Ploesti: la fortaleza.
La “fortaleza” rodeaba la ciudad de Ploesti como un anillo de 10 kilómetros de diámetro. Refinerías, depósitos, estaciones de bombeo, tuberías, tanques, cuarteles, instalaciones militares y mil edificios más.A unos 10 kilómetros al sur se encontraba la refinería de Brazi y 35 kilómetros al norte la de Campina.
Ploesti fue el primer lugar del mundo donde se refinó petróleo, en 1857. Su particular sistema de seguridad estaba formado por una cañería maestra de enorme tamaño que unía todas las instalaciones. Los tubos corrían por la superficie, para facilitar su reparación y dividida en sectores que permitían aislar sectores y evitar la propagación de incendios.
La defensa de la zona estaba a cargo del general Alfred Gerstenberg y los cazas estaban al mando del coronel Bernhard Woldenga.
En Mizil, 40 kilómetros al este de Ploesti, estaba la base de cazas: 52 Me 109 y 17 Me 110 destinados a caza nocturna. Varias escuadrillas más de anticuados aparatos rumanos completaban la defensa.
La artillería estaba formada por 40 baterías de cañones de 88 mm, piezas de 20 mm y centenares de ametralladoras.
500 bomberos alemanes especialmente entrenados estaban a cargo de contener el fuego.
Un apoyo extra lo brindaban cazas estacionados en aeródromos en Creta, Italia y los 124 aparatos de la Fuerza Aérea Búlgara.
Barreras de globos con claves unidos a explosivos de contacto y una red de radares completaban las defensas.
El primer ataque.
11 de junio de 1942. Al anochecer, 13 B24 “Liberador” al mando del coronel Harry Halverson despegaron desde bases inglesas en Egipto y se dirigieron al norte, cruzando el Mediterráneo, rumbo a la “Astro Romana”, la refinería más grande de Europa, ubicada en el centro petrolero rumano de Ploesti, con una producción de 2.000.000 de metros cúbicos de combustible por año.
Los aviones de Halverson estaban destinados en un principio a bombardear Tokio en mayo de 1942 desde bases chinas, pero al ser éstas ocupadas por los japoneses, fueron enviados por el general Arnold a bombardear las refinerías.
El ataque no tuvo mucho éxito, ya que debido al escaso número de aviones involucrados los daños fueron mínimos. Pero alertó a los alemanes sobre la vulnerabilidad de la zona y pronto la transformaron en una fortaleza.
Los planes de la operación “TIDAL WAVE”.
Los planificadores aliados calcularon que un ataque poderoso sobre las refinerías reduciría en una tercera parte su capacidad productiva y acortaría la guerra en por lo menos seis meses.
En la Conferencia de Casablanca se decidió que la 9º Fuerza Aérea norteamericana, al mando del general Brereton y con base en Libia, sería la encargada del ataque.
El plan tenía algunos problemas. El primero era la gran distancia desde Libia a Rumania (4.200 kilómetros ida y vuelta). Además debían ser destruidas cinco refinerías distribuidas en un radio de cinco millas alrededor de Ploesti, separadas para evitar algún accidente fatal. Otro factor a considerar era que para lograr gran destrucción la sorpresa debía ser total.
El coronel Smart, encargado de coordinar la misión, concluyó que solamente un ataque masivo y en vuelo rasante cumpliría el objetivo. En mayo de 1943, durante la reunión de Churchill y Roosevelt en Washington, se decidió llevar a cabo el ataque. Era un riesgo elevado el que se corría, pero el premio también lo valía: si fracasaban, los alemanes fortalecería aún más el lugar; pero el daño que se ocasionaría sería devastador para los alemanes
Ya en Gran Bretaña, Smart dejó la planificación del ataque en manos del coronel Timberlake, comandante de “Liberator”, quien junto a otros jefes norteamericanos y británicos, elaboró los detalles finales.
Se decidió acercarse desde el noroeste, la zona menos esperada por los alemanes, ya que la ruta lógica desde Libia era por el sur, donde estaban la mayor parte de las defensas alemanas.
Otra ventaja de esta ruta era que los pilotos contaría con la guía proporcionada por la línea férrea que unía Floresti con Ploesti. Desde Floresta se iniciaría el ataque en vuelo rasante y veloz a las refinerías, a unas trece millas, por una zona con escasas defensas antiaéreas.
Se seleccionaron para el ataque cinco grupos de bombarderos: dos estaban en Africa (376º y 98º) y los otros en Gran Bretaña (93º, 44º y 389º). Estos últimos grupos iniciarían su entrenamiento en sus bases inglesas y a principios de julio se dirigirían a Libia.
Se seleccionaron los blancos: Blanco 1 (refinería Romano Americana) atacada por el grupo 376º; Blanco 2 (refinería Concordia Vega) por parte del grupo 93º; Blanco 3 (refinería Estándar Petrol Block y Unirea Sperantza) por el resto del grupo 93º; Blanco 4 (refinería Astro Romana, la más importante) por el grupo 98º; Blanco 5 (refinería Colombia Aquila) por parte del grupo 44º; Objetivo Azul (localidad de Brazi) por el resto del grupo 44º y el Objetivo Rojo (localidad de Campina) por el grupo 389º.
Clasificados los blancos y asignadas las fuerzas de ataque se prepararon mapas con vistas oblicuas y películas con modelos a escala, para mostrarles a los pilotos como se verían sus objetivos desde el aire. Smart se trasladó a Bengazi y allí comenzó la instrucción de los pilotos y tripulaciones que realizarían el ataque.
Participarían del ataque 177 B24 “Liberator”, cargados con 311 toneladas de bombas demoledoras de 1500 libras (680 kilos), con espoletas de retardo (entre 45 segundos y 6 horas); 290 recipientes de bombas incendiarias británicas y 140 racimos de incendiarias norteamericanas. Los aviones fueron equipados con una nueva mira de bombardeo especial de baja altura y se agregaron dos tanques de combustible para una capacidad total de 3100 galones (10.500 litros).
Ultima semana de julio. Todos los oficiales reciben información completa sobre el raid. Días más tarde los suboficiales son partícipes de la información. Los modelos en relieve son mostrados a las tripulaciones, llevándolos por los distintos aeródromos.
Los vuelos de adiestramiento se intensifican y la mañana anterior al raid culminaron con un ataque simulado a un blanco en el desierto que reproducía el objetivo.
Ala con ala, en un arco de cinco millas, los “Liberators” sobrevolaron el blanco en vuelo rasante, a todo gas, y lo arrasaron en pocos minutos con una lluvia de bombas de 200 libras.
Largas semanas de preparativos llegaron a su fin. Todo estaba pronto para el ataque.
“El rugido de vuestros motores en el corazón del territorio enemigo continuará resonando en los oídos de los rumanos y, ciertamente, de todo el mundo, mucho después de que el estampido de las bombas y el crepitar de los incendios se haya extinguido…” fue la arenga del general Brereton en la tarde del 31 de julio.
