Si pisabas un "revientadedos", una bala te volaba el pie o la cabeza; si tenías la desgracia de caer en una trampa "Punji", una estaca de bambú te atravesaba la bota y su contenido. Cada centimetro de tierra en Vietnam podía matar o mutilar.
La de Vietnam fue una guerra muy sucia, y el de las trampas fue uno de sus aspectos peores. A mí me ponían malo. La sola idea de que mi pierna fuese atravesada por una estaca untada de excrementos y que se me gangrenara me atormentaba frecuentemente mientras marchábamos por las zonas rurales. Era extremadamente precavido y prestaba atención a las nuevas trampas que surgían en los caminos. También fui muy vengativo y coloqué tantas trampas para el Vietcong como pude.
Este tipo de trampas no era ciertamente una novedad de la guerra de Vietnam. De hecho, las más temidas, como las estacas "punji", se habían utilizado en la Segunda Guerra Mundial contra los japoneses. Es ingenuo suponer que, por utilizar tales argucias, el VC no estaba jugando limpio. La guerra de guerrillas no se ciñe a reglas específicas excepto las reseñadas por el presidente Mao en "La Guerra Prolongada" y por ello es tan eficaz. Teníamos que aprender a ser precavidos. Después de todo, la guerra es un asunto muy peligroso.
El miedo es la primera consecuencia de una campaña de trampas. La imagen de una mancha de sangre donde había reventado el pie de un compañero, o de su torso acribillado por los pinchos de un latigazo de bambú, deshacía la moral de las tropas norteamericanas. Pero ello también ofrecía al VC ventajas adicionales. Aumentaba la probabilidad de que los soldados norteamericanos cometieran atrocidades. Un muchacho de 18 años que ha visto volar la pierna de su compañero es muy probable que se cargue a un campesino que no ha conseguido indicar a su patrulla dónde están las trampas enemigas. Y cualquier atrocidad de los norteamericanos ganaba más campesinos para el bando del VC, que obtenía así una victoria política y propagandística.
Personalmente, admito haber utilizado a quienes creía simpatizantes del Vietcong como detectores humanos de trampas. No tenía remordimientos por ello, y sigo sin tenerlos. Para mí, mis hombres eran más valiosos que aquellos aldeanos que, fuesen o no del VC, sabían donde estaban las trampas.
La más simple de las tretas del VC solía ser la más eficaz. Utilizaban con profusión las trampas que consistían únicamente en una granada con un alambre. Normalmente las colocaban en medio de los senderos. Para no tropezar con ellas, evitábamos los senderos y andábamos de forma cautelosa. Ante el más ligero tirón en nuestra pierna o pie, nos quedábamos rígidos. No obstante, fue el mal funcionamiento de las granadas del VC lo que salvó la vida a tantos norteamericanos. Todavía hay por ahí muchos que tiraron del alambre de una granada y ésta no estalló.
También se ponían granadas en las puertas. Se enterraba la granada a poca profundidad y se fijaba un corto alambre al fondo de la puerta. El más ligero movimiento de ésta detonaba la granada bajo los pies de la víctima.
Eran especialmente temibles las granadas colocadas en arcos de bambú sobre los senderos, con el alambre fijado al suelo. La expansión de la metralla causaba heridas en la cabeza y desfiguraba el rostro. Por suerte, este tipo de trampa era bastante fácil de localizar, al menos de día. Pero de noche era mortal. Con frecuencia, los del Vietcong quitaban el alambre durante el día para que ellos y los campesinos pudieran moverse por el sendero con toda libertad. De noche, volvían y fijaban de nuevo los alambres.
Alambres en medio de la LZ
La caballería acorazada tenía tanto miedo de las minas, que tapizaba el fondo de sus vehículos blindados con sacos de arena y sus hombres viajaban subidos en lo alto de los mismos. El VC aprovechó esta costumbre para colgar ristras de granadas entre dos palos a través de la carretera.
