Brunner
Forista Sancionado o Expulsado
Las relaciones con Brasil -Las relaciones durante la Segunda Guerra Mundial
El desencadenamiento del conflicto mundial trajo nuevas tensiones. El ministro brasileño de relaciones exteriores de este período, Oswaldo Aranha, en dos discursos a mediados de 1940 y en una carta personal a su colega argentino, enfatizando los intereses comunes, intentó dar un tono amistoso al diálogo del tiempo de guerra. Asimismo, el jefe del estado mayor, Pedro de Góes Monteiro, visitó Buenos Aires en 1941 buscando cooperación, y Aranha, la víspera de Pearl Harbor, hizo un viaje similar para enviar señales conciliatorias. (1) No obstante, los observadores brasileños veían con preocupación el crecimiento del nacionalismo autoritario en la Argentina. Aranha, manifestó la ansiedad general provocada en Río de Janeiro cuando señalara, a mediados de 1941, su temor de un eventual ataque de la Argentina si Brasil se alineaba abiertamente en contra de Alemania. (2)
Como ya hemos visto, producido el ataque japonés a la flota de guerra norteamericana en Pearl Harbor, en diciembre de 1941, Estados Unidos declaró la guerra a los países del Eje. También lo hicieron nueve países centroamericanos y del Caribe (Costa Rica, Cuba, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua, Panamá y la República Dominicana), en tanto Colombia, México y Venezuela rompieron sus relaciones con aquéllos. Para tratar el problema de la llegada de la guerra al continente americano, se decidió convocar la Tercera Reunión de Consulta de ministros de relaciones exteriores, en Río de Janeiro, la cual tuvo lugar entre el 15 y el 28 de enero de 1942. (3)
En esta conferencia, el objetivo fundamental de Estados Unidos era tratar de que se adoptara una resolución, que obligara a todos los países americanos a romper relaciones con las potencias del Eje. Esto resultó imposible, debido a la negativa de la Argentina y Chile a suscribir ese compromiso. Para no quebrar la unanimidad, se adoptó entonces una resolución que sólo recomendaba la ruptura. Cordel Hull, el secretario de Estado norteamericano, recuerda en sus Memorias, la indignación que le causó que Sumner Welles, jefe de la delegación norteamericana, hubiera aceptado dicha fórmula que, en su concepto, significaba rendirse ante la Argentina. (4) Al término de la Conferencia, todos los países latinoamericanos, salvo la Argentina y Chile, habían roto sus relaciones con el Eje. Brasil convino finalmente en la ruptura luego de obtener firmes garantías de la asistencia militar norteamericana. (5)
En la reunión de Río, el gobierno de Brasil se encontró frente a un dilema. Este país estaba de acuerdo con la propuesta norteamericana de la ruptura de relaciones, actitud que era coherente con la relación de amistad que Brasil mantenía con Estados Unidos. Pero, durante la década de 1940, había resurgido la doctrina de la “Gran Argentina”, entidad que supuestamente comprendería el cono sur de Sudamérica, incluyendo el sur de Brasil. Aunque pocos militares y funcionarios argentinos creían viable este tipo de expansionismo, las fuerzas armadas brasileñas eran decididamente opuestas a la adopción de cualquier medida panamericana que pudiera dejar a una Argentina neutral aislada y enfrentada a un Brasil beligerante. El mayor temor era que el gobierno argentino decidiera lanzar un ataque al sur de Brasil, con el apoyo de la población alemana e italiana local partidaria del Eje. Ante esta circunstancia, al hacerse evidente que la Argentina no firmaría una declaración panamericana obligatoria, resultó imposible para el presidente Vargas apoyar la propuesta norteamericana. (6) Paradójicamente, a pesar de su creciente participación en la causa aliada, que culminó con el envío de una fuerza expedicionaria a Europa, el gobierno de Vargas estaría menos preocupado por un ataque del Eje al noreste brasileño –un asunto de alta prioridad en Washington- que por una agresión en su flanco sur proveniente de la Argentina. (7)
Como se dijo, los gobiernos brasileños habían perseguido en la primera mitad del siglo XX una relación especial con Estados Unidos, país al que percibían como un aliado natural y fuente de asistencia militar y económica, como contrapartida de la intervención diplomática a favor de Washington en Sudamérica. En este esquema, estaba implícita la suposición de que Brasil e Hispanoamérica eran antagonistas. En un principio, la relación especial fue pensada por el gobierno brasileño en función de algún ataque de potencias europeas. No obstante, a medida que los vínculos con la Argentina se fueron deteriorando, dicha relación fue percibida como generadora de protección, especialmente teniendo en cuenta el aislamiento brasileño en el continente. (8)
Un funcionario de Itamaraty señalaba en 1934 que una alianza con Estados Unidos contribuiría a fortalecer la posición de Brasil frente a la Argentina, lo cual siempre había sido el punto central de la política exterior brasileña. Una década más tarde, cuando estudiaban un pedido del canciller Aranha de constituir un frente en contra de Buenos Aires en 1944, los expertos del Departamento de Estado llegaban a la conclusión de que la alineación no era en realidad contra el régimen de “tipo nazi” en ese entonces en el poder en la Argentina, sino contra la Argentina misma. (9)
Así, el gobierno brasileño se mostró preocupado y desilusionado por las medidas tomadas por el gobierno de Estados Unidos para apaciguar a la Argentina. Por ejemplo, el episodio de los destructores en 1937 fue una contrariedad muy significativa para las autoridades de Río. El hecho de que todavía fuera mencionado en una carta de Vargas a Roosevelt en 1944 lo demostraba.
