Parte de la entrevista del Diario Clarin al Vicealmirante (R) Benito Rotolo el 1/5/2021
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¿Cómo fueron los preparativos de ese ataque que nunca ocurrió?
Durante el 1 de mayo todas las tripulaciones de los buques venían ajustando los preparativos para el ataque. Despegar del portaaviones para hacer interceptaciones ante supuestos blancos y volver al aterrizaje: la concentración era total. Vista desde el aire,
la flota desplegada en formación antiaérea y antisubmarina era una imagen que impresionaba y causaba orgullo. Ese día todo salía bien. No había fallas, los vuelos se hacían con muy pocas comunicaciones y el silencio en las emisiones era sepulcral. Ya nadie tenía otro sentimiento que el deseo de llegar al punto de ataque y rendir el examen de la batalla.
Cerca de las 22, navegando en crucero de combate, ya estábamos a unas 180 millas náuticas de la fuerza británica, lejos del radio de acción de los aviones Harriers, que era de 140 millas. De todos modos había que esperar el amanecer, porque nuestros aviones de ataque solo operaban diurno, y se mantuvo esa distancia, mientras los aviones exploradores Tracker S2E volando a muy baja altura trataban de conseguir la disposición de las naves británicas. Eso lo tuvimos a la 1.30 del 2 de mayo, cuando aterrizó uno de estos aviones con la ubicación completa que necesitábamos.
A esa misma hora, un avión Harrier -quizás persiguiendo al explorador- apareció en la pantalla de los radares de nuestros buques aproximadamente a unas 50 millas, y comenzó a sonar la alarma de ataque aéreo en todos los buques. Fue un momento desconcertante, ya que esta posibilidad estaba descartada porque estábamos fuera del alcance de estos aviones. Los destructores Hércules y Santísima Trinidad iluminaron al blanco para lanzar los misiles antiaéreos Sea Dart, y éste se alejo rápidamente.
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¿Qué ocurrió entonces?
Todo estaba listo:
teníamos la iniciativa, aun manteníamos la sorpresa y los submarinos aún no nos habían alcanzado, pero la situación meteorológica, que ya venía preocupándonos, pronosticaba muy baja intensidad de viento para la hora del despegue.
Para esa carga de bombas y combustible necesitábamos 15 nudos como mínimo,
para poder catapultar los aviones de ataque. Y estábamos en una noche clara, casi de mar calmo, situación inédita en al Atlántico Sur, siempre tan generoso en vientos y mares agitados. La concentración, el repaso constante de los procedimientos y la expectativa de que todo funcionara bien superaron al temor natural que todos teníamos por la batalla.
Cerca de las tres de la madrugada, observando la disminución del viento, comenzamos a reducir peso en los aviones, bajando bombas y combustible hasta que
los cálculos de la configuración de los aviones, con el viento que contábamos, daban valores inaceptables, y no se podían esperar resultados favorables en el ataque.
Entonces
llegó la decisión de posponer el ataque hasta encontrar condiciones más favorables. Esa orden la dio el comandante de la Flota de Mar, Walter Allara. Era razonable, porque manteníamos la iniciativa y manteniendo la distancia con la flota británica podíamos encontrar mejores condiciones de viento, aunque se extendía el tiempo para la oportunidad de los submarinos.
¿Cuál fue la reacción de la tripulación en ese momento?
No fue fácil de digerir: detener la marcha de semejante ritmo de trabajo y emotividad fue una sensación horrible. La decepción y la frustración fueron generalizadas, tuvimos que aflojar la tensión y la actitud que a nosotros nos hacía imparables, donde ya no se evaluaban las consecuencias por la expectativa que causaba el resultado que estábamos buscando. También nos enteramos que se había abortado el ataque de las corbetas, y que regresaban a posiciones iniciales. Los aviones Tracker continuaban explorando y durante la mañana de ese 2 de mayo nos confirmaron que la flota británica se estaba alejando hacia el Este.
Pasado el mediodía ya comenzamos a tener mas viento, y
para las 14 superábamos los 15 nudos. Pero la orden de reanudar el ataque no llegaba. Nosotros seguíamos en la sala de pilotos listos, con mucha incertidumbre, y comenzamos a pensar que el ataque podía llegar a posponerse indefinidamente.
Finalmente la batalla no se libró. Los británicos tampoco la buscaron, y como expresara el almirante Woodward posteriormente, no podía arriesgarse a que uno de sus portaaviones fuera averiado porque porque podía significar el fracaso de toda la operación.
Para nosotros, haber estado tan cerca y no llevarla a cabo
fue la pérdida de una oportunidad histórica. La falta de viento fue un factor decisivo pero circunstancial,
la cancelación de de la operacion obedeció a otras razones, que están relatadas en el libro.
El libro se titula “Cinco días decisivos”: ¿Cuáles fueron los otros hechos bélicos, políticos y diplomáticos clave en esos cinco días?
El 1 de mayo comenzó el conflicto bélico en gran escala, aún cuando la Argentina no había rechazado la propuesta diplomática del General Haig: sólo había pedido más tiempo para analizarla.
El 2 de mayo la Argentina aceptó la propuesta del presidente peruano Belaúnde Terry, quien anunció la firma de la paz para esa tarde. Entonces el submarino Conqueror hundió al crucero General Belgrano, generando una gran conmoción en el gobierno y la población, con lo cual la propuesta de paz no se concretó. El 4 de mayo, dos aviones Super Étendard de la Armada guiados por un explorador naval Neptune lanzaron dos misiles Exocet sobre el destructor británico Sheffield, causándole serios daños que luego provocaron su hundimiento. Luego de esta acción, la dinámica de los hechos se inclinó a la solución militar.
A su juicio, ¿cual fue el momento bisagra en que se perdió la ultima chance de que las cosas terminaran como lo hicieron?
Nuevamente, entre el 1 y 5 de mayo.
Tal vez después del hundimiento del destructor Sheffield hubiéramos tenido que aceptar la propuesta del Perú, aunque es difícil suponer que Gran Bretaña hubiera detenido la guerra.
¿Hay información o documentación que se publique en el libro por primera vez? ¿Respecto de que hechos?
Sí. Yo relato conversaciones inéditas con el comandante del portaaviones británico Invencible y el comandante de la Fragata Ardent y otros oficiales navales británicos y estadounidenses. Allí puede saberse cómo razonaban y qué consideraciones hicieron respecto de las acciones de los medios navales argentinos. Por otro lado, mi coautor -el licenciado José Enrique García Enciso- aporta dos temas absolutamente desconocidos:
la visita del asesor principal del senador de Estados Unidos Jesse Helms para investigar la gestión mediadora de Haig y la prolongada tarea que se realizó con el parlamentario británico
Tam Dalyell para impulsar la moción de censura a la primer ministro Margaret Thatcher por el
hundimiento del Belgrano, con el objetivo político de abortar la propuesta de paz de Belaúnde Terry. Tambien acompaña este relato con
documentación desconocida hasta hoy que demuestra esta tesis.
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Vicealmirante retirado y coautor de Malvinas: cinco días decisivos con Enrique García Enciso, revela los secretos de la ofensiva que la flota argentina canceló el 1 de mayo de 1982. Y que podría haber cambiado el curso del conflicto.
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