Comparto con Uds. unos párrafos sueltos, que relatan un vuelo del 7 de mayo. Es del primer borrador, así que hay unas faltas sueltas.
Sin mucho más que pensar, el Teniente Cornejo Solá, ante el requerimiento del comandante, efectuó el lanzamiento de una bomba de profundidad, que detonó ruidosamente al llegar a la profundidad preseleccionada. Obviamente, no estaban dados los criterios fijados para el lanzamiento de la carga, pero existía allí una razonable posibilidad de hacerle saber al eventual submarino la voluntad de su enemigo de mantener la ofensiva, la que no fue desaprovechada.
La decisión, por supuesto, excedía cualquier parámetro doctrinario. Sin embargo, la dupla Fortini-Cornejo Solá no era una convencional. La confianza entre ambos se había cimentado en un curioso incidente ocurrido el año anterior, cuando aún existía un alto grado de tensión con el vecino país de Chile.
En ese año, el Teniente de Navío Fortini, como oficial de inteligencia de la Escuadrilla Aeronaval Antisubmarina, tenía como principal problema el grabar la firma acústica de los submarinos chilenos. Tomando conocimiento que uno de ellos operaría en las aguas del canal de Beagle, la escuadrilla diseñó un particular invento, que se dio por llamar el mini-SOSUS (SOSUS es un sistema de vigilancia subácua muy avanzado basado en sonares en el lecho marino, operado por la Armada de los Estados Unidos en el Atlántico norte) El mini-SOSUS local consistía, más humildemente, en una sonoboya a la que se había adosado una batería de un automóvil Fiat 600, y se sembraba atándose su línea de hidrófonos a los cachiyuyos. Con ello, se multiplicaban las horas de uso, permitiendo una operación encubierta para poder grabar los ruidos del submarino antagonista. Una fiel expresión del ingenio criollo al servicio de la guerra antisubmarina.
La particular invención se dejó en un lugar estratégico y se hizo aterrizar, en horas de la noche, a un avión Tracker en el aeropuerto de la Base Aeronaval Ushuaia, el que prontamente se escondió en el hangar. En el techo del hangar se había improvisado una antena, que permitía monitorear la boya desde mayor distancia, mientras un grupo electrógeno alimentaba el AN/AQA-4A del Tracker. El invento finalmente dio sus frutos y la firma acústica fue tomada.
Sin embargo, pocos días después, un comando chileno desembarcó de un gomón en la playa argentina donde había quedado la boya, hurtándola. El Teniente Fortini estaba furioso. ¿Cómo podía ser que les robaran al “mini”, bajo sus propias narices?
La devolución de la gentileza vendría el “Día de las Glorias Navales” de Chile, el 21 de mayo. Un vuelo de rutina de Tracker tenía como comandante y copiloto a la dupla. El plan era simple, la venganza era perfecta. El comandante rápidamente convenció al copiloto y poco después, el bimotor, con su orgullosa bandera celeste y blanca en el empenaje, saltaba desde el sur los “colmillos de Navarino” y, deslizándose por la ladera norte, pasaba a escasos diez metros de la formación que se estaba llevando a cabo en la Plaza de Armas de la Base Naval de Puerto Williams y hacía un escape perfecto a baja altura sobre la pista Guardiamarina Zañartu. El “saludo”, por supuesto, no pasó desapercibido por los vecinos. La retribución de gentilezas incluyó unos disparos mal apuntados de cañón Bofors antiaéreo y una esquela un poco más formal:
“1981 fue un año inolvidable que hasta incluyó una visita anunciada al Comandante de Operaciones Navales, quien me pidió mi versión de porqué se había enojado al Sr. Canciller de la República de Chile, que de su puño y letra había enviado una protesta diplomática a nuestra Cancillería, por haber un Tracker saludado a una formación naval en la plaza de armas de la Base Naval Puerto Williams sin permiso previo y en el momento en que se celebraban las “Glorias Navales Chilenas”, apreciando dicho señor que el sobrevuelo se había realizado a excesiva baja altura” (De Enrique Fortini)
Después de tantas cosas pasadas juntos ¿Cómo no empujar un poco el reglamento y largar la carga de profundidad? Quizá con la vieja anécdota en mente, el comandante del 2-AS-26 enganchaba plácidamente en el “25 de Mayo”, para terminar el último vuelo del día.