Conversaciones iniciadas entre el gobierno brasileño y el norteamericano finalmente habían alcanzado, a mediados de 1937, un acuerdo por el cual Brasil adquiriría seis destructores usados de la marina norteamericana. La prensa argentina rápidamente mostró su desacuerdo con el arreglo, señalando que violaba dos acuerdos previos firmados con Estados Unidos. Por su parte, el embajador argentino en Washington, Felipe Espil, acusó al subsecretario Sumner Welles de engaño y exigió saber la razón por la cual no había sido informado. (10)
Varios factores, entre los cuales la presión argentina no fue el menos importante, incidieron en el fracaso del arreglo. El presidente Roosevelt, presumiblemente autor de la maniobra, se desanimó ante la negativa reacción de la prensa, el Congreso y el Departamento de Estado. Además, Roosevelt no había tenido en cuenta las expresas objeciones del secretario Cordell Hull al respecto. Sin embargo, la incomodidad generada en Washington fue menor que la producida en Río. Si los brasileños no estaban seguros de las intenciones argentinas previamente al incidente, a partir de éste la preocupación aumentó. (11)
Al año siguiente, las autoridades brasileñas recibieron otro golpe, cuando el gobierno norteamericano aceptó proveer instrucción a la fuerza aérea argentina. Protestando airadamente, Aranha advirtió al embajador norteamericano que Buenos Aires se estaba preparando “para la eventual posibilidad de mandar aviones bombarderos a las ciudades brasileñas”. Durante la guerra, al menos luego de 1941, no hubo ninguna ayuda norteamericana a la Argentina, pero los funcionarios brasileños mantuvieron su preocupación, según lo sugiere su permanente postura en favor de una alianza con Estados Unidos. (12)
Por cierto, la percepción de amenaza que los brasileños tenían de su vecino tenía además una base material: el escaso equipamiento militar de las fuerzas armadas de los primeros. Tanto la marina como el ejército adolecían de armamento y de equipos adecuados. Incluso las municiones eran insuficientes. Uno de los estudios, que los militares brasileños realizaron en esta época del poder ofensivo de la Argentina, señalaba que este país era capaz de movilizar 300.000 soldados bien equipados a la frontera con Brasil, en un plazo de seis semanas. El cálculo para Brasil, en cambio, sólo llegaba a 150.000 hombres escasamente preparados, y ello demandaría mayor cantidad de tiempo. (13)
Según Gary Frank, entre los años 1941 y 1944, los dos rivales sudamericanos lucharon por establecer cual sería el poder dominante en la región y la segunda nación en importancia en el continente. En esta competencia, el rol jugado por Estados Unidos, más decisivo a medida que la guerra llegaba a su fin, fue fundamental. Las dádivas de Washington, al principio justificadas por la necesidad de defenderse del Eje en el Atlántico sur, Africa del Norte e Italia, fueron determinantes del cambio en la distribución del poder que tendría lugar en Sudamérica. (14)
La negativa argentina a romper relaciones con el Eje tendría consecuencias relevantes. Los argentinos, que la víspera de Pearl Harbor parecían preparados a abandonar su neutralidad a cambio de apoyo en gran escala a través del Préstamo-Arriendo, sufrieron un gran deterioro en su relación con Estados Unidos. Los brasileños, en cambio, nunca muy seguros de que recibirían el prometido auxilio de Washington, disfrutarían de una prosperidad que alcanzó alrededor de 75% del total de la asistencia militar otorgada a América latina durante la Segunda Guerra Mundial. Hacia 1945, el puntaje final era 366 millones para Brasil y cero para la Argentina. (15)
Los pedidos de Vargas y Aranha finalmente se tradujeron en el mayor programa de ayuda económica y militar implementado por Washington en Sudamérica. A través de cuatro acuerdos suscriptos a comienzos de marzo de 1942, el gobierno brasileño obtenía 200 millones de dólares en armas y equipos, es decir, el doble de la asistencia militar pactada tan sólo seis meses antes. (16)
NOTAS
Aranha, speeches, 2 January 1940, Aranha Papers, 31 May 1940, Jornal do Brasil, 1 June 1940; Aranha to Julio Roca, 21 September 1940, Aranha Papers; Dutra to Vargas, 11 July 1941, Vargas Papers; El Argentino (Buenos Aires), 12 November 1941, cit. en ibid., pp. 37-38.
