Personal Argentino en zona de combate

Este es el primer relato que leo de una baja por caza-bobos inglesa.
del libro partes de guerra,
relato de Mario Esteche:

Nos mandaron a desarmar un galpón para usar las vigas y las chapas d zinc en las fortificaciones. Estábamos levantando unos tablones y en eso escuchamos como si hubiese caído un proyectil de mortero ah dentro. Quede atontado, aturdido. Había mucho humo dentro del galpón. Me sangraba el oído izquierdo pero no tenia ninguna herida. Mi compañero ESCOBAR cayó delante mio. Yo no atiné a nada en ese momento, sentí que me corría algo caliente, me toque y cuando mire a mi compañero, vi que estaba sin la mano izquierda, le faltaba un ojo y se le había abierto el abdomen. Cayó delante mio y gritó auxilio y lo único que atiné a hacer fue sacare el fusil que tenia puesto junto con el correaje por la espalda. No sabía si alzarlo o que. En eso salieron mis otros compañeros aturdidos, con tierra en los ojos. Era una especie de bomba cazabobos que habían armado a propósito, no era un proyectil. Mi compañero quiso levantar un barril y ahí explotó. Era uno de mis mejores compañeros, era de monte caseros, Corrientes.

/%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%

-No hay ninguno muerto del EA con apellido ESCOBAR.
-No hay ningún VGM de nombre Mario Esteche en el EA. La autora aclara que algunos nombres fueron cambiados a pedido del interesado. Por lo que este puede ser uno de esos caso. De ser así el relato pierde credibilidad.

%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%

Oscar Teves me contesta.
el caso existió
fue en Puerto Argentino
personal del BIM5
SC Escobar JOSÉ ALBERTO.

Escobar no murió: perdió una mano y un ojo
 
Última edición:
Soldado correntino sacó su cuchillo para defender a un compañero en Malvinas y el inglés lo perdonó
23 enero, 20200985
El cabo Roberto Baruzzo quedó solo con su compañero agonizante, a quien protegió contra decenas de ingleses. Con varias heridas encima batalló hasta que se agotaron sus municiones y sacó su cuchillo. El comandante británico, admirado por su valor, decidió perdonarle la vida basándose en un código de hono

Largo y ancho campo de nieve. Desde el cielo se ve todo blanco. Todo blanco salvo por una mancha negra pequeña que se va expandiendo conforme brota la sangre del cuello de Echeverría. No está solo, un cabo de 22 años lo abraza y le pide que resista.
El cuerpo de Echeverría recibió cinco disparos y su sangre, que se ve negra al contacto con la nieve, desespera a su compañero. Ya no tienen municiones para defenderse, solo le queda un cuchillo. Un soldado inglés se deja ver, fusil en alto, y comienza a aproximarse. El cabo desenfunda el arma y se pone en posición de pelea. No piensa entregarse. El inglés se acerca un poco más y le toca el brazo con el cañón del fusil. “War is over”, le dice, “war is over”. Y lo abraza.
Es una madrugada de junio de 1982 y están en las Islas Malvinas, más precisamente en Monte Kent. El nombre del cabo es Roberto Bacilio Baruzzo. Hoy tiene 59 años y vive en Corrientes, provincia de la que es oriundo (más precisamente, del pueblo de Riachuelo). Se casó y tiene dos hijas. Una de ellas se llama Malvina Soledad, como las islas, y la otra Mariana Noemí.

Su historia es una de las tantas historias heroicas de Malvinas, con una salvedad: Baruzzo es uno de los pocos combatientes en recibir la Cruz al Heroico Valor en Combate, máxima condecoración a la que puede aspirar un soldado argentino, junto al Sargento Primero Mateo Sbert, caído en el combate de Top Malo House; el Teniente primero Jorge Vizoso Posse, el Subteniente Juan José Gómez Centurión; el soldado conscripto clase 1962 Oscar Poltronieri; Teniente Ernesto Emilio Espinosa y el Teniente Roberto Estévez.


Baruzzo en la Escuela Sargento Cabral donde se recibió en 1979

El reconocimiento a Baruzzo no queda ahí: en su Riachuelo natal tiene una calle con su nombre, y en la ciudad de Corrientes, donde vive, un busto. Sin embargo, su historia sigue siendo desconocida por muchos. No le gusta hablar ni participar demasiado en programas de televisión, aunque alguna vez ha contado su derrotero a Nicolás Kasanzew o en vivo a Alejandro Fantino en Animales Sueltos.
Derrotero que termina (¿termina alguna vez?) en la nieve manchada de negro aquella noche de mediados de junio del ’82.

Vamos a esas fechas. Baruzzo está apostado en Monte Kent protegiendo unos helicópteros a la espera de ser trasladado a Darwin. De pronto, un ataque aéreo inglés los sorprende y la esquirla de una bomba que le cae cerca provoca que un alambre le atraviese el brazo. Un capitán da la orden de cargar los soldados en los helicópteros y llevarlos a Darwin, pero le pide a Baruzzo que se quede ahí esperando un enfermero. En su estado, con el brazo destruido, era imposible que mantuviera un combate.
Se repliega y llega hasta Monte Harriet junto a otro regimiento que se se dirige hacia ahí. Tiene el brazo cada vez más hinchado, pero resiste.


