Muchos de nuestros hombres en Malvinas fueron dignos sucesores de aquellos audaces guerreros de la Hispanidad; desde los caballeros del Cid Campeador, hasta los combatientes de la legendaria División Azul.
El 11 de junio de 1982, los cañones ingleses, ubicados detrás de elevaciones y muy bien enmascarados, batían impunemente nuestras posiciones de primera línea. Entonces, para poder neutralizarlos con fuego de contrabatería, el teniente primero Luis Antonio Caballero, jefe de la Batería A del GA3, montó en el helicóptero Agusta A-109, piloteado por otro bravo, el teniente primero Martín Rubio. Caballero y Rubio se elevaban y registraban desde lo alto las posiciones enemigas cuando disparaban sus cañones, ya que los fogonazos y el humo los delataban. Luego determinaban el rumbo y fijaban la distancia por medio del mapa. Al mantenerse estático su helicóptero, podían ser presa fácil de los Harriers y los misiles antiaéreos. Para evitar ser derribados, Caballero y Rubio permanecían suspendidos durante veinte segundos, luego bajaban hasta tres metros del suelo, engañando a los británicos con una serie de maniobras evasivas, y volvían a elevarse sobre otro de los puntos seleccionados. A la séptima vez que se elevaron, Caballero detectó los cañones ingleses. Ahora sí, nuestras baterías podían entablar un duelo con el enemigo.
Tuve el honor de presenciar ese combate, de registrarlo en imágenes y hasta de hacer un disparo contra los ingleses. Nuestras baterías se comportaban como si fueran velas, que una vez encendidas continuaban consumiéndose hasta su total agotamiento. No dejaban de disparar hasta que el enemigo hiriera a los servidores o estropeara las piezas o hasta que estas se fundieran, o se agotara la munición.
Era un mortífero ping-pong. Lanzaban los ingleses una lluvia de fuego, y nuestros soldados se protegían en sus refugios de las fortificaciones, muy bien preparadas por Caballero desde mucho tiempo antes de iniciarse los combates y que se mejoraban constantemente. Cuando los ingleses hacían una pausa de los fuegos terrestres creyendo, seguramente, que habían destruido la posición con tan intenso ataque, los artilleros, a la orden del jefe de batería o de su segundo, el teniente Acosta, salían rápidamente de los pozos y respondían de inmediato con sus obuses, con mayor furia aún. Y así, ida y vuelta ¡durante más de 60 horas!
Luis Antonio Caballero, cumple años hoy, en el Día de la Hispanidad. Gloria y honor por siempre a este hidalgo combatiente, a quien recuerdo de rostro aniñado y temperamento de hierro.