Conferencias, entrevistas y programas de Nicolás Kasanzew.-
- Tema iniciado thunder
- Fecha de inicio
Nicolas Kasanzew
Corresponsal Veterano Guerra de Malvinas
Un gusto y un honor: entrevistar de nuevo (ya lo había hecho en el 2009 para Crónica TV) al cabo enfermero y cursante comando anfibio Ernesto Urbina. Vívido relato del hombre que se lanzó a auxiliar a sus jefes heridos y él mismo fuera alcanzado por una ráfaga de metralla. Ambos fuimos invitados por la Agrupación Estudiantil por la Formación y el Liderazgo de la Universidad de Cuyo.
Nicolas Kasanzew
Corresponsal Veterano Guerra de Malvinas
Gracias, ures!
Amigos foristas, les deseo un Feliz 2021, y que el Año Nuevo haga desaparecer las variopintos pestes que azotan a nuestro querido país.
Amigos foristas, les deseo un Feliz 2021, y que el Año Nuevo haga desaparecer las variopintos pestes que azotan a nuestro querido país.
Nicolas Kasanzew
Corresponsal Veterano Guerra de Malvinas
La clave para entender Malvinas.
La Junta Militar jamás soñó con ir a la guerra contra Gran Bretaña, y menos contra la OTAN. Cayó en una trampa y después no pudo dar marcha atrás. Si no se entiende eso, no se puede entender el conflicto bélico del 82. Si hubiera optado por Marte, tras tomar las islas el 2 de abril, el 3, 4, 5 la Junta habría mandado oleadas de barcos con todo el armamento y pertrechos necesarios para defenderlas. Nada de eso se hizo. Mandaron tropas tan solo para fintear. Por ejemplo, enviaban un regimiento, sin los morteros. Estaban convencidos de que la sangre no llegaría al río. Cuando se dan cuenta de que la flota viene en serio y que EEUU no va a ser neutral, ya era demasiado tarde. La sorpresa para Inglaterra no fue el 2 de Abril, que ella provocó intencionalmente con la ayuda de sus aliados, sino la reacción de los pilotos argentinos que diezmaron su poderosa flota. Acá van pues las claves para comprender que la agresora fue la Pérfida Albión.
La Junta Militar jamás soñó con ir a la guerra contra Gran Bretaña, y menos contra la OTAN. Cayó en una trampa y después no pudo dar marcha atrás. Si no se entiende eso, no se puede entender el conflicto bélico del 82. Si hubiera optado por Marte, tras tomar las islas el 2 de abril, el 3, 4, 5 la Junta habría mandado oleadas de barcos con todo el armamento y pertrechos necesarios para defenderlas. Nada de eso se hizo. Mandaron tropas tan solo para fintear. Por ejemplo, enviaban un regimiento, sin los morteros. Estaban convencidos de que la sangre no llegaría al río. Cuando se dan cuenta de que la flota viene en serio y que EEUU no va a ser neutral, ya era demasiado tarde. La sorpresa para Inglaterra no fue el 2 de Abril, que ella provocó intencionalmente con la ayuda de sus aliados, sino la reacción de los pilotos argentinos que diezmaron su poderosa flota. Acá van pues las claves para comprender que la agresora fue la Pérfida Albión.
Mis mejores deseos para que tengas un excelente 2021, Nicolás, y que este próximo año esté plagado de éxitos en tu quijotada de contar la verdad sobre la Gesta de Malvinas. Un abrazo grande.
Saludos.
Flavio.
Excelente!
Nicolas Kasanzew
Corresponsal Veterano Guerra de Malvinas
Abrazos, Ures y Famsafe!
Nicolas Kasanzew
Corresponsal Veterano Guerra de Malvinas
Nicolas Kasanzew
Corresponsal Veterano Guerra de Malvinas
Una opinión - muy halagadora, por cierto - sobre el canal de Youtube que tengo con mi hijo homónimo:
Marmortheone
En mi periódico eterno retorno a la cuestión de Malvinas, que me une a la Argentina y en especial a su FAA desde el día a día de los hechos en tiempo real, vividos intensamente aunque fuera Atlántico por medio, es obligada en primer lugar la visita a casa Kasanzew para enterarme cómo va el estado de cosas, antes de merodear por el resto de sitios. Ello es así porque aunque parezca imposible extraer más petróleo del tema este combo paterno-filial efectúa un remake de los hechos de siempre que engancha o hipnotiza, incluso a aquellos que los conocemos con bastante nivel a lo largo de los años. Y no es sólo por el cuidado montaje al milímetro, de imágenes y archivos que sin duda es obra del Jr, sino por el diálogo cómplice que establecen entre ambos, de alto rigor periodístico y que, sobre la base amplísima de los conocimientos y vivencias del Senior, integrando datos de todo tipo de fuentes o aportando otros nuevos, inmediatamente apoyado por el testimonio gráfico súper cuidado, escogido, traducido y subtitulado por Junior, provoca que no abandones el vídeo. Enhorabuena.