A medida que proseguía la guerra, el VC y el EVN se hicieron cada vez más adeptos a la elección de posibles zonas de aterrizaje de helicópteros (LZ) que llenaban de trampas y cerca de las cuales preparaban asentamientos de contingencia para morteros y jalonaban las posibles direcciones de tiro de los mismos. Asimismo, clavaban grandes estacas con granadas en torno al perímetro de una posible LZ. Los alambres detonadores recorrían todo el claro. Puesto que al aterrizar los pilotos no veían los alambres, tales dispositivos eran muy eficaces. Las tropas del VC y el EVN recibían una gran bonificación por destruir un helicóptero, por lo que les merecía bastante la pena llenar de trampas una LZ potencial.
Las granadas detonadas a distancia, colocadas a lo largo de un sendero y activadas por un soldado enemigo oculto, también se usaron con terribles resultados contra las tropas norteamericanas, sobre todo si las patrullas marchaban agrupadas. Sin embargo, al ser soldados de operaciones especiales entrenados como Rangers, mis hombres no cometían tal error En lugar de ello, me animaban a que llevase mis distintivos de grado. Cuando detonaban sus minas de control remoto, los VC tenían preferencia por los oficiales y operadores de radio. Así era el agrio humor de Vietnam.
El VC también improvisaba trampas. Las estacas "punji" infligían terribles heridas. Hechas con una caña de bambú afilada, zarzas o pinchos metálicos, estaban diseñadas para producir pinchazos que se infectaban, pues los pinchos eran embadurnados con excrementos humanos.
Pinchos en las piernas
Aparte de que las placas de acero que tenían mis botas de jungla eran un consuelo (no me seducía la idea de que mi pie fuese atravesado por un pincho envenenado), era poco lo que la tecnología norteamericana podía frente a las trampas. Además, había un tipo de punji pensado contra tales protecciones. Consistía en dos tablas o planchas de acero con pinchos. Rabian sido colocadas para que se levantasen en el momento de pisarlas, de forma que sus pinchos se clavasen en la pierna.
También se colocaban estacas en hoyos cubiertos con una estora disimulada con vegetación y tierra. Se preparaban en la maleza o en riberas de los arroyos o gargantas, de forma que cualquiera que saltase de una orilla a otra quedaba empalado.
Los puentes sobre arroyos o arrozales podían estar aserrados en su mitad, con el corte cubierto de barro. Debajo, justo donde los soldados caerían al agua, había estacas afiladas. También se emplazaban estacas punji gigantes en LZ probables.
El VC solía llenar de trampas sus complejos de túneles para lisiar o matar a los "ratas de túnel" norteamericanos. Colocaban pinchos o estacas en el lugar por donde entraría un "rata de túnel". Las entradas también estaban minadas con granadas detonables a distancia. Pero la trampa más diabólica de todas estaba en aquellas entradas que obligaban a colgarse de las manos antes de dejarse caer al interior. A la altura de los ojos había una rendija de la que surgiría una lanza, empujada por un VC o accionada por alambre, que se clavaría en el rostro del intruso.
Las trampas de látigo consistían en un trozo de bambú doblado en tensión y calzado en el suelo. Tenía pinchos. Cuando su alambre de disparo soltaba las calzas, el látigo surcaba el aire a través del sendero y empalaba a quien hallase delante.
La maza era una variante del látigo. Una piedra erizada de pinchos y atada a una cuerda oculta, suspendida a cierta altura. Si se tiraba de su alambre, caía sobre el sendero con efectos devastadores. Otra de las trampas de fortuna utilizadas por el VC era una mina fabricada con una cáscara de coco llena de pólvora. Otra más consistía en un cartucho enterrado boca arriba, con el fulminante apoyado sobre un clavo, de forma que sólo la punta de la bala sobresalía del suelo. Un pisotón disparaba la bala, que atravesaba la pierna de la víctima.
Aunque el VC quizás no era tan creativo como lo fueron los alemanes o los japoneses, había que tener mucho cuidado cuando se recogía equipo abandonado por el enemigo. Por supuesto, nosotros también explotábamos a fondo el hecho de que al VC le entusiasmaba capturar equipo norteamericano, y a menudo se dejaban raciones C conectadas a una mina Claymore cuando se evacuaba un lugar de acampada.
