Testimonio del Cnl Navone
Esas piezas de artillería venían provenientes del Grupo de Artillería 101, que tenía su asiento de paz en la ciudad de Junín (Provincia de Buenos Aires).
Inicialmente, a estos cañones se les asignó una misión no común en Artillería: hostigar a los buques enemigos. Su presencia y sus fuegos pusieron término a la impunidad con que las fragatas cañoneaban nuestras posiciones, pero sobre todo cumplieron un importante objetivo psicológico sobre la propia tropa que ya no se sentía tan desamparada.
Esos fuegos fueron ejecutados en su totalidad durante la noche, con el frío entumeciendo las manos y el viento cortajeando los rostros de esos estoicos artilleros que cumplieron más de quince misiones de fuego contra los buques, disparando sobre ellos más de ciento cincuenta proyectiles de 45 kilogramos de trotil y acero cada uno.
Además de este tipo de misiones, la Batería "D" estableció también verdaderos duelos de contrabatería contra la artillería británica y ejecutó fuegos de neutralización y hostigamiento a las mayores distancias incidiendo en la profundidad del campo de combate del enemigo.
Esta batería realizó, durante la campaña, un heroico esfuerzo que fue ampliamente valorado por todos los combatientes que luchamos en las islas.
Combatió estoicamente desde el 14 de mayo hasta la noche el 13 al 14 de junio, en que sus piezas se silenciaron por haberse agotado su munición.
No sufrió ninguna deserción durante el combate, alcanzando algunos de sus hombres un desempeño superlativo, transmitiendo el ejemplo de su accionar heroico a sus camaradas.
Qué decir del soldado WULDRICH, que se arrojó con decisión sobre una estiba de pólvora que se estaba incendiando con peligro de explosión, para preservar la vida de sus camaradas, o del dragoneante LOPEZ, que con decisión y valentía vació el cargador de su fusil sobre un avión SEA HARRIER que, en vuelo rasante, atacó la posición. Qué decir de la entrega y sacrificio del Teniente Primero DAFUNCHIO..., del Subteniente PEREZ..., del Suboficial Principal GARNICA..., y de todos los artilleros que integraron la batería, que fue quizás la que recibió los conceptos más elogiosos de los estudiosos de esta guerra, tanto del país como del extranjero.
Podríamos hoy recordar numerosos escritos británicos, que por ser precisamente vertidos por el enemigo de esos días, involucran una gran objetividad, ajena a la natural predisposición de ver las cosas desde nuestro propio punto de vista.
Pero me limitaré a mencionar sólo tres de ellas.
La primera extraída del libro "Una cara de la moneda" que dice:
"Los cañones argentinos de 155 mm que estaban situados alrededor de STANLEY, seguían causando estragos entre las posiciones británicas. Son unos cachorros endemoniadamente malos y desagradables. Te escupen un proyectil y te "estonquea" toda la zona".
En segundo lugar los conceptos expresados por el Brigadier Julian Thompson, Comandante de la Brigada 3 de Comandos Británicos, quien en su obra "No Picnic" al respecto dice:
"Los proyectiles de los cañones de 155 mm se distinguían de los proyectiles de los Obuses de 105 mm y morteros de 120 mm por su fuerte tronar. Cuando tuviera lugar la siguiente fase, sería mejor, pues menos tiempo deberían mis hombres permanecer bajo el fuego de la artillería argentina".
Finalmente rescato la opinión de otro testigo presencial de la guerra, el periodista Charles Laurence, quien a fines del año 1982 escribió al respecto:
"Las tropas británicas enfrentaron a una dura artillería de 155 mm, que dejó tirados a heridos y muertos, pertenecientes a las unidades de asalto".
Pero quizás, corroborando la vigencia de la cita bíblica que dice: "Nadie es profeta en su tierra", escaso fue el reconocimiento que recibió esta batería al regreso de la guerra.
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El día 9 de Junio fui llamado al Puesto Comando del Grupo de Artillería 3, y allí, el Jefe de la unidad, me impartió la orden de relevar, por cuarenta y ocho horas, al Jefe de la Batería de Tiro "C" (Teniente Primero HECTOR TESSEY), como así también a parte del personal de la misma, con hombres de mi batería, para permitir que aquéllos pudieran descansar.
Como consecuencia de su misión, y dada su ubicación geográfica en el terreno (2000 m al Oeste de MOODY BROOK), la Batería "C" era, hasta ese momento, la que había recibido los fuegos de contrabatería más intensos y sostenidos.
Esta batería estaba organizada con 8 piezas (calibre 105 mm OTTO MELARA, de 10.200 m de alcance). Debido a la escasa capacidad que presentaba el terreno en esa zona, no permitía ubicar efectivos de artillería de mayor magnitud, sin ofrecer al enemigo un blanco rentable.
Relevamos, en total, a cuatro servicios de pieza, o sea al cincuenta por ciento de los efectivos de la batería.
Durante la tarde del día 10 de junio adelantamos cuatro piezas a una posición suplementaria, previamente reconocida, ubicada aproximadamente, a 3 Km al Oeste de la posición principal. Desde allí resolveríamos, en alguna medida, el problema de no poder batir determinados blancos como consecuencia de nuestra falta de alcance.
Los fuegos fueron reglados por los observadores adelantados, ubicados en Monte LONGDON (Teniente ALBERTO RAMOS), DOS HERMANAS (Capitán TOMAS FOX) y Monte HARRIET (Teniente DANIEL TEDESCO), y dirigidos por el Centro de Dirección de Tiro del Grupo de Artillería 3.
