El naufragio más famoso cumple 100 años, pero hubo otro que lo sextuplica en número de víctimas.
Había una vez un barco de lujo, orgullo de sus constructores, que se hundió en aguas heladas, llevándose miles de vidas. Fue la mayor tragedia naval de la historia, según lo recuerdan investigadores, películas y libros. Sin embargo, no se trata del Titanic, perdido (y luego encontrado) en el fondo del Atlántico desde hace hoy exactamente cien años, sino de un navío alemán desaparecido en 1945, un desastre equivalente a seis Titanic, cuya desventura es poco conocida fuera de Alemania y Rusia.
Si el transatlántico más famoso del mundo es considerado una parábola sobre la soberbia humana, con un buque presuntamente insumergible que se hunde en su primer viaje tras chocar con un iceberg, el Wilhelm Gustloff podría ser un símbolo del drama de la II Guerra Mundial: la ambición delirante de Hitler, el pánico alemán ante la derrota, el deseo de venganza de los soviéticos, la pérdida de vidas más allá de cualquier contabilidad, incluso el silencio posterior, pues fue un desastre sufrido por el bando derrotado. Hasta el propio nombre del barco reclama el desprecio, porque representaba un homenaje a un líder nazi.
El número de personas a bordo del Titanic y las consecuencias de su naufragio varían según las fuentes. El portal ancestry.co.uk, que en estos días publica la lista de todos los pasajeros y tripulantes, los estima en 2.228, con unos 1.517 muertos, mientras que la investigación oficial británica menciona también 711 sobrevivientes pero de un total de 2.201 personas a bordo. En el caso del Wilhelm Gustloff, hubo entre 6.000 y 9.000 muertos. O sea, entre cuatro y seis veces más que en el Titanic.
ANIVERSARIOS. El lujoso barco alemán se encuentra en el lecho del mar Báltico desde el 30 de enero de 1945. Ese día, Hitler cumplía 12 años en el poder. No tendría más aniversarios. Y había otra coincidencia: el jefe del Partido Nacional Socialista de Suiza, Wilhelm Gustloff, hubiera cumplido 50 años. Claro que estaba muerto desde 1936, cuando un estudiante de medicina judío de origen croata, David Frankfurter, lo mató de cuatro tiros en su casa de Davos. Frankfurter estudiaba en Alemania, donde pudo comprobar personalmente el odio racial impuesto por los nazis. Con tiempo planificó y ejecutó su represalia. Fue detenido, juzgado y condenado a 18 años de cárcel. Pasó la guerra preso en la neutral Suiza y en 1945 fue liberado bajo la condición de que abandonara el país y que pagara los gastos del juicio. Después se instaló en Israel, donde hizo carrera en el Ejército y a su muerte, en 1982, fue honrado como héroe. Una película suiza de 1975, Konfrontation, recogió aquel episodio
El entierro de Gustloff convocó a los principales líderes nazis, incluido Hitler. Presentado como un mártir de la causa del III Reich, se escogió su nombre para denominar a un gran crucero de pasajeros botado en 1937. En un principio, se lo pensó llamar "Adolf Hitler", pero a último momento se cambió: hubiera sido un blanco demasiado apetecido por los aliados.
Con 208 metros de eslora y 25 de manga (el Titanic tenía 269 y 28 metros respectivamente), se lo destinó a viajes turísticos en el marco del programa Kraft durch Freude ("Fuerza por la alegría"), destinado a uniformizar y vigilar el tiempo libre de los trabajadores alemanes. El Partido Nazi seleccionaba obreros especialmente fieles para que tomaran vacaciones en el mar, un elemento de propaganda del régimen.
El estallido de la guerra cambió su destino. Ya había transportado las tropas de la Legión Cóndor, que Hitler envió para ayudar a Franco en la Guerra Civil española, y en 1939 pasó a ser buque hospital. Más tarde, pintado de gris, fue utilizado como apoyo de la base de submarinos en el Báltico. Estuvo a punto de participar en la Operación León Marino, la invasión a Gran Bretaña que nunca llegó a concretarse.
