Artículo del profesor Richard Falk sobre la cuestión palestina
Para aquellos que tengan tiempo y les interese el pensamiento del profesor de Harvard Richard Falk con respecto a los conflictos en medio oriente, les recomiendo este artículo.
Para aquellos que les interese una mirada más abarcativa, al pie del artículo agregué un pequeño resumen de quien es Falk y un libro que debe considerarse de cabecera para los que nos rompemos la cabeza queriendo entender años y años de conflicto. Lamentablemente creo que el libro está editado en inglés, yo sólo leí un resumen del mismo y una monografía basada en tal libro, imperdible. Al no estar en castellano, a mí el inglés se me hace muy tedioso y en francés, que se me hace más llevadero, lamentablemente no lo pude conseguir. Siempre aclaro que estas fuentes no son para considerarlas verdades reveladas sino para sumarlas al bagaje de conocimientos que uno tiene para comprender cada día un poco más. Saludos y a no ser haraganes, Hernán.
Los palestinos ganan la batalla de la legitimidad: ¿esto va a ser tenido en cuenta? / Les palestiniens gagnent la bataille de la légitimité: cela va-t-il compter?
Richard Falk argumenta que una victoria palestina en la guerra de la legitimidad con Israel no produciría necesariamente los resultados políticos deseados y que es vital que los palestinos ejerzan «la paciencia, la resolución, el liderazgo y la visión, así como la presión suficiente» si quieren adquirir sus justos derechos.
Desde que la declaración Balfour de 1917 dió la aprobación formal del gobierno británico para el establecimiento de un «hogar nacional judío», cuestiones profundas de legitimidad estuvieron presentes en el conflicto conocido hoy bajo el nombre de conflicto israelí-palestino.
Esta aprobación colonialista original del proyecto sionista produjo una erosión constante del hogar del pueblo palestino en la Palestina histórica, una erosión que empeoró dramáticamente en el curso de los 43 años de ocupación de Cisjordania, de Jerusalén Este y de Gaza. Ella empeoró a causa de una ocupación militar opresiva por parte de Israel que pone en juego negaciones fundamentales de los derechos palestinos y violaciones omnipresentes de la ley humanitaria internacional, porque Israel ha sido autorizado para establecer «hechos sobre el terreno», con razón considerados como violaciones de los derechos palestinos, especialmente el establecimiento de una red de colonias y del muro de separación, construido sobre los territorios palestinos ocupados, violando la cuarta Convención de Ginebra. El desarrollo de asentamientos fue abiertamente ilegal, e hicieron ilegítimo el tratamiento al conjunto del pueblo palestino, ocasionando un sufrimiento enorme y generalizado.
Durante décadas, las fuerzas políticas palestinas ejercieron su derecho a la resistencia de diversas maneras, incluso la extraordinaria Intifada no violenta de 1987, pero emprendieron también la resistencia armada para la defensa de su territorio. Los palestinos tienen un derecho absoluto a la resistencia, aunque sometido a las limitaciones de la ley humanitaria internacional, que excluye dirigirse deliberadamente contra los civiles y los blancos no militares. Esas tácticas de resistencia las toman en Israel en su dominio de las ventajas comparativas máximas, debido a su dominación militar total, realizada en parte por los amplios subsidios de los Estados Unidos, y a su despiadado desprecio de la inocencia de los civiles.
Estos últimos años, particularmente desde la experiencia brutal de la guerra del Líbano de 2006 y todavía más espectacular al día siguiente de la invasión israelí de Gaza en 2008-09 (27 de diciembre de 2008 - 18 de enero de 2009), se efectuó un cambio de acento notable de la estrategia palestina. La nueva estrategia fue comenzar lo que se podría llamar una segunda guerra, una «guerra de legitimidad» que se apoya esencialmente en diversas tácticas de resistencia no violenta. La resistencia armada no ha sido abandonada por los palestinos, sino que ha sido dejada a un lado por esta insistencia sobre las tácticas no violentas.
