a treinta años de la guerra
Malvinas: ¿dónde está Puerto Argentino?
La controversia con Gran Bretaña desnuda los escasos vínculos de la Argentina con los habitantes del archipiélago.
Por Jorge Lanata
14/01/12 - 12:05
Volví a ver, el otro día, un documental que hace unos años filmamos con Tamara Florín en Malvinas y que fue distribuido con una edición especial de este diario. Malvinas, tan lejos, tan cerca, se llamaba.
Estábamos en Puerto Argentino, y allí me preguntaba todo el tiempo dónde había quedado Puerto Argentino. Ahora que el tema vuelve a los diarios con la precisión próxima de los aniversarios, aquellas diapositivas de Malvinas vuelven a mi cabeza: el azul helado del agua quieta, las casas ordenadas como en una escenografía de The Truman Show, las calles tan limpias que se podía pasar la lengua por ellas sin miedo a ensuciarse. Un pueblo de la campiña inglesa; chicos de pecas y pelo enrulado; chicas de pechos generosos; kelpers que se emborrachaban a morir en los pubs; dos mil personas y dos mil soldados; rutas sembradas por minas antipersonales y el recuerdo de lo que los malvineses llaman “la invasión”. La invasión argentina. La palabra choca cuando se la escucha por primera vez: ¿qué invasión?. Ellos lo viven así. Hay, en la escollera que recorre el borde interior de Stanley, un monumento que recuerda “la invasión”. Es el único sitio donde la guerra está presente; ahí y en el cementerio argentino, casi siempre abandonado (no hay cementerio de los combatientes ingleses, ellos fueron enterrados en su país).
—¿Donde está, entonces, Puerto Argentino?
Como tantas otras cosas, Malvinas es parte de nuestra imaginación. Creemos que es lo que queremos que sea. Y no lo es. Es, de hecho, un enclave inglés en un territorio que reivindicamos argentino. Y nada les sirvió más a los ingleses que la guerra: muchos desconocen que, semanas antes de aquel 2 de abril de 1982, el Concejo Deliberante de las islas iba a comenzar a discutir un plan de mediano plazo de descolonización. Sin advertirlo –¿o deliberadamente?–, Galtieri terminó siendo el mejor agente inglés: la guerra alejó aquella posibilidad por décadas. Lo curioso es que la Argentina sigue hablando de Malvinas como si la guerra no se hubiese perdido, y como si la derrota no tuviera consecuencias más allá de las muertes y de los ex combatientes que ignoramos como se ignora un recuerdo molesto. Desde entonces y hasta hoy, Malvinas se transformó en una excusa electoral; cada tanto, el gobierno que sea levanta el manto de neblina y apela a su recuerdo con verba grandilocuente y medidas menores, o absurdas. Ahora es el asunto de la “solidaridad latinoamericana” sobre los barcos de bandera malvinense. Nada que no se arregle con pocas libras y unos trámites: se trata de cambiar el dominio de los pesqueros de Stanley a Liverpool, por ejemplo. O a Panamá o Liberia, países que de eso viven. Hace décadas que existen las llamadas “banderas de conveniencia” o “necesidad”. ¿O creerá el hijo de Jacobo Timerman que los barcos que bajan por el Paraná son todos paraguayos? Alguien debería decirle que la mayoría son buques argentinos con bandera paraguaya. Se dirá que la medida es simbólica; la toma el mismo Estado que hace un tiempo, a la entrada del puerto de Buenos Aires, obligó a un buque que llegara de Puerto Argentino a hacer trámites como si viniera del extranjero. Pero entonces, ¿son o no son argentinas?.
En Malvinas viven treinta argentinos, que hacen como que no lo son. Hay, dijimos, dos mil habitantes que nos ven como invasores. Todavía conservo en mi escritorio un mapa que me dieron en un pub de Stanley. Es un mapa de América del Sur. A primera vista parece normal, pero observándolo uno descubre que hay demasiado mar: el Atlántico cubre toda la extensión de la Argentina. “Mar de las Malvinas”, dice. Así están hoy las cosas. No sé nada de política internacional, pero sé que a un territorio se lo conquista por la paz o por la guerra, y uno de esos caminos ya tuvo un trágico final. La mejor –y quizá la única– manera de reconquistar Malvinas es creando lazos con ellos: estudiantes que viajen a Stanley en lugar de Bariloche, médicos que puedan hacer la residencia en sus hospitales, maestros que enseñen español en sus escuelas, trabajadores de la esquila, embarcados en pesqueros de la bandera que sea, parejas que se formen con hombres y mujeres de acá y de allá, estudiantes de Malvinas en intercambio en universidades y colegios del sur argentino, etc, etc. Sólo conocen, de nosotros, a Galtieri, a Menéndez y a Astiz. Ni siquiera deben conocer a Borges, aunque nosotros conocemos a Shakespeare, a Yeats, a Maugham, a Joyce y a Virginia Woolf. Es probable que jamás hayan visto cine argentino y deben conocer el tango por esas versiones for export de los americanos.