OPERACIÓN ANÍBAL. En enero de 1945 el III Reich ya estaba en sus estertores. Los soviéticos avanzaban por el frente del Este europeo, dispuestos a cobrarse las atrocidades sufridas durante la invasión alemana. En Prusia Oriental, los jerarcas nazis, sin embargo, demoraron demasiado la orden de evacuar a civiles y soldados heridos. Cuando finalmente pusieron en marcha la Operación Aníbal, a cargo del almirante Karl Dönitz -unos meses más tarde fugaz jefe de Estado alemán, tras el suicidio de Hitler- el Wilhelm Gustloff fue llamado a colaborar y enviado al puerto de Gotenhafen, hoy la ciudad polaca de Gdynia.
Allí se vivían escenas de pánico, con decenas de miles de personas procurando escapar de cualquier forma del Ejército Rojo. En la mañana del 30 de enero, varios miles trataron de embarcar en el Gustloff, una nave prevista para unos 1.800 pasajeros como máximo, que partía hacia Kiel (Alemania). A último momento y en medio del caos, subió quien pudo, por lo que se estima que casi 10 mil personas estaban a bordo, con cientos de mujeres, ancianos y niños además de soldados. Obviamente, no había botes para todos, como en el Titanic. Tampoco salvavidas, aunque no hubieran servido de nada: la temperatura en el invierno báltico era de 10 grados bajo cero y el mar estaba helado.
Entre los oficiales hubo una discusión sobre si se debía navegar cerca de la costa, a salvo de los submarinos rusos aunque cerca de las minas, o en mar abierto (y peligroso). Triunfó esta posición. El Gustloff inició su viaje con las luces apagadas, pero en determinado momento de la noche, para evitar la colisión con naves amigas, encendió sus focos. Fue entonces que lo descubrió un submarino soviético S 13, al mando de Alexandr Marinesko.
Las tragedias también se escriben con casualidades: Marinesko estaba a punto de ser relevado del mando y deportado debido a su mala conducta (era pendenciero, bebedor y además, unos días antes había desaparecido por tres días, supuestamente en amoríos con una joven sueca). El marino quería hacer méritos y cuando divisó al enorme buque alemán, pensó que destruirlo representaría un gran éxito personal. Poco después de las nueve de la noche ordenó el disparo de cuatro torpedos, cada uno con una inscripción: "Por la madre patria", "Por Stalin", "Por el pueblo soviético" y "Por Leningrado". Tres de ellos impactaron en el Gustloff, que se hundió en menos de una hora.
El barco contaba con algunas baterías antiaéreas, pero no tenía defensa contra submarinos. En su último viaje fue acompañado inicialmente por un torpedero, pero en el momento del ataque se asegura que estaba solo.
Unas 1.200 personas fueron rescatadas; entre 6.000 y 9.000 se fueron con el barco al fondo, ante la indiferencia de un mundo con demasiados dramas a cuestas. En aquellos días de 1945, el régimen nazi ocultó la catástrofe a sus compatriotas, mientras que la prensa de los aliados no le otorgó gran espacio. Tampoco se la mencionó en la Unión Soviética. Los pocos que se enteraron fueron los soldados que recibieron Nachrichten für die Truppe ("Noticias para las tropas"), un boletín de propaganda aliada escrito en alemán que se distribuía en zonas donde se encontraban las fuerzas germanas, ya entonces a la defensiva en toda Europa.
En tiempos recientes, apenas en Alemania su memoria fue rescatada en dos filmes (el más reciente, una producción para televisión, Die Gustloff, emitida en 2008), así como varios libros, entre ellos la novela A paso de cangrejo del premio Nobel de Literatura Günter Grass.
Al regresar a Moscú, Marinesko tuvo su condecoración, pero una menor, no la que esperaba, la de "Héroe de la Unión Soviética". Tras la guerra fue recluido tres años en un campo de concentración y murió casi en el olvido. Recién en 1990, Mijail Gorbachov lo designó oficialmente héroe y en Odessa, su ciudad natal, le levantaron un monumento que lo muestra observando por el periscopio de un submarino.
La revista alemana Der Spiegel definió la suerte de los dos barcos en 2002: "El Titanic era el testimonio del orgullo de una civilización que adoraba la técnica y pensaba que con ella podría conquistar la naturaleza. El Gustloff por otra parte, era el símbolo del orgullo alemán, el sueño de un gran imperio alemán que terminó en un desastre. Era el Titanic de Adolf Hitler".
