La Batalla de Trafalgar, solo mentar su nombre nos transporta a esa época en la cual mares y océanos eran surcados por gigantescas naves de madera impulsadas por la fuerza del viento, naves que eran conocidos como los barcos-de-línea, cuyos altos costados de dos o tres niveles de altura estaban atiborrados con piezas de artillería que lanzarían contra un enemigo un verdadero diluvio de proyectiles. Esos colosos tendrían entre 70 a 120 piezas de artillería la mitad de ellas apuntando hacia el costado derecho, la otra mitad apuntando hacia el costado izquierdo; eran verdaderas baterías flotantes que requerían de cientos de hombres para poder operarlos, una nave de tres-cubiertas equipada con 100 piezas de artillería requeriría de 840 tripulantes; una de 74 requeriría de 640.
En este corto artículo quiero que prestemos atención a las tácticas de combate-naval y como éstas moldeaban la manera en que las batallas eran peleadas a principios del siglo XIX. El punto más importante a considerar, para entender las tácticas de combate-naval de aquella época, es la distribución de las piezas de artillería en una nave de guerra, y como lo expuse arriba, prácticamente la mitad de los cañones de un barco estarían apuntando hacia el costado de babor (el lado izquierdo), mientras que la otra mitad estaría apuntando hacia el costado de estribor (el lado derecho). Lo que nos lleva a un punto extremadamente sencillo, una flota de naves de guerra, integrada por varias decenas de naves, debía de desplegarse en una larga columna-de-batalla para concentrar la mayor cantidad de piezas de artillería sobre un objetivo.
Entonces, para combatir, dos flotas se desplegarían en dos largas columnas-de-batalla con todos los barcos disponibles viajando uno tras el otro, y tan pronto como se llegara a una distancia de varios cientos de metros los unos de los otros los artilleros de ambos bandos comenzarían a dispararse hasta ese momento en el cual se pudiera observar que el enemigo hubiera recibido una gran cantidad de daño, y tan pronto como eso sucediera se cerraría la distancia para luchar a quemarropa y destruir a la flota enemiga. Pero he aquí varias realidades del combate naval de esa época: disparado desde una gran distancia, cada proyectil causaba una pequeña cantidad de daño contra un objetivo lejano, además, la escasa puntería que se podría tener con los cañones de la época provocaba que muy pocos proyectiles dieran en el blanco cuando el objetivo se encontrara muy lejos. Por lo tanto, un duelo de artillería podría durar horas, de hecho, dependiendo de en que momento comenzara la acción, el oscuro manto de la noche podría poner un fin a la acción antes de que ésta hubiera llegado a un desenlace favorable para cualquiera de los bandos enfrentados.
Ahora bien, esa era la manera de combatir enseñada a los capitanes de la época, y era una manera de combatir universalmente aceptada, pero en ésta vida siempre existen individuos quienes entienden la realidad del combate más allá de lo que le han enseñado como doctrina, y uno de esos hombres fue Horacio Nelson, un excepcional marinero británico, quien le dio a su nación una de las victorias navales más grandes de la historia.
Cuando éste oficial desarrollo el plan de batalla que el usaría en la Batalla de Trafalgar ya había llegado a dos conclusiones trascendentales: 1. El duelo de artillería a gran distancia era una monumental pérdida de tiempo; 2. El verdadero daño se producía en el combate a corta distancia disparando los cañones a quemarropa.
El 21 de octubre de 1805 éste oficial comandaba una flota que se enfrentó contra un enemigo que en términos materiales tenía sobre él una superioridad numérica: su flota solo tenía 27 naves de guerra (con un total de 2,148 piezas de artillería) la cual se enfrentaría contra 33 naves de una flota combinada franco-española (las cuales estaban equipadas con 2,626 cañones). En términos materiales las naves británicas eran menos numerosas y tenían menos armas, pero sería el plan de Nelson el que les daría la victoria. La esencia de su plan era dividiría a su flota en dos columnas, las cuales se lanzarían en línea recta a cortar a la flota franco-española en tres partes, atacando solo a la sección central y sur de la flota contraria, mientras que dejaría que escapara la sección norte, contando con que ésta no pudiera retornar a tiempo para reforzar a sus camaradas, así la superioridad enemiga de 33 naves contra 27 pasaría a ser una inferioridad numérica de 23 naves contra 27, y es en el combate a quemarropa en el cual lograría la victoria con su mayor número de naves.
Pero Nelson estaba corriendo un gran riesgo: en los minutos iniciales de la acción dejaría que el enemigo le disparara a sus naves a medida que ellas cerraban la distancia, y en esos minutos iniciales no tendría manera alguna de contestar el fuego. En otras palabras, el comandante británico estaba dispuesto a sufrir los efectos de un ataque-T sobre las cabezas de sus columnas, de tal manera que sus enemigos tendrían la oportunidad de concentrar el fuego de una gran cantidad de armas en su contra a medida que la distancia fuera acortándose, pero él confiaba que sus naves sobrevivirían al fuego enemigo al que serían sometidos, y todo cambiaría cuando las naves británicas lograran cortar a la columna enemiga, en ese momento los artilleros de Nelson podrían disparar sus armas a quemarropa contra las naves enemigas.
