El petróleo inflama las Malvinas
Punta Arenas factura unos siete millones de dólares anuales por provisiones a las islas Malvinas. El navío que más importa a los habitantes de Puerto Argentino ha suspendido sus viajes. Es el transporte que abastecía las islas con viajes regulares desde Chile. Los armadores interrumpieron las travesías ante el temor de que el buque fuera interceptado y llevado a puerto por las autoridades argentinas.
Defensa.- En la actualidad, las islas se sostienen económicamente sin aportes de Londres. Excluida, claro, la defensa que representa unos cien millones de dólares anuales
“Esta leche alemana no es tan buena como la chilena”, declara Sharon, una kelper, apelativo de los moradores de las Malvinas. La queja no sólo alcanza al fin del abastecimiento de la leche chilena -nunca imaginé que alguien echara de menos los reconstruidos lácteos criollos-, sino que a la falta de una gran variedad de productos provenientes de Punta Arenas. Las tiendas de Puerto Argentino, la capital de las islas, ya no exhiben verduras y frutas frescas o materiales para la construcción chilenos.
El motivo de esta ausencia es la sorda batalla diplomática que se libra por las remotas islas Malvinas ocupadas por Gran Bretaña y reclamadas por Argentina. Buenos Aires está empeñado en bloquear, o al menos dificultar, la explotación de los yacimientos de petróleo y gas en las aguas sobre las cuales Londres ejerce soberanía. La pugna no cesa de escalar. Argentina exige que todos los buques que recalen en sus puertos firmen un documento solicitando autorización para viajar a las Malvinas a través de sus aguas territoriales. Algunos yates han conseguido el permiso mientras a otros les fue denegado por la Prefectura Naval, responsable de aplicar el decreto 256 publicado en febrero de este año. La meta es frenar el abastecimiento de las plataformas petroleras.
En todo caso, el navío que más importa a los habitantes de Puerto Argentino ha suspendido sus viajes. Es el transporte que abastecía las islas con viajes regulares desde Punta Arenas. Los armadores interrumpieron las travesías ante el temor de que el buque fuera interceptado y llevado a puerto por las autoridades argentinas, con las consiguientes pérdidas. El creciente cerco económico argentino
“no me quita el sueño”, señala Dick Sawle, miembro de la Asamblea Legislativa, responsable de la administración de las islas. Es más, varios kelpers se apresuran a señalar que Punta Arenas pierde más que ellos. La ciudad chilena factura unos siete millones de dólares anuales a las islas. Es el estilo desafiante de los isleños que recuerdan la actitud de los británicos que cuando la bruma les impide ver Europa, exclaman:
“Lástima, el continente está aislado”.
En la actualidad, las islas se sostienen económicamente sin aportes de Londres. Excluida, claro, la defensa que representa unos cien millones de dólares anuales. Esta es una cantidad formidable si se considera que el Producto Geográfico Bruto (PGB) de las islas alcanza a 150 millones de dólares, de los cuales la pesca representa el 60%. El producto estrella son los calamares. El turismo está en ascenso y aporta 8% del PGB. Estos dos rubros son vulnerables a los obstáculos que Buenos Aires impone a la navegación por aguas argentinas. Recientemente, un pesquero español que operaba desde las Malvinas fue forzado a salir de las aguas territoriales argentinas en su aproximación a Montevideo. Ello le valió una navegación adicional de 17 horas y siete toneladas de combustible. La experiencia del buque Costa do Cabo ha alarmado a los pesqueros malvinenses que utilizan los astilleros de Montevideo para reparaciones y renovar las tripulaciones. Está por verse como afectará la nueva política argentina a las decenas de transatlánticos que recalan en Puerto Argentino. Algunos isleños se encogen de hombros y señalan que en el peor de los casos deberán buscar puertos alternativos. Entre las opciones destacan una mayor cooperación con Sudáfrica, pero de ella están separados por más de cuatro mil kilómetros. Sunny Jose, asesor económico del gobierno, tiene un diagnóstico pesimista. A su juicio, las restricciones marítimas tienen un impacto considerable. Ello, a tal punto que podrían devolver a las islas a una situación anterior a la guerra de 1982. Esto es antes que se desarrollase la pesca y el turismo. Entonces la mayor exportación era la lana y la carne de cordero.