Recuerdo que los daños causados a los británicos en esa oportunidad fueron importantes, ya que no escatimaron esfuerzos en ejecutar un rápido y eficaz fuego de contrabatería sobre nuestra posición, como así también en atacar la misma con medios aéreos.
Aproximadamente a las 1600 horas, y luego de haber terminado de cumplir una misión de fuego, emergieron, desde detrás del Monte DOS HERMANAS, dos imponentes SEA HARRIER, los cuales volando a baja altura, atacaron la posición. Esta acción la repitieron aproximadamente media hora más tarde, pero cambiando la dirección del ataque. Tal hecho es una muestra de la importancia que el enemigo daba a nuestra artillería, ya que no vaciló en arriesgar esas costosas máquinas – valuadas en más de veinte millones de dólares cada una, para atacar cuatro pequeños obuses.
Al atardecer, nos replegamos a la posición principal. Recuerdo que la noche del 10 al 11 de Junio fue muy dura. La artillería británica ejecutó, sobre la primera línea y sobre nuestras posiciones, un intenso fuego de hostigamiento que no pudimos contestar por estar fuera de alcance. Es destacable recordar que nuestra artillería tenía un alcance de 10,2 Km y la enemiga de 17 Km. Sólo nos quedaba apretar los dientes y rezar.
Era realmente emocionante ver, al término de cada ráfaga del enemigo, a jóvenes oficiales y suboficiales abandonar sus refugios y arrastrarse para llegar a cada uno de los hombres, con el objeto de saber cómo se encontraban y alentarlos. Si todo estaba "sin novedad", un cerrado "sapukay" se elevaba a los cielos malvinenses. La noche fue muy fría y cerrada. Durante esas horas reflexioné sobre la gran responsabilidad que tenía, y pedí a DIOS que nos ayudara para adoptar las medidas más adecuadas, preservar a nuestros hombres y apoyar eficazmente a nuestra infantería.
El 11 de Junio fue un día frío, con cielo claro y soleado. Durante la mañana y la tarde, se sucedieron los adelantamientos y combates desde las posiciones suplementarias. Los fuegos de contrabatería del enemigo resultaron más intensos.
El Teniente RAMOS dirigió los fuegos y reiteró que la reunión de personal y medios de los británicos en su sector, era cada vez más importante. Allí volcamos todos nuestros esfuerzos.
Por la noche, nos replegamos a la posición principal.
Me comuniqué con el Teniente Coronel BALZA, quien me ordenó que preparáramos los medios y el espíritu, porque el enemigo, según los indicios que se disponían, incrementaría durante esa noche el ímpetu de su ataque.
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El día 13 de junio de 1982 fue un día frío, con cielo claro y soleado, durante la noche se habían sucedido intensos fuegos de contrabatería. A la mañana se cumplieron misiones de fuego en forma casi ininterrumpida, estableciendo con el enemigo verdaderos duelos de Artillería.
A unos ciento cincuenta metros de nuestra posición teníamos un depósito de armamento y equipos dentro de un pequeño tinglado. En su interior había dejado de custodia a dos soldados con la misión de no abandonarlo por ninguna causa. A las trece horas, la posición recibe intenso fuego de artillería, miro el depósito y veo que comienza a incendiarse, me acerco lentamente y compruebo que está prácticamente destruido.
Todo hacía suponer lo peor con respecto a la vida de los soldados.
Pero por suerte, en esos momentos, el Cabo RAMON CORREA que había ido a llevarles la comida, ingresó decididamente y arrastró hacia fuera a uno de ellos que estaba herido antes de que el tinglado se quebrara en mil pedazos.
El Cabo CORREA fue herido en la acción, pero protegió y salvó la vida de los dos soldados.
Durante la noche el Grupo de Artillería 3 apoyó el repliegue del Batallón de Infantería de Marina 5, que al decir del Capitán de Fragata ROBACIO, que era su jefe, estaba efectuando fuegos muy eficaces que contribuían decididamente en la acción que estaban llevando a cabo los bravos infantes de marina.
Durante el combate, el retroceso del tubo de un cañón alcanzó al Cabo FERRERO quebrándole sus piernas. El Suboficial cayó herido pero demostrando un gran espíritu militar se negó a abandonar la posición, gritando y con lágrimas en los ojos se resistió, hasta que por la fuerza fue cargado en un camión UNIMOG y trasladado a un hospital.
¡Qué actitudes tan sencillas, pero qué grandeza encierran!
Quizás hoy, con la perspectiva que dan los años, podamos valorar aún más estas actitudes en hombres que mantuvieron un gran espíritu de lucha pese a que el frío, el hambre y la dureza del combate habían mermado sus energías.
Junto a nosotros, en esos momentos cruciales, como lo hizo durante toda la campaña, se encontraba el periodista y corresponsal de guerra NICOLAS KASANZEW, quien en uno de sus libros recuerda esos momentos de la siguiente manera:
"Los hombres afectados al servicio de las piezas parecían embriagados por el aire que apestaba a explosivos, por el ruido que aturdía. Y la excitación de los artilleros se contagiaba. Era un olor grato, olor a cordita, olor a combate".
"Las baterías de artillería se comportaban como si fueran velas que una vez encendidas continuaban consumiéndose hasta su total agotamiento. No dejaban de disparar hasta que el enemigo hiriera a los servidores o estropeara las piezas o hasta que estas se fundieran. Pienso que esa embriaguez de la batalla que me invadió debe ser aún mayor en los soldados que combatieron y la conservarán como el único gran recuerdo que los hará olvidar los penosos días de las trincheras".
Durante la mañana la intensidad de los combates fueron decreciendo lentamente, ya casi no se recibían misiones de fuego.
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