U.S. ambassador (Rio) to State Department, 16 July 1941, RG 59, 810.20 Defense/1329; Monteiro to Dutra, 11 July 1940, 26 July 1940, 6 August 1941, AEME, cit. en ibid., p. 31.
Gordon Connell Smith, Los Estados Unidos y la América latina, México, Fondo de Cultura Económica, 1977, p. 209.
Cordell Hull, The Memoirs of Cordell Hull, 2 vols., Londres, 1948, vol. II, p. 1149. Welles contesta a las críticas de Hull en Seven Major Decisions, Londres, 1951, pp. 101-105. A su decisión de aceptar la resolución más débil la llama “la decisión que salvó la unidad del Nuevo Mundo”, citado en G. Connell-Smith, op. cit., p.209.
Frank D. McCann, Jr., The Brazilian-American Alliance, 1937-1945, Princeton 1973, pp. 253-258, cit. en Stanley E. Hilton, “Brazilian Diplomacy and the Washington-Rio de Janeiro ‘Axis’ during the World War II Era”, Hispanic American Historical Review, vol. 59, Nº 2, mayo de 1979, p. 210.
Sumner Welles, Seven Decisions That Shaped History, New York, Harper and Bros., 1951, pp 101-102; Armour a Hull, 9 de enero de 1942, 710, consulta (3)/479, RG 59, DOS, cit. en Carlos Escudé, Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación argentina, Buenos Aires, ed. de Belgrano, 1988, p. 97.
Stanley E. Hilton, “Brazilian Diplomacy...”, op. cit., p. 211; Monteiro to (General) Carvalho, 4 August 1942; Carvalho to Aranha, 23 December 1942; Dutra to Carvalho, 17 July 1943, Estevao Leitao de Carvalho Papers, Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro; Monteiro to Dutra, 24 August 1942, AEME; Dutra to Vargas, 6 December 1943, AHI, cit. en S.E. Hilton, “The Argentine Factor...”, op. cit., p. 31. No obstante, Gary Frank señala que no encontró evidencia en Buenos Aires que indicara que los argentinos alguna vez tuvieran en consideración una medida semejante. La consideración principal de la Argentina era simplemente mantener una supremacía en las armas. Debido a las características de la época y a su pronunciada inferioridad militar, no es sorprendente que los brasileños percibieran el hecho como una amenaza. Véase Gary Frank, Struggle for Hegemony in South America: Argentina, Brazil and the United States during the Second World War, University of Miami, 1979, p. 90, n. 15.
S.E. Hilton, “The Argentine Factor...”, op. cit., p. 41.
Gilberto Amado to Macedo Soares, 27 November 1934, AHI; EME (Monteiro), Relatório (...) 1939 (typewritten), AEME; State Department memo, 10 June 1944, RG 59, 832.00/5-3144, cit. en ibid., pp. 41-42.
Citado en G. Frank, op. cit., p. 3. El episodio completo está relatado en las memorias de la esposa norteamericana de Espil. Véase Courtney Letts de Espil, La esposa del embajador, Buenos Aires, J. Alvarez, 1967, pp. 100-108. Ella señala que éste fue el asunto más irritante en la carrera diplomática de su esposo. G. Frank, op. cit., p. 89, n. 10.
Ibid., p. 3.