La esencia de esta guerra de legitimidad es sembrar dudas sobre varias facetas de la legitimidad israelí: su status de actor moral y respetuoso de la ley, de potencia ocupante frente al pueblo palestino, y su disposición a respetar a las Naciones Unidas y estar conforme a derecho para la ley internacional. Los que llevan tal guerra de legitimidad procuran apoderarse del terreno de la moralidad superior sobre el conflicto, y desde esta forma, ganar el apoyo para una gama de medidas coercitivas pero no violentas concebidas para hacer presión sobre Israel, sobre los gobiernos del mundo entero y sobre las Naciones Unidas, para negarle a Israel el derecho a participar de forma normal frente a la sociedad internacional.
Estas tácticas pretenden también movilizar a la sociedad civil mundial para que muestre su solidaridad con la lucha palestina por la realización de sus derechos legítimos, la forma principal es la campaña Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) que opera en todo el mundo y que sirve de campo de batalla simbólico.
Pero hay también otras formas de acción, tales como el movimiento Free Gaza y Viva Palestina que pretenden específicamente romper simbólicamente el bloqueo de alimentos, medicinas y combustible impuesto a mediados de 2007, una forma de pena colectiva que le causó grandes sufrimientos a toda la población de un millón y medio de la franja de Gaza, dañando la salud física y mental de todos los que viven bajo la ocupación.
Aunque la ONU haya estado constantemente hasta ahora (más allá de su papel esencial de ayuda humanitaria en Gaza) que protege a los palestinos bajo la ocupación y a propósito de la realización de los derechos palestinos según la ley internacional, es un espacio vital de la lucha en la guerra de la legitimidad.
Toda la tempestad activada por el informe Goldstone concierne al desafío puesto sobre la ONU de imponer la acusación a la dirección política y militar israelí por sus supuestos crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad ligados a los ataques de Gaza a finales del 2008. Hasta si los Estados Unidos protegen a los israelíes de su acusación según los procedimientos de la ONU, incluso de la Corte Penal Internacional, la confirmación del informe Goldstone de los alegatos de criminalidad es una victoria superior para los palestinos en la guerra de legitimidad, y da credibilidad a las llamadas para iniciativas no violentas en todo el mundo.
El informe Goldstone sostiene también la «jurisdicción universal» como medio de hacer responsable, y anima a las cortes criminales nacionales de todos los países a hacer uso de su autoridad legal para hacer de los líderes políticos y militares israelíes responsables de crímenes de guerra y de crímenes contra la humanidad.
Tzipi Livni, actual líder de la oposición Kadima en Israel, ministro de Asuntos Exteriores durante los ataques a Gaza, anuló una visita a Gran Bretaña después de enterarse de que una orden de detención había sido librada esperando su llegada. Hasta si la impunidad israelí no es abolida, el valor reconocido al informe Goldstone da peso a las llamadas alrededor del mundo para romper las relaciones normales con Israel boicoteando sus actividades culturales y universitarias, dislocando las relaciones comerciales por acciones de desinversión o negándose a cargar y a descargar los barcos y los aviones que transportan fletes hacia y desde Israel, y haciendo presión sobre los gobiernos para imponer sanciones económicas.
La inspiración histórica de esta guerra de legitimidad es el campo antiapartheid llevada con tanto éxito contra el régimen racista de Sudáfrica. No hay ninguna duda de que la motivación política de los palestinos para concentrar sus energías en una guerra de legitimidad proviene de varias causas: desilusión sobre los esfuerzos de la ONU y de los Estados Unidos para encontrar una solución justa del conflicto; comprender que la resistencia armada no puede producir una victoria palestina y da triunfos a la táctica de diversión israelí que hace del "terrorismo" la cuestión central; percepción de la cólera mundial contra Israel y de la simpatía hacia los palestinos después de los acontecimientos del Líbano y de Gaza, que debilita gradualmente la deferencia europea y norteamericana por Israel debida a la victimización judía en el momento del Genocidio; impresión creciente que las comunidades palestinas de la diáspora y sus aliados podrían entrar en la lucha si su naturaleza esencial es la de una guerra de legitimidad.
