se genera una 'programación' que se les va de las manos tanto a Washington como a Moscú.
P: Usted hace una conexión entre este conflicto ucraniano y los de los Balcanes de la última mitad del siglo XX. ¿Cómo han influido esos conflictos en este?
R: El libro tiene un contenido de análisis de imágenes, de las diversas imágenes que están dentro de la guerra en Ucrania. Y una de ellas es la idea de que la guerra de Ucrania tiene mucho de 'crisis de Oriente', esas crisis del siglo XIX, de un Oriente que no se sabía muy bien qué quería decir, si significaba Imperio Ruso, Balcanes u Oriente Medio.
Y esas guerras de Oriente tenían unos parámetros y unas dinámicas que se han vuelto a reproducir una vez más, y que ya se habían reproducido en las guerras de los Balcanes. Esa imagen del gran imperio torpe, el gran ogro que despierta y aparecen jóvenes y valientes insurgentes... De un David contra Goliat... Se ha repetido desde la guerra de Grecia en 1821 hasta la mismísima guerra de Ucrania. Y en este sentido, hay una conexión digamos, emocional, una apelación a esos mecanismos que exaltaban muchísimo a los medios de comunicación occidentales, y esto se ha vuelto a repetir.
Pero también hay unos mecanismos un tanto viciados que vienen de las guerras de los Balcanes y que se han vuelto a repetir. En el caso de Ucrania, desde hacía tiempo, había unas ciertas voces que pregonaban que sería interesante una guerra en la cual Ucrania estuviera presente para acelerar la integración de Ucrania en la OTAN y la
UE, con ayuda, evidentemente de Occidente. Entonces, esa especie de 'intentar llevar el agua a nuestro molino' ha estado presente en Ucrania. Sólo que allí había una doble vertiente: una parte de la población y la política apelaba a Rusia y otra apelaba a Occidente.
P: Desde los inicios, se ha proyectado una imagen de Ucrania unida en torno a una figura casi heroica, la de Volodímir Zelenski. ¿Realmente es así, hay tanta unidad en torno al presidente ucraniano? Pongamos, por ejemplo, que se alcanza un acuerdo de paz que implicase una cesión del territorio ucraniano a Rusia. ¿Se encontraría esa unidad en su país en torno a él como para aceptar ese plan?
R: Ucrania es un país muy grande. Tiene una extensión que equivale a España y
Portugal, incluso algo más. Por tanto, forzosamente, por su amplitud, tiene que ser un país variado. Además, es un país que una parte ha estado bajo el dominio del Imperio Ruso, otra parte ha estado bajo el Imperio Austrohúngaro, por tanto, hay economías diversas, hay sensibilidades políticas y culturales diversas. Hace unos años se hablaba de etnias, ahora ese vocabulario ha caído en desuso. Si hubiéramos estado en los años 90, enseguida se hubiera empezado a hablar de la etnia ruso-ucrania, ahora eso ha desaparecido. Pero sí que es cierto que hay diversas sensibilidades en Ucrania.
No veo por qué no se podría pensar en una federalización de Ucrania. De la misma manera que la solución de Bosnia estuvo en una federalización sin llamarla tal cosa - los acuerdos de Dayton fueron, de hecho, esto-, pues quizá se puede encontrar una solución por esa vía.
P: En su libro hace una mención específica a la "lucha entre neonazis y neofascistas". ¿Qué peso han tenido los nacionalismos, tanto el ruso como el ucraniano, en la aceleración de este conflicto?
R: Empezando por Ucrania, yo pienso que tiene un gran problema estructural, y es que políticamente no logan alcanzar consensos. Tú ves países políticamente muy divididos, como es por ejemplo el caso de Bélgica, en los que ves que flamencos y barones logran alcanzar consensos que respetan y, sobre todo, confían mucho en ellos y en su capacidad de respetar esos consensos.
En el caso de Ucrania no pasa tal cosa, y cuando por fin intentan hacerlo, alguien juega su opción, y ese consenso no funciona. Entonces la solución la buscan en el exterior. Y eso es suicida. Que una parte del país pretenda que la solución de los problemas va a venir de que tal potencia o tal otra potencia nos eche una manita es muy peligroso. Y esa situación es la que ha llevado a la actualidad.
