Con respecto al "impacto" que tuvo la "bomba" en los soviéticos, les dejo una pequeña recopilación de textos.
En "Un imperio fallido, La Unión Soviética durante la Guerra Fría" de Vladislav M. Zubok
- Andrei Gromyko dijo que Hiroshima hizo que a los militares soviéticos les diera vueltas la cabeza. Los ánimos en el Kremlin y el alto estado mayor estaban crispadísimos, y la desconfianza que despertaban los Aliados era cada vez mayor. Se oían opiniones en el sentido de que debía conservarse un gran ejército de tierra, que había que poner controles en grandes territorios para reducir las pérdidas provocadas por los bombardeos atómicos aéreos. "En otras palabras, el bombardeo atómico de Japón nos indujo a valorar una vez más el significado que tenía para la URSS toda la cabeza de playa obtenida en Europa del Este"
- Entre las élites soviéticas, la sensación de omnipotencia dio paso a un nuevo sentimiento de inseguridad. Algunos oficiales rusos dijeron al periodista británico Alexander Werth que la victoria, que tanto trabajo y esfuerzos les había costado obtener sobre Alemania, ahora había sido "prácticamente despilfarrada"
- Uno de los principales físicos nucleares de la época, el ruso Yuli Jariton, recordaría que en Moscú los líderes soviéticos consideraron aquellos ataques «un chantaje atómico a la URSS, la amenaza de desencadenar una nueva guerra todavía más devastadora y terrible»
- Lo cierto es que la bomba tuvo un gran impacto en los soviéticos. Todas las señales de alarma que habían saltado hasta entonces encajaban de repente con un modelo nuevo y peligroso. Estados Unidos seguía siendo un país aliado, ¿pero podía convertirse de nuevo en enemigo? El brusco amanecer de la era atómica en medio del triunfalismo soviético vino a agudizar la incertidumbre que reinaba en la Unión Soviética. Esa incertidumbre provocaría que las élites del país se vieran obligadas a cooperar estrechamente con su líder. El poder sin par de Stalin se basaba en la mitología y el miedo, pero también en las élites, así como en el pueblo soviético, que miraba hacia él en busca de una respuesta a las amenazas externas. Después de lo de Hiroshima, las élites soviéticas se unieron para intentar ocultar una vez más su sensación de debilidad tras una fachada de bravuconería.
En "Stalin" de Robert Service
- De cualquier modo, era lo suficientemente realista como para darse cuenta de que la URSS no podría minar «la hegemonía anglo-americana» en la mayor parte del globo hasta que sus científicos no hubieran desarrollado bombas del tipo de las que las fuerzas aéreas norteamericanas habían lanzado sobre Hiroshima y Nagasaki. Como Hitler, Stalin no había logrado comprender el poder destructivo de las armas nucleares. Trató de rectificar la situación poniendo a Beria, un miembro del Politburó, a cargo del programa soviético de investigación. El objetivo era que la URSS se pusiera a la altura de los norteamericanos sin demora.
En la "Guerra fría, una historia mundial" de Odd Arne Westad
- Para la Unión Soviética, el monopolio nuclear estadounidense suponía una amenaza directa, aunque ni Stalin ni sus homólogos estadounidenses creían que las armas atómicas por sí solas podían ganar una guerra. De cara al exterior, los soviéticos utilizaron la negativa de Estados Unidos a compartir la tecnología nuclear como parte de su «campaña de paz», y para calificar a la administración de Truman de belicista, empeñada en la destrucción nuclear. Internamente, Stalin había iniciado un programa acelerado para desarrollar una bomba nuclear soviética.
En "Nueva historia de la Guerra Fría" de John Lewis Gaddis
- Además de ver cómo la bomba abreviaba la guerra y así negaba a los rusos cualquier papel significativo en la derrota y ocupación de Japón, Stalin vio también la bomba como un medio de que los Estados Unidos trataran de extraer concesiones de posguerra de la Unión Soviética: “el chantaje de la bomba A es política norteamericana”. Algo había de esto. Truman había usado la bomba principalmente para acabar la guerra, pero él y sus consejeros esperaban realmente que su nueva arma indujera a una actitud más conciliadora por parte de la URSS. No idearon estrategia ninguna para obtener este resultado, sin embargo, en tanto que Stalin ideó velozmente una estrategia para negárselo. Adoptó una línea aún más dura que antes para empujar los objetivos soviéticos, así fuera sólo para demostrar que no podía ser intimidado. “Es evidente —dijo a sus consejeros máximos a fines de 1945— que […] no podemos lograr nada serio si empezamos a aceptar la intimidación o damos señales de incertidumbre.”
En "El telón de acero, La destrucción de Europa del este: 1944-1956" de Anne Applebaum
- Las tensiones empeoraron a medida que se acercaba el final de la guerra. Si bien el primer encuentro entre el ejército estadounidense y el Ejército Rojo en el río Elba fue un momento de celebración y apretones de manos, a continuación llegaron discusiones insignificantes sobre dónde y a quiénes debían rendirse los alemanes —al final hubo dos ceremonias—, y una abrupta decisión por parte de los estadounidenses de finalizar el programa de Préstamo y Arriendo, que había estado financiando la compra de artículos estadounidenses por parte de la URSS durante la guerra. El primer uso de la bomba atómica en agosto desató otra oleada de paranoia soviética. A finales de ese mes, los soldados rusos y estadounidenses sostuvieron frecuentes tiroteos en Berlín.
En "Stalin tirano rojo" de Alvaro Lozano
- La explosión de la bomba atómica en Hiroshima fue, así, más sorpresiva de lo que sugiere la fría reacción de Stalin al conocer la noticia en Potsdam. El presidente norteamericano relataba en sus memorias lo que sucedió el día 24 —una semana después de haberse reunido—: «Señalé de pasada a Stalin que poseíamos una nueva arma cuya potencia de destrucción era excepcional, pero el jefe del Estado soviético no pareció interesarse demasiado por esta noticia. Se contentó con decir que estaba dichoso por saberlo y que esperaba que hiciéramos buen uso de ella contra los japoneses». Estados Unidos podía ahora infligir un daño devastador contra la URSS sin que esta pudiera responder contra la población norteamericana. Ante esto, Kruschev declaró: «Esta situación influyó mucho en Stalin, que comprendió que tendría que ser muy cuidadoso para no verse arrastrado a una guerra.
- El 20 de agosto de 1945, dos semanas después del ataque nuclear norteamericano, Beria recibió el mayor encargo de su vida profesional cuando fue puesto a cargo de un Comité Especial para la Bomba Atómica. Stalin ordenó que se pusieran a su disposición todos los recursos necesarios y les dijo a un grupo de científicos soviéticos: «Hiroshima ha sacudido al mundo entero. El equilibro ha sido destruido. Eso no puede ser. Construir la bomba eliminará un gran peligro para nosotros. Si estallara una guerra, el empleo de las bombas atómicas dependería de los Truman y los Hitler que estuvieran en el poder. El pueblo no permitirá que semejante tipo de hombres ocupen el poder. Las armas atómicas no pueden ser utilizadas sin incurrir en el peligro de provocar el fin del mundo.
Saludos