Esta compilación de vídeos en su conjunto está cambiando, por lo irrebatible, la visión derrotista de la cuestión. Se plantó cara y a qué nivel. Abrazo.
Marmortheone
En mi periódico eterno retorno a la cuestión de Malvinas, que me une a la Argentina y en especial a su FAA desde el día a día de los hechos en tiempo real, vividos intensamente aunque fuera Atlántico por medio, es obligada en primer lugar la visita a casa Kasanzew para enterarme cómo va el estado de cosas, antes de merodear por el resto de sitios. Ello es así porque aunque parezca imposible extraer más petróleo del tema este combo paterno-filial efectúa un remake de los hechos de siempre que engancha o hipnotiza, incluso a aquellos que los conocemos con bastante nivel a lo largo de los años. Y no es sólo por el cuidado montaje al milímetro, de imágenes y archivos que sin duda es obra del Jr, sino por el diálogo cómplice que establecen entre ambos, de alto rigor periodístico y que, sobre la base amplísima de los conocimientos y vivencias del Senior, integrando datos de todo tipo de fuentes o aportando otros nuevos, inmediatamente apoyado por el testimonio gráfico súper cuidado, escogido, traducido y subtitulado por Junior, provoca que no abandones el vídeo. Enhorabuena.
Esta compilación de vídeos en su conjunto está cambiando, por lo irrebatible, la visión derrotista de la cuestión. Se plantó cara y a qué nivel. Abrazo.
Nicolas Kasanzew
Corresponsal Veterano Guerra de Malvinas
Gracias, Dagger
Nicolas Kasanzew
Corresponsal Veterano Guerra de Malvinas
En una entrevista que me realiza el Centro de Combatientes de Malvinas de Almirante Brown, uno de sus integrantes, el soldado conscripto artillero de la Fuerza Aérea, Sergio Desiderio, cuenta que fue testigo de mi bronca contra la censura a que era sometido su trabajo en Malvinas. Bronca que yo expresaba sin tapujos en pleno conflicto ante los propios censores.
Nicolas Kasanzew
Corresponsal Veterano Guerra de Malvinas
Que gusto, Karkas.
Tremenda historia la de los hermanos Marinos
Nicolas Kasanzew
Corresponsal Veterano Guerra de Malvinas
Esperando los bombardeos nuestros de todos los días en la Base Aérea Malvinas, con mi camarógrafo Alfredo Lamela. El soldado de Aviación Naval porta un fusil Beretta (Gracias, Bigua, por el dato).
Última edición:
Acabo de ver en tu canal de Youtube la muy jugosa entrevista a Arca, muy buena; por como pronuncia las "erres" y "elles" es correntino, aunque al final lo aclaraste, así que daré doble Viva La Patria, por la patria chica y por la patria grande. En 56 minutos no sonríe una sola vez Arca.
Última edición:
Nicolas Kasanzew
Corresponsal Veterano Guerra de Malvinas
Sos muy observador, amigo. Viva la Patria!
Nicolas Kasanzew
Corresponsal Veterano Guerra de Malvinas
EL OSADO LORITO, A QUIEN AMABA EL MUNDO
Un ser-luz, confiable para sus superiores y ejemplo para sus subordinados. Así define a Marcelo “Lorito” Márquez, su jefe de escuadrilla. El capitán de corbeta Alberto Philippi habló con él por vez última poco después del mediodía del 21 de mayo, cuando estaban por salir para atacar a la flota británica junto con Arca, Rótolo, Sylvester y Lecour.
Ya habían finalizado el procedimiento de prevuelo, recibido la información de la misión anterior y, a la espera del alistamiento de sus Skyhawk A4Q, estaban abocados a una tarea harto engorrosa: colocarse el traje anti-exposición; muy ajustado al cuerpo y poco elástico. Philippi estaba renegando ante la dificultad de pasar la cabeza por el cuello del traje, preocupado por la misión que iban a emprender, cuando de pronto se le acercó el Loro, sonriente, con las manos llenas de empanadas. Las había tomado sin permiso de la cocina, y se las ofrecía "para el vuelo", ya que no habían almorzado. “¿Sabe lo que puede hacer con esas empanadas, Loro?”, estalló el jefe de la escuadrilla, que no estaba para pensar en un refrigerio.