Tenemos muchas cosas sobre las que hablar con ellos, si nos interesa hacerlo y podemos aceptarnos. Un proceso como el que sugiero dura décadas y no tiene garantía de éxito. Pero es mucho más real que discutir por un cambio ficticio de bandera.
http://www.perfil.com/ediciones/2012/1/edicion_641/contenidos/noticia_0015.html
muchos desconocen que, semanas antes de aquel 2 de abril de 1982, el Concejo Deliberante de las islas iba a comenzar a discutir un plan de mediano plazo de descolonización.
En 1980, la parte británica propuso un cambio de enfoque que consistía en el mantenimiento de conversaciones secretas y exploratorias sobre la base de una "transferencia" de la soberanía de las Islas Malvinas a la Argentina y un arriendo simultáneo por parte de ésta al Reino Unido, por un período prolongado de tiempo. Estas conversaciones tuvieron lugar en el curso de dicho año y el gobierno argentino se mostró interesado en seguir adelante en particular con la discusión del lapso de duración del arriendo.
Sin embargo, las negociaciones no progresaron. A través de contactos informales sólo se mantuvo vivo el diálogo bilateral a fin de acordar el marco de referencia para una nueva ronda,
pero ésta en definitiva no llegó a tener lugar.
A principios de 1982 el gobierno argentino propuso una nueva orientación, basada en la conformación de una comisión permanente de negociación que se reuniría mensualmente durante un año con el objeto de resolver la disputa de soberanía. En febrero de ese año tuvo lugar en Nueva York una reunión para considerar esa propuesta. Aunque en el comunicado conjunto se reafirmó la voluntad de las dos partes de hallar una solución negociada a la controversia de soberanía,
el Reino Unido no llegó a dar una respuesta a la propuesta argentina. Ante las señales contradictorias del gobierno británico, el gobierno argentino decidió emitir a principios de marzo un comunicado haciendo público el carácter de las negociaciones y exhortando al Reino Unido a aceptar la última propuesta argentina. En ese estado de cosas se produjeron los hechos que llevaron al conflicto armado, sin que volvieran a reanudarse las negociaciones bilaterales sobre soberanía, situación que se mantiene hasta el presente debido a la negativa británica.
Tenemos muchas cosas sobre las que hablar con ellos, si nos interesa hacerlo y podemos aceptarnos. Un proceso como el que sugiero dura décadas y no tiene garantía de éxito. Pero es mucho más real que discutir por un cambio ficticio de bandera.
Eso que sugiere el señor La Nata y según he leido algunos foristas ya se ha hecho hace años y no se obtuvo ningún resultado es decir los kelpers tomaron lo que les dimos que fué mucho y no dieron nada a cambio.
El acuerdo de 1971 comprendía un conjunto de medidas prácticas, que a partir de ese momento ambos gobiernos comenzaron a implementar para facilitar el movimiento de personas y bienes entre el territorio continental argentino y las Islas Malvinas, en ambas direcciones, con el fin de promover el establecimiento de vínculos culturales, sociales y económicos. Los acuerdos alcanzados fueron comunicados al Secretario General las Naciones Unidas, señalándose que las medidas adoptadas por los dos gobiernos tenían en cuenta los intereses de la población de las Islas Malvinas, de conformidad con la Resolución 2065(XX), y estaban dirigidas a contribuir a los esfuerzos que ambos continuarían realizando para llegar a una solución amistosa y definitiva de la disputa sobre soberanía. Estos acuerdos representaban una etapa del proceso hacia la solución final de la controversia.
Para la puesta en práctica de las medidas acordadas en 1971, se mantuvieron consultas regulares en el marco de una Comisión Consultiva Especial constituida en Buenos Aires, al tiempo que un equipo de la Fuerza Aérea Argentina llevaba a cabo la construcción de un aeródromo provisorio en las cercanías de la capital de las Islas Malvinas y la compañía Líneas Aéreas del Estado prestaba un servicio aéreo entre aquéllas y el territorio continental argentino. En coincidencia con la inauguración del aeródromo construido por la Argentina, en noviembre de 1972, se llevó a cabo en Malvinas una nueva ronda de conversaciones especiales sobre comunicaciones, en la que se trataron temas como el otorgamiento de becas a los isleños para estudiar en el territorio continental, el envío de maestras de español a las islas, el establecimiento de comunicaciones postales, telegráficas y telefónicas, el turismo, las visitas auspiciadas y el intercambio cultural, el incremento del intercambio comercial y el sistema bancario, entre otros.
