La alianza Estados Unidos-Unión Europea-Japón se ha embarcado en un gran proyecto por el control de los recursos energéticos mundiales. Sus acciones han provocado una serie de reacciones, a veces un tanto tardías, pero no por ello, significativamente ciertas, desembocando en la creación de una coalición euroasiática que se prepara para desafiar al eje (sí, qué palabrita).
Dijo Vladimir Putin, entonces Presidente de la Federación Rusa, en la Conferencia de Munich sobre política de seguridad: «Asistimos hoy a un uso extremo, casi sin freno, de la fuerza militar en las relaciones internacionales, fuerza que sume al mundo en un abismo de conflictos permanentes. El resultado de ello es que no tenemos suficiente fuerza para encontrar una solución global a ninguno de esos conflictos. También se hace imposible llegar a un arreglo político. Observamos un desprecio cada vez mayor por el derecho internacional. Y las normas legales independientes se aproximan en realidad al sistema jurídico de un solo país. Un país, Estados Unidos, ha desbordado sus fronteras nacionales en todos los sentidos.»
Ahora bien, lo que los dirigentes estadounidenses llaman «nuevo orden mundial», los rusos y chinos consideran un «mundo unipolar». Es la visión que empezó a allanar el abismo entre Pekín y Moscú.
China y Rusia están muy concientes de que son los blancos de la alianza anglosajona. Su temor común a verse cercadas las ha llevado a acercarse una a la otra y ese temor no es para nada imaginario. Apenas la disolución de la URSS, la Alianza Occidental no ha parado de avanzar sobre las fronteras de Rusia y China. Primero, guerra, desmembramiento y feroz bombardeo a Yugoslavia (en particular, al aliado ruso, Serbia, incluyendo un bombardeo de precisión "por error" a la embajada china). Luego, incesante ampliación de la OTAN. Posteriormente, atentado (o autoatentado) sobre el World Trade Center y el Pentagono, argumento (o excusa) perfecto para invadir ilegalmente a Afganistán e Irak (aislando a Irán, y penetrando en Eurasia, en los nuevos "istanes", ex repúblicas soviéticas islámicas o turcófonas). Incorporación de Corea del Norte (aliado de China) dentro del Eje del Mal. Potenciamiento de las capacidades japonesas (por ej, nuevo portaaviones y cisternas aéreos, además del involucramiento de fuerzas armadas fuera del país para "fines humanitarios"). Y la frutilla del postre: instalación de sistemas de defensa misilística antibalística (previo salida del acuerdo SALT I y SALT II) en Polonia y Chequia, y jugada maestra en Georgia (atacando Osetia del sur y Abjazia) en plenos juegos olímpicos realizados en .... Beijing !!!
Por lo expuesto, y por mucho más que sería largo extenderse, China y Rusia están muy concientes de que son los blancos de la alianza anglosajona (y sus aliados japoneses y francoalemanes). Su temor común a verse cercadas las ha llevado a acercarse una a la otra. No fue por casualidad que, el mismo año en que la OTAN bombardeaba Yugoslavia, el presidente chino Jiang Zemin y el presidente ruso Boris Yeltsin hicieron una declaración común durante una histórica cumbre, en diciembre de 1999, que reveló que China y la Federación Rusa iban a unir sus fuerzas para oponerse al «nuevo orden mundial». En realidad, las bases de aquella declaración habían sido establecidas en 1996, cuando ambas partes expresaron su oposición a la imposición de la hegemonía mundial de un solo Estado. Los chinos y los rusos pedían además el establecimiento de un orden económico y político mundial más equitativo. Indicaron que Estados Unidos apoyaba movimientos separatistas en ambos países y subrayaron los esfuerzos de los estadounidenses por balcanizar y finlandizar a los países de Eurasia.
Chinos y rusos publicaron una declaración en la que afirmaban que la instalación de un escudo internacional antimisiles y la violación del Tratado ABM sobre la limitación de los sistemas de misiles antimisiles desestabilizarían y polarizarían el mundo. En 1999 estaban concientes de lo que se estaba preparando y de la dirección tomada por Estados Unidos. En junio de 2002, menos de un año antes del desencadenamiento de la «guerra global contra el terrorismo», George W. Bush anunció que Estados Unidos se retiraba del Tratado ABM.
El 24 de julio de 2001, menos de un mes antes del 11 de septiembre, China y Rusia firmaron el Tratado de Buena Vecindad, de Amistad y de Cooperación. Se trataba de un pacto –formulado en términos moderados– de defensa mutua contra Estados Unidos, la OTAN y la alianza militar asiática, apoyada por Estados Unidos, que cerca a China.
El pacto militar de la Organización de Cooperación de Shangai (OCS) está formulado de la misma forma. Conviene señalar también que el artículo 12 del Tratado Bilateral Chino-Ruso de 2001 estipula que China y Rusia colaborarán para mantener el equilibrio mundial, respetar «los acuerdos fundamentales relativos a la preservación y el mantenimiento de la estabilidad estratégica» y estimular «el proceso de desarme nuclear». Al parecer se trata, en este caso, de una alusión a la amenaza nuclear que representa Estados Unidos.
Como reacción ante los esfuerzos anglosajones tendientes a cercar, y finalmente, a desmantelar China y Rusia, Moscú y Pekín unieron sus fuerzas y la OCS evolucionó poco a poco para convertirse en una poderosa entidad internacional en pleno corazón de Eurasia.