4 mitos sobre la presencia militar rusa en el Ártico
27 de noviembre de 2014
Alexander Sergunin,
Valeri Kónyshev, Russia Direct
Cuando se habla de la política militar rusa en el Polo Norte, nos encontramos con numerosos estereotipos y mitos sobre las verdaderas intenciones del país eslavo. A continuación enumeramos los cuatro mitos más populares sobre los planes futuros de Rusia en el Ártico y explicamos los verdaderos objetivos de Rusia en la región.
La región ha adquirido mayor importancia geoestratégica. Fuente: RIa Novosti
Mito 1: Al contar con un potencial económico y tecnológico más bien débil en el Polo Norte, el Kremlin pone especial énfasis en la fuerza militar de Rusia para proteger sus intereses en la región.
Las autoridades rusas son ahora conscientes de que las principales amenazas y desafíos a los que se enfrentan en la región ártica se originan en el interior del país y no al contrario. Se trata de problemas derivados de una acumulación de factores como la decadencia del modelo soviético de la economía, el transporte y las infraestructuras sociales de la región; el modelo económico actual, que se apoya mayoritariamente en la
extracción de recursos; y la falta de fondos y de conocimientos de gestión para el desarrollo de la zona ártica rusa.
Esto le da un carácter autárquico a la estrategia actual de Rusia para la zona del Ártico, que trata de resolver los problemas internos existentes en lugar de centrarse en la expansión hacia el exterior.
Mito 2: Estamos asistiendo a una militarización del Ártico que aumenta el riesgo de que se produzca un conflicto militar en la región.
Esto es una interpretación totalmente errónea de las políticas vigentes en el Ártico. El desarrollo de conflictos militares por la división (o redivisión) de esta zona es altamente improbable. Aunque es cierto que los intereses de varios Estados —algunos de ellos con un potencial militar considerable— están en juego, la mayoría de dichos intereses (incluido el 75-80 % de las reservas de hidrocarburos por probar) se encuentran en territorio incuestionable, como las zonas económicas exclusivas de los Estados ribereños.
Por otro lado, el choque de intereses en el espacio marítimo y la plataforma continental que sobrepasa las zonas económicas exclusivas no tendría por qué derivar en un conflicto armado. Los conflictos se resuelven mejor por medios pacíficos.
Evidentemente, si EE UU, Canadá, Dinamarca o Noruega (miembros de la OTAN vinculados por una serie de compromisos en materia de defensa), o bien
Rusia y China (con sus propios acuerdos de defensa), recurrieran a una intervención militar localizada, la situación podría derivar en un conflicto armado a gran escala o incluso en una guerra. Lo mismo ocurriría si se emprendieran acciones militares contra cualquiera de los Estados mencionados. Pero esta salida no interesa a nadie.
Puesto que la amenaza de una gran guerra nuclear ya ha desaparecido, este tipo de estrategias tienen tres objetivos principales: en primer lugar, demostrar y afianzar la soberanía de Rusia en la zona ártica del país (incluida la zona económica exclusiva y la plataforma continental); en segundo lugar, proteger los intereses económicos de Rusia en el Polo Norte; y en tercer lugar, demostrar que Rusia conserva su estatus y cuenta con un potencial militar de nivel mundial.
Mito 3: Los programas de modernización militar iniciados por Rusia en el Ártico son desproporcionados, lo que empuja a sus vecinos a desarrollar contramedidas y desestabiliza el equilibrio militar en la región.
Rusia heredó su estructura nuclear de la época soviética. De ahí que las bases navales de la
península de Kola [situada al noroeste de Rusia, por encima del Círculo Polar Ártico, constituye la mayor parte del territorio de la provincia de Múrmansk] sigan alojando dos tercios de los submarinos nucleares estratégicos de Rusia.
Sin embargo, este potencial militar está diseñado con fines disuasorios, más que parar asegurar la preponderancia militar de Moscú en la región Ártica.
Los programas de modernización de las fuerzas estratégicas tienen un carácter limitado; su objetivo es sustituir los submarinos y buques de superficie que están fuera de servicio, no el aumento de las fuerzas y el potencial ofensivo del país en términos cuantitativos. De hecho, el número total de submarinos y buques de superficie estratégicos no deja de descender con respecto a los niveles de los años 80.
En cuanto los programas que afectan a las fuerzas convencionales desplegadas en el Polo Norte, se puede afirmar que son bastante modestos y que solo pretenden actualizar dichas unidades, más que proveerlas de una capacidad ofensiva adicional y recuperar el enorme potencial militar de la era soviética.
El número de buques de superficie, submarinos tácticos, aviones y helicópteros de Rusia no deja de disminuir. La brigada ártica, cuya creación se prevé para el 2015, no constituirá una estructura militar adicional. Dicha unidad estará conformada por la brigada de infantería motorizada n.º 200 de Pechenga, pero estará mejor armada, equipada y entrenada para combatir bajo las condiciones del Ártico. Cabe señalar que EE UU, Canadá y Noruega están creando unidades similares.
Además, la situación económica hace que estos programas tengan un carácter menos ambicioso y más realista.
Mito 4: Los recientes esfuerzos de Moscú por reabrir y modernizar aeródromos y bases navales de la era soviética, así como sus planes para el desarrollo de una red de estaciones de radar, forman parte de la escalada militar rusa en el Ártico.
En realidad, el objetivo de estos proyectos es doble: por un lado, se está intentando dotar de mejores infraestructuras —adecuadas a las exigencias actuales— a las fuerzas rusas incluidas en el plan de modernización; por otro, dichas infraestructuras servirán también para fines civiles.
Entre otras cosas, permitirán a Rusia aplicar los acuerdos internacionales en materia de búsqueda y rescate (firmado en 2011) y para la lucha contra posibles vertidos de petróleo en el Ártico (firmado en 2013).
Las nuevas estaciones de radar, los aeródromos y los centros de búsqueda y rescate emplazados a lo largo de la costa del océano Ártico se aprovecharán para el desarrollo de la Ruta marítima del norte, así como para las rutas aéreas que atraviesan el Polo Norte.
En definitiva, creemos que Moscú continuará aplicando una doble estrategia en el Polo Norte. Sin dejar de defender los legítimos intereses de Rusia en la región (ya sean estos económicos o políticos), Moscú está abierto a la cooperación con aquellos socios extranjeros dispuestos a participar en la explotación de los recursos naturales del Ártico, mediante el desarrollo de rutas marítimas y la resolución de los numerosos problemas socioeconómicos y ambientales existentes en la zona ártica rusa. Sin duda, Rusia preferirá recurrir a la vía diplomática, además de dar preferencia a las organizaciones e instituciones internacionales en lugar de actuar de forma unilateral.
Artículo publicado originalmente en Russia Direct.
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