Posteriormente el Mariscal del Aire británico Tender los despidió: “Es una dura y peligrosa misión, que exigirá todo vuestro proverbial coraje y habilidad… Les deseo la mejor suerte posible…”
Una orden de último momento de Washington prohibió al general Brereton y a los coroneles Smart y Timberlake participar, debido a que conocían muchos detalles y secretos vitales como para correr el riesgo de ser capturados por los alemanes. El ataque quedó a cargo del general Ent, a bordo del avión del jefe del Grupo 376º que encabezaría la formación.
1º de agosto de 1943. Todas las tripulaciones son reunidas. Después de las últimas instrucciones los hombres quedaron en una tensa espera. Los capellanes estaban rodeados de decenas de hombres y escuchaban sus confidencias y confesiones, recibieron sus mensajes, cartas, fotos, recuerdos y dinero para sus familiares.
En los momentos previos al ataque, al instante supremo en que el hombre enfrenta la muerte, las bromas dejan espacio al silencio, las risas al recuerdo, las conversaciones a la rememoración de momentos pasados lejos, en casa, junto a los seres queridos.
1º de agosto de 1943. 2 de la mañana. Una calma reinaba sobre los aeródromos de Libia. Bajo el cielo estrellado los “Liberators” esperaban alineados. En las barracas y carpas los hombres aguardaban, en silencio algunos y otros en pequeños grupos, la orden final.
De pronto, decenas de jeeps y camiones encendieron sus motores y tocaron sus bocinas. Los oficiales llamaron a sus hombres y los hacían subir a los vehículos. Centenares de pilotos, navegantes, ametralladoristas, radiotelegrafistas y bombarderos saltaron sobre los transportes y partieron velozmente, perdiéndose entre las sombras rumbo a las oscuras siluetas de los “Liberators” que esperaban.
Formados junto sus aparatos, las tripulaciones recibieron las últimas instrucciones de los pilotos. Se distribuyeron los equipos de escape; un mapa de los Balcanes trazado en un pañuelo de seda; un vocabulario de palabras en rumano, búlgaro, griego y turco; monedas de oro británicas, diez billetes de 1 dólar, dracmas, liras; tabletas para purificar agua; bizcochos; chocolate; una pequeña brújula y mensajes escritos solicitando ayuda e identificándose como combatientes aliados.
Con un rugido ensordecedor, 712 motores sacudieron las pistas, levantando nubes de polvo. Cargados al máximo con 3.100 galones (10.500 litros) de nafta y 4.300 libras (1.950 kilos) de bombas y llevando 1.763 hombres (a excepción del sargento canadiense Kingman y el jefe de escuadrilla inglés Barwell, todos norteamericanos), los “Liberators” carretearon a las cabeceras de las pistas.
4 de la mañana. Desde la torre de control son disparadas bengalas dando la orden de levantar vuelo. El “Wingo-Wingo”, líder de escuadrón y con el navegante del vuelo, aceleró sus motores, carreteó y se elevó, perdiéndose en la oscuridad. Cada dos minutos, desde diferentes aeródromos, los aviones despegaron. A seiscientos metros de altura, dando vueltas, los cinco Grupos se armaron.
5 de la mañana. El despegue ha finalizado. Los Grupos están formados. Solamente un avión se perdió, cuando al fallar uno de sus motores intentó aterrizar y tras chocar con un poste se incendió. Con rumbo al norte, a la isla de Corfú, la fuerza de ataque se puso en marcha, dirigida por el coronel Compton, jefe del Grupo 376º.
El silencio radial era absoluto. Pero era una medida inútil. El Servicio de Inteligencia alemán, en Atenas, había captado y descifrado un mensaje enviado desde Bengasi a todas las unidades de aire, mar y tierra del Mediterráneo anunciando que una formación aérea había partido de Libia. Los sistemas defensivos alemanes de Italia, Austria y Balcanes entraron en alerta. En Bucarest se informó desde Salónica que los bombarderos se dirigían hacia el norte a una altura de seiscientos metros.
6 de la mañana. Por diferentes averías, diez aparatos dejaron la formación. Además las formaciones comenzaron a distanciarse y los dos primeros grupos se fueron adelantando hasta perder contacto visual.
Poco antes de la isla de Corfú, el “Wingo-Wingo”, avión guía, se precipitó al mar y en 30 segundos desapareció bajo las aguas. La máquina que llevaba al segundo navegante del vuelo rompió la formación y sobrevoló la zona del impacto en círculos. Imposibilitado de retomar su puesto, regresó a Libia. El “Brewery Wagon” toma la posta y la responsabilidad de llevar la formación a Ploesti. En este momento, la fuerza estaba formada por 165 aparatos.
A bordo de los aviones, los pilotos y navegantes desplegaron sus mapas ante el primer obstáculo: la cadena montañosa de Pindo, de 3000 metros de altura. Los “Liberators” deberían trepar a 3300 metros.
Al llegar a las montañas, los pilotos las vieron cubiertas de nubes y volar en formación a través de las nubes, con visibilidad cero y turbulencias ocasionaría muchos accidentes.
Para estas situaciones la fuerza aérea recurría a la “penetración frontal”, maniobra en la cual el jefe de la formación volaba en círculos frente a las nubes hasta que todos estaban en la ronda y se iniciaba el cruce de a tres. Al llegar al otro lado reiniciaban el vuelo en círculo hasta que todas las máquinas cruzaban y se retomaba la formación original.
El coronel Compton, liderando la vanguardia, pensó que esa maniobra les haría perder tiempo y combustible, y haciendo señas con sus alas a su grupo que lo siga, trepó a las nubes en formación de batalla. El siguiente grupo, dirigido por Baker, lo siguió. El coronel Kane lideraba los tres grupos rezagados y decidió hacer la “penetración frontal”. La separación entre las fuerzas se hizo todavía mayor, siendo de 60 millas. Poco después un fuerte viento de cola impulsó aún más lejos la fuerza de Compton.
Los observadores y radares alemanes habían detectado la fuerza de ataque y las unidades de defensa estaban en la primera fase de alerta.
Después de la cordillera, la fuerza de Compton recorría las últimas 150 millas (240 kilómetros) hacia Floresta, donde debería virar al sur para llegar a Ploesti.
Volando a pocas decenas de metros de altura y a gran velocidad, los “Liberators” sembraron la sorpresa y el desconcierto entre los campesinos debajo de ellos.
En los puestos de radar alemanes, los operadores comprobaron sorprendidos que la formación aliada había desaparecido de sus pantallas y el jefe de control de cazas emitió la orden de despegar enseguida, rumbo al norte de Ploesti.