Breve recuento de tragedias marinas
Si bien las cifras de víctimas varían según las fuentes (entre 6.000 y 9.000 muertos), hay coincidencia entre los investigadores en que el naufragio del Wilhelm Gustloff en 1945 fue la mayor tragedia marítima de la historia.
El peor desastre accidental fue el hundimiento del ferry Doña Paz, el 20 de diciembre de 1987 en Filipinas, con casi 4.400 víctimas tras chocar con un tanque petrolero. Fue definido como "el Titanic de Asia".
El buque francés Mont Blanc, que transportaba explosivos, chocó contra un buque noruego en la bahía de Halifax, Canadá, el 6 de diciembre de 1917. La explosión provocó 1.950 muertos, la mayor parte en tierra.
El naufragio con mayor costo de vidas ante costas uruguayas fue el de la fragata española Salvador, que transportaba al Regimiento de Arcabuceros de Albuera a la Montevideo sitiada por los revolucionarios. El 31 de agosto de 1812 se hundió en la bahía de Maldonado durante una tormenta: hubo entre 400 y 500 muertos, según el investigador Juan Antonio Varese.
En la Nochebuena de 1871 se fue a pique frente a la bahía de Montevideo el América, un vapor italiano que cumplía la carrera a Buenos Aires. Hubo 128 víctimas mortales entre pasajeros y tripulantes. El capitán, Bartolomé Bossi, sobrevivió y enfrentó duras críticas (y también varios juicios) por su supuesta imprudencia.
El hundimiento del crucero argentino General Belgrano por el submarino nuclear británico Conqueror, el 2 de mayo de 1982 durante la guerra de las Malvinas, provocó 323 fallecidos.
el observador
Había una vez un barco de lujo, orgullo de sus constructores, que se hundió en aguas heladas, llevándose miles de vidas. Fue la mayor tragedia naval de la historia, según lo recuerdan investigadores, películas y libros. Sin embargo, no se trata del Titanic, perdido (y luego encontrado) en el fondo del Atlántico desde hace hoy exactamente cien años, sino de un navío alemán desaparecido en 1945, un desastre equivalente a seis Titanic, cuya desventura es poco conocida fuera de Alemania y Rusia.
Si el transatlántico más famoso del mundo es considerado una parábola sobre la soberbia humana, con un buque presuntamente insumergible que se hunde en su primer viaje tras chocar con un iceberg, el Wilhelm Gustloff podría ser un símbolo del drama de la II Guerra Mundial: la ambición delirante de Hitler, el pánico alemán ante la derrota, el deseo de venganza de los soviéticos, la pérdida de vidas más allá de cualquier contabilidad, incluso el silencio posterior, pues fue un desastre sufrido por el bando derrotado. Hasta el propio nombre del barco reclama el desprecio, porque representaba un homenaje a un líder nazi.
El número de personas a bordo del Titanic y las consecuencias de su naufragio varían según las fuentes. El portal ancestry.co.uk, que en estos días publica la lista de todos los pasajeros y tripulantes, los estima en 2.228, con unos 1.517 muertos, mientras que la investigación oficial británica menciona también 711 sobrevivientes pero de un total de 2.201 personas a bordo. En el caso del Wilhelm Gustloff, hubo entre 6.000 y 9.000 muertos. O sea, entre cuatro y seis veces más que en el Titanic.
Fue un episodio de guerra y en ese sentido, no podría compararse con la batalla del Golfo de Leyte, también en la II Guerra Mundial, que entre el 23 y el 26 de octubre de 1944 registró unas 3.500 bajas entre las fuerzas de Estados Unidos y Australia y 10.000 entre las japonesas, aunque como consecuencia del hundimiento o daño irreversible de más de 30 naves y la destrucción de numerosos aviones. Es considerada la batalla naval más grande de los tiempos modernos. El siniestro del Gustloff estuvo marcado, sin embargo, por la muerte de miles de civiles.