En el caso de Rusia, hay una histeria y un temor muy agudos a que los occidentales no respeten la integridad de la Federación Rusa, y vayan a más, y vayan a más ... De hecho, recordemos que durante las revoluciones en el este - la revolución naranja, en Ucrania o la rosa en
Georgia- hubo una revolución también pensada para Rusia que no funcionó, que abortó antes de desarrollarse.
Además, Putin ha montado una transición post Yeltsin basada en el nacionalismo. La transición de Yeltsin estaba basada en la economía: vamos a lograr un país moderno, liberal... Y eso no funcionó. Y la de
Putin está muy basada en unir todas las grandes glorias nacionales pasadas... Están al mismo nivel el zar Nicolás II que Stalin. Está al mismo nivel el imperio que la Unión Soviética, entra todo. Y eso, la única manera de mantenerlo es consiguiendo victorias. A la que eso no funciona, se hunde todo el régimen, y se hunde esta segunda transición.
P: ¿Y qué peso específico en todas estas décadas ha jugado la energía?
R: Es esencial. Es una de las guerras dentro de la guerra. Ha habido problemas que se han mezclado con otros. Por ejemplo, el hecho de que, desde hace tiempo, EE.UU. ve con muy malos ojos la compra de hidrocarburos. O que hay una Europa del Este, muy dominada por Polonia, que tiene muy poco interés en que ese comercio de energía, esa dependencia de la energía rusa sea viable. Después, ha habido negocios y contranegocios nunca nada claros sobre precios cobrados, destinos de esa energía...
Todo eso es un problema que, de hecho, vale la pena recordarlo, también fue una de las causas de la desintegración de la URSS: el hecho de que tras el choque petrolífero de la Guerra del Yom Kippur y la revolución iraní los europeos acudieran a los hidrocarburos soviéticos hizo que se metieran a fondo en ese negocio y acabaron con su economía maltrecha. Siendo un régimen muy programado, toda esa programación saltó por los aires."
P: ¿Estamos ante lo que podría ser una guerra cronificada?
R: Depende de muchos datos que no tenemos. No sabemos el número de bajas que tiene el bando ucraniano ni el bando ruso, todo son especulaciones, no sabemos el material militar destruido, ni cómo está la economía real de Rusia y de Ucrania, ni el impacto real que está teniendo en la economía de la Unión Europea. Nos falta muchísima información para saber si esta guerra puede alargarse en el tiempo o no. Hay un juego de amenazas y contramenazas, pero otra cosa es que la realidad económica de para mantener esta guerra mucho tiempo.
P: ¿Qué espacio queda para la diplomacia?
R: Yo pienso que esta guerra tendrá que terminar en la mesa de negociaciones. No creo que termine con una victoria neta de ninguno de los dos bandos. La OTAN necesita una victoria militar neta, y Rusia también, pero es evidente que por KO, si vamos a que el combate termine por KO, podemos encontrarnos con sorpresas muy amargas para todos.
Por tanto, tendría que ser la diplomacia quien lo resuelva, y tendría que ser una diplomacia inteligente, imaginativa. Pero da un poco la sensación de que está todo como muy envarado, que se siguen considerando victorias o derrotas, no de comienzos del siglo XX, pero sí de lo que se consideraba victoria o derrota en la Guerra Fría, en la que, por cierto, ni EE.UU. ni la URSS ganaron militarmente sobre el terreno ninguna guerra. El empate parece que va a ser la regla.
Lo que destaca, además, es una imagen de la confusión. Hay una cosa muy llamativa en esta guerra y es que tampoco conocemos los objetivos de guerra de ninguno. Lo único que sabemos es que los ucranianos quieren liberar los territorios ocupados... bien, eso es un objetivo de guerra. Pero, después... ¿qué? Esos no pueden ser los objetivos de guerra de la OTAN, porque Rusia no se va a dar por vencida.
Y, por parte rusa, está el enunciado de Putin con unos objetivos, que después se fueron matizando y tampoco sabemos muy bien qué es lo que quieren los rusos. El objetivo de la "desnazificación" era un recurso para realzar el recuerdo de la Gran Guerra Patriótica, pero eso no da más de sí. La ocupación de Ucrania no la veo como objetivo. El reparto de Ucrania quizá sí, pero sería muy difícil, entonces ... ¿cuál es el objetivo? Casi parece que están pasando cada uno de los grandes bandos, occidentales y rusos, un poco a la defensiva aprovechando el invierno.
Francisco Veiga, historiador: "No creo que la guerra de Ucrania termine con una victoria total de ninguno de los bandos"
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