El petróleo
La gran esperanza de los kelpers es encontrar petróleo bajo los 400 metros, que es la profundidad media en la zona. Por el momento hay una plataforma que ha perforado media docena de pozos. En uno de ellos ha brotado un líquido ceroso que, según Phyl Rendell, directora de Recursos Minerales del gobierno, es petróleo de grado medio. A su juicio, aún no hay evidencia que den con crudo en cantidades que aseguren la explotación comercial. La incertidumbre está a la vista con la montaña rusa del precio de las acciones de las empresas exploradoras. Las grandes compañías han preferido dejar el riesgo a pequeñas compañías. Shell fue la última
“major”, o gran empresa, que realizó exploraciones en 1998. Por entonces, el barril rondaba los diez dólares. En la actualidad, el precio oscila alrededor de los 80 dólares y es a partir de este nivel que la explotación en aguas profundas y hostiles se torna rentable. Para el año entrante se estima que el barril se situará alrededor de los 100 dólares.
Algunos isleños han comprado acciones en las empresas que realizan las exploraciones. Pero lo hacen, dicen, con un espíritu deportivo: es tan seguro como apostar a un caballo de carrera. El velo de desinformación es reforzado por las empresas que rehúsan todo contacto. Sólo informan un día sobre descubrimientos, que hacen saltar el precio de las acciones para, días más tarde, desmentirlo, señalando que sólo encontraron agua. Más allá de los reconocimientos oficiales hay indicios que hacen suponer que algo han encontrado. Ya está prevista la llegada de una segunda plataforma, que se sumará a la Ocean Guardian, y más tarde, una tercera. Cada una de estas estructuras tiene un costo de operaciones de cerca de medio millón de dólares diarios. Además, está prevista la construcción de un nuevo puerto para acomodar las operaciones petroleras. A estas alturas, sin embargo, es difícil discernir cuánto hay de cautela y cuánto de un manejo interesado de la información. Las autoridades kelpers buscan mantener el más bajo perfil posible en cuanto al futuro petrolero. Ello, para no despertar expectativas entre la población ni aumentar la conflictividad en la región.
El descubrimiento de reservas significativas cambiaría de manera radical la realidad de las islas. No sólo conseguirían una ansiada holgura económica, sino que incluso podrían pagar los costos actuales de la defensa solventados por Londres. Esto reforzaría el argumento de los políticos de Puerto Argentino que representan a una comunidad que dispone de su propio gobierno autónomo y con derecho a la autodeterminación. Además dispondrán de una atractiva zanahoria para exhibir especialmente ante Chile. Como lo insinuó uno de los isleños, Chile sería el destinatario natural para recibir los hidrocarburos tanto para su consumo como para su eventual procesamiento.
La situación militar
Los británicos fueron sorprendidos, en abril de 1982, por el desembarco de las tropas argentinas. Londres despachó entonces una fuerza de tarea que al cabo de un par de meses removió la presencia argentina. El conflicto costó la vida de 649 argentinos y 255 británicos así como tres malvinenses. Ya no habrán más sorpresas proclaman los uniformados. En realidad, basta con observar el formidable complejo militar de Mount Pleasant para dar fe que es muy remota la probabilidad de sacar por la fuerza a los ingleses. En las palabras de un militar británico:
“El que controla Mount Pleasant controla el Atlántico Sur”. Consultado el comodoro Philip Thicknesse, comandante de la base, sobre la vulnerabilidad que representa para la defensa de las islas no contar con portaaviones, puesto que han sido dados de baja a causa de los recortes presupuestarios, parafrasea a un político:
“Gran Bretaña no requiere retomar Kent, de la misma manera no habrá necesidad de retomar las Malvinas, porque las tenemos”. El poder aéreo, naval y terrestre respaldado por redes de radares y baterías antiaéreas Rapier permite, a más de un millar de efectivos, hacer frente a una contingencia. El fuerte de la defensa es un cuarteto de aviones Typhoon o Eurofighters, que tienen un poder de fuego tal que cada uno reemplaza a tres aviones Tornado. Desde el puerto de Mare opera un destructor, en la actualidad el HMS Gloucester que visitó la Exponaval y un buque de patrullaje marítimo, el HMS Clyde. Si estos elementos no son suficientes, Londres podría iniciar un puente aéreo que permite un rápido reforzamiento, dado que existe una gran cantidad de armamento preposicionado.