ANIVERSARIOS. El lujoso barco alemán se encuentra en el lecho del mar Báltico desde el 30 de enero de 1945. Ese día, Hitler cumplía 12 años en el poder. No tendría más aniversarios. Y había otra coincidencia: el jefe del Partido Nacional Socialista de Suiza, Wilhelm Gustloff, hubiera cumplido 50 años. Claro que estaba muerto desde 1936, cuando un estudiante de medicina judío de origen croata, David Frankfurter, lo mató de cuatro tiros en su casa de Davos. Frankfurter estudiaba en Alemania, donde pudo comprobar personalmente el odio racial impuesto por los nazis. Con tiempo planificó y ejecutó su represalia. Fue detenido, juzgado y condenado a 18 años de cárcel. Pasó la guerra preso en la neutral Suiza y en 1945 fue liberado bajo la condición de que abandonara el país y que pagara los gastos del juicio. Después se instaló en Israel, donde hizo carrera en el Ejército y a su muerte, en 1982, fue honrado como héroe. Una película suiza de 1975, Konfrontation, recogió aquel episodio
El entierro de Gustloff convocó a los principales líderes nazis, incluido Hitler. Presentado como un mártir de la causa del III Reich, se escogió su nombre para denominar a un gran crucero de pasajeros botado en 1937. En un principio, se lo pensó llamar "Adolf Hitler", pero a último momento se cambió: hubiera sido un blanco demasiado apetecido por los aliados.
Con 208 metros de eslora y 25 de manga (el Titanic tenía 269 y 28 metros respectivamente), se lo destinó a viajes turísticos en el marco del programa Kraft durch Freude ("Fuerza por la alegría"), destinado a uniformizar y vigilar el tiempo libre de los trabajadores alemanes. El Partido Nazi seleccionaba obreros especialmente fieles para que tomaran vacaciones en el mar, un elemento de propaganda del régimen.
El estallido de la guerra cambió su destino. Ya había transportado las tropas de la Legión Cóndor, que Hitler envió para ayudar a Franco en la Guerra Civil española, y en 1939 pasó a ser buque hospital. Más tarde, pintado de gris, fue utilizado como apoyo de la base de submarinos en el Báltico. Estuvo a punto de participar en la Operación León Marino, la invasión a Gran Bretaña que nunca llegó a concretarse.
OPERACIÓN ANÍBAL. En enero de 1945 el III Reich ya estaba en sus estertores. Los soviéticos avanzaban por el frente del Este europeo, dispuestos a cobrarse las atrocidades sufridas durante la invasión alemana. En Prusia Oriental, los jerarcas nazis, sin embargo, demoraron demasiado la orden de evacuar a civiles y soldados heridos. Cuando finalmente pusieron en marcha la Operación Aníbal, a cargo del almirante Karl Dönitz -unos meses más tarde fugaz jefe de Estado alemán, tras el suicidio de Hitler- el Wilhelm Gustloff fue llamado a colaborar y enviado al puerto de Gotenhafen, hoy la ciudad polaca de Gdynia.
Allí se vivían escenas de pánico, con decenas de miles de personas procurando escapar de cualquier forma del Ejército Rojo. En la mañana del 30 de enero, varios miles trataron de embarcar en el Gustloff, una nave prevista para unos 1.800 pasajeros como máximo, que partía hacia Kiel (Alemania). A último momento y en medio del caos, subió quien pudo, por lo que se estima que casi 10 mil personas estaban a bordo, con cientos de mujeres, ancianos y niños además de soldados. Obviamente, no había botes para todos, como en el Titanic. Tampoco salvavidas, aunque no hubieran servido de nada: la temperatura en el invierno báltico era de 10 grados bajo cero y el mar estaba helado.
Entre los oficiales hubo una discusión sobre si se debía navegar cerca de la costa, a salvo de los submarinos rusos aunque cerca de las minas, o en mar abierto (y peligroso). Triunfó esta posición. El Gustloff inició su viaje con las luces apagadas, pero en determinado momento de la noche, para evitar la colisión con naves amigas, encendió sus focos. Fue entonces que lo descubrió un submarino soviético S 13, al mando de Alexandr Marinesko.