Grupos israelíes, oficiales o no, admitieron recientemente la amenaza que representa su gran estrategia de expansionismo colonial por este recurso usado por los palestinos en su guerra de legitimidad. Los think-tanks israelíes describieron «el movimiento de justicia mundial» asociado con estas tácticas, como una amenaza más grande para Israel que la violencia palestina, y trataron el apoyo a la ley internacional como una forma peligrosa «de guerra de la ley». El gobierno israelí y las organizaciones sionistas en el mundo se lanzaron a la batalla a una inversión masiva en actividades de relaciones públicas que incluyen esfuerzos de propaganda para desacreditar lo que ellos llaman a veces «la aproximación de Durban». Así como otras tácticas israelíes, en su aproximación defensiva a esta guerra de legitimidad, no hay autocrítica basada en una evaluación de las peticiones palestinas esenciales según la ley internacional. Para Israel, una guerra de legitimidad es sólo un asunto de relaciones públicas, para proclamar su virtud y su inocencia nacional y desacreditar al adversario. A pesar de la ventaja enorme en medios consagrados a esta campaña, Israel pierde manifiestamente la guerra de la legitimidad.
Hasta si los palestinos ganan la guerra de legitimidad, no es garantía que esta victoria producirá los efectos políticos deseados. Les hace falta paciencia a los palestinos, la resolución, un liderazgo y una visión, así como una presión suficiente para forzar a un cambio de fondo en Israel, y probablemente también en Washington. En el caso actual, esto parece requerir una disposición israelí a abandonar el proyecto sionista central de establecimiento de un Estado judío, y esto no parece probable en la perspectiva actual. Pero los fines de una guerra de legitimidad parecen siempre inaccesibles hasta que se realizan misteriosamente por la capitulación brutal y totalmente inesperada del lado perdedor.
Hasta su hundimiento, el lado perdedor pretende ser inmutable e invencible, una afirmación reforzada habitualmente por su dominación policiaca y militar. Es lo que le pasó a la Unión Soviética y a Sudáfrica, antes sucedió con la dominación militar francesa en Indochina y en Argelia, y los Estados Unidos en Vietnam.
Esto pertenece a todos nosotros, comprometidos con la paz y la justicia, de hacer todo lo que podamos para ayudar a los palestinos a llevar adelante la guerra de legitimidad y a poner fin a sus largas pruebas.
Richard Falk es profesor emérito de derecho internacional en la universidad de Princeton y autor de «Crimes of War: Iraq and The Costs of War: International Law, the UN and World Order after Iraq».
Actualmente trabaja en la ONU en la cuestión Palestina.
Fuente: info-palestine.net por Richard Falk.
Traducción propia.
Les palestiniens gagnent la bataille de la légitimité: cela va-t-il compter?
Richard Falk argumente qu’une victoire palestinienne dans la guerre de la légitimité avec Israël ne produirait pas nécessairement les résultats politiques désirés et qu’il est vital que les Palestiniens exercent « la patience, la résolution, le leadership et la vision, ainsi qu’une pression suffisante» s’ils veulent acquérir leurs justes droits.
Depuis que la déclaration Balfour de 1917 à donné l’approbation formelle du gouvernement britannique pour l’établissement d’un «foyer national juif», de profondes questions de légitimité ont été présentes dans le conflit connu aujourd’hui sous le nom de conflit israélo-palestinien.
Cette approbation colonialiste originelle du projet sioniste a produit une érosion constante de la place du peuple palestinien dans la Palestine historique, érosion qui a empiré dramatiquement au cours des 43 années d’occupation de la Cisjordanie, de Jérusalem Est et de la bande de Gaza. Elle a empiré à cause d’une occupation militaire oppressive par Israël qui met en jeu des négations fondamentales des droits palestiniens et des violations omniprésentes de la loi humanitaire internationale, et parce qu’Israël a été autorisé à établir des «faits sur le terrain», à juste titre considérés comme des violations des droits palestiniens, spécialement l’établissement d’un réseau de colonies et du mur de séparation, construit sur les territoires palestiniens occupés en violation de la quatrième Convention de Genève. Ces développements ont été ouvertement illégaux, et ont rendu illégitime l’ensemble du traitement du peuple palestinien, et ils ont occasionné une souffrance énorme et généralisée.
