La cuestión material
No se olviden que una de las razones por las que se suspendió el servicio militar es el presupuesto. Para la época de Malvinas creo recordar que el EA tenía unos 40.000 soldados profesionales más 90.000 reclutas, sumando un total de 130.000 hombres. En ese entonces la población rondaba los treinta millones de personas, actualmente ronda los cuarenta, lo que hace suponer que la cantidad de reservas se ha elevado también (aunque esto es discutible: ¿aumentó el número de tropas profesionales?).
Pero conservemos el guarismo original: a esos 90.000 hombres hay que vestirlos, alimentarlos, alojarlos, armarlos, sanarlos cuando están enfermos, adiestrarlos, movilizarlos... Todo ese gasto en tiempos de paz regional, reducciones y recortes. Desde un punto de vista pragmático habría que afinar mucho el presupuesto para que sea rentable.
Claro que pensar el asunto de esta manera implica concebir el Estado como una empresa capitalista, una idea que quizá es propia del neoliberalismo que ha prefigurado el sistema mundial actual.
¿Qué prima entonces? ¿El deber o el interés?
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La cuestión moral
También hay que recordar que el caso Carrasco además de trágico fue bastante inoportuno: fue la gota que rebalsó el vaso de la desmilitarización nacional, una nueva espina clavada en la carne de la sociedad civil que estaba harta de los militares después de siete años de dictadura.
Así que sin negar los argumentos categóricos dados al principio del post en cuanto al carácter constitucional del servicio, personalmente creo que no hay que menospreciar el factor moral del asunto. No perdamos de vista el objetivo del ejercicio: el servicio militar es ante todo -y valga la redundancia- un servicio, es algo que se presta a los demás, a los compatriotas, al pueblo. Y
si no hay conexión entre el pueblo y sus instituciones, el sistema no funciona.
Fíjense que Estados Unidos abolió el servicio militar obligatorio en 1973, bastante antes de que terminara la Guerra Fría, pero muy poco después de haberse retirado de Vietnam. ¿Y por qué? Bueno, porque básicamente, los ricos se quedaban en casa y los pobres iban a la guerra. Era ésta una cuestion de suma importancia: las injusticias sociales y la discriminación racial abrían brechas y causaban descontento social, teniendo un frente interno latente las cosas no podían funcionar bien en campaña.
La drogadicción (que se convirtió en un cáncer dentro de la maquinaria bélica norteamericana) y las protestas por las políticas intervencionistas hicieron el resto. Ahora bien, el hecho es que actualmente los soldados que se ofrecen de voluntarios para las FF.AA. norteamericanas siguen siendo, mayoritariamente, jóvenes de los estratos que están por debajo de la clase media.
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El esfuerzo nacional
Y nadie pone en duda el patriotismo del pueblo norteamericano, pero es que los tiempos han cambiado, por mucho que duela a los románticos. Los conceptos "esfuerzo de guerra" y "frente interno" que surgieron en EE.UU. en la IIGM ya no se aplican hoy día. Las guerras convencionales modernas implicaron una movilización universal de todos los recursos del país, desde Bismarck y la creación del Reich Alemán, hasta Hitler y la catástrofe del III Reich.
Estamos hablando de una era histórica en la que los estados nacionales eran los principales actores políticos, y por tanto, las luchas ideológicas eran centrales, porque suponían la posibilidad de crear nuevos estados. Pero todo eso se terminó con la IIGM, a partir de allí, y tras un período de calma, el estado de bienestar paulatinamente desaparece y el mundo se sume en un proceso de privatización creciente que se apoya en una liberalización de la economía.
Hasta la IIGM las guerras eran, en cierta forma (al menos para la propaganda) guerras de naciones, de pueblos. El esfuerzo de guerra implicaba que los hombres partían al frente y las mujeres ocupaban sus lugares en las fábricas. Los niños y los ancianos colaboraban en tareas de apoyo, los ricos y la clase media compraban bonos de guerra, las estrellas de Hollywood alentaban a las tropas y las iglesias rezaban por el pronto fin de la contienda (y por la victoria, claro).
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El fracaso del sistema tradicional
Visualicen ese panorama y compárenlo con el actual: algunas cosas no cambian (los pobres pelean las guerras de los ricos) pero el frente interno ahora no se trata de organizar una gesta patriótica popular sino de convencer a sectores socioeconómicos cada vez más escépticos mediante el miedo, o adormecerlos con el consumismo. Mientras sus soldados hacen y deshacen la geopolítica de Medio Oriente la economía yanqui se ahoga en su propio vómito de bienes de consumo (pensemos en la burbuja económica de la fibra de vidrio).
