Siempre subrayé distintos actos de heroismo de sus tripulantes después de que los torpedos impactaran al buque que se estaba retirando de la zona de guerra.
Siempre subrayé la guapeza de los débiles, por ejemplo, la actitud de los 22 tripulantes del transporte Isla de los Estados, que morían gritando “Viva la Patria” (el comandante se salvó).
Siempre subrayé la valiente actitud en combate de la corbeta Guerrico en Georgias el 3 de abril y de nuestros submarinos San Luis y Santa Fe. Y ni hablar del heroismo del aviso Sobral.
Nunca critiqué a los componentes de las diversas unidades de la flota de mar. Siempre y exclusivamente critiqué a los altos mandos.
Cómo no me interesa abrir un frente en la propia tropa, he quitado mi entrevista sobre el Sobral, por cuanto se ha querido presentar aviesamente su título (“El único barco de la flota de mar que entró en combate en Malvinas”) y mi introducción como un menoscabo para los tripulantes de la flota de mar. Quienes, reitero, nada tienen que ver con las decisiones de los altos mandos y, como dije muchas veces, hubieran querido entrar en combate frontal contra la flota invasora. Solo quise exaltar el increible arrojo de esa heroica cáscara de nuez y alertar sobre su posible inminente desguace.
Varios almirantes han tratado de convencerme que “combate” en el mar no responde al mismo concepto que combate en el aire o en tierra.
Respeto sus opiniones. Pero para mí, la palabra “combate” sigue siendo la que responde a la definición de manual: “acción violenta entre dos oponentes armados”. Es decir, donde la violencia armada la ejercitan dos, no solamente uno.
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