Pendant des décennies, les forces politiques palestiniennes ont exercé leur droit à la résistance de diverses manières, y compris l’extraordinaire Intifada non-violente de 1987, mais elles se sont engagées aussi dans la résistance armée pour la défense de leur territoire. Les Palestiniens ont un droit absolu à la résistance, quoique soumis aux limitations de la loi humanitaire internationale, qui exclut de viser délibérément les civils et les cibles non militaires. De telles tactiques de résistance s’en prennent à Israël dans son domaine d’avantages comparatifs maximal, dû à la fois à sa domination militaire totale, réalisée en partie par de larges subsides des États-Unis, et à son impitoyable mépris de l’innocence des civils.
Ces dernières années, particulièrement depuis l’expérience brutale de la guerre du Liban de 2006 est encore plus spectaculairement au lendemain de l’invasion israélienne de Gaza en 2008-09 (27 décembre 2008 — 18 janvier 2009), un changement d’accent notable de la stratégie palestinienne a eu lieu. La nouvelle stratégie a été de commencer ce qu’on pourrait appeler une seconde guerre, une «guerre de la légitimité» qui s’appuie essentiellement sur diverses tactiques de résistance non-violente. La résistance armée n’a pas été abandonnée par les Palestiniens, mais elle a été mise à l’écart par cette insistance sur les tactiques non-violentes.
L’essence de cette guerre de la légitimité est de jeter un doute sur plusieurs facettes de la légitimité israélienne: son statut d’acteur moral et respectueux de la loi, de puissance occupante vis à vis du peuple palestinien, et le sujet de sa disposition à respecter les Nations unies et à se conformer à la loi internationale. Ceux qui mènent une telle guerre de la légitimité cherchent à s’emparer du terrain de la moralité supérieure sur le conflit, et depuis cette base, à gagner le soutien pour une gamme de mesures coercitives mais non-violentes conçues pour faire pression sur Israël, sur les gouvernements du monde entier et sur les Nations unies pour refuser à Israël des droits de participations normaux à la société internationale.
Ces tactiques visent aussi à mobiliser la société civile mondiale pour qu’elle montre sa solidarité avec la lutte palestinienne pour la réalisation de ses droits légitimes, avec pour forme principale la campagne Boycott Désinvestissements et Sanctions (BDS) qui opère dans le monde entier et qui sert de champ de bataille symbolique.
Mais il y a aussi d’autres formes d’action, telles que le mouvement Free Gaza et Viva Palestina qui visent spécifiquement à rompre symboliquement le blocus de la nourriture, des médicaments et du carburant imposé mi-2007, une forme de punition collective qui a causé de grandes souffrances à toute la population de 1,5 millions de la bande de Gaza, endommageant la santé physique et mentale de tous ceux qui vivent sous l’occupation.
Quoique l’ONU ait été jusqu’à présent défaillant (au-delà de son rôle essentiel d’aide humanitaire à Gaza) à protéger les Palestiniens sous les occupations et même à propos de la réalisation des droits palestiniens selon la loi internationale, c’est un lieu vital de la lutte dans la guerre de la légitimité. Toute la tempête déclenchée par le rapport Goldstone concerne le défi mis sur l’ONU d’imposer la mise en cause de la direction politique et militaire israélienne pour leurs crimes de guerre supposés et crimes contre l’humanité liés aux attaques de Gaza à la fin de 2008. Même si les États-Unis protègent les Israéliens de leur mise en cause selon les procédures de l’ONU, y compris de la Cour Criminelle Internationale, la confirmation par le rapport Goldstone des allégations de criminalité est une victoire majeure pour les Palestiniens dans la guerre de la légitimité, et elle donne de la crédibilité aux appels pour des initiatives non-violentes dans le monde entier.
Le rapport Goldstone soutient aussi la «juridiction universelle» comme moyen de rendre responsable, et encourage les cours criminelles nationales de tous les pays à faire usage de leurs autorité légale pour rendre les leaders politiques et militaires israéliens criminellement responsables de crimes de guerre et de crimes contre l’humanité.
