Tras la violencia, una lucha por el poder entre dos países
La ola de ataques por el video sobre Mahoma esconde una disputa económica y política entre Qatar y Arabia Saudita.
ARÍS.-
La ola de violencia desatada en Medio Oriente el 11 de septiembre pasado, con el pretexto de un
lamentable film islamófobo , demostró que la región sigue siendo presa de una feroz lucha por el poder que se plantea en varios niveles.
En la superficie pugnan los grandes partidos moderados y los salafistas ultraortodoxos, auténticos radicales decididos a sacar ventaja de la desilusión de la "primavera árabe" y el inevitable desorden de la transición. Pero detrás de esas organizaciones se mueven intereses estratégicos superiores que pelean a fuerza de centenares de millones de petrodólares por el poder político y económico de la región.
Un año después de las ilusiones suscitadas por las rebeliones populares en esa región de 300 millones de creyentes, es necesario rendirse a la evidencia de que los islamistas no son un bloque unido.
Vencedores en elecciones en Marruecos, Túnez y Egipto, los Hermanos Musulmanes y otras agrupaciones afines tratan, desde el 11 de septiembre, de contener la ira de bandas de exaltados, alentada por grupos de fanáticos.
Esas erupciones de violencia provocaron los ataques a las embajadas de Estados Unidos en Egipto y Túnez, y sobre todo la muerte del embajador Chris Stevens y otros tres diplomáticos norteamericanos en la ciudad libia de Benghazi.
Después de un momento de ambigüedad, Estados Unidos calificó el asalto a su sede diplomática en Libia de "acto terrorista", probablemente organizado por jihadistas ligados a Al-Qaeda. Sus líderes provienen de regiones donde el salafismo está en plena expansión.
Poco antes del 11 de septiembre, un grupo de salafistas había destruido santuarios sufíes en Libia. En Túnez atacaron varios negocios de venta de alcohol. En la rebelión siria cada vez es mayor la influencia de esa corriente ultraortodoxa de los sunnitas, sin contar con el sorprendente resultado alcanzado en las elecciones legislativas egipcias, donde el partido Al-Nour obtuvo el 20% de las bancas.
A ese preocupante panorama se podría agregar la acción de grupos afines, responsables de la destrucción de mausoleos musulmanes en Malí, y una presencia cada vez más grande en la Cachemira india.
"Estamos ante una corriente radical del islam que está ocupando un espacio cada vez mayor en Medio Oriente", reconoce el analista francés Stéphane Lacroix, autor de varios libros sobre el tema.
¿Por qué esa búsqueda de la confrontación? Lo que está en juego "a través de esos grupos es una guerra por el liderazgo islámico en el mundo", dice Samir Amghar, sociólogo especializado en el salafismo.
Dos petromonarquías se enfrentan en ese combate: Qatar y Arabia Saudita. Y lo hacen utilizando las mismas estrategias: mucho dinero y propaganda difundida a través de sus medios de comunicación.
Los qataríes -dueños de la cadena global Al-Jazeera- son aliados de los Hermanos Musulmanes, la organización hiperestructurada que gobierna Egipto, y supuestamente muy cercanos a Ennahda, la primera fuerza política en Túnez. Para contrabalancear esa hegemonía, Arabia Saudita decidió apoyar a los salafistas.
"La emergencia de la corriente salafista es una de las consecuencias y de los instrumentos de la política exterior saudita", afirma el politólogo Mohammed-Alí Adraoui.
"Desde la guerra en Libia y con el objetivo de impedir el surgimiento de polos de poder que pudieran causarle problemas, ciertos dirigentes sauditas decidieron financiar y apoyar el desarrollo de movimientos salafistas", agrega.
En ese marco, el partido salafista egipcio Al-Nour habría recibido cantidades considerables de petrodólares sauditas. Asimismo, y fiel a su tradición, la monarquía wahabita invierte millones de dólares en cadenas de televisión religiosas, en las cuales predican los teólogos salafistas, afirma Amghar.
Alianza histórica
Doctrina radical islámica, el wahabismo se apoya en la alianza histórica entre el poder político y financiero representando por Ibn Saoud, fundador de la dinastía, y una autoridad religiosa representada por Muahamad ibn Abd Al-Wahhab. "Esa doctrina sigue existiendo gracias a esa alianza, a la financiación de cadenas de televisión religiosas y a la formación de numerosos predicadores", afirma el politólogo tunecino Riadh Sidaui.
"Desde los años 60, Arabia Saudita utiliza el wahabismo -sobre todo en el terreno mediático y político- para tratar de bloquear las tentativas progresistas en el mundo árabe, como el Egipto de Gamaal Nasser o la Argelia de Huari Bumedien. En tres décadas, Riyad gastó más en propaganda integrista que la Unión Soviética en 70 años. Ese discurso terminó por generar el terrorismo de Al-Qaeda y su líder, Osama ben Laden", precisa Sidaui.
Fueron precisamente esas cadenas sauditas las que difundieron el polémico film
La inocencia de los musulmanes traducido al árabe.
"Tierra de asilo de los Hermanos Musulmanes, hostiles a Nasser, Arabia Saudita cortó definitivamente los lazos con esa organización ?juzgada demasiado turbulenta? durante la «primavera árabe»", dice Amghar. El movimiento se alió entonces a Qatar.
"El objetivo no es desarrollar el islamismo en el mundo, sino tener aliados que compartan puntos de vista e intereses económicos", aclara Amghar. Tanto los qataríes como los sauditas buscan la forma de proteger sus intereses estratégicos ante la perspectiva del agotamiento del petróleo.
"Qatar, que tuvo hasta 2011 un crecimiento de dos dígitos y una capacidad financiera importante, necesita mantener una presencia regional e invertir para tener aliados", precisa.
En el terreno político, los intereses son idénticos. Se trata de "regímenes autoritarios que pretenden contener o enmarcar cualquier protesta y desviarla hacia otros países", agrega Amghar.
Aliadas de Estados Unidos, ninguna de las dos petromonarquías ha sido hasta ahora escenario de violencia antinorteamericana. Las estrategias, sin embargo, difieren. Mientras los dirigentes sauditas condenaron con severidad la "conducta blasfema de Occidente", Qatar anunció que invertirá 450 millones de dólares en la realización de tres películas que presentarán "la verdadera imagen" del Profeta.
En todo caso, las reacciones populares de condena al radicalismo islámico observadas esta semana en Libia, Túnez e incluso Egipto, parecen demostrar que los salafistas tropiezan con fuerte resistencia en su intento de desatar una ola generalizada de violencia antioccidental en el mundo árabe.
La cúpula de los rebeldes sirios
- La cúpula del Ejército Sirio Libre (ESL), que lidera la revuelta contra Bashar Al-Assad, dejará el comando de operaciones que utiliza desde hace un año en Turquía para instalarse de nuevo en territorio sirio, desde donde proyecta continuar sus acciones de combate con más libertad, según anunció ayer uno de sus jefes, Rial Al-Assad.
- En los últimos meses habían surgido diferencias entre las dos principales facciones del ESL: la que luchaba desde el interior y la que dirigía sus operaciones con la protección de Turquía. Ahora las dos facciones quieren reforzar sus contactos para encarar la etapa decisiva de la lucha en común.
- LA NACION