La guerra dejó 649 muertos argentinos, 255 soldados británicos y 3 civiles (Foto: Telam / Román von Eckstein).
Cuando llegan a Monte Harriet, los ingleses atacan otra vez. Los soldados corren para todos lados y él los sigue. El cielo se prende y apaga con los destellos de las municiones. Se genera un descontrol. En medio de la retirada, algunos soldados caen al suelo, Baruzzo entre ellos. Un camarada le pisa el brazo y le revienta la herida. El cabo se levanta como puede y va hasta la enfermería, necesita parar el dolor de algún modo. No hay nadie, ningún médico, pero encuentra un frasco de penicilina en polvo. Sin saber cómo se usa (se suele inyectar mezclado con una solución), se tira ese polvo directamente sobre la herida. Arde, al principio, pero con los minutos siente que comienza a sanar (más tarde, volverá a tratarse la herida con azúcar porque en algún lugar leyó que eso servía).
Cesa el ataque, por unas horas. Esa misma noche comienzan nuevamente los bombardeos. Los soldados, protegidos en las trincheras, comienzan a salir a la intemperie conforme las bombas derrumban sus pozos.
En medio del ataque, Baruzzo ve a un amigo herido. Es Jorge Echeverría, su superior. Tiene varios tiros en el cuerpo y está rodeado de soldados ingleses, que le disparan desde todos los ángulos.
Baruzzo derriba a un soldado inglés y le roba su fusil -mejor que el propio- y su visor nocturno. Con esos dos elementos se dispone a proteger a su camarada. Se pone el visor y es entonces cuando siente miedo por primera vez. En medio de la noche más cerrada, en medio de la oscuridad más negra que vio nunca, descubre que con el visor se ve todo a la perfección, y distingue a los soldados ingleses de los argentinos, que caen uno atrás del otro. “Así nos ven”, piensa, y se da cuenta de la desventaja.
Levanta entonces el fusil y comienza a cubrir a Echeverría, que para ese entonces ya tiene cinco impactos de bala.
“Agarré y le maté a uno primero”, cuenta Baruzzo. “Después apareció otro y le maté al otro. Y de golpe del otro lado me empiezan a tirar con municiones trazantes… no me mataron porque tengo un Dios aparte. Ahí vi que Jorge le dispara al que me ataca y lo pega. Entonces yo aprovecho y salto y agarro de la chaquetilla a Jorge y lo llevo atrás de una piedra. Pero el problema es que éramos dos, y la piedra para dos no era…”.
Su compañero intenta pararse pero no lo logra. Le dice que no siente el cuerpo. Baruzzo lo apoya contra una piedra y con su cuchillo le abre el pantalón para curarlo. “Tenía todo negro”, recuerda el entonces Cabo. “Ahí vi los orificios de los tiros. Le saqué el cordón de la chaquetilla, le até la pierna, le hice el primer torniquete y lo empecé a arrastrar de la chaqueta”.
Después siguió defendiéndose de las balacera inglesa y derribando enemigos con el Fal 762 del que se había apropiado.

El cabo de 22 años llegó a Malvinas con el Regimiento 12 de Infantería de Mercedes
Estaban rodeados de neblina, se veía poco. Baruzzo ya no sabía si era la bruma natural de la isla o una humareda formada por los tiros. Sin importarle, avanzó con su compañero a cuestas a través de la nieve. En un momento se les cruza una silueta que empieza a disparar. “Las balas se me vinieron encima, pero las ligó Jorge… Entonces yo disparé, lo puse fuera de combate a ese tipo, y ahí Jorge se desplomó”, recuerda Baruzzo.
Le pidió agua, Baruzzo sacó su botella de whisky y le convidó, como quien le ofrece el último trago a alguien que se despide. “Se moría. Estaba hecho un colador. Pero tenía una paz… Tenía todo lo que a mí me faltaba”, recuerda Baruzzo.
Echeverría le dice que ya está, que lo deje morir. “Por favor, abandoname, escapate vos que podés”, le pide. Baruzzo no sabe si va a poder escaparse, pero sí sabe que si lo abandona y logra salir vivo, no se lo va a perdonar nunca. “Era de una cobardía total”, dice.
Echeverría insiste: lo agarra de la chaqueta y le dice: “Robertito, dejame, te lo pido por favor”. Baruzzo se quiebra. Pone su cabeza en el pecho de su compañero y se echa a llorar desconsoladamente, un llanto sonoro, un llanto de joven militar de 22 años que acaba de matar y ve morir a su amigo y sabe que también morirá él. Un llanto largo y entregado, desprovisto ya de toda melancolía y esperanza. Desprovisto de miedo, miedo jamás.

El encuentro de Roberto Baruzzo y Jorge Echeverría
La mancha de sangre se empieza a expandir sobre la nieve blanca. “Ese hombre me transmitía paz. Era mi jefe, el jefe que yo siempre soñé tener. Si me mataban iba a ser una muerte realmente digna”, rememora.
Están solos ya, nadie alrededor queda en pie. Parado en medio de la nada y cubierto de lágrimas, se queda sin municiones. Se pone el visor nocturno y comienza a mirar cómo a su alrededor las figuras inglesas se desplazan en grupos hasta rodearlos. Pirañas en medio de una isla dispuestas a terminar con ellos.
“Yo sabía que el modo de avanzar de los ingleses era por escalones, una formación atrás de otra cubriéndose mutuamente. Lo que no sabía era cuántos escalones había”, recuerda.
Es en ese momento cuando Baruzzo asume que lo van a matar. Saca su cuchillo y se pone en señal de pelea, todavía llorando. “Vamos a ver cómo morimos”, se dice, “vamos a ver cómo morimos”. Y levanta el cuchillo.
Entonces le aparece casi encima la silueta del primer inglés. Baruzzo se queda duro, en blanco. El hombre se acerca un poco más. También tiene visor nocturno y está armado. En medio de esa oscuridad, los dos hombres se están viendo: son una figura verde claro proyectada en una pantalla pequeña delante de los ojos, como si fuera un juego de realidad virtual.

Roberto Baruzzo recibió la Cuz al Heroico Valor en Combate
A Baruzzo le parece extraño que no lo hayan liquidado todavía, un tiro a distancia y listo, no se requería de mucho. Sin embargo… el inglés se acerca cada vez más hasta ponerse al lado del argentino que tiene el cuchillo en la mano.
Lo primero que sintió fue el cañón del fusil sobre el brazo. Dos pequeños golpes indicándole que se desarme. Soltó el cuchillo y un segundo después se dejaron ver cuatro o cinco ingleses más. El primero de ellos baja su arma y lo pronuncia: “War is over”. La guerra terminó. Se acerca al argentino y lo abraza.
“Sigue siendo mi enemigo y lo van a ser siempre. Yo no me abrazo con ningún inglés, no quiero saber nada con ellos. Pero en ese abrazo sentí como si fuera mi padre, y me eché a llorar en sus brazos… Así es, apretado contra él me eché a llorar”
, recuerda Baruzzo.
A su lado, su compañero se estaba muriendo desangrado.
El inglés le dijo “Ok Argentino”, tomó su cuchillo ensangrentado, lo limpió en su pantalón, y le habló a sus compañeros. Todos ellos se acercaron y palmearon a Baruzzo. Le habían perdonado la vida.

