El mundo está atento a la información sobre el Boeing 747-300 de EMTRASUR y es posible que la indignación se incremente si se conocieran algunos detalles que hacen a la burocracia de este tipo de operaciones de carga aérea.
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cito parte de la nota
Luis Alberto Franco
Piloto militar y comercial. Licenciado en Ciencia Política y máster en Economía y Ciencias Políticas. Director de Aeromarket.
En primer lugar todo vuelo internacional
debe tener la autorización del país a donde se dirige. El primer organismo que interviene en estos trámites imprescindibles en la Argentina es la Dirección de Transporte Aerocomercial, a cargo de la Dra. Florencia Dovichi, que es parte de la Administración Nacional de Aviación Civil, cuya responsable es la Lic. Paola Tamburelli, organismo que a su vez depende del Ministerio de Transporte.
Antes que un avión llegue a destino, la autoridad aeronáutica debe conocer las condiciones de aeronavegabilidad del avión, las licencias habilitantes de los pilotos, sus psicofísicos (certificados de control de salud), entre otros requisitos. En otras palabras
debe conocer todo sobre la operación.
En el Paraguay
ya fueron removidos de sus cargos dos funcionarios de la Dirección Nacional de Aeronáutica Civil (DINAC) y un funcionario del Aeropuerto Luis Afar.
Otra paradoja argentina es que la autoridad aeronáutica, entendida esta como ANAC, más la Empresa Argentina de Navegación Aérea (EANA) y el Ministerio de Seguridad es prácticamente sofocante por el exigente control de las aeronaves de trabajo aéreo –especialmente aeroaplicación– que operan al norte del paralelo 29º S, conocida como Zona de Identificación de Defensa Aérea. Sin embargo, las
irregularidades más graves parecen registrarse en aeropuertos claves.
La
famosa valija de Antonini Wilson se detectó porque el pasajero ingresó por un sector de Aeroparque distinto al que debía; tal vez el vuelo de EMTRASUR quedó “al descubierto” porque una densa niebla cubría Buenos Aires.
Ironías del destino.