Y precisamente, es así como se desarrolló la acción. Franceses y españoles formaron una irregular columna-de-batalla con las 33 naves que poseían en su flota. Aproximadamente a las 11:45 horas de aquel día 21 de octubre comenzó la batalla con las naves francesas y españolas disparando cientos de cañones contra las naves que viajaban a la cabeza de la pareja de columnas británicas que se acercaban desde el oeste. Por cerca de quince minutos las naves británicas fueron sometidas a un intenso fuego de artillería y sufrieron algunos impactos que les ocasionaron daños y bajas, pero no lograron detener su avance, y primero el Royal Sovereign, la nave que lideraba la columna sur británica, y luego el Victory, la nave en la que viajaba el mismo Nelson, y que lideraba la columna norte, cortaron a la columna enemiga e iniciaron sus ataques a quemarropa a las 12:08 y las 12:24 horas respectivamente. A partir de ese momento una tras otra las restantes 27 naves británicas se unieron a la lucha realizando devastadores ataques a diestra y siniestra a muy corta distancia y así, para las 13:30 horas, tras poco más de una hora de intensa acción, ya tres naves de la Flota-Combinada se habían rendido (el Algésiras (fr.), Swiftsure (fr.) y Bahama (esp.)), los minutos pasaron en ese cruento combate a quemarropa en el cual los marineros británicos tenían una inmensa superioridad sobre sus enemigos y ya para las 14:15 horas (Nelson yacía herido en una de las cubiertas inferiores del Victory) la acción ya había sido decidida: más de una docena de naves enemigas se habían rendido.
La derrota sufrida por la Flota-Combinada fue avasalladora, de las 33 naves con que aquella armada había comenzado la acción se perdieron 22 de ellas, o sea, el 67% de su número original, con ellas se perdieron cerca de 14,000 marineros ó sea el 65% de su número original. En cambio los británicos no perdieron una sola nave, y solo 449 de sus hombres perdieron la vida (incluyendo al mismo Nelson) y 1,124 resultaron heridos, una pérdida de menos del 10% de sus tripulaciones.
Fue una victoria estratégica de gran magnitud, de ésta forma se aseguró que Gran Bretaña nunca fuera amenazada por un ejército francés, pero por sobre todo, fue una victoria obtenida por el genio táctico de Nelson quien había entendido una realidad muy sencilla: la verdadera victoria se obtendría en un combate a muy corta distancia, y mientras más pronto lograra llevar a sus naves hasta el enemigo, más rápido lograría derrotarlo.
Gracias,
Victor Aguilar-Chang
En este corto artículo quiero que prestemos atención a las tácticas de combate-naval y como éstas moldeaban la manera en que las batallas eran peleadas a principios del siglo XIX. El punto más importante a considerar, para entender las tácticas de combate-naval de aquella época, es la distribución de las piezas de artillería en una nave de guerra, y como lo expuse arriba, prácticamente la mitad de los cañones de un barco estarían apuntando hacia el costado de babor (el lado izquierdo), mientras que la otra mitad estaría apuntando hacia el costado de estribor (el lado derecho). Lo que nos lleva a un punto extremadamente sencillo, una flota de naves de guerra, integrada por varias decenas de naves, debía de desplegarse en una larga columna-de-batalla para concentrar la mayor cantidad de piezas de artillería sobre un objetivo.
Entonces, para combatir, dos flotas se desplegarían en dos largas columnas-de-batalla con todos los barcos disponibles viajando uno tras el otro, y tan pronto como se llegara a una distancia de varios cientos de metros los unos de los otros los artilleros de ambos bandos comenzarían a dispararse hasta ese momento en el cual se pudiera observar que el enemigo hubiera recibido una gran cantidad de daño, y tan pronto como eso sucediera se cerraría la distancia para luchar a quemarropa y destruir a la flota enemiga. Pero he aquí varias realidades del combate naval de esa época: disparado desde una gran distancia, cada proyectil causaba una pequeña cantidad de daño contra un objetivo lejano, además, la escasa puntería que se podría tener con los cañones de la época provocaba que muy pocos proyectiles dieran en el blanco cuando el objetivo se encontrara muy lejos. Por lo tanto, un duelo de artillería podría durar horas, de hecho, dependiendo de en que momento comenzara la acción, el oscuro manto de la noche podría poner un fin a la acción antes de que ésta hubiera llegado a un desenlace favorable para cualquiera de los bandos enfrentados.