13.30 horas. La fuerza de Compton se hallaba aún a 20 minutos del blanco y las alarmas sonaron en Bucarest y Ploesti. Cerca de su objetivo, los pilotos tenían dificultades en reconocer el terreno debido a su baja altitud y al llegar a Targoviste, Compton la confundió con Floresta y el “Teggie Ann”, su avión, giró a la derecha, seguido por el resto: se dirigían a Bucarest, la capital de Rumania.
Muchos pilotos que seguían a Compton comprendieron que se habían equivocado de rumbo, y poco después las primeras descargas de los 88 alemanes los recibieron. Había comenzado la lucha. Algunos anticuados cazas rumanos picaron sobre los bombarderos y el artillero de cola del “Jersey Bounce” fue la primera baja.
Viendo a los aviones de Compton bajo el fuego de los cazas y la artillería antiaérea, el Grupo 93º de Baker viró rumbo a Ploesti.
Esta situación hizo pensar a los alemanes que el ataque a Bucarest era una distracción para alejar a los cazas de Ploesti, pero era simplemente un error.
En formación cerrada, a seis metros de las copas de los árboles, los 32 “Liberators” de Baker se dirigieron a las refinerías en medio de una tempestad de fuego antiaéreo. Los artilleros disparaban contra los emplazamientos alemanes, mientras varios aviones dejaban tras ellos estelas de humo y en su interior sus tripulaciones se desangraban entre las cápsulas servidas. Convertido en una antorcha, el “Euroclyden” fue el primer aparato en caer. Baker, en el “Hell’s Wench” y a la cabeza de la formación, recibió un impacto de 88, luego otros más y uno dio en la cabina. A tres minutos del blanco, Baker mantuvo su máquina en vuelo, guiando al grupo en un infierno de balas. Finalmente otro impacto la desvió, y deslizándose entre las chimeneas, se estrelló en un campo. El resto de los aviones, guiados por el coronel Brown, realizaron su ataque.
http://i37.tinypic.com/otp9hz.jpg b24
Alcanzados por las bombas, los grandes tanques de petróleo comenzaron a estallar. El “José Carioca”, envuelto en llamas, atravesó uno de los edificios de la refinería y se estrelló dejando un reguero de nafta incendiada.
De los 34 aviones de Baker que iniciaron la “corrida”, solamente 15 salieron del humo negro que cubría Ploesti y de ellos solo 5 tenían averías leves. El resto, con motores detenidos, incendiados y con sus tripulaciones heridas y muertas, volaban trataban de escapar. Pero los cazas alemanes los esperaban y varios más fueron derribados.
Mientras tanto, Compton descubrió frente a él campanarios de iglesias y no chimeneas de las refinerías. Virando hacia el norte, se enfrentaron a una pared de fuego antiaéreo. Cada avión debía atacar como podía. Liderados por el comandante Appold, seis aparatos atravesaron ese infierno y colocaron sus bombas sobre “Concordia Vega”. El resto bombardeó distintos depósitos y se alejaron a vuelo rasante.
En ese momento los aviones de Appold se cruzaron con parte de la fuerza de baker y sobre ellos los aviones del Grupo 98º de Kane. Tres capas de “Liberators” volando en distintas direcciones en medio de un caos, mientras la artillería alemana, desconcertada, disparaba en todas direcciones con todas sus bocas..
Los grupos 98º de Kane y 44º de Johnson llegaron por los rumbos previstos. El Grupo 44º logró la mayor destrucción de todo el ataque, perdiendo 9 de sus 16 máquinas. La refinería “Colombia Aquila” quedó fuera de servicio por once meses.
Otros 21 aparatos del Grupo 44º atacaron la refinería “Creditul Minier” en Brazi, la más moderna de Europa y que producía combustible de aviación. El “V for Victory del comandante Posey perdió la cola por un impacto de 37 mm, pero vomitando fuego con sus ametralladoras silenció el arma alemana, trepó a 70 metros y lanzó su carga. Otro avión esquivando tanques y chimeneas arrojó sus bombas desde 1 metro y medio de altura, con espoleta retardada.
La tercera ola de ataque colocó sus bombas con espoletas de media hora en la usina eléctrica y un tanque de almacenamiento.
La cuarta oleada también impactó la usina y pasaron antes de que explotaran los tanques de combustible.
Sin perder un solo avión, la fuerza de Posey completó su tarea, dejando la refinería fuera de servicio por el resto de la guerra. Al regresar a su base, fueron interceptados por los cazas alemanes y perdieron dos máquinas.
El Grupo 98º de Kane, en seis oleadas, atacó la “Astro Romana”, reduciendo su producción a la mitad, pero perdiendo 22 de los 46 bombarderos.
El Grupo 389º, los “Sky Scorpions” del coronel Woods, atacó la refinería “Steaua Romana” en Campina. Perdiendo 6 de los 29 aviones, destruyeron el objetivo.
Ploesti. Las bombas con espoleta de retardo estallaban, agregando nuevos incendios a la enorme hoguera. Los “Liberators” se retiraban en desorden, desgarrados por los disparados, con sus tripulaciones diezmadas y dirigidas por pilotos gravemente heridas.
27 minutos. Ese fue el tiempo que duró el ataque. 27 minutos de infierno. En ese breve tiempo, de los 165 “Liberators” habían sido derribados 41. Más de 400 pilotos y tripulaciones habían muerto o caído prisioneros. De los aviones sobrevivientes, más de la mitad estaban seriamente averiados. Hostigados por cazas alemanes, muchos se dirigieron al oeste y algunos más fueron derribados. Ochenta y ocho retornaron a Bengasi, Libia, de donde habían partido. Veinticuatro aterrizaron en Chipre, Sicilia y Malta. Ocho llegaron a Turquía, donde fueron internados.
Había concluido el último acto de lucha caballeresca en la ofensiva de bombardeo aéreo. No hubo otro “raid” contra un centro poblado donde murieran más aviadores aliados que civiles.
Fuerza de ataque
Comandante: Genral Uzal G. Ent, a bordo del “Teggie Ann” piloteado por el coronel Compton.
Grupo 376 (Coronel Compton): 30 aviones en cinco oleadas de 6. Blanco: Refinería “Romana Americana” en Ploesti.
Grupo 93 (Coronel Baker): 36 aviones en tres oleadas de 6 y seis de 3. Blancos: Refinerías “Concordia Vega”, “Standard Petrol Block” y “Unirea Speranza” en Ploesti.
Grupo 98 (Coronel Kane): 46 aviones en cuatro oleadas de 10 y una de 6. Blancos: Refinerías “Unirea Orión” y “Astro Romana” en Ploesti.
Grupo 44 (Coronel Johnson): 36 aviones en tres oleadas de 6 y tres de 3. Blancos: Refinerías “Colombia Aquila Romana” en Ploesti y “Creditul Minier” en Brazi.
Grupo 389 (Coronel Woods): 30 aviones en diez oleadas de 3. Blanco: Refinería “Steaua Romana” en Campina.
