Con dos gestos simultáneos *la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) en Bishkek y las maniobras conjuntas en los Urales* Rusia, China e Irán dieron el primer paso para un posible frente destinado a limitar la influencia casi ilimitada que tiene Estados Unidos desde la caída del bloque soviético.
Los Urales, el campo de entrenamiento de rusos y chinos. La OCS fue creada en 2001 por Rusia, China, Kirguistán, Kazajistán, Uzbekistán y Tayikistán para combatir el terrorismo y el separatismo, pero desde la óptica de Moscú y Pekín, es decir contra los riesgos que despuntan en sus respectivas zonas de influencia.
Aunque Irán no es miembro activo, la participación del presidente Mahmud Ahmadinejad en la cumbre Bishkek le dio a la OCS un carácter de frente contra Estados Unidos.
Los seis países miembros niegan haber formado una alianza antioccidental, aunque muchos analistas consideran que la OCS se va afianzando para ejercer de contrapeso frente a la expansión estadounidense en la región.
Esa impresión se acentuó cuando el presidente iraní Mahmud Ahmadinejad sacó el tema del escudo antimisiles de Estados Unidos del contexto europeo que tenía hasta ahora y lo colocó en un marco internacional.
La instalación de cohetes y radares en Polonia y la República Checa fue proyectada por Estados Unidos con el argumento de crear una línea de defensa espacial contra una eventual agresión de Irán.
Rusia había interpretado esa presencia como una amenaza directa contra su territorio y consideró esas bases como una intrusión en un área que, hasta pocos años, formaba parte del santuario soviético. En cambio, China había permanecido hasta ahora fuera del juego. Pero, con habilidad diplomática, Ahmadinejad argumentó que ese programa constituye una "amenaza" para "toda Asia".
"Ese plan va más lejos de la amenaza contra un único país. Afecta a la mayor parte del continente, a toda Asia", precisó Ahmadinejad.
De esa manera, también implicó en la misma posición a Pekín. La cumbre de Bishkek adquirió un carácter especial este año en el marco de la creciente influencia de Estados Unidos y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Asia Central, una región estratégica y muy rica en hidrocarburos, que China y Rusia consideran como parte de su patrimonio.
"En gran parte es una voluntad de crear una alternativa a los planes estadounidenses de dominación", confirma el profesor de ciencias políticas Alexandre Kniazev. Si bien la OCS niega públicamente sus intenciones de crear un frente anti-norteamericano, los pronunciamientos de los presidente Vladimir Putin (Rusia) y hu Jintao (China), sumadas a las severas posiciones de Mahmud Ahmadinejad, parecen orientarse en esa dirección.
Los llamamientos a la creación de "un mundo multipolar" entran en la línea de razonamiento iniciada por Putin en su famoso discurso de Munich del 5 de febrero último, cuando aludió a Estados Unidos al decir que el "lobo come solo y no escucha a nadie".
"Estamos convencidos de que cualquier intento de resolver en solitario los problemas mundiales y regionales son vanos", insistió Putin en la cumbre de Bichkek, en una clara crítica a Washington.
Peor el mensaje más claro fue enviado en un lenguaje que había desaparecido desde la guerra fría: las maniobras militares.
En estos primeros ejercicios conjuntos organizados por la OCS -primero en territorio chino y luego en los Urales rusos-, 6.500 efectivos participaron en una simulación anti-terrorista.
En Occidente ese tipo de ejercicios fueron interpretados como entrenamiento de los métodos represivos contra manifestaciones étnicas o civiles en Asia Central.
Esa impresión resultó confirmada cuando el diario ruso Kommersant, citando fuentes militares, aseguró que esas maniobras tomaban como modelo la represión sangrienta de la rebelión antigubernamental de 2005 en Andiyán (Uzbekistán). *
Los Urales, el campo de entrenamiento de rusos y chinos. La OCS fue creada en 2001 por Rusia, China, Kirguistán, Kazajistán, Uzbekistán y Tayikistán para combatir el terrorismo y el separatismo, pero desde la óptica de Moscú y Pekín, es decir contra los riesgos que despuntan en sus respectivas zonas de influencia.
Aunque Irán no es miembro activo, la participación del presidente Mahmud Ahmadinejad en la cumbre Bishkek le dio a la OCS un carácter de frente contra Estados Unidos.
Los seis países miembros niegan haber formado una alianza antioccidental, aunque muchos analistas consideran que la OCS se va afianzando para ejercer de contrapeso frente a la expansión estadounidense en la región.
Esa impresión se acentuó cuando el presidente iraní Mahmud Ahmadinejad sacó el tema del escudo antimisiles de Estados Unidos del contexto europeo que tenía hasta ahora y lo colocó en un marco internacional.
La instalación de cohetes y radares en Polonia y la República Checa fue proyectada por Estados Unidos con el argumento de crear una línea de defensa espacial contra una eventual agresión de Irán.
Rusia había interpretado esa presencia como una amenaza directa contra su territorio y consideró esas bases como una intrusión en un área que, hasta pocos años, formaba parte del santuario soviético. En cambio, China había permanecido hasta ahora fuera del juego. Pero, con habilidad diplomática, Ahmadinejad argumentó que ese programa constituye una "amenaza" para "toda Asia".
"Ese plan va más lejos de la amenaza contra un único país. Afecta a la mayor parte del continente, a toda Asia", precisó Ahmadinejad.
De esa manera, también implicó en la misma posición a Pekín. La cumbre de Bishkek adquirió un carácter especial este año en el marco de la creciente influencia de Estados Unidos y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Asia Central, una región estratégica y muy rica en hidrocarburos, que China y Rusia consideran como parte de su patrimonio.
"En gran parte es una voluntad de crear una alternativa a los planes estadounidenses de dominación", confirma el profesor de ciencias políticas Alexandre Kniazev. Si bien la OCS niega públicamente sus intenciones de crear un frente anti-norteamericano, los pronunciamientos de los presidente Vladimir Putin (Rusia) y hu Jintao (China), sumadas a las severas posiciones de Mahmud Ahmadinejad, parecen orientarse en esa dirección.
Los llamamientos a la creación de "un mundo multipolar" entran en la línea de razonamiento iniciada por Putin en su famoso discurso de Munich del 5 de febrero último, cuando aludió a Estados Unidos al decir que el "lobo come solo y no escucha a nadie".
"Estamos convencidos de que cualquier intento de resolver en solitario los problemas mundiales y regionales son vanos", insistió Putin en la cumbre de Bichkek, en una clara crítica a Washington.
Peor el mensaje más claro fue enviado en un lenguaje que había desaparecido desde la guerra fría: las maniobras militares.
En estos primeros ejercicios conjuntos organizados por la OCS -primero en territorio chino y luego en los Urales rusos-, 6.500 efectivos participaron en una simulación anti-terrorista.
En Occidente ese tipo de ejercicios fueron interpretados como entrenamiento de los métodos represivos contra manifestaciones étnicas o civiles en Asia Central.
Esa impresión resultó confirmada cuando el diario ruso Kommersant, citando fuentes militares, aseguró que esas maniobras tomaban como modelo la represión sangrienta de la rebelión antigubernamental de 2005 en Andiyán (Uzbekistán). *