Ambassador Mario Pimentel Brandao (Washington) to Aranha, 21 May 1938; Aranha to Brandao, 27 May 1938, AHI; U.S. ambassador (Rio) to State Department, 23 May 1938, FRUS, 1938, 5 vols., Washington, D.C., Government Printing Office, 1955-1956, V, 320; Vargas to Franklin Roosevelt, 13 April 1944, Vargas Papers, cit. en S.E. Stanley, “The Argentine Factor...”, op. cit., p. 42.
Frank D. McCann, The Brazilian-American Alliance, 1937-1945, Princeton, N.J., Princeton Univ. Press, 1974, p. 43, señala que gran parte del armamento del ejército era anterior a la Primera Guerra Mundial. A su vez, Stanley E. Hilton, Brazil and the Great Powers, 1930-1939, Austin, Univ. of Texas Press, 1975, p. 113, observa que la marina poseía menos de la mitad del tonelaje de la flota argentina. En opinión del último autor, el ejército brasileño necesitaba créditos importantes durante unos quince años para poder alcanzar un poderío semejante al de la Argentina. Véase G. Frank, op. cit., pp. 2-3 y p. 89, n.6 y 7.
Ibid., p. X.
Ibid., p. 16.
Ibid., pp. 19 y 95, n. 18.
La ruptura del equilibrio subregional en favor de Brasil Como consecuencia de su posición de neutralidad, sobre todo después de la Reunión de Consulta de Río, la Argentina quedó al margen de la ley de Préstamo y Arriendo, y de la asistencia financiera y económica norteamericana a sus aliados en la región. Este hecho alteró el equilibrio de fuerzas existente en Sudamérica antes de la Segunda Guerra Mundial, que era favorable a la Argentina. Por el contrario, a raíz de su actitud de colaboración con las fuerzas aliadas, el gobierno de Brasil recibió, por la ley de Préstamo y Arriendo norteamericana, más de los dos tercios del total de la ayuda de guerra destinada a América latina, transformándose en la primera potencia militar del sur de América, a expensas de la Argentina. (1)
Los militares argentinos comenzaron a sentir una seria preocupación por el desequilibrio militar subregional en favor de su vecino, inquietud que se hizo extensiva tanto a aliadófilos como a germanófilos dentro del ejército. Así, un memorándum de agosto de 1942 de los generales Tonazzi y Pierrestegui, ministro de guerra y jefe del estado mayor respectivamente, señalaba la ruptura del equilibrio estratégico en la cuenca del Plata en contra de la Argentina. Pedro Ramírez, representante de la tendencia opuesta e integrante del GOU, sector del ejército que protagonizó el golpe contra Castillo en junio de 1943, coincidía con el diagnóstico del memorial Tonazzi-Pierrestegui. Esta crítica situación explica los desesperados intentos del gobierno argentino por adquirir armamento en Alemania. (2)
Pero la ayuda norteamericana al colaboracionista gobierno de Brasil no se limitó exclusivamente al plano militar, sino que también se extendió al plano económico. Las resoluciones de la Conferencia de Río de Janeiro fueron, en este sentido, el paso previo a la firma de una serie de importantes acuerdos entre el ministro brasileño de finanzas Souza Costa y funcionarios norteamericanos en marzo de 1942, que incluyeron una línea de créditos de 100 millones de dólares otorgados por el Export-Import Bank, con el objetivo de movilizar recursos productivos de Brasil. Por su parte, Souza Costa y el secretario interino de Estado Sumner Welles firmaron un convenio por el que se estableció un fondo de 5 millones de dólares de la Rubber Reserve Company, para ser utilizado en cooperación con el gobierno brasileño en el desarrollo de la producción de caucho crudo en el valle del Amazonas. Finalmente, a través de una serie de negociaciones entre el canciller brasileño Oswaldo Aranha y el secretario de Estado Cordell Hull, se concretó un préstamo de 45 millones de dólares otorgado por el Export-Import Bank para la construcción de la planta siderúrgica brasileña de Volta Redonda. (3)
NOTAS
A. Conil Paz y G. Ferrari, op. cit., p. 112. También A.P. Whitaker, La Argentina y los Estados Unidos, op. cit., p. 133.
A. Conil Paz y G. Ferrari, op. cit, p. 111.
Ibid., pp. 112-113.
