Conferencias, entrevistas y programas de Nicolás Kasanzew.-

Nicolas Kasanzew

Corresponsal Veterano Guerra de Malvinas
Mi último libro está virtualmente agotado, aunque hay un proyecto de reeditarlo en este 2015. Sin embargo, no puedo evitar la tentación de reproducir una reseña del mismo, recientemente publicada por el historiador Ricardo Tabossi.

EL ULTIMO LIBRO DE KASANZEW
Por Ricardo Tabossi
El Tiempo, Mercedes, Abril 2, 2015

El objetivo propuesto por Nicolás Kasanzew en su libro Malvinas a sangre y fuego de ponerle rostro al soldado desconocido, está alcanzado. El intento por rescatar del silencio a los olvidados combatientes de Malvinas, de ponerles nombre a “los sin nombre”, como llamó Leopoldo Lugones a los que hicieron la Guerra Gaucha, y demostrar que los “chicos de la guerra” estuvieron a la altura de las mejores tradiciones guerreras de la Patria, está sobradamente cumplido.

La exuberancia descriptiva del libro, que va mucho más allá de la estimable compilación de los hechos, es impresionante. El tono, el calor y movimiento de la narración, están tan bien compensados, que nos pone sin dificultad en contacto casi íntimo con los combatientes.

Para lanzar un conjuro sobre lo que ha pasado hace más de 30 años, y para que el lector vea lo que él vio, se necesita talento. Como un pintor, Kasanzew logra con su narrativa captar por un momento una escena impresionante o tierna, convirtiéndonos en espectadores. Rescato algunas escenas de las muchas, muchísimas del libro:

1. El conscripto Bordón, muerto durante el ataque del 1° de mayo. La imagen de la pelota con los colores de Boca, con la que había jugado el día anterior, al lado del cadáver, enternece y conmueve, porque nos muestra el hombre-niño, y porque nos recuerda la edad del potrero y de los sueños.

2. La perra Xuabia (única perra que volvió al continente, de 18 perros de guerra que fueron a las Islas) que abandona a sus cuidadores para correr hacia la línea de combate. La encontraron horas después dándole calor con su cuerpo a un soldado herido y aterido de frío, salvándolo del congelamiento.

3. El muchacho que en su agonía llevó el Rosario a su boca, y así fue encontrado, muerto, besando la Cruz.

4. Los cinco soldados del subteniente Reyes, hambrientos y descalcificados por un repliegue desde Darwin que duró 20 días, rodeados de ingleses y dispuestos a morir con su jefe cuando todo había terminado. La escena narrada por Kasanzew es para un cuadro, como el óleo de Ferrer-Dalmau “Rocroi. El último tercio”, donde se ve a la destrozada infantería española, esperando a pie firme el ataque final del enemigo.

Estas pequeñas historias particulares vienen acompañadas de episodios y conductas hazañosas, que desmitifican la idea de que nuestros conscriptos no estaban capacitados para pelear. He aquí algunos ejemplos:

1. El conscripto Oscar Ledesma matando en la batalla de Darwin al más alto militar inglés, el mítico teniente coronel Herbert Jones, jefe de un Regimiento de Paracaidistas.

2. El soldado Elbio Araujo, que cayó peleando en el monte Longdon, cumpliendo con su promesa escrita a su familia: “Quédense todos tranquilos, que el soldado Araujo monta guardia por la Argentina, y que es fiel a su juramento”.

3. El mercedino Ismael Poltronieri deteniendo solo y aislado, con una ametralladora, el avance de un batallón de Royal Marines durante 8 horas.

4. El soldado Rodríguez Silva que llega solo a la pelea cuerpo a cuerpo y vuelve con un trofeo: la boina roja de un paracaidista británico abatido.

¡Chicos de la guerra!, expresión lacrimógena y paralizante, de industria nacional. Falacia insidiosa que los propios ingleses se encargarían de mostrarla como falsa y mentirosa. Escribió el brigadier Julián Thompson, jefe de la Brigada de Paracaidistas británica, después del combate de monte Longdon: “Estuve a punto de sacar a mis muchachos de allí. No podía creer que estos ADOLESCENTES DISFRAZADOS DE SOLDADOS nos estuvieran causando tantas bajas”.

