Su voz de mando era: “Todos adelante, pero detrás de mi!” Cuando recibe la ráfaga y cae, Giachino pronuncia el nombre de su amada: «¡Me dieron, Cristina!” Gravemente herido, soportando el dolor atroz, el capitán blande una granada de mano, le saca la chaveta e intima al gobernador Rex Hunt a rendirse. Mike Norton, jefe de los ingleses parapetados, le ofrece curarlo, aliviarlo y probablemente salvarle la vida, a cambio de que se entregue, pero Giachino se niega. La historia tiene paralelismos. También el general Güemes rechazó, en su agonía, dos comisiones realistas ofreciendo atención médica, títulos y honores, a cambio de su retiro.
Ernesto Urbina, el cabo enfermero que se había lanzado a auxiliarlo y también cayó herido, había conocido a Giachino el año anterior, en el curso de buzos tácticos: "Un militar con todas las letras y un gran tipo. Hacía valer su peso de persona, no de grado. De gran fuerza, tanto física, como de voluntad. Y tenía una voz de mando inapelable".
–Alguien lo definió como un auténtico caballero cristiano.
–Sí, porque hacía valer la verdad. No le interesaba que el otro fuera de más grado, para cantarle las cuarenta.
Delicia Giachino, su madre, me contó que siendo un joven teniente, él se opuso a la metodología de la guerra sucia. Sostenía que los terroristas debían ser juzgados.
Desangrándose, Pedro Giachino se mantiene amenazante hasta alcanzar su objetivo: el gobernador británico se rinde. Entonces el contralmirante Carlos Busser, le pide al capitán Tito Monnereau que atienda a su gran amigo y camarada. Giachino había caído herido antes de las seis y treinta y ya eran las nueve pasadas. Monnereau le grita: "Soy Tito, Pedro" y este le responde con voz clara y fuerte: "Tito, por fin llegaste. ¿Se rindió el?"... Monnereau se acerca, se pone de rodillas, lo cubre con su parca y una manta. Recién ahí Giachino entrega la granada y le pide a su amigo que cuide a su esposa Cristina y sus hijas.
El capitán es cargado a un vehículo, pero con suma dificultad: se trataba de un hombre corpulento y la parte trasera de la camioneta era estrecha. El vencido mayor Norton ayuda a ubicar al herido, ganándose con ese gesto el aprecio y respeto de los combatientes argentinos. Giachino es llevado al hospital, donde casi inmediatamente exhala su último aliento.
Varios de sus hombres lloran desconsoladamente alrededor de su cuerpo.
Mañana cumpliría años. A la canción que le hicimos con Carlos Longoni, mi hijo homónimo le puso videos del film de la BBC de 1992 “An ungentlemanly act”. Incorrecto y paradojico título, por cuanto el comando anfibio Pedro Giachino fue justamente un gentilhombre.
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