A lo cual, sin perder la sonrisa, el teniente de fragata contestó: "Está bien, espero que no las necesite", y las guardó en los bolsillos de su equipo de vuelo.
Nunca sabremos si al menos pudo comerlas él, por cuanto esa misma tarde fue derribado, al atacar y hundir junto a sus camaradas a la fragata Ardent.
“Ese era el Loro”, - me dice Philippi. – “Seguro que estaba tan preocupado como yo por la misión que íbamos a cumplir, y que colocarse el traje anti-exposición le costaba tanto como al resto de los pilotos, y sin embargo quiso hacer algo por el grupo”.
Corajudo y habilidoso, era el numeral que todo líder desea llevar consigo al combate, según coinciden los aviadores navales Sylvester y Philippi. Pero este último va más lejos: “Era el tipo de muchacho que un padre con hijas quisiera para yerno”.
Siempre hacía un esfuerzo adicional. Cuando era urgente sacar los aviones del hangar para iniciar las operaciones, no vacilaba en subirse al tractor de remolque y ayudar en los movimientos a la gente de pista.
Generoso y humilde, podía salir de la cabina del cazabombardero y meterse en la de un modesto avión civil, donde contestaba preguntas sin descanso y enseñaba desinteresadamente a mejorar maniobras de vuelo.
En 1983 su jefe de escuadrilla visitó a la familia del Loro en Mar del Plata. Le habían informado que la madre del piloto estaba angustiada, pensando que su hijo aún estaba en las islas, prisionero de los ingleses. En la oficina del comandante de la Fuerza de Submarinos, Philippi le relató el ataque a la Ardent, el derribo de los tres aviones de la primera sección y - abrazados entre lágrimas los dos - le transmitió la certeza de su desaparición física y su ingreso a la inmortalidad.
Desde ese día, todos los 21 de mayo, el jefe de aquella escuadrilla envía un telegrama a la familia Márquez, con un texto invariable: "Siempre junto a ustedes".
Según Clive Morell, uno los pilotos ingleses que participó del combate, el avión de Márquez se desintegró al recibir una ráfaga de sus cañones de 30 milímetros. Philippi piensa que el impacto fue de lleno en la turbina. Al estar a altísimas revoluciones, se producen desprendimientos de álabes de la turbina, y por efecto cascada se va destruyendo todo en fracción de segundos.
Las últimas palabras del Loro - "¡Harrier, Harrier!" - alertando sobre la aparición de aeronaves enemigas, aún resuenan en los oídos de Philippi y Arca. Fueron también su postrer servicio a sus camaradas.
Luego de su derribo, encontraron éste poema entre sus pertenencias ("Vuelo Supremo", del costarricense Julián Marchena):
Quiero vivir la vida aventurera
de los errantes pájaros marinos;
no tener, para ir a otra ribera,
la prosaica visión de los caminos.
Poder volar cuando la tarde muera
entre fugaces campos ambarinos
y oponer a los raudos torbellinos
el ala fuerte y la mirada fiera.
Huir de todo lo que sea humano;
embriagarme de azul...ser soberano
de dos inmensidades: mar y cielo,
Y cuando sienta el corazón cansado
morir sobre un peñón abandonado
con las alas abiertas para el vuelo.
Paradójicamente, el anhelo expresado en estos versos se le cumplió plenamente. Ya antes de su muerte había sido el "soberano de dos inmensidades, mar y cielo". Es que todos los días en que no estaba volando, navegaba.
Así lo describe Héctor Tebaldi: "Fuimos amigos y compañeros de regatas oceánicas en el Fortuna II. Era un osado. No le tenía miedo a nada. Buscaba el riesgo y lo disfrutaba, así soplaran 40 nudos y olas de 5 metros. Ahí estaba con su risa desafiante y apoyado por otros como él. Transmitía el entusiasmo. Era líder en las maniobras”.
Como oficial del comando de la Armada, se destacó a tal punto, que eso casi le impide el ingreso a la Escuela de Aviación Naval: la Flota de Mar lo quería como oficial de operaciones. Pero no logró torcer su determinación de ser piloto.
“Era un loco lindo”, - comenta su hermana Claudia. – “Pero, aunque bromeaba todo el tiempo, en el fondo era muy serio. Funcionaba como el pilar de la familia, más que papá y mamá, centralizaba todo”.