Tzipi Livni, l’actuelle leader de l’opposition Kadima en Israël, ministre des affaires étrangères pendant les attaques de Gaza, a annulé une visite en Grande-Bretagne après qu’elle ait appris qu’un mandat d’arrestation à son arrivée avait été délivré. Même si l’impunité israélienne n’est pas abolie, la valeur reconnue du rapport Goldstone donne du poids aux appels autour du monde pour rompre les relations normales avec Israël en boycottant ses activités culturelles et universitaires, en disloquant les relations commerciales par des actions de désinvestissement ou en refusant de charger et de décharger les bateaux et les avions transportant du fret vers et depuis Israël, et en faisant pression sur les gouvernements pour imposer des sanctions économiques.
L’inspiration historique de cette guerre de légitimité est la campagne anti-apartheid menée avec tant de succès contre le régime raciste d’Afrique du Sud. Il ne fait aucun doute que la motivation politique des Palestiniens pour concentrer leurs énergies dans une guerre de la légitimité provient de plusieurs causes: désillusion sur les efforts de l’ONU et des États-Unis pour trouver une solution juste du conflit ; réalisation que la résistance armée ne peut pas produire une victoire palestinienne et donne des atouts à la tactique de diversion israélienne qui fait du «terrorisme» la question centrale ; perception de la colère mondiale contre Israël et de la sympathie pour les Palestiniens après les événements du Liban et de Gaza, qui affaiblit graduellement la déférence européenne et nord-américaine à Israël due à la victimisation juive lors du Génocide ; et impression montante que les communautés palestiniennes de la diaspora et leurs alliés pourraient entrer dans la lutte si sa nature essentielle était celle d’une guerre de la légitimité.
Des groupes israéliens, officiels ou non, ont admis récemment la menace posée à leur grande stratégie d’expansionnisme colonial par ce recours des Palestiniens à une guerre de la légitimité. Les think-tanks israéliens ont décrit «le mouvement de justice mondiale» associé à ces tactiques comme une menace plus grande pour Israël que la violence palestinienne, et ont même traité l’appui sur la loi internationale de forme dangereuse de «guerre de la loi». Le gouvernement israélien et les organisations sionistes dans le monde se sont lancées dans la bataille par un investissement massif dans des activités de relations publiques qui incluent des efforts de propagande pour discréditer ce qu’ils appellent parfois «l’approche de Durban». Comme pour les autres tactiques israéliennes, dans leur approche défensive de cette guerre de légitimité, il n’y a pas d’autocritique basée sur une évaluation des demandes palestiniennes essentielles selon la loi internationale. Pour Israël, une guerre de légitimité n’est qu’une affaire de relations publiques, pour proclamer sa vertu et son innocence nationale et discréditer l’adversaire. Malgré l’énorme avantage en moyens consacrés à cette campagne, Israël perd manifestement la guerre de la légitimité.
Même si les Palestiniens gagnent la guerre de la légitimité, c’est sans garantie que cette victoire produira les effets politiques désirés. Il faut aux Palestiniens de la patience, de la résolution, un leadership et une vision, ainsi qu’une pression suffisante pour forcer à un changement de fond en Israël, et probablement aussi à Washington. Dans le cas présent, ceci semble requérir une disposition israélienne à abandonner le projet sioniste central d’établissement d’un État juif, et ceci ne semble pas vraisemblable dans la perspective actuelle. Mais les buts d’une guerre de légitimité semblent toujours inaccessibles jusqu’à ce qu’ils se réalisent mystérieusement par la capitulation brutale et totalement inattendue du côté perdant.
Jusqu’à son effondrement, le côté perdant prétend être immuable et invincible, une affirmation renforcée habituellement par sa domination policière et militaire. C’est ce qui s’est passé en Union soviétique et en Afrique du Sud, auparavant avec la domination militaire française en Indochine et en Algérie, et des États-Unis au Vietnam.
C’est à nous tous, engagés pour la paix et la justice, de faire tout ce que nous pouvons pour aider les Palestiniens à l’emporter dans la guerre de la légitimité et à mettre fin à leurs longues épreuves.
Richard Falk est professeur émérite de droit international à l’université Princeton et auteur de «Crimes of War: Iraq and The Costs of War : International Law, the UN and World Order after Iraq». Il est aussi actuellement rapporteur pour la Palestine de l’ONU.
Publié le mercredi 7 avril 2010 sur le site info-palestine.net par Richard Falk.