De los 178 B24 “Liberador” despegaron de las bases en Libia 177, con 311 toneladas de bombas y 1.250.000 proyectiles perforantes, trazadores e incendiarios de ametralladora. Durante la travesía 11 regresaron a la base por averías y 1 se precipitó al mar. Llegaron al blanco 165 aparatos.
Pérdidas:
Derribados: 41 aviones.
Perdidos: 4 aviones.
En Turquía: 8 aviones.
Tripulantes muertos y desaparecidos: 446 hombres.
Tripulantes en Turquía: 79 hombres.
Heridos retornados a la base: 54 hombres.
De los 112 aviones que retornaron a los aeródromos de Bengasi, Malta, Sicilia y Chipre 55 estaban seriamente averiados.
Testimonios de pilotos americanos en el raid de Ploesti
“Avisté un 88 detrás de una fila de árboles en un cruce de caminos. Pude ver el fogonazo del disparo en la boca del cañón y el proyectil venir hacia nosotros. Lancé mi avión por debajo de la descarga. El proyectil arrancó el alerón y el timón izquierdo de la máquina del capitán Roper que volaba a mi derecha. Volví a colocarme junto a él. Su avión estaba destrozado, pero se mantenía sobre el rumbo. Pude ver a Roper en la cabina, mirando fijamente hacia delante, manteniendo su máquina en vuelo estabilizado…
La resistencia se hacía cada vez más violenta. Nuestros ametralladoristas disparaban incesantemente. Nos aproximábamos al objetivo desde la dirección opuesta a la proyectada a una velocidad de 245 millas por hora (634 km/h), 65 millas (170km/h) por encima de lo usual aplicando potencia de emergencia a los motores… Todo lo que quería era salir de ese infierno de trazadoras, tanques de petróleo explotando y aviones en llamas…”
“Ví a Enoch Porter recibir un impacto directo en la panza de su avión y convertir a éste en una masa de llamas. Dos chorros rojos surgieron de los costados de la máquina, envolviéndola hasta la torrecilla de cola y proyectándose hacia atrás, en el aire, en un río de fuego de doscientos pies (60 metros) de longitud. Porter hizo trepar su máquina en un desesperado esfuerzo por ganar altura para que sus hombres puedan saltar en paracaídas. Pero el avión entró en pérdida, balanceándose como una bola de fuego y por la puerta de proa cayeron los cuerpos de Warner y Franks”.
“El avión del coronel Baker (jefe del Grupo 93)se hallaba ya ardiendo desde hacía tres minutos y empezó a inclinarse sobre su ala derecha. No puedo concebir cómo podía todavía haber alguien vivo en la cabina, pero alguien mantuvo el aparato en vuelo, guiando al resto del grupo en el avance a través de las chimeneas de la refinería. Minutos más tarde la máquina se irguió, elevándose a unos trescientos pies de altura (92 metros) y tres o cuatro hombres saltaron… El avión se volcó sobre su ala derecha y derivó hacia la máquina del coronel Brown, que eludió la embestida por seis pies (1,82 metros). El avión de Baker nos pasó rozando, convertido en una bola de fuego que impedía ver el interior de la cabina y fue a estrellarse en un campo descubierto.”
“Buscamos algún avión de los nuestros para volar en formación. Encontramos uno pero fue derribado instantes más tarde. Nos unimos a otro y también fue abatido. Un caza se situó sobre nuestra cola y las trazadoras comenzaron a silbar por encima y alrededor de la cabina. Hughes y yo intentamos maniobras evasivas y nuestro artillero de cola nos avisó gritando que el caza cayó a tierra como una tonelada de ladrillos. Cincuenta pies (15 metros) abajo nuestro distinguí otro B24 con un caza alemán aferrado a su cola… el B24 descendió bruscamente y el avión enemigo se incrustó contra el suelo. Nos ocultamos en una nube y analizamos la situación: no teníamos suficiente combustible para llegar a Libia, teníamos un enorme agujero en el timón de cola izquierdo, un cable de control estaba casi cortado y tres artilleros seriamente heridos. Resolvimos poner proa a Turquía”.
Testimonios de los pilotos alemanes encargados de la defensa de Ploesti
“Me coloqué bien alto por encima de la cola de un “Liberador” y comencé a disparar. No sé si ellos contestaron mi fuego. Todo ocurrió demasiado rápidamente. Ede y yo volvimos a situarnos detrás de los bombarderos dos minutos más tarde. Los “Liberators” comenzaban a dispersarse. Uno de los motores del que yo perseguía estaba humeando, posiblemente como resultado de mi primera pasada. Al lanzarme en picada vi a Eder completar su segundo ataque. Me acerqué a mi presa y destrocé a balazos el lomo del bombardero. En ese momento los dos “Liberators” volaban muy bajo, tratando de salvarse apretándose contra el terreno. Al volver a encañonarlos vi a Eder hacer una tercera pasada sobre su presa. Ya no había ninguna máquina frente a mí. El B24 quedó atrás, destrozado contra la tierra. El bombardero de Eder ardía a unas dos millas (3,2 km)”.
“Disparé con mi cañón y mis ametralladoras y conseguí alcanzar al bombardero sobre el ala derecha. Me abalancé sobre el “Liberador” acribillando de popa a proa el fuselaje. Sus ametralladoras trataban de alcanzarme, pero los proyectiles no hicieron impacto. Con el acelerador a fondo hice un giro a la derecha y miré sobre mi hombro para verificar si era necesario otro ataque. Los dos tanques de las alas estaban en llamas. El bombardero trató de ganar altura y prosiguió volando unos 500 metros más, antes de estrellarse envuelto en llamas. Nadie tuvo tiempo de saltar. Aparentemente ya había lanzado sus bombas, porque no hubo ninguna explosión.”
“Las ametralladoras norteamericanas disparaban en todas direcciones. Elegí un “Liberador” que volaba a 45 metros del suelo y lo ataqué desde atrás. Desaceleré mi “Messerschmitt”, bajé los flaps y rocié al avión con una descarga sostenida de una punta a otra del ala. Podía ver los trazadores impactar y las llamas surgir por todas partes. El artillero del techo y el de la cola disparaban contra mí. Me acerqué hasta unos 22 metros. Mi motor se incendió y sentí una vibración. Arrastrado por la velocidad, me deslicé por debajo del lado izquierdo del bombardero que estaba fuera de control. El “Liberador” y la tierra se aproximaban velozmente y yo estaba en medio sin poder domina mi avión. Pensé que lo mejor era dejarme expulsar por el impacto del choque. Me libré de correajes y abrí el techo corredizo de la cabina. No recuerdo el momento del impacto. Cuando retomé la conciencia me encontré en el suelo con mi uniforme destrozado y las piernas cubiertas de heridas. Cerca ardían los restos de dos aviones.