Le gustaba arreglar cosas destartaladas. Se consiguió una moto Norton y un Ford A, que eran verdaderas piezas de museo, y las dejo irreconocibles. Viajaba en ellas, mondo y lirondo, entre Punta Indio y Mar del Plata.
Hacía sentir cómodo a cualquiera, aún en situaciónes embarazosas. Roberto Sylvester me cuenta: “Con el Lorito de numeral, me animaba a hacer cualquier cosa. Fue un piloto extraordinario, te transmitía confianza, como si el líder fuera él. Cierta vez cometí un error enorme y aterrizamos con muy poco combustible en Trelew. Cuando quise disculparme no me dejó hablar, nos dimos un tremendo abrazo y una hora después seguimos camino a Punta Indio”.
De hecho, Sylvester y Márquez hacían en el aire “cualquier cosa”. Como, por ejemplo, acrobacias en los vetustos T-28, con medio metro entre ala y ala.
El Loro tampoco se amilanaba en marcarle la cancha a los jefes ensoberbecidos. Harto de las bravatas de uno de ellos, cierta vez se acercó a pedirle un autógrafo… “Podía ****** a un mandamás y no iba en cana”, me comenta Sylvester. “Porque era un personaje”.
“Nervio puro arriba de su máquina”, - testimonia otro amigo suyo, el teniente de navío Carlos Croci. – “Pero poco antes de la última misión, lo vi al Loro sentado en el primer asiento de un micro, re concentrado. Le golpeé la ventana y le deseé suerte. Me contestó que si, que la iba a necesitar”.
¿Habría tenido un presentimiento? “Dios suele llevarse a los mejores”, me dice Sylvester con voz consternada aún hoy, a varias décadas. “Al Lorito lo amaba el mundo”.
Un ser-luz, confiable para sus superiores y ejemplo para sus subordinados. Así define a Marcelo “Lorito” Márquez, su jefe de escuadrilla. El capitán de corbeta Alberto Philippi habló con él por vez última poco después del mediodía del 21 de mayo, cuando estaban por salir para atacar a la flota británica junto con Arca, Rótolo, Sylvester y Lecour.
Ya habían finalizado el procedimiento de prevuelo, recibido la información de la misión anterior y, a la espera del alistamiento de sus Skyhawk A4Q, estaban abocados a una tarea harto engorrosa: colocarse el traje anti-exposición; muy ajustado al cuerpo y poco elástico. Philippi estaba renegando ante la dificultad de pasar la cabeza por el cuello del traje, preocupado por la misión que iban a emprender, cuando de pronto se le acercó el Loro, sonriente, con las manos llenas de empanadas. Las había tomado sin permiso de la cocina, y se las ofrecía "para el vuelo", ya que no habían almorzado. “¿Sabe lo que puede hacer con esas empanadas, Loro?”, estalló el jefe de la escuadrilla, que no estaba para pensar en un refrigerio.
A lo cual, sin perder la sonrisa, el teniente de fragata contestó: "Está bien, espero que no las necesite", y las guardó en los bolsillos de su equipo de vuelo.
Nunca sabremos si al menos pudo comerlas él, por cuanto esa misma tarde fue derribado, al atacar y hundir junto a sus camaradas a la fragata Ardent.
“Ese era el Loro”, - me dice Philippi. – “Seguro que estaba tan preocupado como yo por la misión que íbamos a cumplir, y que colocarse el traje anti-exposición le costaba tanto como al resto de los pilotos, y sin embargo quiso hacer algo por el grupo”.
Corajudo y habilidoso, era el numeral que todo líder desea llevar consigo al combate, según coinciden los aviadores navales Sylvester y Philippi. Pero este último va más lejos: “Era el tipo de muchacho que un padre con hijas quisiera para yerno”.
Siempre hacía un esfuerzo adicional. Cuando era urgente sacar los aviones del hangar para iniciar las operaciones, no vacilaba en subirse al tractor de remolque y ayudar en los movimientos a la gente de pista.
Generoso y humilde, podía salir de la cabina del cazabombardero y meterse en la de un modesto avión civil, donde contestaba preguntas sin descanso y enseñaba desinteresadamente a mejorar maniobras de vuelo.
En 1983 su jefe de escuadrilla visitó a la familia del Loro en Mar del Plata. Le habían informado que la madre del piloto estaba angustiada, pensando que su hijo aún estaba en las islas, prisionero de los ingleses. En la oficina del comandante de la Fuerza de Submarinos, Philippi le relató el ataque a la Ardent, el derribo de los tres aviones de la primera sección y - abrazados entre lágrimas los dos - le transmitió la certeza de su desaparición física y su ingreso a la inmortalidad.