Jorge Echeverría no tenía ninguna posibilidad de salir vivo de ahí. Aún así, lo subieron a un helicóptero británico y lo mandaron al buque hospital británico HMS Uganda. Lo atendieron y le salvaron la vida. Hoy vive con su mujer y sus dos hijas en Tucumán. Se considera un hermano de camarada, a quien le debe la vida.

Junto a su familia en Corrientes. ” Me gustaría que se resalten el valor y el heroísmo de mis soldados que murieron en Malvinas. También quiero que se cuente el honor y la valentía de Jorge Agustín Echeverría, el oficial del Regimiento Cuatro. Él fue para mi un ejemplo en pleno combate”, pidió
Al día siguiente de esa noche lo ingleses le pidieron al cabo Roberto Bacilio Baruzzo que recogiera los cuerpos de los muertos que él mismo había matado. Eran muchos. Mientras lo hacía, se le acercó otro inglés y le dijo: “Tuviste suerte, nuestro jefe maneja un código de honor: al que se lo encuentra en el campo enemigo combatiendo por un camarada se le perdona la vida”.
Cuando se terminó esta nota, Roberto Baruzzo realizó un único pedido, sin condicionamientos, y con el tono cálido y humilde típico de los correntinos: “Más que mis misiones, me gustaría que se resalte el valor y el heroísmo de mis soldados que murieron en Malvinas. También quiero que se cuente el honor y la valentía de Jorge Agustín Echeverría, el oficial del Regimiento Cuatro. Él fue para mi un ejemplo en pleno combate, porque yo le hice los primeros auxilios en medio de millones de balas trazantes, y gracias a Dios pudo salvar su vida. Lo que yo hice fue solo aportar mi granito de arena, porque así lo quiso Dios y la patria”.
 