La “fortaleza” rodeaba la ciudad de Ploesti como un anillo de 10 kilómetros de diámetro. Refinerías, depósitos, estaciones de bombeo, tuberías, tanques, cuarteles, instalaciones militares y mil edificios más.A unos 10 kilómetros al sur se encontraba la refinería de Brazi y 35 kilómetros al norte la de Campina.
Ploesti fue el primer lugar del mundo donde se refinó petróleo, en 1857. Su particular sistema de seguridad estaba formado por una cañería maestra de enorme tamaño que unía todas las instalaciones. Los tubos corrían por la superficie, para facilitar su reparación y dividida en sectores que permitían aislar sectores y evitar la propagación de incendios.
La defensa de la zona estaba a cargo del general Alfred Gerstenberg y los cazas estaban al mando del coronel Bernhard Woldenga.
En Mizil, 40 kilómetros al este de Ploesti, estaba la base de cazas: 52 Me 109 y 17 Me 110 destinados a caza nocturna. Varias escuadrillas más de anticuados aparatos rumanos completaban la defensa.
La artillería estaba formada por 40 baterías de cañones de 88 mm, piezas de 20 mm y centenares de ametralladoras.
500 bomberos alemanes especialmente entrenados estaban a cargo de contener el fuego.
Un apoyo extra lo brindaban cazas estacionados en aeródromos en Creta, Italia y los 124 aparatos de la Fuerza Aérea Búlgara.
Barreras de globos con claves unidos a explosivos de contacto y una red de radares completaban las defensas.
El primer ataque.
11 de junio de 1942. Al anochecer, 13 B24 “Liberador” al mando del coronel Harry Halverson despegaron desde bases inglesas en Egipto y se dirigieron al norte, cruzando el Mediterráneo, rumbo a la “Astro Romana”, la refinería más grande de Europa, ubicada en el centro petrolero rumano de Ploesti, con una producción de 2.000.000 de metros cúbicos de combustible por año.
Los aviones de Halverson estaban destinados en un principio a bombardear Tokio en mayo de 1942 desde bases chinas, pero al ser éstas ocupadas por los japoneses, fueron enviados por el general Arnold a bombardear las refinerías.
El ataque no tuvo mucho éxito, ya que debido al escaso número de aviones involucrados los daños fueron mínimos. Pero alertó a los alemanes sobre la vulnerabilidad de la zona y pronto la transformaron en una fortaleza.
Los planes de la operación “TIDAL WAVE”.
Los planificadores aliados calcularon que un ataque poderoso sobre las refinerías reduciría en una tercera parte su capacidad productiva y acortaría la guerra en por lo menos seis meses.
En la Conferencia de Casablanca se decidió que la 9º Fuerza Aérea norteamericana, al mando del general Brereton y con base en Libia, sería la encargada del ataque.
El plan tenía algunos problemas. El primero era la gran distancia desde Libia a Rumania (4.200 kilómetros ida y vuelta). Además debían ser destruidas cinco refinerías distribuidas en un radio de cinco millas alrededor de Ploesti, separadas para evitar algún accidente fatal. Otro factor a considerar era que para lograr gran destrucción la sorpresa debía ser total.
El coronel Smart, encargado de coordinar la misión, concluyó que solamente un ataque masivo y en vuelo rasante cumpliría el objetivo. En mayo de 1943, durante la reunión de Churchill y Roosevelt en Washington, se decidió llevar a cabo el ataque. Era un riesgo elevado el que se corría, pero el premio también lo valía: si fracasaban, los alemanes fortalecería aún más el lugar; pero el daño que se ocasionaría sería devastador para los alemanes
Ya en Gran Bretaña, Smart dejó la planificación del ataque en manos del coronel Timberlake, comandante de “Liberator”, quien junto a otros jefes norteamericanos y británicos, elaboró los detalles finales.
Se decidió acercarse desde el noroeste, la zona menos esperada por los alemanes, ya que la ruta lógica desde Libia era por el sur, donde estaban la mayor parte de las defensas alemanas.
Otra ventaja de esta ruta era que los pilotos contaría con la guía proporcionada por la línea férrea que unía Floresti con Ploesti. Desde Floresta se iniciaría el ataque en vuelo rasante y veloz a las refinerías, a unas trece millas, por una zona con escasas defensas antiaéreas.
Se seleccionaron para el ataque cinco grupos de bombarderos: dos estaban en Africa (376º y 98º) y los otros en Gran Bretaña (93º, 44º y 389º). Estos últimos grupos iniciarían su entrenamiento en sus bases inglesas y a principios de julio se dirigirían a Libia.
Se seleccionaron los blancos: Blanco 1 (refinería Romano Americana) atacada por el grupo 376º; Blanco 2 (refinería Concordia Vega) por parte del grupo 93º; Blanco 3 (refinería Estándar Petrol Block y Unirea Sperantza) por el resto del grupo 93º; Blanco 4 (refinería Astro Romana, la más importante) por el grupo 98º; Blanco 5 (refinería Colombia Aquila) por parte del grupo 44º; Objetivo Azul (localidad de Brazi) por el resto del grupo 44º y el Objetivo Rojo (localidad de Campina) por el grupo 389º.
Clasificados los blancos y asignadas las fuerzas de ataque se prepararon mapas con vistas oblicuas y películas con modelos a escala, para mostrarles a los pilotos como se verían sus objetivos desde el aire. Smart se trasladó a Bengazi y allí comenzó la instrucción de los pilotos y tripulaciones que realizarían el ataque.
Participarían del ataque 177 B24 “Liberator”, cargados con 311 toneladas de bombas demoledoras de 1500 libras (680 kilos), con espoletas de retardo (entre 45 segundos y 6 horas); 290 recipientes de bombas incendiarias británicas y 140 racimos de incendiarias norteamericanas. Los aviones fueron equipados con una nueva mira de bombardeo especial de baja altura y se agregaron dos tanques de combustible para una capacidad total de 3100 galones (10.500 litros).
Ultima semana de julio. Todos los oficiales reciben información completa sobre el raid. Días más tarde los suboficiales son partícipes de la información. Los modelos en relieve son mostrados a las tripulaciones, llevándolos por los distintos aeródromos.
Los vuelos de adiestramiento se intensifican y la mañana anterior al raid culminaron con un ataque simulado a un blanco en el desierto que reproducía el objetivo.
Ala con ala, en un arco de cinco millas, los “Liberators” sobrevolaron el blanco en vuelo rasante, a todo gas, y lo arrasaron en pocos minutos con una lluvia de bombas de 200 libras.
Largas semanas de preparativos llegaron a su fin. Todo estaba pronto para el ataque.
“El rugido de vuestros motores en el corazón del territorio enemigo continuará resonando en los oídos de los rumanos y, ciertamente, de todo el mundo, mucho después de que el estampido de las bombas y el crepitar de los incendios se haya extinguido…” fue la arenga del general Brereton en la tarde del 31 de julio.