Mejor herir que matar Mi método favorito de emplear una granada era extraerle el sotrozo e introducirla en una lata, de forma que la palanca de seguridad quedase apretada. Metía la lata entre piedras o entre las ramas de un árbol y fijaba un alambre que, al tirar de él inadvertidamente, extraería la granada de la lata. Puesto que los recursos sanitarios del VC eran muy primitivos, preferíamos que los vietcong resultasen, más que muertos, con heridas graves, pues ello forzaba más su limitada intendencia quirúrgica.
Los miles de arroyos y riachuelos que recorrían las junglas de Vietnam eran lugares ideales para colocar las trampas. Las tropas que vadeaban las sucias aguas tenían grandes dificultades para localizar los alambres fijados a granadas bajo la superficie. Al hacer explosión la granada, la onda expansiva solía causar graves lesiones internas a quienes estuvieran en ella. Pero si sospechaban algo, los norteamericanos y sudvietnamitas usaban a veces detectores de minas humanos, presuntos querrilleros o prisioneros, para sondear el agua.
En la mayoría de los casos, las trampas del VC eran extremadamente eficaces. Con unas pocas granadas o unas estacas afiladas, el Vietcong podía causar heridas muy aparatosas a nuestros hombres, pero, lo más importante, minaba las pocas o muchas ganas de combatir que tuviesen. Y las precauciones provocadas por el miedo a las trampas ralentizaban las operaciones.
Sin embargo, ese mismo miedo solía obligar a los soldados norteamericanos a moverse con más cuidado y a evitar los senderos, lo que aumentaba su eficacia en la jungla. Pero hay que decir que las trampas hicieron que los soldados cometieran no pocas atrocidades. El miedo a esos ingenios trastocó de tal modo las mentes de algunos soldados que incluso se rumoreaba que abundaban las prostitutas de Saigón que se introducían cristales en la vagina. Puede que, a nivel político, la de Vietnam fuese una guerra limitada. Pero para quienes combatieron, en ambos bandos, fue un conflicto total.
Relatos de "Namspeak.com"
Willy
La de Vietnam fue una guerra muy sucia, y el de las trampas fue uno de sus aspectos peores. A mí me ponían malo. La sola idea de que mi pierna fuese atravesada por una estaca untada de excrementos y que se me gangrenara me atormentaba frecuentemente mientras marchábamos por las zonas rurales. Era extremadamente precavido y prestaba atención a las nuevas trampas que surgían en los caminos. También fui muy vengativo y coloqué tantas trampas para el Vietcong como pude.
Este tipo de trampas no era ciertamente una novedad de la guerra de Vietnam. De hecho, las más temidas, como las estacas "punji", se habían utilizado en la Segunda Guerra Mundial contra los japoneses. Es ingenuo suponer que, por utilizar tales argucias, el VC no estaba jugando limpio. La guerra de guerrillas no se ciñe a reglas específicas excepto las reseñadas por el presidente Mao en "La Guerra Prolongada" y por ello es tan eficaz. Teníamos que aprender a ser precavidos. Después de todo, la guerra es un asunto muy peligroso.
El miedo es la primera consecuencia de una campaña de trampas. La imagen de una mancha de sangre donde había reventado el pie de un compañero, o de su torso acribillado por los pinchos de un latigazo de bambú, deshacía la moral de las tropas norteamericanas. Pero ello también ofrecía al VC ventajas adicionales. Aumentaba la probabilidad de que los soldados norteamericanos cometieran atrocidades. Un muchacho de 18 años que ha visto volar la pierna de su compañero es muy probable que se cargue a un campesino que no ha conseguido indicar a su patrulla dónde están las trampas enemigas. Y cualquier atrocidad de los norteamericanos ganaba más campesinos para el bando del VC, que obtenía así una victoria política y propagandística.
Personalmente, admito haber utilizado a quienes creía simpatizantes del Vietcong como detectores humanos de trampas. No tenía remordimientos por ello, y sigo sin tenerlos. Para mí, mis hombres eran más valiosos que aquellos aldeanos que, fuesen o no del VC, sabían donde estaban las trampas.