La República Argentina hizo un gran esfuerzo para facilitar las comunicaciones con las Islas Malvinas, el cual fue reconocido por el Reino Unido y aprovechado por los habitantes de las islas para mejorar la situación de aislamiento en la que se encontraban. Pero no por abocarse al establecimiento de las comunicaciones, el gobierno argentino dejó de lado su objetivo principal en las negociaciones, es decir la recuperación del ejercicio de la soberanía. Así lo había afirmado y reiterado en el curso de las conversaciones especiales y, llegado el punto de avance alcanzado a fines de 1972, insistió en que la siguiente ronda incluyese la cuestión de la soberanía. Frente a este requerimiento, el gobierno británico adoptó una actitud evasiva, que se mantuvo durante los encuentros sostenidos en 1973.
A partir de la firme actitud argentina y la visión ampliamente mayoritaria de la comunidad internacional, ambos gobiernos ensayaron en los años sucesivos algunas alternativas para reencauzar la negociación. Así ocurrió con la propuesta británica de junio de 1974 tendiente a establecer un condominio anglo-argentino en las Islas Malvinas como paso previo a una solución final a la disputa de soberanía. Esta idea fue recibida con interés por el gobierno argentino, que seguidamente presentó una propuesta de administración conjunta, la cual tomaba los principales elementos de la formulación británica y la completaba con otros que no habían sido contemplados en aquélla. Aunque inicialmente se consideró que ambas propuestas se acercaban lo suficiente como para continuar las negociaciones, éstas no prosperaron.
Pese a ello, el gobierno argentino continuó manteniendo sus compromisos derivados de las conversaciones especiales y los acuerdos sobre comunicaciones. En este marco, en septiembre de 1974 se concluyeron los dos acuerdos por notas reversales que venían discutiéndose, uno sobre abastecimiento y comercialización de productos de YPF en las Islas Malvinas, y otro sobre medidas para facilitar el comercio y el transporte de mercaderías entre las Islas Malvinas y el territorio continental argentino, ambos sin perjuicio de las respectivas posiciones sobre soberanía.
Paralelamente, la República Argentina siguió tratando de persuadir al Reino Unido de que se aviniera a negociar para encontrar una solución definitiva a la disputa de soberanía. Una idea que surgió en el curso de 1975 fue la posibilidad de un condominio o administración conjunta idea que, si bien circuló en medios oficiales británicos y fue vista con interés por el gobierno argentino, no prosperó en la mesa de negociaciones.
En 1976 se llegó a una situación de tensión bilateral, alimentada por distintos actos unilaterales británicos en el área de la disputa. A fines de ese año, la Asamblea General de las Naciones Unidas, por una amplia mayoría y con la única oposición del Reino Unido, aprobó la Resolución 31/49 (XXXI) que nuevamente reconocía los "continuos esfuerzos" argentinos para "facilitar el proceso de descolonización y promover el bienestar de la población de las Islas", solicitaba a ambos gobiernos "que aceleren las negociaciones relativas a la disputa sobre soberanía, según se pide en las resoluciones 2065 (XX) y 3160 (XXVIII)", e instaba a las dos partes a "que se abstengan de adoptar decisiones que entrañen la introducción de modificaciones unilaterales en la situación mientras las Islas están atravesando por el proceso recomendado en las resoluciones" mencionadas.
Para la reanudación del diálogo se llevaron a cabo reuniones informales y exploratorias, en el curso de las cuales el Reino Unido propuso dos líneas paralelas de negociación, una sobre cooperación económica y otra sobre la "hipotética futura relación constitucional entre las Islas Malvinas y la Argentina", dentro de la cual podía plantearse el tema de la soberanía. Sobre la base de dichas premisas, en abril de 1977 quedó fijado el marco de referencia de las futuras ruedas formales a través de un comunicado conjunto que expresaba que las mismas se referirían a "las futuras relaciones políticas incluyendo soberanía, con relación a las Islas Malvinas, las Georgias del Sur y las Sandwich del Sur y la cooperación económica con respecto a dichos territorios en particular y al Atlántico Sudoccidental en general".
La Argentina concurrió a las ruedas que siguieron con iniciativas concretas, como una actualización del esquema de administración conjunta, una lista de referencia para discutir las salvaguardias y garantías que el gobierno nacional estaba dispuesto a otorgar a los isleños, y una propuesta para acordar un régimen que permitiera a los argentinos la adquisición de bienes en las islas. Todas ellas tropezaron con impedimentos levantados por la parte británica, que sólo manifestó interés por negociar un acuerdo de cooperación que facilitara la explotación de los recursos naturales en el área bajo disputa. Se establecieron sendos grupos de trabajo, uno sobre soberanía y otro sobre cooperación, pero hacia fines de 1978 la única discusión que tenía visos de progresar era la referida a la cooperación científica. Sin embargo, el proyecto de acuerdo alcanzado en esta materia tampoco pudo ser aprobado.
fuente (oficial):
http://www.mrecic.gov.ar/portal/seree/malvinas/home.html