El resultado del plebiscito revela profunda tensión entre corrientes progresistas y conservadoras
Por Nicholas Casey 11 de octubre de 2016
Para los muchos opositores del presidente, jamás se trató solamente de frustrar el acuerdo de paz.
Mientras Colombia debatía cómo terminar 52 años de guerra con el grupo guerrillero más grande del país, un jugador de la selección nacional de fútbol condenó el acuerdo, señaló al presidente Juan Manuel Santos y lo acusó de prácticas que “no eran de Dios”.
Hubo manifestaciones en todo Colombia contra la ministra de Educación, abiertamente homosexual, las cuales pronto se convirtieron en un brote de oposición al gobierno de Santos y al acuerdo de paz que promovía.
“Mis compatriotas se manifiestan en defensa de los valores familiares”, declaró Álvaro Uribe, el expresidente de talante conservador que lideró la campaña contra el acuerdo de paz y movilizó a los electores religiosos de Colombia en contra del mismo.
La iniciativa de Santos para terminar la guerra le ha ganado un gran reconocimiento internacional, e incluso el
Premio Nobel de la Paz. Sin embargo, ha enfrentado una fuerte resistencia en Colombia, donde se vive una dura polarización.
Cuando los colombianos rechazaron el acuerdo de paz entre el gobierno de Santos y las Farc, la decisión sorprendió a todos y destapó generaciones enteras de furia hacia los insurgentes. Muchos colombianos sintieron que la guerrilla había salido bien librada gracias a un acuerdo que habría evitado que la mayoría de ellos fuera a la cárcel.
Pero quienes se oponían al acuerdo también supieron aprovechar algo más: un movimiento conservador renaciente, encolerizado por la creciente inclinación socialmente liberal de Colombia.
“La oposición utilizó argumentos relacionados con el matrimonio igualitario, el aborto y la religión para atraer y movilizar a la gente contra los acuerdos de paz”, dijo Juan Carlos Garzón, de
Fundación Ideas para la Paz, un grupo de investigación en Colombia. “Fue una estrategia efectiva para impulsar a los electores más conservadores contra el acuerdo de paz”.
Históricamente, Colombia ha sido uno de los países más conservadores y religiosos de la región, pero en años recientes se han logrado avances para asegurar los derechos en temas igualitarios.
En abril, la Corte Constitucional de Colombia
legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo, y el año pasado eliminó las barreras para que las personas y parejas homosexuales puedan adoptar. El país, afectado por su largo historial de narcotráfico y violencia,
legalizó la marihuana medicinal a finales del año pasado.
Después llegó el acuerdo con las Farc. Para algunos, llegó demasiado lejos: un pacto con una organización guerrillera que había aterrorizado a Colombia durante décadas.
“La gente ha utilizado la reacción al acuerdo de paz para hablar de un gran retroceso conservador en Colombia, una guerra cultural generalizada”, dijo Winifred Tate, un profesor de Antropología del Colby College en Maine, y se especializa en Colombia.
La
derrota del acuerdo permitió que los conservadores sociales demostraran su poder, pues Santos se vio obligado a cortejar a sus oponentes para intentar rescatar lo que quedaba del acuerdo. Dos días después del voto, Santos hizo que sus negociadores se reunieran con un gran grupo evangélico de pastores cristianos para discutir sus preocupaciones.
Santos también debe negociar con
Uribe, quien en repetidas ocasiones se opuso a un acuerdo de paz que incluye sentencias reducidas para los crímenes de guerra cometidos por los guerrilleros. Los dos líderes se reunieron el miércoles pasado por primera vez en seis años, y luego Uribe presentó una lista de propuestas alternativas, como prohibiciones a la participación política de los miembros de las Farc y castigos para quienes habían secuestrado a niños.
Además, Uribe hizo un guiño a los conservadores sociales que lo respaldan. “Presentamos nuestras preocupaciones en torno a los valores familiares”, dijo.
Tras el anuncio de que Santos recibiría el Premio Nobel, Uribe permaneció desafiante y si bien lo felicitó por Twitter, añadió que el acuerdo de paz “dañaba a la democracia.”
Mientras que el importante premio brindó un impulso moral a quienes buscan salvar el acuerdo de paz, algunos observadores advirtieron que la profunda polarización del país no se resolverá pronto.
“No es probable que los planes de la extrema derecha cambien”, dijo Nazih Richani, un profesor de la Universidad Kean en Nueva Jersey.
