Comando... y talentoso artista plástico. Mientras estuvo destinado en La Plata, Ricardo Frecha estudiaba Bellas Artes. Y complementaba el magro sueldo de teniente, vendiendo sus cuadros. Más tarde en Malvinas, su jefe, el mayor Mario Castagneto, aprovechó su talento haciéndolo dibujar esbozos de los lugares que salían a reconocer.
Cuando todos se ponían nerviosos, el ya capitán Frecha permanecía imperturbable. Era evidente que disfrutaba de lo que le tocó hacer en la guerra. Me contó, que cuando se inflitró con Castagneto en San Carlos, y pasaron la noche escondidos en un corral de ovejas, se dijo: "¡Nací para esto!"
Tenía 32 años; hoy cumple algunos más.
En cierta oportunidad, cuando regresaba en un jeep comenzaron a lloverle morterazos, a tan corta distancia, que debió arrojarse del vehículo a toda marcha y seguir corriendo hacia las posiciones argentinas. En el trayecto se topó con un campo minado, pero no paró de correr. El comando bromeaba que le imprimió tanta velocidad a sus piernas, que las minas estallaban detrás de el, tras haberlas pisado.
Frecha me dijo que estaba perfectamente mentalizado para morir. Había visto a la parca tan de cerca, tantas veces, que no la sentía como extraña.
El 13 de junio el general Menendez envió a los comandos a la península de Freycinet, y aprovechó su ausencia para rendirse. No quería que pusieran en práctica la última resistencia que tenían planeada, la "Operación Alcázar". Menéndez dejó a esos hombres, sin armamento pesado ni posibilidad de resguardo, frente a la artillería británica y a un par de sus batallones. A una muerte segura. Le pregunté a Frecha que sentía en ese momento.
"Ponernos en esa posición de bloqueo era una locura. Pero te aseguro que de ahí no nos íbamos a mover. Moriríamos todos. Castagneto moría ahí, Rico moría ahí, yo moría ahí. Pensaba en mi esposa: bueno, ella va a rehacer su vida, es una linda mujer, todo pasará para ella. ¿Y mis hijos? ¡Los dejo huerfanos! ¿Trascenderé en ellos? Pero no había marcha atrás. Sin embargo, sorpresivamente, la guerra terminó esa madrugada y pararon todo".
Querido y admirado Ricardo: ¡Feliz día, y que sigas esquivando a la parca por largos, largos años mas! Todavía tenés mucha tela para cortar... y para pintar.