Y entonces repito: es un pueblo patriótico, es una nación en guerra, son, todavía, la principal potencia militar del mundo; pero no tienen servicio militar obligatorio. En los EE.UU. el patriotismo no significa tanto el deber de servir como el derecho de portar armas, y para el que dude esto, simplmente basta con revisar una de las curiosidades culturales de ese país: su gusto por las fantasías apocalípticas en las que los civiles deben sobrevivir frente a una invasión extranjera o el advenimiento de un nuevo orden mundial totalitario.
El capitalismo neoliberal parte de un contradicción: es liberal a la hora de acumular ganancias basadas en la usura y la especulación, pero las socializa cuando se trata de asumir los riesgos. Eso es lo que ha hecho el FMI con los países emergentes durante las últimas décadas, creando grandes deudas que luego eran estatizadas y recortando el gasto público. Con esta política se alejó de su misión original, que más bien tenía que ver con ayudar a regular la economía mundial. (Dicen las malas lenguas que por albergar intenciones revisionistas Strauss Kahn se ganó su escándalo sexual). El hecho es que
se ha producido una ruptura entre el pueblo norteamericno y sus instituciones, ahora que se viven tiempos de crisis más visibles.
El hombre occidental ha perdido sus valores tradicionales y está huérfano en un mundo privatizado y ferozmente materialista. Servir en las FF.AA. puede ser una carrera emocionante, una vocación espiritual o un escape a la miseria, indistintamente. El punto es que no existe una moral nacional y popular que haga frente a guerras neo-coloniales bajo pretextos dudosos. Tenemos que entender que el servicio ciudadano a la nación está en decadencia justamente porque las naciones ya no pertenecen a sus ciudadanos sino a las grandes corporaciones, y sus políticas no pueden hacerse desde el gobierno sino desde los diferentes
lobbys y
think tanks privados.
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El ejército ciudadano
A pesar de todo hay países que conservan el sistema, pero son la minoría (dentro de la OTAN, los más notables son Alemania y Turquía). La identidad cultural es fuerte en ambas naciones, la primera ha desatado dos guerras mundiales en medio siglo, y la segunda está cerca de Europa pero no deja de ser asiática e islámica, y carga con el fantasma del genocidio armenio y la cuestión kurda. No parecen ser buenas credenciales.
En todo caso, la única alternativa está dada por el modelo de ejército ciudadano de Suiza e Israel. En el primer caso se trata de una rareza que es a la vez enigmática y perfectamente lógica: los suizos son bastante particulares en sus costumbres, pero el hecho de gobernarse a sí mismos a través de un sistema de democracia directa explica todo lo demás. Por un lado son un pueblo pacífico y culto, con un alto nivel de vida y una
creciente tasa de suicidios en adultos y
adolescentes (toda una paradoja del materialismo), y por otro lado, los suizos son un ejemplo de cultura institucional (y de corrupción bancaria, podría decirse). El asunto es que cómo explicar que un pueblo en esas condiciones se decida a permanecer armado: sus HHCC son bien escasas y no ha padecido conflictos en siglos, y si no es por la mera precaución o por la paranoia, podría concluirse que el objetivo que se persigue es contribuir a la cohesón nacional: no olvidemos el caracter fragmentario y diverso de la confederacion helvética, con tanta lenguas, culturas y religiones.
En el extremo opuesto exacto tenemos el caso israelí, cuyas motivaciones son obvias y dejan poco o ningún lugar para la especulación filosófica. Un pueblo que vive en pie de guerra en una región inestable. Allí la necesidad dicta la norma. Pero con todo, no debemos olvidar que el carácter sionista del estado israelí implica muchos matices, algunos paradójicos (la convivencia entre la religión ortodoxa y la cultura y los valores occidentales, por ejemplo). Y que la principal motivación puede que no sea política ni religiosa, sino simplemente psicológica: el miedo y el instinto de supervivencia.
Pero entonces, entre la angustia existencial y el vacío espiritual de los claustrofóbicos y esquizofrénicos suizos por un lado, y el miedo y la feroz lucha de los polémicos, acorralados y contradictorios israelíes por el otro lado, ¿qué hay en el medio?
¿Es posible organizar al pueblo alrededor de un estado fuerte y pacífico a la vez? ¿Cómo resolver las tensiones morales y materiales de los pueblos?
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Las milicias populares
Algunos de ustedes parecen asustados ante la perspectiva de que se activen "milicias populares" o algo por el estilo. Ciertamente es perturbador: significa acabar con el monopolio de la violencia que ostenta el Estado. Peor aún, es un concepto ajeno al republicanismo tan caro a nuestras (quizá pretendidas) tradiciones, porque presupone una (con)fusión entre el gobierno y el estado, y conduce a una tiranía ideológica: los cuadros políticos que están en el poder gozan de un brazo armado para imponerse sobre los demás.
