Y llegó la hora de la reivindicación de los guerreros injustamente olvidados. En el piso 14 del edificio Libertad, hoy a la una de la tarde, estaban todos los infantes de marina de la promoción 106 del Cuerpo de Combate de la Escuela Naval Militar, a la que pertenece el entonces teniente de corbeta Carlos Daniel Vázquez. Entre ellos, su fiel camarada David Ruiz, quien fue a buscarlo, cuando Robacio lo habia dado por muerto. Si en realidad hubiese estado muerto, su fiel amigo no lo iba a dejar tirado allí, costare lo que costare. Tambien estaban los familiares de los condecorados, entre quienes se destacaba la madre del conscripto Feliz Aguirre, quien recibió post mortem la medalla de La Nacion Argentina al Valor Heroico en Combate, por haber luchado en Tumbledown cuerpo a cuerpo con los britanicos y haber tratado de auxiliar al subteniente Silva cuando este cayó. Esa medalla, largamente merecida, tambien le fue conferida a Carlos Daniel Vázquez. Tras la lectura de las Efemérides, donde desde ahora está incluida la hazaña de la Cuarta Sección, hecho que la inmortaliza, el jefe de la Armada fue condecorando uno por uno a los combatientes de Tumbledown, empezando por Aguirre (su madre recibió la medalla) y finalizando por Pablo Rodriguez, quien habia sido herido en la víspera del combate y no habló de su herida para no causar problemas, soportando estoicamente las largas horas de la lucha. Luego de las condecoraciones, habló Vazquez sobre las peripecias de la desigual batalla y por momentos parecia que se le iba a cortar la voz de la emoción. Cuando finalizó de hablar, yo grité ¡Viva la Cuarta Sección!... pero nadie me coreó. Minutos más tarde se me acercó un oficial y me dijo: "Perdone nuestro acartonamiento". Tambén se me acercó el jefe de la Armada, almirante Erice, a quien agradecí efusivamente por la nobleza demostrada al hacer justicia con este puñado de valientes, cuando durante 33 años sus antecesores en el cargo no la habían hecho. En su alocución, Erice dijo que se sentia aliviado, porque desde el momento en que escuchó la verdadera versión del combate de Tumbledown, lo tenía agobiado la necesidad de hacer justicia. Hoy la hizo. El más emocionado era el conscripto Rotela, - vive en Misiones - quien cumpliendo las órdenes de Vazquez, había hecho 47 disparos de mortero... ¡sobre si mismo y sus camaradas, con tal de parar a los ingleses! Y lo había logrado. Fue un dia histórico en muchos sentidos. Entre otros, porque por primera vez la Armada volvía sobre sus pasos, deshacía lo que había hecho mal y en un digno acto de autocrítica restablecía la verdad y la justicia.