Eduardo Hernández: testimonio de desolación y coraje
Distinguido con la medalla “Al Heróico Valor en Combate” y reconocimiento como “el Primer médico en llegar a Malvinas durante el conflicto bélico de 1982”, el Dr. Eduardo Hernández – hoy titular provincial de PAMI – relata su experiencia dentro del campo de batalla. Pero el relato va más allá de los hechos, y en sus palabras refleja el aprendizaje que ganó de esa situación extrema en la que cientos de jóvenes argentinos perdieron su vida tras la imposición bélica de la cúpula militar que ordenaba en el país desde 1976.
Foto: Web
SOCIEDAD UNIDIVERSIDAD por Penélope Moro / Publicado el 31 DE MARZO 2012
Eduardo Hernández, quien con tan solo 25 años se dedicó a tratar de salvar vidas en la principal unidad sanitaria argentina que se montó en el archipiélago, y en medio del fuego enemigo, valoriza en esta entrevista el coraje y la entrega de los chicos que dieron su vida por la patria.
“Una causa justa pero fatalmente malversada por lo dictadura”, repite una y otra vez. Con 17 kilos menos pudo regresar a su casa luego del cese de la guerra. Retornó con vivencias que "nunca más" podrá borrar y con las que se comprometió íntimamente para el resto de sus días: “El hambre y el frío que sufrían nuestros soldaditos, y los llantos cuando no recibían cartas de sus seres queridos, su necesidad de respuesta ante tanta improvisación por parte de los responsables de armar esta guerra”. Por la memoria de todos ellos asegura que desea volver a pisar el suelo de Malvinas.
“Mi compromiso dentro del servicio militar terminaba el 31 de marzo de 1982 y ese mismo día me dan la orden de ir a Malvinas como médico. Me dijeron que debía integrar un grupo comando de la aeronáutica, era un grupo de operaciones especiales”, recuerda al inicio de la charla para inmediatamente evocar que él fue el primer medico del Ejército Argentino en tocar tierra malvinense aquel 2 de abril del que hoy se cumplen 30 años.
“En un avión Hércules hicimos el primer aterrizaje al principio de la toma de la isla. Era de mañana muy temprano. Fue un aterrizaje de asalto y apenas pisamos tierra ya se sentían los tiroteos de ambas partes. Esos fueron los momentos en que se iniciaba la toma, y lo primero que hicimos ahí mismo en el aeropuerto fue arriar la bandera inglesa e hizar la bandera argentina”, relata el médico.
Cuenta que los cuatro primeros días de la toma participó en un puesto de socorro en el aeropuerto de Malvinas, y que ya a partir del quinto se desempeñó en una sede del Hospital Militar de Comodoro Rivadavia, en Puerto Argentino. La misma fue instalada en el edificio de una escuela y nucleaba a médicos de otras fuerzas. De esta manera se armó un gran centro de asistencia que se denominó CIMM (Centro Interfuerza de Médicos en Malvinas).
Hernández, junto con otros médicos y apoyo de enfermeros, se ocupaba de buscar vía helicóptero a los heridos que se encontraban en las distintas islas. Luego los trasladaban al hospital donde les brindaba la asistencia necesaria.
Según relata, el equipamiento sanitario con el que contaban “era muy completo”, al igual que el contingente de médicos y enfermeros que se caracterizaba “por su compromiso.”
“Todo esto hacía que nuestro trabajo se hiciera más llevadero, y más en vista a que las operaciones que teníamos que hacer sobre los heridos eran diarias debido a la magnitud de las heridas que iban presentando a medida que transcurría el conflicto”, continúa rememorando.
Y ante la pausa que se prolonga al comienzo de su repaso la pregunta obligada:
¿Qué pensaba usted en ese momento sobre la guerra contra los ingleses?
Tanto en la toma como cuando me dan la orden de ir a Malvinas nunca pensé que iba a ser una cuestión prolongada. Se hablaba de que íbamos a estar cuatro días y creíamos que era más bien una cuestión simbólica. Realmente nunca en mi conciencia estuvo la idea de que esto se iba a dilatar y de la magnitud que iba a tomar. Menos las tremendas fallas desde el punto de vista logístico que existieron, ya que se trataba de un Ejército que no estaba preparado para enfrentar la guerra. Nosotros tuvimos la sensación aproximadamente 20 días antes de la rendición de que la guerra estaba perdida, pero no por el desempeño de los ingleses sino por el estado en que se encontraba nuestra propia tropa.
¿Qué les decían los militares de rango superior?
Compartíamos algunos momentos con militares y nos dábamos cuenta que lo que ellos decían que iba a pasar después sucedía a la inversa. Por ejemplo, decían que los ingleses iban a atacar primero las otras islas, y fue completamente al revés porque empezaron por Puerto Argentino, sabiendo que a partir de allí caía el resto. Todo ese tipo de cuestiones que nosotros escuchábamos respecto a las estrategias militares demostraban la desorientación que existía por parte de los mismos responsables de impulsar la guerra.
Imaginate que todas las tardes noches nos bombardeaban desde la artillería naval. Eran bombardeos diarios que recibíamos de aproximadamente cuatro horas. Nosotros carecíamos de un tanque de largo alcance que pudiera repeler ese ataque naval de los marines ingleses. Lo único que nos quedaba era cubrirnos en las trincheras o esperar a que pase el ataque para hacer nuestro trabajo, que era salir a recolectar heridos. Después seguíamos con la parte más fuerte de nuestra misión que era atender a los heridos que llegaban al hospital, o que traíamos nosotros mismos después de estos bombardeos.
Durante el día los ingleses tomaban fotografías aéreas de nuestros depósitos de alimentos y a la noche los bombardeaban, y nosotros no podíamos hacer nada para evitarlo. Así de improvisado era todo para nosotros.
¿Cómo hacían para sobrellevar esos momentos tan extremos ante tanta vulnerabilidad?
Al principio teníamos mucho entusiasmo justamente porque lo entendíamos como una usurpación de un sentimiento. ¿Quién no está con la causa de Malvinas? Lo que hizo la dictadura fue una malversación de ese sentimiento nacional, utilizarlo con un fin propio, utilizarlo para intentar perpetuarse en el poder y en ese acto hubo una improvisación muy grande que se vio reflejada en la guerra.
Nuestros soldaditos estaban muy mal a nivel nutricional y con problemas serios de abrigo. Habían mandado especialmente a muchos chicos de Chaco y Corrientes ni siquiera habían llevado los regimientos que ya estaban adaptados al frio como los del sur. Los uniformes precarios y la falta de alimentos eran reflejo de esa improvisación.
Las permanentes circunstancias adversas que nos tocó vivir durante toda la guerra y la situación en que llegaban los soldaditos al hospital - con mucho frío, con mucha hambre, con pie de trinchera que en muchas ocasiones había que amputar, a veces casi inmovilizados por el congelamiento y le teníamos que dar de comer en la boca lo poco que quedaba – todas esas situaciones extremas nos iban señalando que la guerra estaba perdida. Era demasiado el padecimiento y lo resistíamos como podíamos.
¿Cómo eran las relaciones que se establecían entre ustedes y los soldados que atendían en el hospital?
Manteníamos una relación muy buena con los solados, desde lo afectivo y lo profesional. Imaginate que eran chicos de 18 años que se me ponían a llorar en la guardia porque no recibían la carta de los padres, y es que muchas cartas llegaban pero otras se perdían. Se me ponían a llorar en la guardia y yo un poco mayor, con 25 años, sentía que debía contenerlos como fuera…
Eran chicos sin ninguna preparación para ir a la guerra, en una situación extrema y nosotros llenos de impotencia por no poder darle el apoyo que pretendíamos sobre esta necesidad de afecto, de alimentación, de respuestas. Llegaban a la guardia con 5 días sin alimentarse y luego de haber permanecido en un clima adverso totalmente, de humedad y frio permanentemente. Ante todo esto nuestra relación era de mucho respeto y contención.
¿Cómo vivió el día de la rendición?
Con mucha tristeza y mucha paz. El bombardeo final fue terrible y duró toda la madrugada del 13 al 14 de junio. No paraban de ingresar esquirlas al propio hospital. El hospital pasó en un momento a estar en primera línea porque los ingleses venían avanzando por Puerto Argentino y el edificio estaba en la entrada. Mientras caían las esquirlas por las ventanas del hospital nosotros llevábamos tres días operando sin dormir.
Ante el acoso de la artillería inglesa nuestro Ejército tuvo que en un momento dejar de responder al ataque y así los ingleses fueron cesando paulatinamente, hasta que fue definitivo tras la orden oficial de suspensión del fuego.
Nosotros igual teníamos que continuar con nuestro trabajo, ya con una tranquilidad mayor aunque con demasiada pena. A partir de ese momento estuvimos siete días prisioneros. El último día nos llevaron a Puerto Madryn. Cuando llegamos fue un momento de mucho quiebre porque nos trasladaron al centro de la ciudad y además del dolor por la derrota, sentíamos culpa. Creíamos que la gente nos iba a tratar muy mal porque habíamos perdido la guerra; sin embargo la gente empezó a salir de las casas con pañuelos blancos. Nos saludaban y nos aplaudían a medida que íbamos pasando, fue muy emocionante. De allí nos trasladaron a cada uno a destino.
¿Qué le dejó esta experiencia a nivel humano?
Es una experiencia muy dolorosa, una experiencia límite. En lo personal te deja una fortaleza espiritual que te sirve a futuro, otra visión de la vida. Uno comienza a valorizar mucho la vida y a perderle significado a la guerra, verdaderamente es como dice la canción de León Gieco: “es un monstruo grande y pisa la fuerte toda la pobre inocencia de la gente”. Uno se hace un replanteo de si merece la pena la guerra. Y más en ese contexto cuando e trata de un conflicto bélico ordenado por un gobierno que carece por completo de legitimidad. Era una cuestión meramente oportunista de la Junta Militar.
De toda esa impotencia y ese dolor esto rescato el valor del soldado argentino convencido de que estaba luchando por defender la patria y que murió con esa vivencia. El valor patriótico venía principalmente de parte de los soldados, y me enseñó mucho para el resto de mi vida.
¿Cómo ve la actual revaloración histórica sobre lo que fue Malvinas y las nuevas acciones que se llevan a cabo para recuperar nuestra soberanía sobre ellas?
Me parece muy bien el tema de memoria, paz y soberanía. Tres valores muy importantes. La memoria para recordar bien en qué momento histórico sucedió y cuál fue la verdad de esa historia, ya que fue un gobierno dictatorial el que tomó la decisión. Valoro mucho que este reclamo ante los organismos pertinentes se haga en paz, el tema de la paz es fundamental y sobre todo porque a él se suman todos los países de la Unasur. Lo mismo con el apoyo de los nobel de la paz de todo el mundo. Esto demuestra que a esta altura de la historia el colonialismo no es aceptado en la sociedad. Y por supuesto la reafirmación y los consecuentes actos que demuestran que nuestra soberanía no se negocia.
Es muy importante esta unión latinoamericana que ha demostrado el hecho de que este tema otra vez esté en la agenda. Esto es gracias a las medidas de integración que impuso Néstor Kirchner, en vista a los intereses comunes de estos pueblos del sur. Entre pueblos hermanos no podemos permitir más ese tipo de usurpamiento colonialista. Creo que esta es la forma de encontrar el camino de que esa tierra vuelva a ser argentina y latinoamericana.
Desde su visión de médico y funcionario ¿Cómo analiza la situación actual de los ex combatientes?
Los veteranos de guerra estamos mejor atendidos en esta nueva etapa desde el aspecto social, y en lo sanitario también hubo un cambio muy importante a partir del gobierno de Néstor Kirchner. Porque todos sabemos que han habido cerca de 400 suicidios después de la guerra, todas ellas personas sin contención por parte del Estado, pero estos casos han descendido notablemente en los últimos años.
En lo social Néstor Kirchner aumentó la pensión de guerra que hasta ese momento era muy baja, prácticamente simbólica. Él logró que se den 3 jubilaciones mínimas como pensión y que en la actualidad sumen unos 4500 pesos mensuales para cada veterano sobreviviente de la guerra. En muchas provincias también se suma la pensión provincial, aunque esto es solo para las que este proyecto.
También hay que tener en cuenta el otorgamiento de la obra social del PAMI, que cuenta con toda una programación especial para los veteranos y su familia. Hoy un veterano que necesite cualquier tipo de intervención pasa a estar cubierto.
En ese aspecto es muy importante ese avance y de hecho han disminuido notablemente los suicidios. En las unidades del PAMI se han implementado programas de atención específica de prestadores de salud mental con un impacto positivo, hace tiempo que no se producen nuevos suicidios. Eso refleja mayor contención sobre nuestros ex combatientes luego de tantos años de indiferencia por parte de algunos gobiernos aun democráticos.
Por último ¿Volvió a Malvinas luego de la guerra?
No volví, me gustaría mucho hacerlo junto a mi familia para compartir todo lo que viví en ese lugar. Me gustaría mucho volver pese a todo el dolor que implica. No dejo de sentir que fue una experiencia extrema.
Durante la guerra escribí mucho sobre lo que sentía y después también. Es que me quedó para siempre ese compromiso interior con los soldaditos que murieron con la idea y el convencimiento de entregar la vida por la patria. Para reencontrarme con todo eso necesito volver.
 