La más simple de las tretas del VC solía ser la más eficaz. Utilizaban con profusión las trampas que consistían únicamente en una granada con un alambre. Normalmente las colocaban en medio de los senderos. Para no tropezar con ellas, evitábamos los senderos y andábamos de forma cautelosa. Ante el más ligero tirón en nuestra pierna o pie, nos quedábamos rígidos. No obstante, fue el mal funcionamiento de las granadas del VC lo que salvó la vida a tantos norteamericanos. Todavía hay por ahí muchos que tiraron del alambre de una granada y ésta no estalló.
También se ponían granadas en las puertas. Se enterraba la granada a poca profundidad y se fijaba un corto alambre al fondo de la puerta. El más ligero movimiento de ésta detonaba la granada bajo los pies de la víctima.
Eran especialmente temibles las granadas colocadas en arcos de bambú sobre los senderos, con el alambre fijado al suelo. La expansión de la metralla causaba heridas en la cabeza y desfiguraba el rostro. Por suerte, este tipo de trampa era bastante fácil de localizar, al menos de día. Pero de noche era mortal. Con frecuencia, los del Vietcong quitaban el alambre durante el día para que ellos y los campesinos pudieran moverse por el sendero con toda libertad. De noche, volvían y fijaban de nuevo los alambres.
Alambres en medio de la LZ
La caballería acorazada tenía tanto miedo de las minas, que tapizaba el fondo de sus vehículos blindados con sacos de arena y sus hombres viajaban subidos en lo alto de los mismos. El VC aprovechó esta costumbre para colgar ristras de granadas entre dos palos a través de la carretera.
A medida que proseguía la guerra, el VC y el EVN se hicieron cada vez más adeptos a la elección de posibles zonas de aterrizaje de helicópteros (LZ) que llenaban de trampas y cerca de las cuales preparaban asentamientos de contingencia para morteros y jalonaban las posibles direcciones de tiro de los mismos. Asimismo, clavaban grandes estacas con granadas en torno al perímetro de una posible LZ. Los alambres detonadores recorrían todo el claro. Puesto que al aterrizar los pilotos no veían los alambres, tales dispositivos eran muy eficaces. Las tropas del VC y el EVN recibían una gran bonificación por destruir un helicóptero, por lo que les merecía bastante la pena llenar de trampas una LZ potencial.
Las granadas detonadas a distancia, colocadas a lo largo de un sendero y activadas por un soldado enemigo oculto, también se usaron con terribles resultados contra las tropas norteamericanas, sobre todo si las patrullas marchaban agrupadas. Sin embargo, al ser soldados de operaciones especiales entrenados como Rangers, mis hombres no cometían tal error En lugar de ello, me animaban a que llevase mis distintivos de grado. Cuando detonaban sus minas de control remoto, los VC tenían preferencia por los oficiales y operadores de radio. Así era el agrio humor de Vietnam.
El VC también improvisaba trampas. Las estacas "punji" infligían terribles heridas. Hechas con una caña de bambú afilada, zarzas o pinchos metálicos, estaban diseñadas para producir pinchazos que se infectaban, pues los pinchos eran embadurnados con excrementos humanos.
Pinchos en las piernas
Aparte de que las placas de acero que tenían mis botas de jungla eran un consuelo (no me seducía la idea de que mi pie fuese atravesado por un pincho envenenado), era poco lo que la tecnología norteamericana podía frente a las trampas. Además, había un tipo de punji pensado contra tales protecciones. Consistía en dos tablas o planchas de acero con pinchos. Rabian sido colocadas para que se levantasen en el momento de pisarlas, de forma que sus pinchos se clavasen en la pierna.
También se colocaban estacas en hoyos cubiertos con una estora disimulada con vegetación y tierra. Se preparaban en la maleza o en riberas de los arroyos o gargantas, de forma que cualquiera que saltase de una orilla a otra quedaba empalado.