Siendo Malvinas magisterio de heroísmo, es natural que las situaciones allí producidas, sean como páginas arrancadas de la historia clásica y de la épica universal, y que muchos de sus combatientes se hagan universales por la unidad de motivos religiosos, patrióticos y heroicos que entrama la historia de Occidente. Así por ejemplo:

1. La esposa del piloto de “Skyhawk” (un avión de diseño obsoleto) Pablo Carballo, diciéndole “Hacé lo que tenés que hacer. Yo me voy a encargar de criar a tus hijos”, sabiendo que las probabilidades de sobrevivencia de un ataque a las fragatas era menos del 10 %. ¿No suena esta admonición como la despedida de la madre espartana a su hijo cuando marchaba a la guerra, previniéndole contra la cobardía: “Vuelve con el escudo o sobre él” (el escudo era tan pesado que volver sin él indicaba que lo había tirado para escapar)?

2. Poltronieri rompiendo la ametralladora MAG para que no quedara en manos de los ingleses. ¿No es figura del conde Rolando, el más noble paladín del emperador Carlomagno, intentando romper a Durandarte, su espada, sobre la piedra, para que no caiga en manos de los sarracenos?

3. El teniente Vázquez rechazando en Tumbledown tres asaltos ingleses, peleando en una inferioridad numérica de uno contra diez, ¿no remeda en reducida escala la hazaña de los griegos sobre los persas en Termópilas?

4. Nuestros “halcones” diciendo que les alcanzaba ese escaso 10 % para intentar impactar una fragata erizada de misiles, ¿no siguen la misma huella de aquél jefe que dijo “combatiremos a la sombra” al comentario de que las flechas de los persas son tantas que oscurecen el sol?


Por momentos me parece que el mundo de Gesta y Romance se prolonga en Malvinas.

Una de las revelaciones más importantes del libro de Kasanzew son las Memorias del almirante Jorge Anaya, con los nombres de los argentinos que frecuentaban la oficina de la CIA en Buenos Aires durante la guerra, información obtenida gracias a los micrófonos infiltrados por el Servicio de Inteligencia Naval.

Entre nosotros, el hecho no es nuevo. Una situación análoga se presentó en 1806, durante la ocupación inglesa de Buenos Aires, cuando ciudadanos criollos pertenecientes a “familias respetables”, acudían de noche a la casa de Gillespie, lugarteniente de Beresford, para hacer el ofrecimiento de obediencia al rey Jorge III y agregar su nombre a un libro, llegando a 58 las firmas.

Las “Memorias” de Guillespie nunca fueron publicadas, para evitar que los “amigos ocultos” de Inglaterra (los 58 de la lista) sufrieran calamidad y ruina, una vez producida la Reconquista de Buenos Aires. El libro de Anaya quedó guardado, porque su publicidad hubiera sido explosiva y deletérea para el país, postergando su publicación para tiempos más apropiados.

Ambos episodios nos ayudan a descubrir una de las claves para la interpretación general de nuestra historia: la descomposición de los sectores dirigentes.

Para terminar.

La patria, además del territorio, es un ideario donde habitan hombres como nuestros veteranos de guerra, cuyo sacrificio, esfuerzo y humildad, engrandecieron el nombre de Argentina. No hay patria –se ha dicho- sin compatriotas a los que admirar.

Nadie que lea el libro de Kasanzew podrá en adelante, poner en duda la calidad excepcional del soldado argentino, y los sorprendentes resultados obtenidos, pese a su inexperiencia, contra tropas escogidas del escudo protector de la OTAN en el Rin, haciendo honor a sus cualidades morales, a los valores cristianos y a la historia de la patria.

El libro no es solamente un trenzado relato de acciones de guerra –por otra parte magníficamente conseguido- sino que va más allá, a su valoración y alcance: colonialismo trasnochado y patrimonio histórico nacional, donde el soldado argentino salva frente al mundo el honor de una gran nación, defendiendo principios y valores hace tiempo olvidados por Occidente.

