Indisimulable malestar en las Fuerzas Armadas
Entre los oficiales objetan el uso de los derechos humanos y la excesiva politización
Un malestar por partida doble se percibía ayer en fuentes castrenses,
ante las denuncias que salpican al general
César Milani, que al asumir como jefe del Ejército proclamó el alineamiento de las Fuerzas Armadas con el proyecto político del Gobierno.
A la inquietud por la "alevosía con que el Gobierno utiliza el tema de los derechos humanos", transmitida en esos términos por fuentes castrenses, se suma la preocupación por "embanderar" a todas
las Fuerzas Armadas con una corriente política.
"El Ejército está para defender la patria y la Constitución", confió ayer una fuente militar a LA NACION. Si bien se interpreta que esa premisa rige ante los gobiernos de cualquier signo político, a la mayoría de los uniformados les cuesta comprender el alineamiento con
un gobierno que confrontó con las Fuerzas Armadas y le retaceó recursos.
"Cuando les conviene, los cabos, los subtenientes y las jerarquías más bajas en los tiempos de la lucha contra la subversión eran grandes depredadores. Ahora, para favorecer a Milani, parece que eran simples subalternos", observó ayer un oficial retirado, al poner en evidencia dos criterios contrapuestos.
Si bien nadie pone en juego los principios de la verticalidad y la subordinación, en las fuerzas no se disimula el contraste entre la responsabilidad atribuida a los "oficiales jóvenes" que
se desempeñaron en los cruentos años 70, a pesar de que tenían las más bajas jerarquías, y el criterio que el Gobierno aplica con Milani, a quien exime de toda responsabilidad, aunque su actuación reviste contextos y circunstancias similares.
"De los 1680 oficiales y suboficiales de todas las Fuerzas Armadas, de seguridad y policiales que pasaron por distintas situaciones procesales, sólo 74 eran generales. Más del 70% tenían jerarquías subalternas", confió una fuente castrense. En ese sentido, advierten que Milani sorteó los requerimientos judiciales que debieron transitar muchos efectivos de su generación. "Milani encarna el espíritu de la inteligencia militar. En muchos aspectos, actuó como Astiz: era un teniente que cumplía órdenes", deslizó con ironía una fuente.
Por su posterior actuación en la especialidad de inteligencia y su carrera en ascenso a partir de la llegada de
Nilda Garré al Ministerio de Defensa, fuentes castrenses le atribuyen a Milani un grado de influencia en la confección de las listas de ascensos y promociones militares.
En las propias fuerzas recuerdan que tanto en la Armada como en el Ejército, durante la gestión de Garré -no tanto en la de su sucesor, Arturo Puricelli- se aplicó la política de la "portación de apellido", para impedir el ascenso y promover el retiro de oficiales que tenían un parentesco con militares que actuaron durante los años de la guerra sucia. "Por la portación de apellido vieron truncadas sus carreras muy buenos oficiales, sin ninguna justificación", reveló un oficial retirado.
La segunda preocupación que en voz baja transmiten las fuentes castrenses es la politización. Con la mirada en Venezuela, muchos miran con desgano la probable intención de trasladar el "modelo chavista" a las Fuerzas Armadas argentinas.
"El Ejército siempre estuvo comprometido con la comunidad. La idea de ayudar a la gente ante los desastres naturales y las emergencias no la inventaron los Kirchner. Fue siempre una de las tantas misiones subsidiarias de las Fuerzas Armadas", confió otro observador militar.
De todos modos, sobrevuela desde hace varias semanas, entre varios oficiales, la imagen del Operativo Dorrego, cuando en los años 70
los militares trabajaron codo a codo en la provincia de Buenos Aires con los Montoneros. La organización peronista no había pasado a la clandestinidad y compartía las tareas y hasta los uniformes de fajina con los militares, que luego los combatieron
la nacion