El pringlense que, junto a su perro, custodió las bases en la Guerra de Malvinas

LA CIUDAD
24/01/2020

R
aúl Irigoyen y su perro de guerra asignado, Volf, defendieron con honor las bases militares argentinas durante la Guerra de Malvinas. "Nos bombardeaban desde buques y aviones" señaló. Aquí un resumen de su historia



Dependiente del Batallón de Vigilancia y Seguridad de la Armada Argentina, se encuentra la Agrupación Perros de Guerra, la cual en sus inicios utilizaba la raza ovejero alemán como medio de vigilancia y seguridad para la Base Naval Puerto Belgrano.
Durante la defensa de Puerto Argentino en la Guerra de Malvinas, el Comando de Infantería de Marina decidió el envío de una sección de esos perros de guerra con sus guías, con el fin de impedir infiltraciones de comandos británicos en el dispositivo defensivo argentino.
Entre esos guías estaba el pringlense Raúl Irigoyen, por aquel entonces dragoneante, quien había sido destinado al batallón de seguridad de la Policía Militar, perteneciente a la Infantería de Marina.
Los perros de guerra, los mejores, fueron seleccionados para ser trasladados a Malvinas. Sin embargo, a los guías se les dio la oportunidad de negarse a ir, quienes querían viajar a la guerra se anotaban como voluntarios, y Raúl fue uno de los 18 que viajaron, y defendieron las bases militares nacionales.
"Cuando nos incorporan el destino, a mí me toca en la compañía de sección perros de guerra. Ahí te designan un perro, y momentáneamente tuve a Auca, una perra ya vieja, para luego designarme a Volf, el perro con el que viajé a Malvinas" cuenta Raúl. (La foto de Raúl junto a Volf, se encuentra en el libro sobre Malvinas, "Alerta Roja").
Cada perro estaba entrenado, con trabajos y preparación distintas en simulacros de combate o asaltos. De allí pasarían a situaciones reales de defensa.
"Los perros en general custodian, Volf era uno de ellos, con el instinto del olfato y detección de ciertos movimientos. Era bueno, dócil, pero muy malo al momento del ataque. Recuerdo que en los entrenamientos le tirábamos un muñeco colgado de un cordel de 60 metros, le dábamos ordenes e iba y lo atacaba siempre a la yugular".