Allí están las cartas del conscripto Carlos Mosto a su madre y la del teniente Roberto Estévez a su padre, condensando en sus líneas la expresión de los más altos valores del hombre: los dos hablan de la alegría de morir por la patria, de la entrega de sus vidas a Dios, de vivir en el amor.

Es que Malvinas –y tal vez Malvinas nada más en estos tiempos argentinos- abre la posibilidad de vivir con grandeza.

Ricardo Tabossi es profesor de Historia. Reside en Mercedes, Bs. As
 
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Una verguenza nacional

INFOBAE
Palabras e imágenes

El pasado 1 de mayo, mientras el grueso de la población disfrutaba de un nuevo fin de semana XL en virtud de la conmemoración del Día Internacional del Trabajo, muchos habitantes del país cumpliendo sus obligaciones laborales acudieron a sus puestos de trabajo como lo hacen en un día normal

Un grupo muy particular de esos ciudadanos se dio cita en las instalaciones de la 1° Brigada Aérea de El Palomar, para conmemorar el 33° aniversario del bautismo de fuego de la Fuerza Aérea Argentina durante el conflicto bélico de Malvinas. Se recuerda aquella misión que, al mando del Capitán Norberto Dimeglio, despegó de puerto San Julián alas 17:45 del 1 de mayo de 1982, constituyendo el ataque aeronaval más contundente de la FAA. Tres buques de gran porte de la Royal Navy resultaron severamente averiados.

Ni siquiera el todopoderoso “Relato” ha podido desvirtuar el prestigio adquirido por nuestra aviación militar durante las operaciones bélicas en el Atlántico Sur. Cincuenta y cinco hombres de esa fuerza perecieron durante el conflicto y es mucho lo que nuestros propios enemigos de entonces han escrito respecto al profesionalismo, valentía y entrega que nuestros pilotos pusieron de manifiesto durante la contienda. Obviamente, esta fuerza es la que más profesionales puso en juego ya que no había soldados conscriptos en sus aviones, sino militares de carrera entrenados adecuadamente (algo que obviamente no sucede en la actualidad, por falencias de presupuesto y material)

Siendo la fuerza aérea la más joven de las tres que integran el sistema defensivo del país, las acciones de aquel 1° de mayo son como le dije antes, querido amigo lector, las que marcan esa fecha como el bautismo de fuego, un hecho siempre icónico en la historia de una institución militar

Cualquier honor es poco para estos cincuenta y cinco héroes de la patria. En esta ocasión, el homenaje incluyó la condecoración a la bandera de guerra de la escuela de Suboficiales y también a la del escuadrón “Fénix” Este escuadrón tiene un valor agregado de sublime ponderación. Estuvo integrado en su mayoría por pilotos civiles, los que de la misma forma que los marinos mercantes ofrecieron generosos sus vidas para pelear una guerra sin más armas que su tremendo amor por la patria

En un país serio o, mejor dicho, en un país con un gobierno serio, actos de este tipo son encabezados por el Presidente de la Nación; pero… justo a la Fuerza Aérea se le ocurrió atacar al enemigo Inglés un 1° de mayo feriado. No es justo distraer a la Comandante en jefe que goza de su merecido descanso en el lejano sur.

Tomó la posta en este caso el ministro de Defensa Agustín Rossi. El hombre le puso el pecho al día festivo y se desplazó hacia la base aeronáutica casi como un soldado más. Brindó a los presentes un “emotivo” discurso, del que me permito destacar esta frase: “Reiteramos el compromiso con la bandera, con la Patria y con los argentinos”, con ese tono de arenga que todo político sabe utilizar, la verdad a uno se le eriza la piel. Lindas palabras.

No obstante su alto grado de compromiso oratorio, poco tiene que ver con las deslucidas imágenes captadas por algún camarógrafo “apátrida o pagado por los medios hegemónicos” y que han inmortalizado al Sr. Ministro con sus manos en el bolsillo y su corbata adolescentemente desalineada, justo en el sublime momento de condecorar a esa misma bandera con la que había asegurado en su discurso estar “comprometido”.