Hay un aspecto que, sin embargo, no quiero que se escape de este fenómeno: representa un desafío al capitalismo, tanto en la Alemania Nazi como en los países gobernados por izquierzas radicales o dictatoriales, las milicias populares son el fruto de ideologías en las que se pretende emancipar al pueblo de lo poderes económicos privados y ocultos que organizan el "nuevo orden mundial".
Es decir, aunque reprensible, no deja de ser un esfuerzo por servir a la nación y al estado y no a las intereses privados. Además es un modelo que pretende ser realmente universal, el servicio militar, como vimos, con frecuencua reproduce las injusticias sociales del sistema capitalista, mientras que una milicia popular supuestamente los supera.
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La cuestión social
Y así llegamos al asunto central. Toda esta reflexión debería enriquecer nuestra visión del problema:
el ciudadano debe servir al estado al mismo tiempo que el estado sirve a los ciudadanos. Si toleramos la injusticia social y mantenemos un modelo económico que sirve al mercado en vez de al pueblo, la sociedad se debilita, se fragmenta y pierde cohesión.
En este contexto, reclamar los deberes constitucionales de los ciudadanos parece un poco cínico, y sobre todo, poco práctico. Porque creo que todos acordamos en que desde un punto de vista puramente militar, el valor de la conscripción universal es relativo, no hace al poder militar real de un país y mucho menos contribuye a una disuasión creíble. No estoy menospreciando las reservas, sólo me atrevo a señalar que la mayoría de las grandes potencias del mundo las forman con voluntarios (exceptuando Alemania y algunos países más chicos, el resto de la OTAN es profesional y voluntario, y en China sólo es obligatorio nominalmente).
Es obvio entonces que los principales argumentos que hemos discutido se refieren más a cuestiones sociales o políticas, y no a las necesidades militares actuales (y reales). Por eso la mejor forma de abordar el problema es pensarlo de manera más completa. Yo personalmente estoy persuadido de que el concepto de servicio, de hecho, no debería limitarse exclusivamente al ámbito militar. Todos los ciudadanos del país deberían estar comprometidos obligatoriamente a servir uno o dos años en el estado luego de cumplir la mayoría de edad, en la educación, la salud, y otros servicios, además del militar. Podría permitirse un cierto grado de libertad para escoger de acuerdo con las aptitudes y vocación de cada individuo, y en todo caso los que elijan el servicio militar lo estarían haciendo voluntariamente (y ya que estamos, esto no es moco de pavo, la tropas voluntarias son invariablemente superiores a las reclutadas).
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La cuestión patriótica
Para finalizar, sólo una cosa más. Habrá quiénes estén ungidos con cierto ardor patriótico y piensen que, después de todo, servir a la Patria es un honor y un privilegio, que todos deberíamos anhelarlo y que no debería privarse al pueblo de una institución que le inyecta virilidad, valores y energía.
Todo ello es cierto, pero no menos cierto es que el patriotismo no debe confundirse con la religión. Es un sentimiento religioso hasta cierto punto, como todo en la cultura humana, pero cuando se pasa de la cultura al culto, se convierte en fanatismo sectario y en falsa religión, lo que se conoce como patriotería o chovinismo.
Un hombre religioso es aquel que rinde culto a Dios incluso a través de la cultura, y un hombre patriótico es aquel que sirve a su Patria como un modo de servir a Dios. Pero un hombre sectario convierte su cultura en objeto de culto, en un ídolo, y para el patriotero el ídolo es la Patria (o más bien, la idea que él mismo se hace de la Patria, que casi siempre es falsa).
Por eso, para sembrar patriotismo, primero hay que derribar los ídolos patrioteros y políticos que causan sectarismo y por tanto división. Hay que comprender que, llegado el caso, la fuerza motora del universo es el amor, porque crea y construye, mientras que el odio sólo divide y destruye. Y el amor a la patria no se puede imponer, porque en primer lugar, el amor no puede ser condicional.
Y en segundo lugar, porque el patriotismo no debe basarse en la elección, sino en la adopción. No se trata de que las personas elijan amar el país, sino que el país los adopta y los ama primero. Y el país somos todos. Somos cuarenta millones de argentinos adoptados por cuarenta millones de argentinos, que a su vez son bisnietos de otros tantos argentinos adoptados por argentinos. Eso es el patriotismo. Y produce resultados.
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Saludos