El frente diplomático
¿Malvinas o Malvinas? De acuerdo al protocolo internacional los lugares son bautizados por quien ejerce la soberanía efectiva. Pero, Malvinas es el nombre castellano de las islas. En todo caso Lan, que realiza un vuelo semanal a la isla, evita el conflicto señalando como destino: Mount Pleasant, que es el nombre del aeropuerto. En la actualidad, se está repavimentado su pista y el comandante Thicknesse desea rebautizarlo como “
Malvinas International”. En los mapas de la revista de a bordo de Lan, IN, no figura la ruta Punta Arenas-Malvinas. Este vuelo es de capital importancia para los más de 250 chilenos, diez por ciento de la población total, que viven y trabajan en las islas. De cancelarse la ruta, que una vez al mes hace escala en Río Gallegos para permitir la visita de argentinos, muchos se verían obligados a volver a Chile. La única alternativa a Punta Arenas es volar, vía Isla Ascensión, a Inglaterra y desde allí volver a Santiago. El precio sería prohibitivo para trabajadores que en promedio ganan unos 900 mil pesos. Argentina ha señalado en reiteradas ocasiones que no tiene intenciones de recuperar las reclamadas islas por la fuerza. Pero desde la llegada del fallecido Presidente Néstor Kirchner, en 2003, y bajo la Presidencia de Cristina Fernández ha reforzado la ofensiva diplomática. En la última reunión de Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) en George Town, en Guyana en noviembre, se acordó impedir que atraquen en los puertos de los países miembros buques que lleven la
“bandera ilegal de las islas Malvinas”.
En Puerto Argentino se interrogan sobre el verdadero alcance de esta declaración. Son palabras solidarias o compromisos de acciones efectivas. El recién llegado gobernador Nigel Haywood declara que:
“No veo ninguna perspectiva de cambio”. A su juicio, en todo caso,
“el gobierno chileno ha sido pasivo” ante la suspensión del comercio marítimo con Punta Arenas.
Desde la perspectiva kelper las islas nunca fueron ocupadas realmente por Argentina. Las islas fueron reclamadas por el capitán John Byron cuando estaban deshabitadas, pues en ella nunca hubo población nativa. Las islas cambiaron de manos en más de una oportunidad por breves períodos, pero por más de siglo y medio el grueso de la población era de origen británico. Sobre esta base, explica la literatura oficial kelper, descansa el derecho que les cabe a ejercer la autodeterminación. Londres dice que no hace más que acatar los deseos de los locales. “
Si ellos quisieran ser argentinos son libres de serlo”, puntualiza Haywood. Esto, claro, es mera retórica, pues los kelpers no sólo son más ingleses que los ingleses, sino que expresan la más profunda desconfianza hacia Buenos Aires. Para la Argentina los kelpers son ciudadanos argentinos que viven en parte del territorio nacional ocupado ilegalmente por una potencia invasora. Por lo tanto, no tiene sentido siquiera hablar de autodeterminación. Las Malvinas son lo mismo que la vecina Isla de los Estados.
Hay un factor adicional que es poco mencionado. La proyección de las islas hacia la Antártica. Hoy está prohibido todo tipo de exploración y explotación mineral del continente blanco regido por el Tratado Antártico, que data de 1959, y que no reconoce disputas o acepta reivindicaciones territoriales y no pueden hacerse otras nuevas mientras rija. Por ello llamó la atención, cuando en forma sorpresiva, en octubre del 2007, Gran Bretaña desconoció la prohibición de ampliar las reclamaciones territoriales sobre el continente. El Ministerio de Relaciones Exteriores inglés señaló que aspiraba a un millón de kilómetros cuadrados de territorio y mares. Aclaró, sin embargo, que era un pedido avanzado
“como una salvaguardia para el futuro”. Cinco sextos del continente blanco son reclamados por siete países (Argentina, Australia, Chile, Francia, Gran Bretaña, Nueva Zelandia y Noruega) y muchas de las demandas se sobreponen.
El centenario conflicto del Atlántico Sur no tiene visos de solución ya que, como suele ocurrir en otras latitudes, las dos partes señalan que la soberanía no es negociable. La intransigencia aumentará si se confirman reservas petroleras de magnitud. Esto colocará a Chile y a otros países de la región ante la obligación de optar entre las partes, al menos en algunos aspectos, como lo es el de la navegación. Esa es la naturaleza de los conflictos: rara vez benefician a alguien y perjudican a muchos. //LND
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