Desde ese día, todos los 21 de mayo, el jefe de aquella escuadrilla envía un telegrama a la familia Márquez, con un texto invariable: "Siempre junto a ustedes".
Según Clive Morell, uno los pilotos ingleses que participó del combate, el avión de Márquez se desintegró al recibir una ráfaga de sus cañones de 30 milímetros. Philippi piensa que el impacto fue de lleno en la turbina. Al estar a altísimas revoluciones, se producen desprendimientos de álabes de la turbina, y por efecto cascada se va destruyendo todo en fracción de segundos.
Las últimas palabras del Loro - "¡Harrier, Harrier!" - alertando sobre la aparición de aeronaves enemigas, aún resuenan en los oídos de Philippi y Arca. Fueron también su postrer servicio a sus camaradas.
Luego de su derribo, encontraron éste poema entre sus pertenencias ("Vuelo Supremo", del costarricense Julián Marchena):
Quiero vivir la vida aventurera
de los errantes pájaros marinos;
no tener, para ir a otra ribera,
la prosaica visión de los caminos.
Poder volar cuando la tarde muera
entre fugaces campos ambarinos
y oponer a los raudos torbellinos
el ala fuerte y la mirada fiera.
Huir de todo lo que sea humano;
embriagarme de azul...ser soberano
de dos inmensidades: mar y cielo,
Y cuando sienta el corazón cansado
morir sobre un peñón abandonado
con las alas abiertas para el vuelo.
Paradójicamente, el anhelo expresado en estos versos se le cumplió plenamente. Ya antes de su muerte había sido el "soberano de dos inmensidades, mar y cielo". Es que todos los días en que no estaba volando, navegaba.
Así lo describe Héctor Tebaldi: "Fuimos amigos y compañeros de regatas oceánicas en el Fortuna II. Era un osado. No le tenía miedo a nada. Buscaba el riesgo y lo disfrutaba, así soplaran 40 nudos y olas de 5 metros. Ahí estaba con su risa desafiante y apoyado por otros como él. Transmitía el entusiasmo. Era líder en las maniobras”.
Como oficial del comando de la Armada, se destacó a tal punto, que eso casi le impide el ingreso a la Escuela de Aviación Naval: la Flota de Mar lo quería como oficial de operaciones. Pero no logró torcer su determinación de ser piloto.
“Era un loco lindo”, - comenta su hermana Claudia. – “Pero, aunque bromeaba todo el tiempo, en el fondo era muy serio. Funcionaba como el pilar de la familia, más que papá y mamá, centralizaba todo”.
Le gustaba arreglar cosas destartaladas. Se consiguió una moto Norton y un Ford A, que eran verdaderas piezas de museo, y las dejo irreconocibles. Viajaba en ellas, mondo y lirondo, entre Punta Indio y Mar del Plata.
Hacía sentir cómodo a cualquiera, aún en situaciónes embarazosas. Roberto Sylvester me cuenta: “Con el Lorito de numeral, me animaba a hacer cualquier cosa. Fue un piloto extraordinario, te transmitía confianza, como si el líder fuera él. Cierta vez cometí un error enorme y aterrizamos con muy poco combustible en Trelew. Cuando quise disculparme no me dejó hablar, nos dimos un tremendo abrazo y una hora después seguimos camino a Punta Indio”.
De hecho, Sylvester y Márquez hacían en el aire “cualquier cosa”. Como, por ejemplo, acrobacias en los vetustos T-28, con medio metro entre ala y ala.
El Loro tampoco se amilanaba en marcarle la cancha a los jefes ensoberbecidos. Harto de las bravatas de uno de ellos, cierta vez se acercó a pedirle un autógrafo… “Podía ****** a un mandamás y no iba en cana”, me comenta Sylvester. “Porque era un personaje”.
“Nervio puro arriba de su máquina”, - testimonia otro amigo suyo, el teniente de navío Carlos Croci. – “Pero poco antes de la última misión, lo vi al Loro sentado en el primer asiento de un micro, re concentrado. Le golpeé la ventana y le deseé suerte. Me contestó que si, que la iba a necesitar”.
¿Habría tenido un presentimiento? “Dios suele llevarse a los mejores”, me dice Sylvester con voz consternada aún hoy, a varias décadas. “Al Lorito lo amaba el mundo”.
Última edición:
