25 de abril de 1982
CON UN PIE EN MALVINAS
Al fin llegamos, era de noche y muy oscura por cierto. Soplaba el viento, el mismo de Comodoro, hacía frío pero no era mucho. A pocos metros del avión se visualizaba una lamparita que apenas iluminaba una casilla, al parecer de madera. Un pequeño grupo nos recibió pidiéndonos ayuda para descargar el avión. Así lo hicimos, descargamos munición de artillería, muchos cajones y líos de cosas. La descarga fue más que rápida, la carga era dejada allí mismo, casi pegada al avión, para que éste pudiera salir de inmediato hacia el continente. Luego de la partida del avión tuvimos que sacar la carga de la pista y llevarla hacia la calle donde había mucha más carga apilada de cualquier forma. No había luz de ningún tipo. A pocos metros de la casa, aquella que tenía la lamparita encendida, o el aeropuerto, como mejor prefieran, ya no se veía nada, ni siquiera uno mismo. Ni Luna ni estrellas, Nada, sólo Nada. No alcanzaba a ver mis manos, menos mis pies y menos el camino.
La primera pregunta fue “¿Dónde está la gente?, ¿Dónde está mi Unidad?. A lo que gentilmente me respondieron, “En aquella dirección”. Mirando hacia donde me señalaban, no se podía ver nada. Me dijeron que se encontraban pasando un puente a unos pocos kilómetros. Dejé mi gente en el aeropuerto y comencé a caminar por la ruta. Con un pie sobre el asfalto y el otro en la tierra, para no perder la dirección del camino, comencé a caminar. Después de haber caminado unos kilómetros y al no haber pasado ningún puente, comencé a preocuparme si estaba yendo por el camino correcto. Un poco más adelante escuche ruidos y comencé a preguntar, no se a quien ya que no se veía nada, por el grupo de artillería. Pero nadie respondía. ¿Habría alguien?.
Unos cientos de metros más adelante alguien me contesta “Aquí, aquí”. Pero no se veía nada. Solo las voces. Le pedí a quien me contestaba que continuara hablando y me dirigí en su dirección. Comencé a tropezar con soldados que dormían. Al preguntarles de que Unidad eran, resultaron no ser del Grupo de Artillería y me decía más adelante.
Habiendo encontrado donde se encontraban acantonados decidí regresar contando la cantidad de pasos hasta llegar al aeropuerto. Me reuní con el personal y emprendimos el camino hacia la zona de reunión. Al llegar, como pudimos tratamos de improvisar alguna cubierta contra el frió para dormir hasta el otro día. Tratamos de unir los ponchos impermeables e improvisar alguna especie de carpa. Algunos, los más cansados simplemente se envolvieron y se tiraron a dormir.
Al despertar del día siguiente, pudimos ver por primera vez el paisaje de nuestras Malvinas. Era una zona de médanos bajos, ningún árbol a la vista, sólo arena, un camino, en una punta del mismo el aeropuerto y en la otra la ciudad, la bahía y nosotros. Acomodamos nuestro equipo personal y nos dirigimos al Aeropuerto a recuperar nuestro material de artillería. Al llegar a la zona del aeropuerto, aparecieron ante nuestros ojos las cocinas de campaña. Humeantes y hermosas nos dispensaron el primer desayuno en la isla al costado del camino.
Un poco más allá y también a ambos lados del camino, el bagaje. Pero que era nuestro y que no. Era imposible distinguirlo, a lo sumo alguna etiqueta y casi todo EA (Ejercito Argentino). Muchos cofres (cajones de madera) de faroles, todos EA. ¿Pero cual era el nuestro?. Palas y picos, más de las que nosotros llevamos.
Bien, tomamos lo que nos correspondía y el resto lo dejamos, pues alguien lo necesitaría. Emprendimos el regreso hacia la posición. Los cañones no habían llegado así pues el traslado de los materiales fue sencillo.
La posición que ocupamos era temporal, pero no conocíamos ciertamente cuando debíamos irnos. Comenzamos organizarnos y dividirnos sectores. Dentro de ellos armamos nuestras carpas para pasar una noche más.