Para observar los océanos desde el espacio.
El SAC-D Aquarius, construido por la Conae, se pondrá en órbita el 9 de junio, desde Estados Unidos. Es un verdadero observatorio espacial que medirá salinidad del mar, evaluará el cambio climático y podrá detectar pesca nocturna ilegal.
Se completó la revisión final de los sistemas que, desde la estación terrena de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) en Córdoba, operarán el satélite SAC-D Aquarius, cuya puesta en órbita se prevé para el 9 de junio, desde Estados Unidos. Funcionará como un verdadero observatorio espacial. Entre sus prestaciones se incluirá, por primera vez en la historia de los satélites, la medición de la salinidad de los océanos, que permitirá mapear las corrientes marinas y así evaluar el cambio climático. Otro instrumento monitoreará eventuales incendios o erupciones volcánicas. Otro, que capta luces de baja intensidad en la noche, ayudará a controlar la pesca en el Mar Argentino, e incluso podrá utilizarse para estimar el desarrollo económico a partir de la luminosidad de ciudades, pueblos y caminos. Otro de los aparatos evaluará el efecto de la radiación cósmica sobre aparatos electrónicos, como parte de un proyecto internacional para mejorar la seguridad del instrumental de aeronavegación. Entretanto el satélite argentino SAC-C, cinco años después de la finalización prevista de su vida útil, sigue en uso, aportando datos para la agricultura.
“Aquarius”, porque el principal instrumento que contiene está dedicado al acuario más grande de todos: los océanos. En rigor, “el Aquarius es uno de los ocho instrumentos que componen el observatorio espacial –precisó Sandra Torrusio, investigadora principal de la misión SAC-D Aquarius–: sirve para estimar la salinidad en los océanos. Este dato es importante para trazar modelos climáticos: hasta ahora la salinidad se había medido sólo desde boyas o embarcaciones. Es un dato importante porque el agua más salada es densa y tiende a hundirse, mientras que la menos salada queda en la superficie: esto altera las corrientes marinas, que a su vez afectan la atmósfera”. El Aquarius medirá la sal aprovechando que la superficie del mar emite radiación de microondas y que éstas varían según el grado de salinidad.
El observatorio contará también con una cámara térmica que “monitoreará eventos de alta temperatura, como incendios y erupciones volcánicas: en un volcán que aparentemente haya cesado su erupción, permitirá saber si en realidad sigue en actividad, al medir la temperatura de las laderas –explicó Torrusio–. Si bien el satélite barre todo el globo, cuenta con espejos que permiten apuntarlo por más tiempo hacia incendios o erupciones que se produzcan en territorio argentino”.
Otra de las cámaras “funciona de noche o con baja luminosidad: se usará para monitorear barcos pesqueros y determinar si están operando en zonas permitidas; también permite estimar el crecimiento económico midiendo la intensidad lumínica de ciudades o poblaciones”, agregó la investigadora.
Otro instrumento “permite recibir datos desde estaciones meteorológicas situadas en lugares remotos, que así pueden operar en forma automática”; otro “estudiará los micrometeoritos y la numerosa ‘basura espacial’ que circula alrededor de la Tierra”; otro “permitirá analizar cómo la radiación cósmica afecta a distintos aparatos electrónicos como los que llevan los aviones, en orden de mejorar la seguridad aérea”, contó Torrusio.
El SAC-D tardará poco más de una hora en dar la vuelta al mundo, en órbita polar: está sincronizado de tal modo que pasará dos veces por día por cada punto del planeta, siempre a las seis de la mañana y a las seis de la tarde hora local. Es resultado de la cooperación entre la Conae y la NASA, de Estados Unidos, con participación de las agencias espaciales de Italia, Canadá, Francia y Brasil. La operación y recepción de datos estarán totalmente a cargo de la Conae.
Con 1341 kilos de peso, siete metros de largo y 2,7 de diámetro, es el satélite más grande y complejo de los construidos hasta ahora en el marco del Plan Espacial Nacional. “El primer satélite de la serie SAC pesaba 200 kilos y el anterior al Aquarios pesaba 500: la diferencia importa si uno toma en cuenta que cada gramo en órbita debe ser justificado por su valor en tecnología y componentes: el peso es indicio de complejidad”, señaló Fernando Hisas, asesor en proyectos satelitales de la Conae. La revisión final se centró en la estación terrena de la Conae en Córdoba, desde donde se controlará el satélite. “Vinieron 40 técnicos de la NASA para participar en la evaluación y la puesta a punto”, contó Hisas. La responsabilidad en la operación involucrará a una nueva generación de profesionales de la Conae.
“La siguiente prioridad de la Conae es el proyecto Saocon: consiste en dos satélites, que se pondrán en órbita entre 2014 y 2015 y funcionarán asociados con un grupo de cuatro satélites italianos”, contó Hisas. Los satélites argentinos medirán con alta precisión la humedad del suelo: en vez de instrumental óptico, estos observatorios utilizarán radares, “lo cual les permitirá operar aunque el cielo esté cubierto de nubes”, destacó Hisas. Las mediciones de los Saocon “contribuirán mucho a la productividad agropecuaria, al ayudar a definir, en función de la humedad del suelo, los momentos de siembra o de fertilización. Pero, además, generarán mapas de riesgo de inundación o de incendios: un suelo todavía no inundado pero saturado de humedad, más un anuncio de lluvia, abre un pronóstico de inundación; un suelo extremadamente seco, sin anticipos de lluvia, abre pronóstico de incendio”, explicó el experto en proyectos satelitales.
Entretanto, diez años después de su lanzamiento, todavía sigue en actividad el SAC-C, cuya vida útil prevista no superaba los cinco años: “Sigue haciendo teleobservaciones vinculadas con la productividad agropecuaria, de utilidad para el INTA y empresas”, finalizó Hisas.
El SAC-D Aquarius será lanzado desde la base Vandenberg, en California.
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