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La seguridad nacional requiere claridad estratégica y recursos
La compra de aparatos de combate coreanos significan una mejora significativa en materia de infraestructura militar. Para el autor, se necesitan también otras iniciativas.
l 6 de agosto durante la ceremonia por el 107º aniversario de la Fuerza Aérea Argentina, el ministro de Defensa, Oscar Aguad, confirmó el proceso de selección de un nuevo avión de combate. La aeronave coreana (FA-50) viene a recuperar capacidades perdidas por la baja de los Mirage durante el gobierno de CFK, a reemplazar a los veteranos A-4AR, y permitirá capacitar personal y generar doctrina para preparar a las FF.AA. para el futuro. La aeronave nueva no se equipara con los cazas más avanzados de la región (F-16 Block 50 chilenos, Su-30MK2 venezolanos o Gripens NG próximos a entrar en servicio en Brasil), pero si implica un gran avance en la recuperación de capacidades, y su vez la normalización de adquisiciones en el marco de planeamiento estratégico. Los retos en las FF.AA. argentinas no son menores. Décadas de desinversión y reducción presupuestaria han mermado su capacidad operativa, causado la pérdida de valiosos recursos humanos y condenado a las fuerzas a una suerte de obsolescencia crónica que solo puede ser revertida por un proceso de modernización integral que incluye aspectos conceptuales, estratégicos, operativos, tácticos y técnicos del instrumento militar y su función. Las grandes partidas extrapresupuestarias que han permitido las recientes adquisiciones de medios contribuyen a revertir la obsolescencia crónica. Los Texan, complementados por nuevos Pampa fabricados en Fadea, y próximamente los FA-50, fortalecen las capacidades de instrucción y formación de pilotos y personal en tierra, mientras que la compra de Super Etendard Modernizados para la Armada recupera capacidades mínimas de navegación de mar muy necesarias para el contexto geoestratégico del Atlántico Sur. Los Buques de Patrullaje Marítimo Multipropósito adquiridos en Francia son también otro elemento clave para el futuro resguardo del Mar Argentino. Menos llamativos, pero tan importantes como los buques y aviones, son las incorporaciones de radares como los RP3DLA, los camiones multipropósito Oshkosh FMTV, la habilitación de instalaciones para la operación de aeronaves no tripuladas de diseño y producción nacional, la modernización de aviones Hércules, la puesta en funcionamiento de helicópteros del Ejército, y la incorporación de armamento ligero a diversas unidades de infantería, comandos y fuerzas especiales. Sobredimensión. Pero las FF.AA. siguen contando con estructuras administrativas y operativas muchas veces sobredimensionadas, legado de un pasado ya lejano en términos temporales y operativos. La apuesta, por ende, debe ser siempre a una mayor profesionalización, incremento de la flexibilidad, y una fuerza compacta, que contribuya a su sustentabilidad financiera y simultáneamente a ampliar sus capacidades para prestar soluciones a los retos identificados. Esto debe ser acompañado de la incorporación inteligente y articulada de reservistas que permitirá a las FF.AA. multiplicar sus capacidades operacionales sin aumentar el gasto del Estado en términos salariales y previsionales. Así, las FF.AA. se beneficiarán por la incorporación de conocimientos y experiencias adquiridos por los reservistas en la vida civil, y que pondrán en práctica al ser llamados a incorporarse a prestar servicios (un médico especialista en emergencias podrá convertirse en el teniente médico que asiste a una compañía de infantería de reserva en su salida al terreno; o un arquitecto podrá asesorar a un coronel sobre reformas edilicias). Es así que el desafío no es achicar los gastos salariales y previsionales, sino multiplicar la cantidad de personal y conocimientos disponibles con la misma cantidad de recursos, haciendo sostenible presupuestariamente a largo plazo la defensa nacional. Esto se engloba en el elemento más importante para definir las características del instrumento militar y el sistema de defensa que requiere Argentina: claridad conceptual y geoestratégica. En parte, esta claridad ha sido aportada por medio de una nueva directiva de política de defensa nacional (DPDN) en 2018, la cual incluía, entre otros elementos, una nueva visión del mundo y el rol de Argentina en ese mundo, una actualización en la identificación de las amenazas y riesgos para la soberanía e independencia de Argentina, y el esclarecimiento del rol de las fuerzas armadas. A su vez la DPDN contribuye a enmarcar la política de defensa dentro de la política exterior y la estrategia de inserción inteligente, pasos claves no solo para fortalecer el entendimiento de la política de defensa como parte de nuestro vínculo con la región y el mundo, sino también para entenderla como multidimensional y multisectorial. Marco conceptual. Los pasos a seguir son varios, y muchos deben desarrollarse en simultáneo. El marco conceptual de la defensa y la comprensión de nuestro rol geopolítico y geoestratégico deben actualizarse continuamente a medida que el mundo sigue cambiando (y rápidamente). Las FF.AA. deben seguir el camino para convertirse en fuerzas compactas, flexibles y modernas, de la mano de un presupuesto que permita un alto grado de capacitación y alistamiento, y con un recurso humano (en los cuadros permanentes y reservistas) formado y motivado. Esto sin dejar de lado que necesitarán las herramientas para cumplir esas funciones, las cuales deben estar al día con las más recientes innovaciones del ámbito militar y diseñadas para enfrentar los desafíos del siglo XXI. Es así que la política de defensa solo será tal si se convierte en una política de Estado que entienda que más allá del signo ideológico del gobierno de turno la defensa es un elemento central del futuro de la Argentina. *Analista internacional y director de Cries. (Fuente
www.perfil.com).