Ahora bien, esa era la manera de combatir enseñada a los capitanes de la época, y era una manera de combatir universalmente aceptada, pero en ésta vida siempre existen individuos quienes entienden la realidad del combate más allá de lo que le han enseñado como doctrina, y uno de esos hombres fue Horacio Nelson, un excepcional marinero británico, quien le dio a su nación una de las victorias navales más grandes de la historia.
Cuando éste oficial desarrollo el plan de batalla que el usaría en la Batalla de Trafalgar ya había llegado a dos conclusiones trascendentales: 1. El duelo de artillería a gran distancia era una monumental pérdida de tiempo; 2. El verdadero daño se producía en el combate a corta distancia disparando los cañones a quemarropa.
El 21 de octubre de 1805 éste oficial comandaba una flota que se enfrentó contra un enemigo que en términos materiales tenía sobre él una superioridad numérica: su flota solo tenía 27 naves de guerra (con un total de 2,148 piezas de artillería) la cual se enfrentaría contra 33 naves de una flota combinada franco-española (las cuales estaban equipadas con 2,626 cañones). En términos materiales las naves británicas eran menos numerosas y tenían menos armas, pero sería el plan de Nelson el que les daría la victoria. La esencia de su plan era dividiría a su flota en dos columnas, las cuales se lanzarían en línea recta a cortar a la flota franco-española en tres partes, atacando solo a la sección central y sur de la flota contraria, mientras que dejaría que escapara la sección norte, contando con que ésta no pudiera retornar a tiempo para reforzar a sus camaradas, así la superioridad enemiga de 33 naves contra 27 pasaría a ser una inferioridad numérica de 23 naves contra 27, y es en el combate a quemarropa en el cual lograría la victoria con su mayor número de naves.
Pero Nelson estaba corriendo un gran riesgo: en los minutos iniciales de la acción dejaría que el enemigo le disparara a sus naves a medida que ellas cerraban la distancia, y en esos minutos iniciales no tendría manera alguna de contestar el fuego. En otras palabras, el comandante británico estaba dispuesto a sufrir los efectos de un ataque-T sobre las cabezas de sus columnas, de tal manera que sus enemigos tendrían la oportunidad de concentrar el fuego de una gran cantidad de armas en su contra a medida que la distancia fuera acortándose, pero él confiaba que sus naves sobrevivirían al fuego enemigo al que serían sometidos, y todo cambiaría cuando las naves británicas lograran cortar a la columna enemiga, en ese momento los artilleros de Nelson podrían disparar sus armas a quemarropa contra las naves enemigas.
Y precisamente, es así como se desarrolló la acción. Franceses y españoles formaron una irregular columna-de-batalla con las 33 naves que poseían en su flota. Aproximadamente a las 11:45 horas de aquel día 21 de octubre comenzó la batalla con las naves francesas y españolas disparando cientos de cañones contra las naves que viajaban a la cabeza de la pareja de columnas británicas que se acercaban desde el oeste. Por cerca de quince minutos las naves británicas fueron sometidas a un intenso fuego de artillería y sufrieron algunos impactos que les ocasionaron daños y bajas, pero no lograron detener su avance, y primero el Royal Sovereign, la nave que lideraba la columna sur británica, y luego el Victory, la nave en la que viajaba el mismo Nelson, y que lideraba la columna norte, cortaron a la columna enemiga e iniciaron sus ataques a quemarropa a las 12:08 y las 12:24 horas respectivamente. A partir de ese momento una tras otra las restantes 27 naves británicas se unieron a la lucha realizando devastadores ataques a diestra y siniestra a muy corta distancia y así, para las 13:30 horas, tras poco más de una hora de intensa acción, ya tres naves de la Flota-Combinada se habían rendido (el Algésiras (fr.), Swiftsure (fr.) y Bahama (esp.)), los minutos pasaron en ese cruento combate a quemarropa en el cual los marineros británicos tenían una inmensa superioridad sobre sus enemigos y ya para las 14:15 horas (Nelson yacía herido en una de las cubiertas inferiores del Victory) la acción ya había sido decidida: más de una docena de naves enemigas se habían rendido.
La derrota sufrida por la Flota-Combinada fue avasalladora, de las 33 naves con que aquella armada había comenzado la acción se perdieron 22 de ellas, o sea, el 67% de su número original, con ellas se perdieron cerca de 14,000 marineros ó sea el 65% de su número original. En cambio los británicos no perdieron una sola nave, y solo 449 de sus hombres perdieron la vida (incluyendo al mismo Nelson) y 1,124 resultaron heridos, una pérdida de menos del 10% de sus tripulaciones.
Fue una victoria estratégica de gran magnitud, de ésta forma se aseguró que Gran Bretaña nunca fuera amenazada por un ejército francés, pero por sobre todo, fue una victoria obtenida por el genio táctico de Nelson quien había entendido una realidad muy sencilla: la verdadera victoria se obtendría en un combate a muy corta distancia, y mientras más pronto lograra llevar a sus naves hasta el enemigo, más rápido lograría derrotarlo.
Gracias,
Victor Aguilar-Chang