Para la Guerra de Malvinas, designaron 18 perros para custodiar las bases argentinas por temor a infiltraciones de los marines o buzos tácticos, y para alejar también a los kelpers (isleños) de lugares peligrosos.
"En la última reunión con el equipaje listo, se nos explico la situación. Cambiaba todo, lo que se hacía con armas de juguete y balas de fogueo ahora iba en serio. Salimos de Punta Alta el 8 de abril a la madrugada y llegamos el 11 de abril, para Pascuas" rememora el pringlense.
El viaje a las Islas Malvinas fue bastante duro, el mar estuvo muy difícil en partes con olas de 10 metros que sacudían el barco. "No sabíamos si llegábamos a destino y si el barco aguantaba el cargamento".
Al día siguiente, Raúl junto a otros tres guías, salieron a custodiar una de las bases, al pie de los cerros. Allí había mucho armamento y pistas -precarias- con helicópteros.
Si bien no vivieron situaciones de ataques personales, era difícil reaccionar ante los bombardeos. Y en varias oportunidades pudieron perder la vida por errores que surgían debido a las malas condiciones climáticas y la tensión que se vivía en el lugar.
"Cuando cae la primera bomba, en mayo, habíamos vuelto para el lado del aeropuerto y estábamos a unos 5km de allí. Tiembla el piso, tiembla todo" recuerda. "Nos bombardeaban desde buques y aviones, no teníamos como defendernos. En una oportunidad estábamos custodiando una radio que comunicaba al continente, afortunadamente la artillería naval y los aviones tuvieron poca puntería para nuestra zona".
"Las noches eran muy oscuras, y el clima se presentaba con mucho viento, lo que dificultaba la comunicación con nuestros propios compañeros. Y ello nos podría haber costado caro.
Se utilizaba el santo y seña para ingresar a un lugar donde había soldado apostado. Pero recuerdo que en una ocasión el soldado no escuchaba, abrió fuego y casi nos matan. Situaciones de esas sufrimos varias pero más que nada se daban por las malas condiciones climáticas. Todos tuvimos miedo, pero en la cabeza tenes que saber que si retrocedes podes hacer matar a tus compañeros y a vos también".
Raúl Irigoyen cuenta que allá tenían casi las mismas informaciones que se recibían en el continente, "todo iba bien…pero en realidad no se sabía nada en concreto. No se podía confirmar tanta efectividad o bajas, y también era algo estratégico".
También les toco sufrir lo mismo que el resto de los soldados, "hubo momentos en que teníamos cuatro masitas para comer, le dabas dos al perro y dos comías vos. Se comía una sola vez al día y cuando se podía. Eran condiciones de guerra" relató.
En el momento de la rendición, los guías fueron los últimos en volver para traer los perros.
"Trajeron (al continente) a los heridos, luego al resto de los soldados y a nosotros.
A cuatro compañeros los designaron el 13 de junio a custodiar la ametralladora antiaérea, que fue el último trabajo que se hizo. Llegaron al pozo y empezaron a retroceder ante el avance de las tropas enemigas, y allí es donde se perdieron dos de los perros de guerra, Negro y Ñaro".
Cuenta la historia también que una perra Xuavia, estuvo cubriendo a un soldado herido, dándole calor. "Afortunadamente lo encontraron, la perra cumplió su tarea".

AGRUPACION PERROS DE GUERRA (IM)
1.TFIM PAZ Miguel Alberto J. Agrupación
2.GUVE ROBLES Jorge Víctor J. Sección Cría y Veterinaria
3.SSIM FRANCO Ernesto Enc. Agrupación
4.CC62 ALTAMIRANO Raúl Alberto Ayte Veterinaria
5.CC62 BARRANOU Héctor Ayte Veterinaria
6.CC62 HERRERA Julio César (Dragoneante) Ayte Veterinaria


GUIA - PERRO - OBSERVACIONES
7. CC62 ALARCON José Ramón - NANDO
8. CC62 ALBARRACIN Ángel Rolando - RANQUEL
9. CC62 ANDICOECHEA Raúl - NEGRO - Desaparecido en acción
10. CC62 CACERES Ceferino - DUQUE
11. CC62 CRUZ José Rubén - VOGEL
12. CC62 DECIMA Silvano Pastor - ÑANCUL
13. CC62 DEL GRECO Carlos Alberto -ÑARO - Desaparecido en acción
14. CC62 GIULIANI Luis Alberto - WARNER
15. CC62 HERRERA Humberto - YOU
16. CC62 IRIGOYEN Raúl Francisco (Drag.) - VOLF
17. CC62 LOPEZ Ubaldo Darío - FRANKY
18. CC62 MEDINA Jorge Alberto - FALU
19. CC62 PEREZ Néstor Raúl - LONDON
20. CC62 PEREZ Oscar Rolando - KENI
21. CC62 PICON Martín Donato - ONIX
22. CC62 RINALDI Jorge - NICK
23. CC62 RIVADANEIRA Rubén Orlando - OLAF
24. CC62 SILVA Carlos Dante - XUAVIA - Servida en MLV
 
Procesados por torturas en MLV


My Miguel Ángel Garde ............................... S3 - RI 5
Tte 1° Ing. Gustavo Adolfo Calderini ................................ Ca Ing 3
Sbt Eduardo Luis Gassino ........................... S.Expl - RI 5
Sbt Belisario Gustavo Affranchino Rumi ........................ S.Com - RI 5
 
INGENIEROS: LA COMPAÑÍA DE INGENIEROS 10 EN LAS ISLAS

11:36 ESTEBAN MCLAREN NO COMMENTS
En su testimonio, el entonces Teniente Primero recordó su acción en el conflicto bélico del Atlántico Sur, durante el cual se dedicó a instalar campos minados y vivió la experiencia de acompañar a los comandos en una operación
“Siempre llevamos el espíritu zapador”
Testimonio del Coronel (R-Art. 62) Roberto Francisco Eito



El Coronel (R-Art. 62) Roberto Francisco Eito pertenecía a la Escuela de Ingenieros. Fue a principios de abril que les impartieron la orden de movilizar la Compañía 601 hacia el Sur de Río Gallegos. “Fue muy rápido. El 12 de abril ya estábamos en Puerto Argentino y teníamos planes de alistamiento”, recordó.
La carga del material de Ingenieros se produjo por aire: “Era un material pesado, necesario para la instalación de obstáculos, abastecimiento de agua, franqueo de buceo, entre otras”, relató el Coronel.
Llegaron a los pocos días de la Operación Rosario. Allí comenzaron a proyectar su plan de actividades para apoyar a las tropas desplegadas y a las recién llegadas. Luego de su sección, llegó la Compañía de Ingenieros 10 y ya se encontraban en las islas los miembros de la Compañía de Ingenieros de Infantería de Marina: “Con ellos trabajamos y compartimos los equipos.
Las primeras minas que enterramos eran de la Infantería de Marina”, contó. La primera actividad fue el reconocimiento de la zona y la realización de obstáculos. Al entonces Teniente Primero Eito le asignaron primeramente una misión de apoyo al Regimiento de Infantería 3, que se encontraba en el Sur de Puerto Argentino. “Luego de tener una entrevista con el Jefe de Regimiento, el entonces Teniente Coronel Daniel Ubaldo Comini, me explicó el plan para defender la posición en Puerto Argentino. La idea era colaborar con los obstáculos para detener el desembarco. Allí instalé unos cientos de minas”.