Ayúdeme, amigo lector, a sacarme una duda: ¿le estará faltando el respeto a todos esos “valientes” Brigadieres, Generales y Almirantes que se encontraban en posición de firmes y cara circunspecta, o directamente nos demuestra lo que piensa de nuestra bandera, la que por otra parte representa al país, que el ministro Rossi aspira a presidir?

 

Nicolas Kasanzew

Corresponsal Veterano Guerra de Malvinas
Otra imagen de la ceremonia del 33 aniversario del Bautismo de Fuego de la gloriosa FAA. Biguá podría darnos los nombres…
 
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El cipayo de la década, el "historiador" Luis Alberto Romero, puesto en evidencia por un verdadero historiador, Ricardo Tabossi.

UNA PROPUESTA INDECENTE
Por Ricardo Tabossi

Recuerdo una película vista en el Cine Argentino (el sitio más frecuentado por mi niñez, viviendo a una cuadra) que trataba de la ocupación colonial inglesa de la India y de un nativo al servicio de los europeos que ejercía de aguatero. Su aspiración era convertirse en un soldado británico, y llevaba siempre consigo una corneta. Con ella logró dar el toque de alarma y salvar a su regimiento de una trampa mortal preparada por los nacionalistas indios. Gunga Din, que así se llamaba el personaje, recibió por esta acción, el grado de soldado británico.
Años más tarde, siendo ya casi un hombre, cayó en mis manos un libro de José Luis Torres titulado Los Perduelli. De su lectura aprendí que en la antigua Roma se llamaba “perduellis” al enemigo interno de la Patria.
Símbolo de servilismo es Gunga Din. Símbolo de la estirpe desmayada y entreguista de todos los tiempos, es el “perduellis”.
¿Acaso en la Argentina están presentes estos símbolos?

