“Los Cascos Blancos somos neutrales con las víctimas, no con los verdugos”
Raed Saleh, director de la organización rescate siria, defiende su neutralidad
Daniel Verdú
Barcelona
7 NOV 2016 - 20:41 CET
Raed Saleh, director de los Cascos Blancos, en Barcelona. Massimiliano Minocri
Antes de que comenzase la guerra, Raed Saleh tenía una vida tranquila con su familia en Yisr al Shugur. Llevaba un negocio de electrónica y como tantos sirios, estaba en contra del régimen de
Bachar El Aasad. A principios de 2011 empezó a salir a la calle con las primeras manifestaciones pacíficas y en junio de ese año, un ataque del Ejército arrasó su pueblo y tuvo que refugiare en Turquía. “A partir de ahí nos pusimos a trabajar con la Cruz Roja y comenzamos a entrar en Siria clandestinamente para llevarnos a los heridos a Antioquia (Turquía). En junio de 2013 organicé un curso en el que participamos 20 hombres y cinco mujeres para empezar a trabajar sobre el terreno”, recuerda en el aeropuerto de Barcelona Raed Saleh, actual director de la
Defensa Civil Siria, conocidos también como los Cascos Blancos.
Son 3.000 voluntarios repartidos en siete provincias de Siria: panaderos, mecánicos, taxistas ... e intervienen después de cada bombardeo
Aquel proyecto espontáneo, que contaba con más ganas que capacidad técnica, derivó en una organización humanitaria que
hoy tiene 3.000 voluntarios repartidos en 120 divisiones a lo largo de 7 provincias de Siria (el 40% del territorio).
Son panaderos, mecánicos, taxistas o universitarios e intervienen después de cada bombardeo de las fuerzas de El Asad y la aviación rusa, y hasta la fecha se atribuyen el rescate de unas 60.000 personas, la mayoría atrapadas debajo de los escombros de algún edificio derrumbado. Pero también les ha costado la vida de 147 de sus voluntarios. “El mayor riesgo son los ataques paralelos. Bombardean una zona, y cuando vamos a rescatar a la gente vuelven a bombardearlo al cabo de 10 minutos.
Rusia también lo está haciendo”, señala Raed, que acaba de aterrizar de Barcelona procedente de Turquía para recibir en Mollerusa el premio Ànima, de la ONG local Àngel Olaran. Durante esa misma tarde se producirán 21 ataques de la aviación rusa sobre Alepo que causarán decenas de muertos.
Saleh entra y sale hoy de Siria clandestinamente. Los Cascos Blancos, que reciben financiación de países como EEUU (al menos 23 millones de dólares reconocidos), Reino Unido, Holanda o Dinamarca para pagar salarios mensuales de entre 90 y 130 euros, no están bien vistos por el régimen, que les impide actuar en las zonas que todavía controla.
Muchos de sus miembros son antiguos militantes de la revolución y su neutralidad ha sido cuestionada en alguna ocasión, pese a que prácticamente tampoco pueden entrar en zonas kurdas o del ISIS. “¿Qué quiere decir ser neutral? Nuestra neutralidad es prestar ayuda a todo el mundo que la necesite con independencia de dónde milite o en quién crea. No podemos ser neutrales entre el que está castigado y el que castiga. Cuando Rusia o Irán bombardean una zona lo decimos. Somos neutrales con las víctimas, no con los verdugos”.
Nuestro mayor riesgo son los ataques paralelos. Bombardean una zona y cuando vamos a rescatar a la gente vuelven a hacerlo", denuncia Saleh
Desde que Rusia ha intensificado su acción militar, señala Saleh, su trabajo se ha complicado muchísimo. “Usan armamento prohibido como bombas de racimo, armas de vibración… Cometen crímenes de guerra a diario. ¿O no lo son l
os bombardeos a hospitales?”. A causa de ello, la situación en ciudades como Alepo es extrema. “Había 6 hospitales y han bombardeado 4. Solo quedan dos. Han muerto muchos médicos, hay una zona bloqueada con 300.000 personas que no pueden salir ni ser auxiliados. Faltan medicamentos, personal y hospitales. Hay unas 300 personas con una necesidad urgente de ser evacuada y se están muriendo”, denuncia.
Los Cascos Blancos se han convertido en un emblema de la guerra en Siria. N
etflix lanzó hace poco un gran documental y fueron firmes candidatos al Nobel de la Paz. Pero su gesta convive con otro relato que les atribuye una desmesurada parcialidad y cierta connivencia con el yihadismo. Hace un año, la periodista británica
Vanessa Beeley lanzó una investigación en la que acusaba de haberse convertido en un arma de propaganda contra El Asad. Su investigación y la de otros medios como Global Research les acusa de haber sido entrenados en Turquía (país acusado de patrocinar al bando rebelde), y por su padrino James Le Mesurier, un exmilitar británico reconvertido a experto en seguridad. Además, salieron a la luz algunas imágenes de cascos blancos portando armas, observando una ejecución de soldados sirios o celebrando una matanza de partidarios de El Asad.
Rusia bombardea hospitales y utiliza armas prohibidas. ¿No son eso crímenes de guerra?"
Saleh no descarta que eso pudiera suceder, pero lo sitúa en el año 2013, antes de que se constituyera oficialmente la organización y de que esta contara con unos estatutos que siguen firmemente las pautas de la Convención de Ginebra. "Eso está montado por el régimen y Rusia.
Son escenas de 2013, antes de estar organizados. Puede que alguien lo hiciera entonces de forma individual, casos aislados, cuando cada uno todavía trabajaba a su manera.
Pero yo desafío a cualquiera a que nos atribuya algo a partir de 2015. Desde entonces, los militantes tienen que asumir unas condiciones, unas líneas rojas que consisten en ayudar a todo aquel que lo necesite. Es verdad que hay militantes que antes eran militares y tenían armamento.
Pero cambiaron y es un orgullo que hayan el elegido el camino de la paz”. Saleh, además, se desmarca de esa supuesta cercanía con el yihadismo. “No distinguimos entre el régimen y el ISIS. Cualquiera que haya hecho daño a los sirios merece ser castigado. Pero recuerde que el ISIS es el cáncer surgido por culpa del régimen, la consecuencia”.
http://internacional.elpais.com/internacional/2016/11/07/actualidad/1478517587_469200.html