La posición en ese momento era al Este del monte Zapador hasta el observatorio meteorológico británico. Mientras tanto, las otras secciones de la compañía hacían tareas logísticas tales como asegurar el transporte desde el puerto hasta los depósitos, trabajos en la planta potabilizadora de la ciudad, establecimiento de un taller mecánico, etc.
“Teníamos distintos elementos, entre ellos personal de comunicaciones, ingenieros de agua, de seguridad y contra incendio”, aseguró el Coronel Eito.
La Sección Comando y Servicio realizó tareas de apoyo general, desde la ejecución de obras de protección y fortificación para la Artillería y el remolque de piezas de artillería de 155 mm en los cambios de posición, hasta la captación y potabilización de agua en la planta de la ciudad.
“El agua potable fue un trabajo serio. Se aumentó significativamente el consumo de agua. Era peligroso tener una enfermedad masiva por consumo de agua inapropiada. Se distribuía con aguateros”. Los operadores de equipos viales de la Sección Comando y Servicio realizaron trabajos de organización del terreno junto con los operadores de Vialidad Nacional que cruzaron con la Compañía.

Instalaciones de campos minados en Malvinas
Respecto de sus soldados y suboficiales, destacó: “Tuve Suboficiales con los que podía contar y Soldados que respondían muy profesionalmente. Los Soldados tenían una instrucción previa limitada en lo que respecta a instalación de campos minados. El primer día les mostramos cómo instalarlos. Al segundo día ya lo hacían solos y ubicaban las minas perfectamente.
De esta manera, los jefes podíamos registrar su ubicación como es debido”. Acerca de la instalación de minas durante las noches, explicó: “Hubo que superar con voluntad las limitaciones de luz; es muy riesgoso instalar sin ver. Desde el primer al último día los soldados cumplieron”. El ahora Coronel Eito apoyó al Regimiento 6 y al Regimiento 4 en Monte Harriet, por lo que estaba siempre en movimiento. “Uno de los primeros días de junio recibimos fuego de artillería, entonces instalamos campos minados enfrente de las posiciones adelantadas del Regimiento 4 en Monte Wall. Los ingleses ocuparon Harriet. Nosotros estábamos confiados porque no recibíamos fuego de artillería hacía bastante, pero de repente escuchamos que tiraban a 500 metros.
Donde estábamos cayó una salva de artillería, por lo que un soldado perdió sangre del oído. Lo curaron en enfermería y volvió”, relató.
Al preveer que podía haber desembarcos en lugares alejados a las posiciones argentinas, fue ordenada la voladura del puente Fitz Roy. “Fue desplazada una sección de la compañía, al mando del Teniente Blanco. Eran diez hombres perdidos en la inmensidad que se mantenían en contacto con radio y con la visita de algunos comandos que pasaban. Prepararon la voladura del puente, que tenía unos 200 metros. Se trataba de un camino que venía de Darwin a Puerto Argentino”, afirmó el Coronel Eito y evocó que “la voladura del puente tuvo una significación importante porque los británicos tenían previsto desembarcar allí”.
Una noche, al entonces Teniente Primero le tocó participar junto con los comandos en una incursión en retaguardia: “Como había instalado minas en la zona donde debían pasar, tuve la honrosa misión de acompañar a los gloriosos Comandos”. Y destacó: “Operábamos las 24 horas. Instalábamos campos minados día y noche”. Una vez anunciada la rendición, la Compañía se terminó de replegar el 14 de junio, pero debió quedarse.



“Los Oficiales, Suboficiales y pocos Soldados quedamos prisioneros un mes más para marcar por razones humanitarias los campos minados, como indica la Convención de Ginebra”. De esta manera, se hizo presente la Cruz Roja que venía desde Suiza, y se encargaba de supervisar la situación de los prisioneros para asegurar que se cumpliese dicha Convención.
“Dejábamos todo asentado en fichas de la Cruz Roja. Tuvimos la posibilidad de enviar cartas a nuestra familia. Eran revisadas por nuestros custodios, pero sólo hacíamos referencia a la actividad que realizábamos. La Cruz Roja nos amparó”.

Durante la demarcación de los campos minados, un efectivo argentino tuvo un accidente. “Mientras demarcaba, el entonces Cabo Primero Néstor Catay pisó una mina y perdió parte de su pierna. Fue atendido por parte de los ingleses. Ante esto, fue importante la presencia de la Cruz Roja”. El día 8 de julio fueron embarcados de regreso.

El Coronel Eito recuerda el accionar de los ingenieros en Malvinas: “Siempre cumplimos y llevamos el espíritu zapador y la imagen de nuestro Santo Patrono, San Ignacio de Loyola. Siempre tratamos de hacer más de lo que se podía. Cumplimos con el lema de Ingenieros, que es ¡Siempre adelante!”

Revista Soldados Nº 7 (2012)
 
División T CRUBE

Mantenimiento y reparación de equipos electrónicos



MANGANO Salvador Alberto TENIENTE DE FRAGATA – TFIN …………..jefe

DE LOS RIOS Victor Hugo SUBOFICIAL SEGUNDO – SSET, comunicaciones

MERLO Rosario Antonio SUBOFICIAL SEGUNDO – SSET, radares

TAUREL Miguel Angel CABO PRIMERO – CIET

RAMIREZ Osvaldo Daniel CABO PRIMERO – CIET

PAEZ Juan Horacio CABO SEGUNDO – CSET

FERNANDEZ Hugo Ramón CABO SEGUNDO – CSET

BELLEGGIA Ruben Osvaldo CABO SEGUNDO – CSET

BERTTI Daniel Gustavo CONSCRIPTO - CC62

MONTENEGRO Juan Carlos CONSCRIPTO - CC61

SPINELLI Alberto Enrique CONSCRIPTO - CC62

DIEZ GOMEZ Héctor Hugo CONSCRIPTO - CC63
 
René Fabián Mazzochi estuvo a bordo del Destructor Piedrabuena,

Yo era personal de cuadro, cabo segundo maquinista pertenecía máquina de popa en ese momento en el destructor.
 
Un documento para mi inedito, del libro partes de guerra de Graciel Speranza
Es el acta que se labró en pradera del ganso en relación al accidente con los explosivos.