II

El nombre de Luis Alberto Romero tiene una envidiable reputación de historiador erudito, pero sus declaraciones al diario Los Andes de Mendoza, el 7 de abril de 2015, respecto al 2 de abril, vuelven a mostrarnos una realidad cotidiana y trágica: cómo la inteligencia británica sigue disponiendo de la colaboración desinteresada de auxiliares internos, de periodistas, escritores e historiadores anglófilos.
Así dice, empleando un lenguaje mordaz, porque ofende con maledicencia, y cínico, por la desvergüenza de la propuesta, que “los hechos de 1982 no deben CONMEMORARSE el 2 de abril, día de la invasión a las Islas, sino el 14 de junio, día de nuestra RENDICIÓN ante las fuerzas británicas. Debe ser día de memoria y ARREPENTIMIENTO.”
La sola lectura de estas líneas despertará una involuntaria mirada de asombro en el desprevenido lector. ¿Celebrar la rendición argentina, el arrío del pabellón patrio en Malvinas? Eso mismo. No más “Día de las Malvinas”, sino “Día del Arrepentimiento”, como acto encaminado a reparar el daño cometido.
¿Qué daño? ¿A quién?
Responde el afamado académico: “El 2 de abril de 1982 tropas de nuestro país irrumpieron en la vida de una comunidad pacífica e inerme. Lo hicieron al amparo de discutibles derechos -Gran Bretaña esgrime otros, igualmente discutibles- pero sobre todo con el apoyo popular largamente construido por nuestro nacionalismo.”
Es decir, el nacionalismo es el responsable de haberle lavado la cabeza a cinco generaciones de argentinos que venían pidiendo la restitución de la tierra perdida, reclamo que se inicia con el pedido del diputado Francisco Ugarteche al ministro de Guerra Enrique Martínez, el 22 de enero de 1833, de enviar una expedición militar para la retoma de las Malvinas. ¡A los 19 días de ocurrida la invasión inglesa y a sólo7 días de llegada la noticia a Buenos Aires!
Dice Romero: “Los isleños tenían presencia continua hacía 150 años, los suficientes para ser considerados ´originarios´. La invasión que servía a los propósitos inmediatos de un régimen criminal, se justificó con argumentos provenientes de nuestro patológico nacionalismo.”
Quien así habla, con repugnancia del “régimen criminal”, omite decir que fue colaborador del Proceso como asesor en la Municipalidad de Buenos Aires en 1981, y que en 1978 colaboró en Convicción, la revista del almirante Massera, creada para sus aspiraciones políticas.
El escozor que le produce el nacionalismo, al que califica como lo peor de nuestra cultura política (no así el británico, que pasa a ser devoción patriótica resumida en la vehemente frase: My country, right or wrong. “Mi Patria, así esté en lo cierto o no”), que describe benévolamente de enano maldito escapado de una botella, de traumático, combinación de soberbia y paranoia, el nacionalismo argentino, decía, lo enardece de tal forma a Romero, que lo lleva a incurrir en gruesos errores históricos, imperdonables por venir de un referente del saber histórico nacional.
Veamos: los isleños son “originarios”.
Hasta hace unos treinta años no se usaba el término “originarios”. Ahora hay toda una onda, y no es casual que ella sea apoyada por la izquierda cultural y por los indigenistas, constituidos en ONG mapuche, con sede en Bristol (Inglaterra).
Por pueblo “originario” se entiende una comunidad indígena o sus descendientes. Los malvinenses no son originarios. Son descendientes de los colonos traídos por los ocupantes, después de apoderarse de las Islas. Es población trasplantada a través de un control migratorio cerrado en reemplazo de una población argentina que fue desalojada compulsivamente. Como si dijéramos que los israelíes asentados en territorios árabes y palestinos ocupados, son originarios.
Tampoco puede hablarse de una “presencia continua” de los isleños durante siglo y medio. En un primer momento, las Malvinas fueron constituidas como base militar naval, bajo la superintendencia de un comandante militar. Sólo ocho años después de la expulsión de los colonos argentinos, con el nombramiento de un gobernador y la llegada de los primeros inmigrantes civiles -colonos provenientes de Escocia, y después, familias llegadas de todas partes del mundo- las Islas conseguirían un status normal dentro del Imperio Británico. Es decir, que la escasez de habitantes llevó a la Corona a considerar las Islas como “posesión” o “establecimiento”, situación que se extendió hasta 1842, cuando se la declaró “colonia”.
La inteligencia de Romero -miembro de la Comisión Asesora de Historia del CONICET y severo evaluador de las investigaciones históricas que allí se presentan- se vuelve amnésica cuando, defendiendo la condición “originaria” de los kelpers por vivir 140 años en el lugar, pasa por alto la situación de los ilois, habitantes de la isla Diego García, que fueron obligados por Inglaterra a emigrar por razones militares. Los ilois (negros descendientes de africanos del Este) fueron sistemáticamente removidos de sus hogares ancestrales, y depositados exiliados en otra isla entre 1965 y 1968, sin ningún proyecto de rehabilitación, dejándolos en una pobreza abyecta. Este secuestro masivo fue llevado a cabo en el más absoluto secreto. La isla, arrendada a los EE. UU., convirtióse en una base de aviones superbombarderos B-52, que tuvo luego participación en las guerras de Afganistán y del Golfo Pérsico.
Pero el pleno de la orquesta –o el toque final de corneta de Gunga Din- se alcanza cuando dice que “el 14 de junio fue el día de la rendición, de la humillación, de la expiación que todavía no completamos” ¡Expiación! ¡Borrar las culpas, purificarse de ellas, por el pecado de haber ofendido a Inglaterra!
“El 14 de junio descubrimos la realidad del relato triunfalista de los militares, en el que tantos creyeron, porque querían creer, porque estaban preparados para creer.”
¿Qué cosa “querían creer”?
Que las Malvinas son argentinas.
¿”Preparados para creer” por quién?
Por generaciones de docentes que enseñaron que las Malvinas fueron, son y serán argentinas.
¡Ay, qué frágil se vuelve la memoria Mordisquito!, diría Discépolo.
Porque entre los que creyeron el “relato” estaba el expresidente Arturo Illia (presidente constitucional derrocado por un golpe militar), que el 2 de abril izó la bandera en el mástil de la plaza principal de Viedma, durante el acto con el cual la población rionegrina expresó su júbilo por la recuperación, y también el escritor Ernesto Sábato (comunista activista en su juventud y presidente de la Conadep, después de Malvinas), que en una entrevista por la Radio Nacional de España, al referirse a la guerra, les dijo a los europeos: “no se engañen, no es una dictadura la que lucha por las Malvinas, es la NACIÓN ENTERA.”