Aclaración: Las obras citadas (op. cit.) que no se mencionan explícitamente en este listado de citas, se encuentran en las páginas inmediatamente anteriores. Para ello, haga un click en el botón "Anterior". También puede utilizar la opción "Búsqueda" , ingresando el nombre del autor de las obras respecto de las cuales se requiere información
http://www.cema.edu.ar/ceieg/arg-rree/7/7-021.htm
El desencadenamiento del conflicto mundial trajo nuevas tensiones. El ministro brasileño de relaciones exteriores de este período, Oswaldo Aranha, en dos discursos a mediados de 1940 y en una carta personal a su colega argentino, enfatizando los intereses comunes, intentó dar un tono amistoso al diálogo del tiempo de guerra. Asimismo, el jefe del estado mayor, Pedro de Góes Monteiro, visitó Buenos Aires en 1941 buscando cooperación, y Aranha, la víspera de Pearl Harbor, hizo un viaje similar para enviar señales conciliatorias. (1) No obstante, los observadores brasileños veían con preocupación el crecimiento del nacionalismo autoritario en la Argentina. Aranha, manifestó la ansiedad general provocada en Río de Janeiro cuando señalara, a mediados de 1941, su temor de un eventual ataque de la Argentina si Brasil se alineaba abiertamente en contra de Alemania. (2)
Como ya hemos visto, producido el ataque japonés a la flota de guerra norteamericana en Pearl Harbor, en diciembre de 1941, Estados Unidos declaró la guerra a los países del Eje. También lo hicieron nueve países centroamericanos y del Caribe (Costa Rica, Cuba, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua, Panamá y la República Dominicana), en tanto Colombia, México y Venezuela rompieron sus relaciones con aquéllos. Para tratar el problema de la llegada de la guerra al continente americano, se decidió convocar la Tercera Reunión de Consulta de ministros de relaciones exteriores, en Río de Janeiro, la cual tuvo lugar entre el 15 y el 28 de enero de 1942. (3)
En esta conferencia, el objetivo fundamental de Estados Unidos era tratar de que se adoptara una resolución, que obligara a todos los países americanos a romper relaciones con las potencias del Eje. Esto resultó imposible, debido a la negativa de la Argentina y Chile a suscribir ese compromiso. Para no quebrar la unanimidad, se adoptó entonces una resolución que sólo recomendaba la ruptura. Cordel Hull, el secretario de Estado norteamericano, recuerda en sus Memorias, la indignación que le causó que Sumner Welles, jefe de la delegación norteamericana, hubiera aceptado dicha fórmula que, en su concepto, significaba rendirse ante la Argentina. (4) Al término de la Conferencia, todos los países latinoamericanos, salvo la Argentina y Chile, habían roto sus relaciones con el Eje. Brasil convino finalmente en la ruptura luego de obtener firmes garantías de la asistencia militar norteamericana. (5)
En la reunión de Río, el gobierno de Brasil se encontró frente a un dilema. Este país estaba de acuerdo con la propuesta norteamericana de la ruptura de relaciones, actitud que era coherente con la relación de amistad que Brasil mantenía con Estados Unidos. Pero, durante la década de 1940, había resurgido la doctrina de la “Gran Argentina”, entidad que supuestamente comprendería el cono sur de Sudamérica, incluyendo el sur de Brasil. Aunque pocos militares y funcionarios argentinos creían viable este tipo de expansionismo, las fuerzas armadas brasileñas eran decididamente opuestas a la adopción de cualquier medida panamericana que pudiera dejar a una Argentina neutral aislada y enfrentada a un Brasil beligerante. El mayor temor era que el gobierno argentino decidiera lanzar un ataque al sur de Brasil, con el apoyo de la población alemana e italiana local partidaria del Eje. Ante esta circunstancia, al hacerse evidente que la Argentina no firmaría una declaración panamericana obligatoria, resultó imposible para el presidente Vargas apoyar la propuesta norteamericana. (6) Paradójicamente, a pesar de su creciente participación en la causa aliada, que culminó con el envío de una fuerza expedicionaria a Europa, el gobierno de Vargas estaría menos preocupado por un ataque del Eje al noreste brasileño –un asunto de alta prioridad en Washington- que por una agresión en su flanco sur proveniente de la Argentina. (7)
Como se dijo, los gobiernos brasileños habían perseguido en la primera mitad del siglo XX una relación especial con Estados Unidos, país al que percibían como un aliado natural y fuente de asistencia militar y económica, como contrapartida de la intervención diplomática a favor de Washington en Sudamérica. En este esquema, estaba implícita la suposición de que Brasil e Hispanoamérica eran antagonistas. En un principio, la relación especial fue pensada por el gobierno brasileño en función de algún ataque de potencias europeas. No obstante, a medida que los vínculos con la Argentina se fueron deteriorando, dicha relación fue percibida como generadora de protección, especialmente teniendo en cuenta el aislamiento brasileño en el continente. (8)