En Pradera del Ganso (Goose Green) a los un días del mes de junio de 1982, siendo las dieciseis horas se labra la presente acta para dejar constancia de que, como consecuencia de la realización de una actividad no contemplada por la convención de Ginebra para realizar con prisioneros de guerra, como el traslado de munición, se produjo una explosión que trajo como consecuencia heridas de distinta consideración al siguiente personal del Ejercito Argentino: subt D. Leonardo Durán, S/C Angel Urban, S/C Gerardo Fernández, Luis Spinberger, S/C Hugo Duarte, Ricardo Jakuisuk, S/C Raúl Vallejos, S/C Francisco Ocampo, S/C Víctor Rodríguez, S/C Ricardo penatti. Y además la desaparición de los siguientes soldados: S/C Martin Flores, José Ferrán, S/C Rafael Barrios. Entre los cuales figurarían como mínimo dos muertos sin poder especificarse cuales. Además se deja constancia de que luego de producida la explosión el subt. D. Marcelo Colombo presenció cuando un soldado ingles hacía fuego con su arma automática contra el cuerpo de un soldado argentino que se hallaba tirado en el suelo. Asimismo, se deja constancia de que el personal herido fue rápida y adecuadamente atendido por el personal de las FFAA inglesas



Alberto Fronter, Oscar Vera Mantaras, Jorge Gopcevich, Juan Carlos Adjigogovich, Marcelo Colombo
 
Gracias, Patacón. Saqué esta foto en abril de 1982. Recién llegados a Puerto Argentino, soldados del Regimiento de Infantería 5. Sección de apoyo de la Compañía B, Tuyutí. El primero soldado es Lido René Ayala, el segundo Gonzalez Martires, y más atrás los soldados Orrego y Pablo Robles. Si alguien pudiera identificar a otros soldados... De allí, pasaron a puerto Howard, en la Gran Malvinas, rebautizado como Puerto Yapeyú.

Nicolas Kasanzew
 
Del libro Partes de guerra – Graciela Speranza


Cuando la cosa se empezó a poner jodida nos dimos cuenta que entre los soldados y entre los militares había de todo. Buenos y malos tipos como en cualquier lado: tipos más comprensivos que otros, tipos menos convencidos que otros. Una noche, después de terminar la guardia, volvíamos con un grupo de soldados a reportarnos en la escuela. Al pasar por la cocina de los pilotos vimos que estaban a punto de tirar una olla de mate cocido con leche. Nosotros habíamos tomado solamente medio jarrito de mate cocido con agua en toda la noche y teníamos hambre. Entonces le dije a mis compañeros:”y si vamos a tomar un poco de mate cocido con leche? Por lo menos nos va a dar un poco de calor”. Fui y pedí parte para el cabo de cocina y le dije:”nosotros recién salimos de la guardia y tenemos hambre. Si nos da un poco de mate cocido con leche le lavamos las ollas.” Nos dijo que sí. Cuando estaba tomando el mate sentí que me tocaban el hombro. Me di vuelta y era el cabo.: “que está haciendo soldado? Deje eso.” “Pero tenemos hambre mi cabo.” “camine para allá. Carrera march.” Entonces yo agarre y le dije:”mi cabo, es injusto, teníamos hambre, no fuimos a robar nada”. “vaya y explíqueselo al sargento”, me dijo. Al rato me mando llamar el sargento y me encaró: “así que ud. es el soldado pesado?” “No –le digo-, estábamos con hambre y fuimos a pedir a la cocina de aeronáutica.” “Ud. no tiene nada que pedir”, y como yo lo miré mal, ahí nomas me pegó una piña en el pecho, me tiró los once escalones para abajo, el fusil no se donde fue a parar. Cuando me quise enderezar. Salí trastabillando para afuera y lo vi venir al subteniente. “que hace soldado? Parece firme” a mi ya se me caían las lagrimas, lloraba. “que le pasó” me preguntó y yo le explique. Entonces me dijo que yo no tenía nada que pedir, me saco para el lado de la costa y me hiso bailar. Hacía mucho frio. Yo tenía la camiseta, la ballenera, la tricota, el sacón arriba y la duvet y transpiraba. Mojé toda la ropa. Después de un rato me lavé, me mojé un poco, fui a buscar mi fusil, lo terminé de limpiar y al rato me llamó el sargento. Me pidió disculpas por haber actuado mal conmigo. Yo le dije de nuevo que era injusto, que al final estábamos todos en la misma, que yo solo quería comer, no quería robar nada.



S/C Ricardo Peralta

En otra parte del libro menciona que se dedicaba a poner minas. Y que participó de la revisión de casas de civiles.

Hay dos Ricardo Peralta en el listado del EA. Uno del RI8 y otro RI3.

No es de la sección Aliaga. Por el relato todo indica que pertenecía a la C/RI25.
 
Última edición:

oscarteves

Colaborador
Colaborador
“vaya y explíqueselo al sargento”, me dijo. Al rato me mando llamar el sargento y me encaró: “así que ud. es el soldado pesado?” “No –le digo-, estábamos con hambre y fuimos a pedir a la cocina de aeronáutica.” “Ud. no tiene nada que pedir”, y como yo lo miré mal, ahí nomas me pegó una piña en el pecho, me tiró los once escalones para abajo, el fusil no se donde fue a parar. Cuando me quise enderezar. Salí trastabillando para afuera y lo vi venir al subteniente. “que hace soldado? Parece firme” a mi ya se me caían las lagrimas, lloraba. “que le pasó” me preguntó y yo le explique. Entonces me dijo que yo no tenía nada que pedir, me saco para el lado de la costa y me hiso bailar. Hacía mucho frio. Yo tenía la camiseta, la ballenera, la tricota, el sacón arriba y la duvet y transpiraba. Mojé toda la ropa. Después de un rato me lavé, me mojé un poco, fui a buscar mi fusil, lo terminé de limpiar y al rato me llamó el sargento. Me pidió disculpas por haber actuado mal conmigo. Yo le dije de nuevo que era injusto, que al final estábamos todos en la misma, que yo solo quería comer, no quería robar nada.​
.
Entiendo que se refiere al sargento Maldonado, encargado de la sección.
 

oscarteves

Colaborador
Colaborador
Estamos en un brete....
en el libro: La sección olvidada
Juan Armando Scarpinelli

NO figura este soldado.
Voy a leer nuevamente lo pertinente en "Partes de guerra". Entiendo que el episodio narrado, tiene elementos importantes como para corroborar los datos de Peralta.
 
Arriba