Las tragedias también se escriben con casualidades: Marinesko estaba a punto de ser relevado del mando y deportado debido a su mala conducta (era pendenciero, bebedor y además, unos días antes había desaparecido por tres días, supuestamente en amoríos con una joven sueca). El marino quería hacer méritos y cuando divisó al enorme buque alemán, pensó que destruirlo representaría un gran éxito personal. Poco después de las nueve de la noche ordenó el disparo de cuatro torpedos, cada uno con una inscripción: "Por la madre patria", "Por Stalin", "Por el pueblo soviético" y "Por Leningrado". Tres de ellos impactaron en el Gustloff, que se hundió en menos de una hora.
El barco contaba con algunas baterías antiaéreas, pero no tenía defensa contra submarinos. En su último viaje fue acompañado inicialmente por un torpedero, pero en el momento del ataque se asegura que estaba solo.
Unas 1.200 personas fueron rescatadas; entre 6.000 y 9.000 se fueron con el barco al fondo, ante la indiferencia de un mundo con demasiados dramas a cuestas. En aquellos días de 1945, el régimen nazi ocultó la catástrofe a sus compatriotas, mientras que la prensa de los aliados no le otorgó gran espacio. Tampoco se la mencionó en la Unión Soviética. Los pocos que se enteraron fueron los soldados que recibieron Nachrichten für die Truppe ("Noticias para las tropas"), un boletín de propaganda aliada escrito en alemán que se distribuía en zonas donde se encontraban las fuerzas germanas, ya entonces a la defensiva en toda Europa.
En tiempos recientes, apenas en Alemania su memoria fue rescatada en dos filmes (el más reciente, una producción para televisión, Die Gustloff, emitida en 2008), así como varios libros, entre ellos la novela A paso de cangrejo del premio Nobel de Literatura Günter Grass.
Al regresar a Moscú, Marinesko tuvo su condecoración, pero una menor, no la que esperaba, la de "Héroe de la Unión Soviética". Tras la guerra fue recluido tres años en un campo de concentración y murió casi en el olvido. Recién en 1990, Mijail Gorbachov lo designó oficialmente héroe y en Odessa, su ciudad natal, le levantaron un monumento que lo muestra observando por el periscopio de un submarino.
La revista alemana Der Spiegel definió la suerte de los dos barcos en 2002: "El Titanic era el testimonio del orgullo de una civilización que adoraba la técnica y pensaba que con ella podría conquistar la naturaleza. El Gustloff por otra parte, era el símbolo del orgullo alemán, el sueño de un gran imperio alemán que terminó en un desastre. Era el Titanic de Adolf Hitler".
Breve recuento de tragedias marinas
Si bien las cifras de víctimas varían según las fuentes (entre 6.000 y 9.000 muertos), hay coincidencia entre los investigadores en que el naufragio del Wilhelm Gustloff en 1945 fue la mayor tragedia marítima de la historia.
El peor desastre accidental fue el hundimiento del ferry Doña Paz, el 20 de diciembre de 1987 en Filipinas, con casi 4.400 víctimas tras chocar con un tanque petrolero. Fue definido como "el Titanic de Asia".
El buque francés Mont Blanc, que transportaba explosivos, chocó contra un buque noruego en la bahía de Halifax, Canadá, el 6 de diciembre de 1917. La explosión provocó 1.950 muertos, la mayor parte en tierra.
El naufragio con mayor costo de vidas ante costas uruguayas fue el de la fragata española Salvador, que transportaba al Regimiento de Arcabuceros de Albuera a la Montevideo sitiada por los revolucionarios. El 31 de agosto de 1812 se hundió en la bahía de Maldonado durante una tormenta: hubo entre 400 y 500 muertos, según el investigador Juan Antonio Varese.
En la Nochebuena de 1871 se fue a pique frente a la bahía de Montevideo el América, un vapor italiano que cumplía la carrera a Buenos Aires. Hubo 128 víctimas mortales entre pasajeros y tripulantes. El capitán, Bartolomé Bossi, sobrevivió y enfrentó duras críticas (y también varios juicios) por su supuesta imprudencia.
El hundimiento del crucero argentino General Belgrano por el submarino nuclear británico Conqueror, el 2 de mayo de 1982 durante la guerra de las Malvinas, provocó 323 fallecidos.
el observador