Posteriormente el Mariscal del Aire británico Tender los despidió: “Es una dura y peligrosa misión, que exigirá todo vuestro proverbial coraje y habilidad… Les deseo la mejor suerte posible…”
Una orden de último momento de Washington prohibió al general Brereton y a los coroneles Smart y Timberlake participar, debido a que conocían muchos detalles y secretos vitales como para correr el riesgo de ser capturados por los alemanes. El ataque quedó a cargo del general Ent, a bordo del avión del jefe del Grupo 376º que encabezaría la formación.
1º de agosto de 1943. Todas las tripulaciones son reunidas. Después de las últimas instrucciones los hombres quedaron en una tensa espera. Los capellanes estaban rodeados de decenas de hombres y escuchaban sus confidencias y confesiones, recibieron sus mensajes, cartas, fotos, recuerdos y dinero para sus familiares.
En los momentos previos al ataque, al instante supremo en que el hombre enfrenta la muerte, las bromas dejan espacio al silencio, las risas al recuerdo, las conversaciones a la rememoración de momentos pasados lejos, en casa, junto a los seres queridos.
1º de agosto de 1943. 2 de la mañana. Una calma reinaba sobre los aeródromos de Libia. Bajo el cielo estrellado los “Liberators” esperaban alineados. En las barracas y carpas los hombres aguardaban, en silencio algunos y otros en pequeños grupos, la orden final.
De pronto, decenas de jeeps y camiones encendieron sus motores y tocaron sus bocinas. Los oficiales llamaron a sus hombres y los hacían subir a los vehículos. Centenares de pilotos, navegantes, ametralladoristas, radiotelegrafistas y bombarderos saltaron sobre los transportes y partieron velozmente, perdiéndose entre las sombras rumbo a las oscuras siluetas de los “Liberators” que esperaban.
Formados junto sus aparatos, las tripulaciones recibieron las últimas instrucciones de los pilotos. Se distribuyeron los equipos de escape; un mapa de los Balcanes trazado en un pañuelo de seda; un vocabulario de palabras en rumano, búlgaro, griego y turco; monedas de oro británicas, diez billetes de 1 dólar, dracmas, liras; tabletas para purificar agua; bizcochos; chocolate; una pequeña brújula y mensajes escritos solicitando ayuda e identificándose como combatientes aliados.
Con un rugido ensordecedor, 712 motores sacudieron las pistas, levantando nubes de polvo. Cargados al máximo con 3.100 galones (10.500 litros) de nafta y 4.300 libras (1.950 kilos) de bombas y llevando 1.763 hombres (a excepción del sargento canadiense Kingman y el jefe de escuadrilla inglés Barwell, todos norteamericanos), los “Liberators” carretearon a las cabeceras de las pistas.
4 de la mañana. Desde la torre de control son disparadas bengalas dando la orden de levantar vuelo. El “Wingo-Wingo”, líder de escuadrón y con el navegante del vuelo, aceleró sus motores, carreteó y se elevó, perdiéndose en la oscuridad. Cada dos minutos, desde diferentes aeródromos, los aviones despegaron. A seiscientos metros de altura, dando vueltas, los cinco Grupos se armaron.
5 de la mañana. El despegue ha finalizado. Los Grupos están formados. Solamente un avión se perdió, cuando al fallar uno de sus motores intentó aterrizar y tras chocar con un poste se incendió. Con rumbo al norte, a la isla de Corfú, la fuerza de ataque se puso en marcha, dirigida por el coronel Compton, jefe del Grupo 376º.
El silencio radial era absoluto. Pero era una medida inútil. El Servicio de Inteligencia alemán, en Atenas, había captado y descifrado un mensaje enviado desde Bengasi a todas las unidades de aire, mar y tierra del Mediterráneo anunciando que una formación aérea había partido de Libia. Los sistemas defensivos alemanes de Italia, Austria y Balcanes entraron en alerta. En Bucarest se informó desde Salónica que los bombarderos se dirigían hacia el norte a una altura de seiscientos metros.
6 de la mañana. Por diferentes averías, diez aparatos dejaron la formación. Además las formaciones comenzaron a distanciarse y los dos primeros grupos se fueron adelantando hasta perder contacto visual.
Poco antes de la isla de Corfú, el “Wingo-Wingo”, avión guía, se precipitó al mar y en 30 segundos desapareció bajo las aguas. La máquina que llevaba al segundo navegante del vuelo rompió la formación y sobrevoló la zona del impacto en círculos. Imposibilitado de retomar su puesto, regresó a Libia. El “Brewery Wagon” toma la posta y la responsabilidad de llevar la formación a Ploesti. En este momento, la fuerza estaba formada por 165 aparatos.
A bordo de los aviones, los pilotos y navegantes desplegaron sus mapas ante el primer obstáculo: la cadena montañosa de Pindo, de 3000 metros de altura. Los “Liberators” deberían trepar a 3300 metros.
Al llegar a las montañas, los pilotos las vieron cubiertas de nubes y volar en formación a través de las nubes, con visibilidad cero y turbulencias ocasionaría muchos accidentes.
Para estas situaciones la fuerza aérea recurría a la “penetración frontal”, maniobra en la cual el jefe de la formación volaba en círculos frente a las nubes hasta que todos estaban en la ronda y se iniciaba el cruce de a tres. Al llegar al otro lado reiniciaban el vuelo en círculo hasta que todas las máquinas cruzaban y se retomaba la formación original.
El coronel Compton, liderando la vanguardia, pensó que esa maniobra les haría perder tiempo y combustible, y haciendo señas con sus alas a su grupo que lo siga, trepó a las nubes en formación de batalla. El siguiente grupo, dirigido por Baker, lo siguió. El coronel Kane lideraba los tres grupos rezagados y decidió hacer la “penetración frontal”. La separación entre las fuerzas se hizo todavía mayor, siendo de 60 millas. Poco después un fuerte viento de cola impulsó aún más lejos la fuerza de Compton.
Los observadores y radares alemanes habían detectado la fuerza de ataque y las unidades de defensa estaban en la primera fase de alerta.
Después de la cordillera, la fuerza de Compton recorría las últimas 150 millas (240 kilómetros) hacia Floresta, donde debería virar al sur para llegar a Ploesti.
Volando a pocas decenas de metros de altura y a gran velocidad, los “Liberators” sembraron la sorpresa y el desconcierto entre los campesinos debajo de ellos.
En los puestos de radar alemanes, los operadores comprobaron sorprendidos que la formación aliada había desaparecido de sus pantallas y el jefe de control de cazas emitió la orden de despegar enseguida, rumbo al norte de Ploesti.