Un funcionario de Itamaraty señalaba en 1934 que una alianza con Estados Unidos contribuiría a fortalecer la posición de Brasil frente a la Argentina, lo cual siempre había sido el punto central de la política exterior brasileña. Una década más tarde, cuando estudiaban un pedido del canciller Aranha de constituir un frente en contra de Buenos Aires en 1944, los expertos del Departamento de Estado llegaban a la conclusión de que la alineación no era en realidad contra el régimen de “tipo nazi” en ese entonces en el poder en la Argentina, sino contra la Argentina misma. (9)
Así, el gobierno brasileño se mostró preocupado y desilusionado por las medidas tomadas por el gobierno de Estados Unidos para apaciguar a la Argentina. Por ejemplo, el episodio de los destructores en 1937 fue una contrariedad muy significativa para las autoridades de Río. El hecho de que todavía fuera mencionado en una carta de Vargas a Roosevelt en 1944 lo demostraba.
Conversaciones iniciadas entre el gobierno brasileño y el norteamericano finalmente habían alcanzado, a mediados de 1937, un acuerdo por el cual Brasil adquiriría seis destructores usados de la marina norteamericana. La prensa argentina rápidamente mostró su desacuerdo con el arreglo, señalando que violaba dos acuerdos previos firmados con Estados Unidos. Por su parte, el embajador argentino en Washington, Felipe Espil, acusó al subsecretario Sumner Welles de engaño y exigió saber la razón por la cual no había sido informado. (10)
Varios factores, entre los cuales la presión argentina no fue el menos importante, incidieron en el fracaso del arreglo. El presidente Roosevelt, presumiblemente autor de la maniobra, se desanimó ante la negativa reacción de la prensa, el Congreso y el Departamento de Estado. Además, Roosevelt no había tenido en cuenta las expresas objeciones del secretario Cordell Hull al respecto. Sin embargo, la incomodidad generada en Washington fue menor que la producida en Río. Si los brasileños no estaban seguros de las intenciones argentinas previamente al incidente, a partir de éste la preocupación aumentó. (11)
Al año siguiente, las autoridades brasileñas recibieron otro golpe, cuando el gobierno norteamericano aceptó proveer instrucción a la fuerza aérea argentina. Protestando airadamente, Aranha advirtió al embajador norteamericano que Buenos Aires se estaba preparando “para la eventual posibilidad de mandar aviones bombarderos a las ciudades brasileñas”. Durante la guerra, al menos luego de 1941, no hubo ninguna ayuda norteamericana a la Argentina, pero los funcionarios brasileños mantuvieron su preocupación, según lo sugiere su permanente postura en favor de una alianza con Estados Unidos. (12)
Por cierto, la percepción de amenaza que los brasileños tenían de su vecino tenía además una base material: el escaso equipamiento militar de las fuerzas armadas de los primeros. Tanto la marina como el ejército adolecían de armamento y de equipos adecuados. Incluso las municiones eran insuficientes. Uno de los estudios, que los militares brasileños realizaron en esta época del poder ofensivo de la Argentina, señalaba que este país era capaz de movilizar 300.000 soldados bien equipados a la frontera con Brasil, en un plazo de seis semanas. El cálculo para Brasil, en cambio, sólo llegaba a 150.000 hombres escasamente preparados, y ello demandaría mayor cantidad de tiempo. (13)
Según Gary Frank, entre los años 1941 y 1944, los dos rivales sudamericanos lucharon por establecer cual sería el poder dominante en la región y la segunda nación en importancia en el continente. En esta competencia, el rol jugado por Estados Unidos, más decisivo a medida que la guerra llegaba a su fin, fue fundamental. Las dádivas de Washington, al principio justificadas por la necesidad de defenderse del Eje en el Atlántico sur, Africa del Norte e Italia, fueron determinantes del cambio en la distribución del poder que tendría lugar en Sudamérica. (14)
La negativa argentina a romper relaciones con el Eje tendría consecuencias relevantes. Los argentinos, que la víspera de Pearl Harbor parecían preparados a abandonar su neutralidad a cambio de apoyo en gran escala a través del Préstamo-Arriendo, sufrieron un gran deterioro en su relación con Estados Unidos. Los brasileños, en cambio, nunca muy seguros de que recibirían el prometido auxilio de Washington, disfrutarían de una prosperidad que alcanzó alrededor de 75% del total de la asistencia militar otorgada a América latina durante la Segunda Guerra Mundial. Hacia 1945, el puntaje final era 366 millones para Brasil y cero para la Argentina. (15)
Los pedidos de Vargas y Aranha finalmente se tradujeron en el mayor programa de ayuda económica y militar implementado por Washington en Sudamérica. A través de cuatro acuerdos suscriptos a comienzos de marzo de 1942, el gobierno brasileño obtenía 200 millones de dólares en armas y equipos, es decir, el doble de la asistencia militar pactada tan sólo seis meses antes. (16)
NOTAS
Aranha, speeches, 2 January 1940, Aranha Papers, 31 May 1940, Jornal do Brasil, 1 June 1940; Aranha to Julio Roca, 21 September 1940, Aranha Papers; Dutra to Vargas, 11 July 1941, Vargas Papers; El Argentino (Buenos Aires), 12 November 1941, cit. en ibid., pp. 37-38.