III

Reconocer a los isleños entidad de “pueblo originario” –como propone Romero- es aceptar la figura jurídica de la “autodeterminación”, principio introducido por Gran Bretaña ante la UN, ante la debilidad creciente de su posición en el contexto del derecho internacional.
Reconocer que los Kelpers pueden decidir su condición política es promover la ruptura de la unidad nacional y el quebranto de la integridad territorial argentina, base física de la nación.
Y esto, en el antiguo derecho romano, es “perduellio”.


Bastardo hijo de p! Me anotaría de nuevo en Historia Social General (la cursé hace como 10 años) solo para escupirle la cara
 

Nicolas Kasanzew

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Con nuestros comandos el 15 de mayo, luego de la recreación del combate de Top Malo en Campo de Mayo. A mi derecha Pedro Arce (no VGM). Primero a mi izquierda Miguel Boveta (no VGM). El siguiente es Miguel Tunini (VGM de la 601, estuvo en el combate sobre el puente del Río Murrel, y finalmente Juan José Vázquez (VGM), nuestro Drupi.

 
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Corresponsal Veterano Guerra de Malvinas
En la reciente Feria del Libro, de izquierda a derecha. Un servidor, comodoro Roberto Mela, el Capitán Cruz, Nacho Paez, Biguá y el suboficial Henriquez (el del libro sobre las 12,7 - salió cortado en la foto). En la fila de atrás, semi-escondidos, dos infantes de marina, Javier Ramos y Víctor Villagra.

 

Nicolas Kasanzew

Corresponsal Veterano Guerra de Malvinas
"Hasta que tengamos los cañones más grandes". Me sorprendió gratamente la arenga malvinera de Alberto Samid anoche en Show Match. No es santo de mi devoción, pero nobleza obliga. Aunque me habían dicho que iba a bailar con la hija de un veterano, no esperaba que, dirigiendose a los jóvenes, ante una audiencia estimada en 6 millones de personas, instará a reclamar permanentemente por nuestros derechos soberanos sobre las islas, pero solo "hasta que tengamos los cañones más grandes". Frase políticamente incorrecta si las hay, que ningún personaje público en la Argentina, ya sea civil o militar, se animaría a pronunciar.
Nuestro grito "Malvinas Volveremos", no es otra cosa que eso.Y no necesariamente para entrar en guerra. Los cañones mas grandes son imprescindibles para el efecto de disuasión. Tener cañones más grandes, evita muchas veces tener que entrar en guerra.
 
"Hasta que tengamos los cañones más grandes". Me sorprendió gratamente la arenga malvinera de Alberto Samid anoche en Show Match. No es santo de mi devoción, pero nobleza obliga. Aunque me habían dicho que iba a bailar con la hija de un veterano, no esperaba que, dirigiendose a los jóvenes, ante una audiencia estimada en 6 millones de personas, instará a reclamar permanentemente por nuestros derechos soberanos sobre las islas, pero solo "hasta que tengamos los cañones más grandes". Frase políticamente incorrecta si las hay, que ningún personaje público en la Argentina, ya sea civil o militar, se animaría a pronunciar.
Nuestro grito "Malvinas Volveremos", no es otra cosa que eso.Y no necesariamente para entrar en guerra. Los cañones mas grandes son imprescindibles para el efecto de disuasión. Tener cañones más grandes, evita muchas veces tener que entrar en guerra.
La verdad tampoco es santo de mi devoción, mas siendo el K, pero si me gusta de el, que en algunas cosas (Gracias a Dios) tiene la idea fija:
 
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