Susana Correa, una legisladora del partido Centro Democrático, al que pertenece Uribe, dijo que creía que el acuerdo contenía una suerte de subtexto que afectaba los valores familiares y apoyaba una opinión en torno a la orientación sexual que no era tradicional.
“Las Iglesias evangélica y católica se han unido a nosotros para quejarse de que en ninguna parte de los acuerdos se menciona siquiera a Dios”, dijo.
La lucha entre los conservadores sociales y el gobierno de Santos llegó a su punto máximo hace unos meses cuando Gina Parody, en ese entonces ministra de Educación y quien es abiertamente homosexual, propuso baños mixtos y cambios a los uniformes. También propuso crear un manual para estudiantes relacionado con la orientación sexual, siguiendo una orden por parte de las cortes del país para hacerlo.
Los cambios propuestos atrajeron la ira de la extrema derecha del país. Un político acusó a Parody de realizar una “colonización homosexual”. A mediados de agosto, miles de manifestantes —respaldados por Uribe— se reunieron en todo Colombia y levantaron pancartas en las que denunciaban el matrimonio igualitario y animaban al país para que defendiera a la familia tradicional.
Tras la controversia en torno a los manuales, Parody se apartó de su puesto temporalmente y se convirtió en una de las figuras principales en la campaña para apoyar el Sí en el plebiscito por la paz.
Pronto los dos asuntos —el acuerdo de paz y la lucha en torno a la orientación sexual y el género— se hicieron uno mismo a ojos de muchos.
“Los colombianos se manifestaron hace un mes cuando el gobierno intentó imponer, mediante estos manuales, la ideología de género en la educación colombiana”, dijo Alejandro Ordoñez, el procurador de Colombia en ese entonces. Los funcionarios del gobierno, argumentó, estaban “utilizando la paz como una excusa para imponer su ideología de género”.
Los líderes cristianos evangélicos también comenzaron a movilizarse contra el acuerdo en términos morales, y dijeron que no ofrecía justicia a las víctimas. La guerra dejó más de 220.000 muertos y desplazó a cinco millones de personas.
En un video de YouTube que se publicó el mes pasado, Johan Molina, un pastor conocido, se queja de que el acuerdo no se ha “escrito en lenguaje común”, por lo que su objetivo no es claro. Dijo que un grupo de pastores y otros expertos habían estudiado los términos y hallaron que el acuerdo se oponía a la Biblia debido a su indulgencia para los guerrilleros.
“No ha habido arrepentimiento por parte de ninguno de los líderes de las Farc, y la gente no puede perdonar a quienes no han pedido perdón”, le dice el pastor Molina a su congregación en el video.
El mensaje religioso en contra del acuerdo de la paz estaba ganando tracción más allá de los líderes cristianos. Antes del voto, Daniel Torres, un jugador de la selección, hizo un video en el que animaba a los cristianos a votar contra el acuerdo.
“Quiero decirles que lo que han propuesto, y lo que han puesto en práctica, no es de Dios ni proviene de Dios”, dijo Torres a Santos mientras el video mostraba una fotografía del presidente haciendo reverencia en una limpia indígena. “Esto no le traerá nada bueno a nuestro país”.
Otros líderes religiosos argumentaron que el acuerdo beneficiaría a los homosexuales y transgénero de manera específica.
El pastor Marco Fidel Ramírez de la Iglesia Internacional para la Familia en Bogotá dijo que creía que los creadores del acuerdo planeaban utilizarlo para hacer que avanzara el matrimonio igualitario, aunque no tenía evidencia directa para apoyar su declaración.
“Esta fue una objeción fundamental y un peligro para la familia natural en Colombia”, dijo. “Una familia en Colombia está formada por un hombre y una mujer”.
Marcela Sánchez, la directora de Colombia Diversa, un grupo que representa a las personas gay, lesbianas, bisexuales y transgénero, dijo que el acuerdo no contenía ninguna condición de ese tipo. Pero, dijo, la derecha ejerció una feroz batalla de desinformación para convencer a la gente de lo contrario, en especial mediante las redes sociales.
El efecto a largo plazo, además de la frustración del acuerdo de paz, fue una homofobia incrementada, dijo Sánchez.
“Es triste que en este país haya gente que tiene más miedo de la homosexualidad que de la guerra”, dijo Sánchez.
Susan Abad colaboró con el reportaje.
http://www.nytimes.com/es/2016/10/1...n-entre-corrientes-liberales-y-conservadoras/