U.S. ambassador (Rio) to State Department, 16 July 1941, RG 59, 810.20 Defense/1329; Monteiro to Dutra, 11 July 1940, 26 July 1940, 6 August 1941, AEME, cit. en ibid., p. 31.
Gordon Connell Smith, Los Estados Unidos y la América latina, México, Fondo de Cultura Económica, 1977, p. 209.
Cordell Hull, The Memoirs of Cordell Hull, 2 vols., Londres, 1948, vol. II, p. 1149. Welles contesta a las críticas de Hull en Seven Major Decisions, Londres, 1951, pp. 101-105. A su decisión de aceptar la resolución más débil la llama “la decisión que salvó la unidad del Nuevo Mundo”, citado en G. Connell-Smith, op. cit., p.209.
Frank D. McCann, Jr., The Brazilian-American Alliance, 1937-1945, Princeton 1973, pp. 253-258, cit. en Stanley E. Hilton, “Brazilian Diplomacy and the Washington-Rio de Janeiro ‘Axis’ during the World War II Era”, Hispanic American Historical Review, vol. 59, Nº 2, mayo de 1979, p. 210.
Sumner Welles, Seven Decisions That Shaped History, New York, Harper and Bros., 1951, pp 101-102; Armour a Hull, 9 de enero de 1942, 710, consulta (3)/479, RG 59, DOS, cit. en Carlos Escudé, Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación argentina, Buenos Aires, ed. de Belgrano, 1988, p. 97.
Stanley E. Hilton, “Brazilian Diplomacy...”, op. cit., p. 211; Monteiro to (General) Carvalho, 4 August 1942; Carvalho to Aranha, 23 December 1942; Dutra to Carvalho, 17 July 1943, Estevao Leitao de Carvalho Papers, Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro; Monteiro to Dutra, 24 August 1942, AEME; Dutra to Vargas, 6 December 1943, AHI, cit. en S.E. Hilton, “The Argentine Factor...”, op. cit., p. 31. No obstante, Gary Frank señala que no encontró evidencia en Buenos Aires que indicara que los argentinos alguna vez tuvieran en consideración una medida semejante. La consideración principal de la Argentina era simplemente mantener una supremacía en las armas. Debido a las características de la época y a su pronunciada inferioridad militar, no es sorprendente que los brasileños percibieran el hecho como una amenaza. Véase Gary Frank, Struggle for Hegemony in South America: Argentina, Brazil and the United States during the Second World War, University of Miami, 1979, p. 90, n. 15.
S.E. Hilton, “The Argentine Factor...”, op. cit., p. 41.
Gilberto Amado to Macedo Soares, 27 November 1934, AHI; EME (Monteiro), Relatório (...) 1939 (typewritten), AEME; State Department memo, 10 June 1944, RG 59, 832.00/5-3144, cit. en ibid., pp. 41-42.
Citado en G. Frank, op. cit., p. 3. El episodio completo está relatado en las memorias de la esposa norteamericana de Espil. Véase Courtney Letts de Espil, La esposa del embajador, Buenos Aires, J. Alvarez, 1967, pp. 100-108. Ella señala que éste fue el asunto más irritante en la carrera diplomática de su esposo. G. Frank, op. cit., p. 89, n. 10.
