Islas Malvinas: Brasil apoyó tráfico de armas para Argentina
Puente aéreo montada por URSS y Cuba, con auxilio de Khadafi, tuvo dos vuelos diarios
Litígio entre Argentina e Inglaterra en las islas Malvinas - Explosión de la fragata inglesa "Antelope" en el Estrecho de Sam Carlos (ARCHIVO O GLOBO)
BRASILIA - Las nubes prenunciavam lluvia fuerte en Brasilia en la noche del viernes 9 de abril de 1982. El canciller Ramiro Saraiva Guerrero asistía al "Periódico Nacional", cuando recibió una llamada del brigadeiro Saulo de Mattos Macedo, jefe del Mando Aéreo Regional: un avión cubano hube invadido el espacio aéreo brasileño.
En el mundo de la Guerra Fría, Brasil y Cuba no mantenían relaciones diplomáticas. Por ese motivo, por la mañana, el Itamaraty hube negado permiso a un vuelo de la Cubana de Aviación rumbo a Buenos Aires. A las 20h40m, el canciller telefoneó para el presidente de la República, general João Figueiredo. Minutos después, dos cazas despegaron de la base de Anápolis - con alguna dificultad porque la iluminación de la pista fuera afectada por rayos - en dirección al punto indicado por los radares, 300 kilómetros a oeste de Brasilia.
Se siguió un tenso balé nocturno a ocho mil metros de altitud. Duró tensos 82 minutos. Sólo acabó cuando los pilotos brasileños anunciaron la decisión de tirar.
El jato ruso Ilyushin II 62-M, matrícula CUT-1225, aterrizó en Brasilia a las 22h12m. Impresionó agentes de la Aeronáutica por un detalle: tenía capacidad para despegar con 165 toneladas de peso y 180 pasajeros, pero en la cabina estaban sólo tres personas - el diplomático cubano Emilio Aragonés Navarro, mujer y neto. Sólo pudieron seguir viaje tras seis horas de negociaciones entre los gobiernos de Brasil y de la Argentina. Nada se sabe sobre la carga.
Navarro llegó Buenos Aires alrededor de las 7h de sábado, 10 de abril, con un mensaje del líder cubano Fidel Castro para el presidente argentino, general Leopoldo Galtieri: oferta de armas y tecnología de informaciones, bajo patrocínio de la Unión Soviética, para el conflicto con Reino Unido.
Comenzaba una operación de suprimento clandestino de armas para la Argentina, montada por la URSS, negociada por Cuba, y con participación de Brasil, Perú, Libia y Angola.
Fue un episodio singular en la lógica de la Guerra Fría. Los rusos movilizaron Fidel para socorrer una dictadura militar ferozmente anticomunista, que confrontaba el principal aliado de Estados Unidos en la Organización del Tratado de Atlântico Norte (Otan) - el sistema de defensa creado para contener una eventual invasión soviética en Europa.
Una semana antes, en la madrugada de 2 de abril, los militares argentinos habían desafiado Reino Unido invadiendo el archipélago Malvinas, a 500 kilómetros de la costa. Pressupondo el apoyo de los EUA, Galtieri hube contado al embajador norteamericano, Harry Schlaudemann, su pretensión de quedar en el poder por cinco años más, como mínimo. Sólo no hube calculado la reacción determinada de la primera-ministra Margareth Tatcher - "el hombre fuerte de Reino Unido" a los ojos del presidente Ronald Reagan.
Tatcher hube recibido en Londres el secretario de Estado de los EUA, Alexander Haig, en la noche anterior a la interceptação del avión cubano en Brasilia. "La menos que impidamos los argentinos de tener éxito, todos somos vulnerables", ella comentó, conforme registros oficiales. Haig confortou-a: "Estoy seguro de que la señora sabe que no somos imparciales".
Ella despachara una flota para las Malvinas, a 13 mil kilómetros de distancia. En la conversación, agradeció lo soporte norteamericano, a partir de la base de la Isla alcista. Instaladas a 2,7 mil kilómetros de la costa brasileña, en la altura de Pernambuco, las antenas allí plantadas son los "oídos electrónicos" de Washington en Atlântico Sur.
Antes de despedirse de Haig, Tatcher lo condujo a una sala de la residencia oficial. Y "deliberadamente" le mostró retratos de héroes británicos de las guerras napoleônicas, el almirante Horatio Nelson y el general Duque de Wellington - describió Haig, impresionado, en telegrama enviado a Casa Branca durante el vuelo de Londres para Buenos Aires.
Haig hizo una escala en Recife para reabastecer su avión. Se encontró con el entonces gobernador de Pernambuco, Marco Maciel, a quien contó que aconsejaría a los argentinos negociar, pues serían vencidos por Tatcher con la ayuda de los EUA.
El día siguiente se reunió con Galtieri. Oyó del general, que ya hube conversado con el emisario de Fidel, mención a las "ofertas de ayuda militar de países no-occidentales".
La Unión Soviética redicionara parte de sus satélites Cosmos para vigilancia en Atlântico Sur, donde también mantenía 25 barcos "pesqueros". La CIA consideraba "inusual" ese nivel de cobertura soviética en la región, pero arriesgó un palpite en telegrama la Haig en la mañana de aquel 9 de abril: "La actividad militar soviética probablemente quedará restricta a los datos de localización (de la flota británica)".
La Argentina enfrentaba un bloqueo financiero, comercial y militar europeo. No tenía dinero, sólo US$ 400 millones en reservas. Tampoco tenía las armas necesarias. Hube Pagado a Francia por 14 cazas Super Étendard y hube recibido sólo cinco, con cinco modernos misiles Exocet. Sin información de satélites, no podría localizar navíos enemigos - submarinos, ni pensar.
Los británicos, al contrario, ya recibían del Pentágono los códigos militares argentinos, imágenes diarias y detalladas de las bases y del movimiento en Puerto Argentino (ahora Puerto Argentino, capital de las Malvinas). Mandaron dos submarinos nucleares para la región, inspirando miedo en el jefe de la Armada, almirante Jorge Anaya, el más radical de la Junta Militar. Desde 1978, Anaya cargaba un manuscrito con su propio plan para invasión de las Malvinas. En la hora de la batalla, recogió la flota a los puertos del sur. Y no a dejó navegar hasta el fin de la guerra.
Cuando Haig volvió Londres, Boeing 707 de la Aerolíneas Argentinas aterrizó en el Río. Viña de Tel Aviv, Israel, con destino a la base del Palomar, en la periferia de Buenos Aires. Fue conducido para reabastecimento al lado de aeronaves civiles en el aeropuerto del Galeão, a pesar del pondrán estar lotado con una carga de bombas y minas terrestres.
"Gradualmente" - registró el Consejo de Seguridad Nacional en memorando al presidente Figueiredo -, la Argentina estrechaba "sus contactos con lo Brasil, en grados diversos de formalidade". Y requería "cooperación en términos más concretos".
Brasilia comenzó a recibir lista de pedidos: créditos y facilidades para operaciones triangulares de comercio con a Europa; aviones para entrega inmediata; bombas incendiárias y munición para fusiles; sistemas de radar y querosene de aviación, entre otras cosas.
El Itamaraty recomendaba "tratamiento favorable" a casi todo, mientras la tensión aumentaba en el ritmo de la marcha de la flota británica por Atlântico Sur.