13.30 horas. La fuerza de Compton se hallaba aún a 20 minutos del blanco y las alarmas sonaron en Bucarest y Ploesti. Cerca de su objetivo, los pilotos tenían dificultades en reconocer el terreno debido a su baja altitud y al llegar a Targoviste, Compton la confundió con Floresta y el “Teggie Ann”, su avión, giró a la derecha, seguido por el resto: se dirigían a Bucarest, la capital de Rumania.
Muchos pilotos que seguían a Compton comprendieron que se habían equivocado de rumbo, y poco después las primeras descargas de los 88 alemanes los recibieron. Había comenzado la lucha. Algunos anticuados cazas rumanos picaron sobre los bombarderos y el artillero de cola del “Jersey Bounce” fue la primera baja.
Viendo a los aviones de Compton bajo el fuego de los cazas y la artillería antiaérea, el Grupo 93º de Baker viró rumbo a Ploesti.
Esta situación hizo pensar a los alemanes que el ataque a Bucarest era una distracción para alejar a los cazas de Ploesti, pero era simplemente un error.
En formación cerrada, a seis metros de las copas de los árboles, los 32 “Liberators” de Baker se dirigieron a las refinerías en medio de una tempestad de fuego antiaéreo. Los artilleros disparaban contra los emplazamientos alemanes, mientras varios aviones dejaban tras ellos estelas de humo y en su interior sus tripulaciones se desangraban entre las cápsulas servidas. Convertido en una antorcha, el “Euroclyden” fue el primer aparato en caer. Baker, en el “Hell’s Wench” y a la cabeza de la formación, recibió un impacto de 88, luego otros más y uno dio en la cabina. A tres minutos del blanco, Baker mantuvo su máquina en vuelo, guiando al grupo en un infierno de balas. Finalmente otro impacto la desvió, y deslizándose entre las chimeneas, se estrelló en un campo. El resto de los aviones, guiados por el coronel Brown, realizaron su ataque.
http://i37.tinypic.com/otp9hz.jpg b24
Alcanzados por las bombas, los grandes tanques de petróleo comenzaron a estallar. El “José Carioca”, envuelto en llamas, atravesó uno de los edificios de la refinería y se estrelló dejando un reguero de nafta incendiada.
De los 34 aviones de Baker que iniciaron la “corrida”, solamente 15 salieron del humo negro que cubría Ploesti y de ellos solo 5 tenían averías leves. El resto, con motores detenidos, incendiados y con sus tripulaciones heridas y muertas, volaban trataban de escapar. Pero los cazas alemanes los esperaban y varios más fueron derribados.
Mientras tanto, Compton descubrió frente a él campanarios de iglesias y no chimeneas de las refinerías. Virando hacia el norte, se enfrentaron a una pared de fuego antiaéreo. Cada avión debía atacar como podía. Liderados por el comandante Appold, seis aparatos atravesaron ese infierno y colocaron sus bombas sobre “Concordia Vega”. El resto bombardeó distintos depósitos y se alejaron a vuelo rasante.
En ese momento los aviones de Appold se cruzaron con parte de la fuerza de baker y sobre ellos los aviones del Grupo 98º de Kane. Tres capas de “Liberators” volando en distintas direcciones en medio de un caos, mientras la artillería alemana, desconcertada, disparaba en todas direcciones con todas sus bocas..
Los grupos 98º de Kane y 44º de Johnson llegaron por los rumbos previstos. El Grupo 44º logró la mayor destrucción de todo el ataque, perdiendo 9 de sus 16 máquinas. La refinería “Colombia Aquila” quedó fuera de servicio por once meses.
Otros 21 aparatos del Grupo 44º atacaron la refinería “Creditul Minier” en Brazi, la más moderna de Europa y que producía combustible de aviación. El “V for Victory del comandante Posey perdió la cola por un impacto de 37 mm, pero vomitando fuego con sus ametralladoras silenció el arma alemana, trepó a 70 metros y lanzó su carga. Otro avión esquivando tanques y chimeneas arrojó sus bombas desde 1 metro y medio de altura, con espoleta retardada.
La tercera ola de ataque colocó sus bombas con espoletas de media hora en la usina eléctrica y un tanque de almacenamiento.
La cuarta oleada también impactó la usina y pasaron antes de que explotaran los tanques de combustible.
Sin perder un solo avión, la fuerza de Posey completó su tarea, dejando la refinería fuera de servicio por el resto de la guerra. Al regresar a su base, fueron interceptados por los cazas alemanes y perdieron dos máquinas.
El Grupo 98º de Kane, en seis oleadas, atacó la “Astro Romana”, reduciendo su producción a la mitad, pero perdiendo 22 de los 46 bombarderos.
El Grupo 389º, los “Sky Scorpions” del coronel Woods, atacó la refinería “Steaua Romana” en Campina. Perdiendo 6 de los 29 aviones, destruyeron el objetivo.
Ploesti. Las bombas con espoleta de retardo estallaban, agregando nuevos incendios a la enorme hoguera. Los “Liberators” se retiraban en desorden, desgarrados por los disparados, con sus tripulaciones diezmadas y dirigidas por pilotos gravemente heridas.
27 minutos. Ese fue el tiempo que duró el ataque. 27 minutos de infierno. En ese breve tiempo, de los 165 “Liberators” habían sido derribados 41. Más de 400 pilotos y tripulaciones habían muerto o caído prisioneros. De los aviones sobrevivientes, más de la mitad estaban seriamente averiados. Hostigados por cazas alemanes, muchos se dirigieron al oeste y algunos más fueron derribados. Ochenta y ocho retornaron a Bengasi, Libia, de donde habían partido. Veinticuatro aterrizaron en Chipre, Sicilia y Malta. Ocho llegaron a Turquía, donde fueron internados.
Había concluido el último acto de lucha caballeresca en la ofensiva de bombardeo aéreo. No hubo otro “raid” contra un centro poblado donde murieran más aviadores aliados que civiles.
Fuerza de ataque
Comandante: Genral Uzal G. Ent, a bordo del “Teggie Ann” piloteado por el coronel Compton.
Grupo 376 (Coronel Compton): 30 aviones en cinco oleadas de 6. Blanco: Refinería “Romana Americana” en Ploesti.
Grupo 93 (Coronel Baker): 36 aviones en tres oleadas de 6 y seis de 3. Blancos: Refinerías “Concordia Vega”, “Standard Petrol Block” y “Unirea Speranza” en Ploesti.
Grupo 98 (Coronel Kane): 46 aviones en cuatro oleadas de 10 y una de 6. Blancos: Refinerías “Unirea Orión” y “Astro Romana” en Ploesti.
Grupo 44 (Coronel Johnson): 36 aviones en tres oleadas de 6 y tres de 3. Blancos: Refinerías “Colombia Aquila Romana” en Ploesti y “Creditul Minier” en Brazi.
Grupo 389 (Coronel Woods): 30 aviones en diez oleadas de 3. Blanco: Refinería “Steaua Romana” en Campina.
