Para el amigo Tordillo y para los foristas que no conocen al coronel Ugozioli
GUERRA DE MALVINAS
Fue obligado a desactivar unas 160 minas, tras caer prisionero
Entrevista a Jorge Ugozzoli - Oficial del Ejército, integrante del Regimiento nº 8 de Infanteria.
Se convenció de que la Argentina no ganaría el conflicto bélico en Malvinas luego del primer bombardeo, el 1 de mayo de 1982. “No me sorprendió la rendición, porque era irremediable. Pero enterarnos nos trajo una profunda desilusión. Fue un gran dolor”.
El coronel Jorge Ugozzoli recuerda como una enorme frustración aquel lunes 14 de junio, cuando le comunicaron el cese del fuego. No obstante, afirma que los soldados argentinos no se rindieron.
“Uno pierde una guerra cuando ha claudicado en su voluntad de lucha. El hecho de que hoy estemos aquí quiere decir que no nos hemos rendido. Hemos perdido una batalla, pero no la guerra. La guerra es una suma de batallas”, reflexiona.
El oficial asegura que recibió un excelente trato de los ingleses tras la capitulación y que se alimentó como nunca durante el conflicto. “Había bajado 14 kilos. Desde el 18 de mayo hasta la rendición veníamos tomando, a las 10 de la mañana, té hervido, y a las cinco de la tarde, agua hervida con cordero. Los nervios y el comer mal pueden llevar a la desnutrición.
Había mucha gente que, desgraciadamente, no estaba preparada para aguantar estos regímenes y presiones como las que hubo”, asevera.
Ugozzoli tuvo la difícil tarea de quedarse en Malvinas a desactivar parte de las minas. “Era un trabajo complicado, porque el plano del campo minado establece una dirección en grados y en distancia para ubicar las minas. Dependíamos de la responsabilidad de quien las había instalado”, dice.
“Cuando llegás al lugar, empezás a meter el cuchillo bayoneta en la tierra.
Después se le saca el detonador, que es fulminato de Mercurio, que con la presión produce una explosión. Me tocó desactivar como 160 minas”, comenta, y agrega que las minas más difíciles eran las “antipersona”, que eran mucho más sensibles. Sobre las “antitanque”, aclaró, uno podía saltar encima y no explotaban.
“Tiempo después, estudiando el Derecho Internacional de Guerra, me enteré de que la desactivación de minas siendo prisionero es una actividad que está prohibida. Pero, igualmente, mi misión se realizó por un gesto humanitario del jefe de nuestro regimiento”, aclara.
Ugozzoli sostiene que la rendición impactó en los soldados de diversas formas. Muchos, dice, no aceptaban y evaluaban la posibilidad de quedarse a combatir formando comandos. “Todas las noches rezo porque la muerte de muchos compañeros no haya sido en vano”, concluye
Yalux
GUERRA DE MALVINAS
Fue obligado a desactivar unas 160 minas, tras caer prisionero
Entrevista a Jorge Ugozzoli - Oficial del Ejército, integrante del Regimiento nº 8 de Infanteria.
Se convenció de que la Argentina no ganaría el conflicto bélico en Malvinas luego del primer bombardeo, el 1 de mayo de 1982. “No me sorprendió la rendición, porque era irremediable. Pero enterarnos nos trajo una profunda desilusión. Fue un gran dolor”.
El coronel Jorge Ugozzoli recuerda como una enorme frustración aquel lunes 14 de junio, cuando le comunicaron el cese del fuego. No obstante, afirma que los soldados argentinos no se rindieron.
“Uno pierde una guerra cuando ha claudicado en su voluntad de lucha. El hecho de que hoy estemos aquí quiere decir que no nos hemos rendido. Hemos perdido una batalla, pero no la guerra. La guerra es una suma de batallas”, reflexiona.
El oficial asegura que recibió un excelente trato de los ingleses tras la capitulación y que se alimentó como nunca durante el conflicto. “Había bajado 14 kilos. Desde el 18 de mayo hasta la rendición veníamos tomando, a las 10 de la mañana, té hervido, y a las cinco de la tarde, agua hervida con cordero. Los nervios y el comer mal pueden llevar a la desnutrición.
Había mucha gente que, desgraciadamente, no estaba preparada para aguantar estos regímenes y presiones como las que hubo”, asevera.
Ugozzoli tuvo la difícil tarea de quedarse en Malvinas a desactivar parte de las minas. “Era un trabajo complicado, porque el plano del campo minado establece una dirección en grados y en distancia para ubicar las minas. Dependíamos de la responsabilidad de quien las había instalado”, dice.
“Cuando llegás al lugar, empezás a meter el cuchillo bayoneta en la tierra.
Después se le saca el detonador, que es fulminato de Mercurio, que con la presión produce una explosión. Me tocó desactivar como 160 minas”, comenta, y agrega que las minas más difíciles eran las “antipersona”, que eran mucho más sensibles. Sobre las “antitanque”, aclaró, uno podía saltar encima y no explotaban.
“Tiempo después, estudiando el Derecho Internacional de Guerra, me enteré de que la desactivación de minas siendo prisionero es una actividad que está prohibida. Pero, igualmente, mi misión se realizó por un gesto humanitario del jefe de nuestro regimiento”, aclara.
Ugozzoli sostiene que la rendición impactó en los soldados de diversas formas. Muchos, dice, no aceptaban y evaluaban la posibilidad de quedarse a combatir formando comandos. “Todas las noches rezo porque la muerte de muchos compañeros no haya sido en vano”, concluye
Yalux