Los puentes sobre arroyos o arrozales podían estar aserrados en su mitad, con el corte cubierto de barro. Debajo, justo donde los soldados caerían al agua, había estacas afiladas. También se emplazaban estacas punji gigantes en LZ probables.
El VC solía llenar de trampas sus complejos de túneles para lisiar o matar a los "ratas de túnel" norteamericanos. Colocaban pinchos o estacas en el lugar por donde entraría un "rata de túnel". Las entradas también estaban minadas con granadas detonables a distancia. Pero la trampa más diabólica de todas estaba en aquellas entradas que obligaban a colgarse de las manos antes de dejarse caer al interior. A la altura de los ojos había una rendija de la que surgiría una lanza, empujada por un VC o accionada por alambre, que se clavaría en el rostro del intruso.
Las trampas de látigo consistían en un trozo de bambú doblado en tensión y calzado en el suelo. Tenía pinchos. Cuando su alambre de disparo soltaba las calzas, el látigo surcaba el aire a través del sendero y empalaba a quien hallase delante.
La maza era una variante del látigo. Una piedra erizada de pinchos y atada a una cuerda oculta, suspendida a cierta altura. Si se tiraba de su alambre, caía sobre el sendero con efectos devastadores. Otra de las trampas de fortuna utilizadas por el VC era una mina fabricada con una cáscara de coco llena de pólvora. Otra más consistía en un cartucho enterrado boca arriba, con el fulminante apoyado sobre un clavo, de forma que sólo la punta de la bala sobresalía del suelo. Un pisotón disparaba la bala, que atravesaba la pierna de la víctima.
Aunque el VC quizás no era tan creativo como lo fueron los alemanes o los japoneses, había que tener mucho cuidado cuando se recogía equipo abandonado por el enemigo. Por supuesto, nosotros también explotábamos a fondo el hecho de que al VC le entusiasmaba capturar equipo norteamericano, y a menudo se dejaban raciones C conectadas a una mina Claymore cuando se evacuaba un lugar de acampada.
Mejor herir que matar Mi método favorito de emplear una granada era extraerle el sotrozo e introducirla en una lata, de forma que la palanca de seguridad quedase apretada. Metía la lata entre piedras o entre las ramas de un árbol y fijaba un alambre que, al tirar de él inadvertidamente, extraería la granada de la lata. Puesto que los recursos sanitarios del VC eran muy primitivos, preferíamos que los vietcong resultasen, más que muertos, con heridas graves, pues ello forzaba más su limitada intendencia quirúrgica.
Los miles de arroyos y riachuelos que recorrían las junglas de Vietnam eran lugares ideales para colocar las trampas. Las tropas que vadeaban las sucias aguas tenían grandes dificultades para localizar los alambres fijados a granadas bajo la superficie. Al hacer explosión la granada, la onda expansiva solía causar graves lesiones internas a quienes estuvieran en ella. Pero si sospechaban algo, los norteamericanos y sudvietnamitas usaban a veces detectores de minas humanos, presuntos querrilleros o prisioneros, para sondear el agua.
En la mayoría de los casos, las trampas del VC eran extremadamente eficaces. Con unas pocas granadas o unas estacas afiladas, el Vietcong podía causar heridas muy aparatosas a nuestros hombres, pero, lo más importante, minaba las pocas o muchas ganas de combatir que tuviesen. Y las precauciones provocadas por el miedo a las trampas ralentizaban las operaciones.
Sin embargo, ese mismo miedo solía obligar a los soldados norteamericanos a moverse con más cuidado y a evitar los senderos, lo que aumentaba su eficacia en la jungla. Pero hay que decir que las trampas hicieron que los soldados cometieran no pocas atrocidades. El miedo a esos ingenios trastocó de tal modo las mentes de algunos soldados que incluso se rumoreaba que abundaban las prostitutas de Saigón que se introducían cristales en la vagina. Puede que, a nivel político, la de Vietnam fuese una guerra limitada. Pero para quienes combatieron, en ambos bandos, fue un conflicto total.
Relatos de "Namspeak.com"
Willy