De los 178 B24 “Liberador” despegaron de las bases en Libia 177, con 311 toneladas de bombas y 1.250.000 proyectiles perforantes, trazadores e incendiarios de ametralladora. Durante la travesía 11 regresaron a la base por averías y 1 se precipitó al mar. Llegaron al blanco 165 aparatos.
Pérdidas:
Derribados: 41 aviones.
Perdidos: 4 aviones.
En Turquía: 8 aviones.
Tripulantes muertos y desaparecidos: 446 hombres.
Tripulantes en Turquía: 79 hombres.
Heridos retornados a la base: 54 hombres.
De los 112 aviones que retornaron a los aeródromos de Bengasi, Malta, Sicilia y Chipre 55 estaban seriamente averiados.
Testimonios de pilotos americanos en el raid de Ploesti
“Avisté un 88 detrás de una fila de árboles en un cruce de caminos. Pude ver el fogonazo del disparo en la boca del cañón y el proyectil venir hacia nosotros. Lancé mi avión por debajo de la descarga. El proyectil arrancó el alerón y el timón izquierdo de la máquina del capitán Roper que volaba a mi derecha. Volví a colocarme junto a él. Su avión estaba destrozado, pero se mantenía sobre el rumbo. Pude ver a Roper en la cabina, mirando fijamente hacia delante, manteniendo su máquina en vuelo estabilizado…
La resistencia se hacía cada vez más violenta. Nuestros ametralladoristas disparaban incesantemente. Nos aproximábamos al objetivo desde la dirección opuesta a la proyectada a una velocidad de 245 millas por hora (634 km/h), 65 millas (170km/h) por encima de lo usual aplicando potencia de emergencia a los motores… Todo lo que quería era salir de ese infierno de trazadoras, tanques de petróleo explotando y aviones en llamas…”
“Ví a Enoch Porter recibir un impacto directo en la panza de su avión y convertir a éste en una masa de llamas. Dos chorros rojos surgieron de los costados de la máquina, envolviéndola hasta la torrecilla de cola y proyectándose hacia atrás, en el aire, en un río de fuego de doscientos pies (60 metros) de longitud. Porter hizo trepar su máquina en un desesperado esfuerzo por ganar altura para que sus hombres puedan saltar en paracaídas. Pero el avión entró en pérdida, balanceándose como una bola de fuego y por la puerta de proa cayeron los cuerpos de Warner y Franks”.
“El avión del coronel Baker (jefe del Grupo 93)se hallaba ya ardiendo desde hacía tres minutos y empezó a inclinarse sobre su ala derecha. No puedo concebir cómo podía todavía haber alguien vivo en la cabina, pero alguien mantuvo el aparato en vuelo, guiando al resto del grupo en el avance a través de las chimeneas de la refinería. Minutos más tarde la máquina se irguió, elevándose a unos trescientos pies de altura (92 metros) y tres o cuatro hombres saltaron… El avión se volcó sobre su ala derecha y derivó hacia la máquina del coronel Brown, que eludió la embestida por seis pies (1,82 metros). El avión de Baker nos pasó rozando, convertido en una bola de fuego que impedía ver el interior de la cabina y fue a estrellarse en un campo descubierto.”
“Buscamos algún avión de los nuestros para volar en formación. Encontramos uno pero fue derribado instantes más tarde. Nos unimos a otro y también fue abatido. Un caza se situó sobre nuestra cola y las trazadoras comenzaron a silbar por encima y alrededor de la cabina. Hughes y yo intentamos maniobras evasivas y nuestro artillero de cola nos avisó gritando que el caza cayó a tierra como una tonelada de ladrillos. Cincuenta pies (15 metros) abajo nuestro distinguí otro B24 con un caza alemán aferrado a su cola… el B24 descendió bruscamente y el avión enemigo se incrustó contra el suelo. Nos ocultamos en una nube y analizamos la situación: no teníamos suficiente combustible para llegar a Libia, teníamos un enorme agujero en el timón de cola izquierdo, un cable de control estaba casi cortado y tres artilleros seriamente heridos. Resolvimos poner proa a Turquía”.
Testimonios de los pilotos alemanes encargados de la defensa de Ploesti
“Me coloqué bien alto por encima de la cola de un “Liberador” y comencé a disparar. No sé si ellos contestaron mi fuego. Todo ocurrió demasiado rápidamente. Ede y yo volvimos a situarnos detrás de los bombarderos dos minutos más tarde. Los “Liberators” comenzaban a dispersarse. Uno de los motores del que yo perseguía estaba humeando, posiblemente como resultado de mi primera pasada. Al lanzarme en picada vi a Eder completar su segundo ataque. Me acerqué a mi presa y destrocé a balazos el lomo del bombardero. En ese momento los dos “Liberators” volaban muy bajo, tratando de salvarse apretándose contra el terreno. Al volver a encañonarlos vi a Eder hacer una tercera pasada sobre su presa. Ya no había ninguna máquina frente a mí. El B24 quedó atrás, destrozado contra la tierra. El bombardero de Eder ardía a unas dos millas (3,2 km)”.
“Disparé con mi cañón y mis ametralladoras y conseguí alcanzar al bombardero sobre el ala derecha. Me abalancé sobre el “Liberador” acribillando de popa a proa el fuselaje. Sus ametralladoras trataban de alcanzarme, pero los proyectiles no hicieron impacto. Con el acelerador a fondo hice un giro a la derecha y miré sobre mi hombro para verificar si era necesario otro ataque. Los dos tanques de las alas estaban en llamas. El bombardero trató de ganar altura y prosiguió volando unos 500 metros más, antes de estrellarse envuelto en llamas. Nadie tuvo tiempo de saltar. Aparentemente ya había lanzado sus bombas, porque no hubo ninguna explosión.”
“Las ametralladoras norteamericanas disparaban en todas direcciones. Elegí un “Liberador” que volaba a 45 metros del suelo y lo ataqué desde atrás. Desaceleré mi “Messerschmitt”, bajé los flaps y rocié al avión con una descarga sostenida de una punta a otra del ala. Podía ver los trazadores impactar y las llamas surgir por todas partes. El artillero del techo y el de la cola disparaban contra mí. Me acerqué hasta unos 22 metros. Mi motor se incendió y sentí una vibración. Arrastrado por la velocidad, me deslicé por debajo del lado izquierdo del bombardero que estaba fuera de control. El “Liberador” y la tierra se aproximaban velozmente y yo estaba en medio sin poder domina mi avión. Pensé que lo mejor era dejarme expulsar por el impacto del choque. Me libré de correajes y abrí el techo corredizo de la cabina. No recuerdo el momento del impacto. Cuando retomé la conciencia me encontré en el suelo con mi uniforme destrozado y las piernas cubiertas de heridas. Cerca ardían los restos de dos aviones.