Un astronauta de la NASA visitó el Planetario
El científico
Lawrence DeLucas relató su experiencia en el espacio,
donde estuvo 14 días y de dónde bajó con 13% menos de masa muscular. Las anédotas de un hombre de vió la Tierra desde afuera
Crédito foto: Nicolás Stulberg
James "Larry" DeLuca es un bioquímico norteamericano que tuvo el honor de ser elegido –entre más de 30 postulantes– miembro de una tripulación de la
NASA:
viajó en el transbordador espacial Columbia STS-50 en 1992 y colaboró en el Laboratorio de Microgravedad de los Estados Unidos-1 (USML-1)
misión Spacelab.
Seguramente, el imaginario social no tiene bien confeccionada la imagen de un astronauta, pero "Larry" es todo lo contrario de lo que cualquiera pudiera creer. Provisto de un humor envidiable, vestido con el traje típico de la
NASA, el científico ingresó entre
a la sala de conferencias del
Planetario Galileo Galilei, donde dejó perpleja a la audiencia que silenciosamente –excepto en momento de risas– escuchó cómo fue su experiencia en el espacio.
Con total soltura –control remoto en mano– relató su experiencia y recordó anécdotas mientras mostraba fotografías de su viaje espacial en la particular pantalla del lugar.
"¡Ahí estoy yo! Mucho más joven y con pelo más negro", dijo con gracia en el inicio de sus relatos, y sorprendió con un dato curioso:
"Cuando uno va al espacio, no quiere ser alto, quiere ser bajo. Si uno es muy alto y de repente se levanta, se puede golpear contra el techo porque se marea!", dijo entre risas.
Tras el chiste, explicó: "El tema es que el corazón tienen que bombear suficiente para que la sangre vaya a la cabeza y uno no se desmaye. ¡Sin la gravedad no hay nada que diga cómo está la presión! Nosotros tuvimos un récord: 14 días en el espacio. Al volver a la Tierra, por el cambio de presión uno puede desmayarse".
DeLuca tuvo un entrenamiento de dos años y debió aprender todo sobre las ciencas, además de realizar 31 experimentos y aprender todo sobre el trasbordador espacial.
El día del despegue
Mostrando una fotografía de su rostro en la mañana del lanzamiento, dijo:
"¡No me estoy riendo!". Pese a las obvias sensaciones,
Larry estaba seguro de que no iban a despegar porque las condiciones climatológicas no eran las adecuadas. "Cinco minutos antes del lanzamiento subimos al trasbordador, donde todos tenían que aprobar la salida. El meteorólogo dijo:
'No, hay que esperar´. Pero dos minutos más tarde él mismo anunció:
'Tripulación de Columbia, prepárense que vamos a salir!’”.
"En ese momento mi ritmo cardíaco se triplicó y minutos más tarde estudié las tareas que tenía que realizar", recordó con cierto dejo de emoción y gracia en su cara.
"Hay tres tarjetas que están en la parte superior de donde uno se encuentra y que dicen qué hay que hacer a medida que la nave va descendiendo. ¡Lo primero que dice es qué tenemos que hacer
si explotamos a 20 mil pies!, después, qué pasa entre 20 mil y 40 mil pies, y la otra decía qué hacer si explotábamos más allá.
¡Leer eso a segundos antes del lanzamiento es bárbaro!”.
Lawrence contó la importancia que tienen las nubes en el momento del aterrizaje y cómo se realiza el lanzamiento. Mientras lo hacía, detrás de él –y sobre la cabeza de todo el auditorio– se veía un video musicalizado con las imágenes del despegue del trasbordador donde volaba al espacio en 1992 el hombre de azul que en ese momento estaba hablando y a quien era imposible dejar de ver sin sentir asombro.
Fotos que no encuentran otro calificativo que maravillosas y hasta emotivas nos regalaban la visión que los astronautas tuvieron desde el espacio del
Himalaya, de la Cordillera de los Andes, las Islas Canarias, Japón y hasta de la Luna.
La conferencia se vivió con una mezcla de admiración y festejo ante cada una de las ocurrencias del hombre del espacio. Hubo otras fotografías, casi íntimas, de la tripulación que hicieron reír a todos los presentes: el protagonista del baño en primer plano –similar a un inodoro de avión pero con seguro para sostener las piernas–, los asientos donde volaban, las ropas sucias y hasta orina congelada tirada fuera de la nave pasaban como diapositivas.
Dos semanas en el espacio
La misión de la que formó parte DeLuca estuvo en el espacio 14 días. Catorce inolvidables días: desde allí arriba pudo ver "casi todos los rayos que caían en el planeta como si fuesen flashes y cada 90 minutos damos una vuelta alrededor de la Tierra, cada 45 minutos hay un amanecer y un atardecer".
Los momentos de sueños eran no mayores de tres horas diarias y en unas especies de cajas con redes para conter los cuerpos:
"Adentro hay una red y uno flota adentro de esa caja, sin eso estaríamos como una pelota saltando de un lado para el otro adentro de la nave", explicó mientras una fotografía lo mostraba acomodando su cuerpo presto para el descanso.
Otra de las necesidades básicas en la vida de todo ser humano es el momento del baño. ¿Cómo se bañaban dentro del trasbordador? "Uno puede ponerse shampoo que no se enjuaga sobre toda la cabeza porque como no hay gravedad no se va a caer. Puede tirarse toda la botella en la cabeza. Sólo se armará una gran burbuja de jabón en todo el cuerpo. Lo que hacíamos era ponernos un poco en el pelo y nos secabamos con una toalla", explicó.
A la hora de alimentarse lo hacían con comida que llevaron en bandejan herméticas y también con sopas: "No importa cómo pongan la cuchara porque del lado que se introduzca siempre saldrá sopa, pero hay que hacerlo despacio".
La declaración más esperada sobre su estadía en lo desconocido:
"No vi ningún extraterrestre pero estoy seguro que hay miles de Planetas desconocidos donde debe haber vida". Creer eso, dijo, lo llevaría una vez más a órbita.
Luego de los 14 días en el espacio, la tripulación conformada por Ellen S. Baker –especialista de misión–, Kenneth D. Bowersox –piloto–, Bonnie J. Dunbar –comandante de la carga útil–, Richard N. Richards –comandante–, Carl J. Meade –especialista de misión–, Eugene H. Trinh –especialista de carga útil–, Lawrence J. DeLuca –especialista de carga útil–
aterrizó en Florida.
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