Ibid., p. 3.
Ambassador Mario Pimentel Brandao (Washington) to Aranha, 21 May 1938; Aranha to Brandao, 27 May 1938, AHI; U.S. ambassador (Rio) to State Department, 23 May 1938, FRUS, 1938, 5 vols., Washington, D.C., Government Printing Office, 1955-1956, V, 320; Vargas to Franklin Roosevelt, 13 April 1944, Vargas Papers, cit. en S.E. Stanley, “The Argentine Factor...”, op. cit., p. 42.
Frank D. McCann, The Brazilian-American Alliance, 1937-1945, Princeton, N.J., Princeton Univ. Press, 1974, p. 43, señala que gran parte del armamento del ejército era anterior a la Primera Guerra Mundial. A su vez, Stanley E. Hilton, Brazil and the Great Powers, 1930-1939, Austin, Univ. of Texas Press, 1975, p. 113, observa que la marina poseía menos de la mitad del tonelaje de la flota argentina. En opinión del último autor, el ejército brasileño necesitaba créditos importantes durante unos quince años para poder alcanzar un poderío semejante al de la Argentina. Véase G. Frank, op. cit., pp. 2-3 y p. 89, n.6 y 7.
Ibid., p. X.
Ibid., p. 16.
Ibid., pp. 19 y 95, n. 18.
La ruptura del equilibrio subregional en favor de Brasil Como consecuencia de su posición de neutralidad, sobre todo después de la Reunión de Consulta de Río, la Argentina quedó al margen de la ley de Préstamo y Arriendo, y de la asistencia financiera y económica norteamericana a sus aliados en la región. Este hecho alteró el equilibrio de fuerzas existente en Sudamérica antes de la Segunda Guerra Mundial, que era favorable a la Argentina. Por el contrario, a raíz de su actitud de colaboración con las fuerzas aliadas, el gobierno de Brasil recibió, por la ley de Préstamo y Arriendo norteamericana, más de los dos tercios del total de la ayuda de guerra destinada a América latina, transformándose en la primera potencia militar del sur de América, a expensas de la Argentina. (1)
Los militares argentinos comenzaron a sentir una seria preocupación por el desequilibrio militar subregional en favor de su vecino, inquietud que se hizo extensiva tanto a aliadófilos como a germanófilos dentro del ejército. Así, un memorándum de agosto de 1942 de los generales Tonazzi y Pierrestegui, ministro de guerra y jefe del estado mayor respectivamente, señalaba la ruptura del equilibrio estratégico en la cuenca del Plata en contra de la Argentina. Pedro Ramírez, representante de la tendencia opuesta e integrante del GOU, sector del ejército que protagonizó el golpe contra Castillo en junio de 1943, coincidía con el diagnóstico del memorial Tonazzi-Pierrestegui. Esta crítica situación explica los desesperados intentos del gobierno argentino por adquirir armamento en Alemania. (2)
Pero la ayuda norteamericana al colaboracionista gobierno de Brasil no se limitó exclusivamente al plano militar, sino que también se extendió al plano económico. Las resoluciones de la Conferencia de Río de Janeiro fueron, en este sentido, el paso previo a la firma de una serie de importantes acuerdos entre el ministro brasileño de finanzas Souza Costa y funcionarios norteamericanos en marzo de 1942, que incluyeron una línea de créditos de 100 millones de dólares otorgados por el Export-Import Bank, con el objetivo de movilizar recursos productivos de Brasil. Por su parte, Souza Costa y el secretario interino de Estado Sumner Welles firmaron un convenio por el que se estableció un fondo de 5 millones de dólares de la Rubber Reserve Company, para ser utilizado en cooperación con el gobierno brasileño en el desarrollo de la producción de caucho crudo en el valle del Amazonas. Finalmente, a través de una serie de negociaciones entre el canciller brasileño Oswaldo Aranha y el secretario de Estado Cordell Hull, se concretó un préstamo de 45 millones de dólares otorgado por el Export-Import Bank para la construcción de la planta siderúrgica brasileña de Volta Redonda. (3)
NOTAS
A. Conil Paz y G. Ferrari, op. cit., p. 112. También A.P. Whitaker, La Argentina y los Estados Unidos, op. cit., p. 133.
A. Conil Paz y G. Ferrari, op. cit, p. 111.
Ibid., pp. 112-113.
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