Texto condensado del ensayo del general Walter Warlimont, "1939-1945, Hitler inside"
General Walter Warlimont, integrante del Mando Supremo
" Con dos fulminantes campañas, los alemanes habían derrotado a tres Ejércitos: el polaco, el francés y el inglés. Ante el espectáculo de la asombrosa eficacia que ofrecía la máquina bélica alemana, no era aventurado suponer que esta máquina se apoyaba en un mando dotado de una casi perfecta estrategia, minusiosamente organizado e informado, en condiciones de dominar cualquier situación. Pero de la descripción del General Warlimont, que formaba parte de este mando resulta que la realidad era totalmente distinta. Los signos de la debilidad estructural del Mando Supremo de la "Werhmacht" se manifestaron ya durante las brillantes campañas de Polonia y Francia, en el período de los mayores triunfos militares"
Hitler repetía frecuentemente que no podía decidirse nunca que las Fuerzas Armadas de un país estuviesen preparadas para la guerra, pues jamás se encontraban en su punto máximo de eficacia. Más, por lo mismo, tampoco el enemigo podía estar preparado, así que lo esencial consistía en adelantar los preparativos de potencial adelantándose al enemigo o adversario.
Durante el período de los "paseos militares" que se iniciaron con el Anschluss de Austria y concluyeron con la anexión de Memel al Reich, Hitler adquirió la costumbre de visitar los territorios conquistados, a veces inmediatamente después de su ocupación por las unidades alemanas. Durante estos viajes se hacía acompañar tan sólo por uno o dos oficiales. Por esta razón, el día 3 de septiembre de 1939, dos fechas después de estallar la guerra, no fueron necesarios grandes preparativos para que se dirigiera al frente oriental, mientras el Estado Mayor del OKW, incluida su sección más importante, o sea la operativa, permanecía en Berlín.
En el "tren especial de Hitler" viajaba también su séquito personal - compuesto de miembros del " Gobierno, del Partido y de las Fuerzas Armadas". Según la frase que se usaba entonces -, y su coche constituyó su primer puesto de mando. Pero, en realidad, las Fuerzas Armadas estaban escasamente representadas, para ser exactos, sólo por los elementos más antiguos del Mando Supremo, los generales Keitel y Jodl, junto con uno o dos oficiales de enlace y uno o dos ayudantes.
Feldmariscal Keitel
General Jodl
A causa de tan escasa representación militar, el Mando Supremo no podía asumir las funciones que competían al máximo organismo militar del país, y esta circunstancia, en definitiva, fue una notable ventaja en lo concerniente a la dirección de las primeras operaciones bélicas, que, durante la Blitzkrieg contra Polonia, se confiaron totalmente a la responsabilidad del Ejército y de su Estado Mayor. Hitler no tuvo entonces muchas posiblidades de intervenir, al contrario de lo que sucedió en los años siguientes, con las consecuencias desastrosas que todos conocen...
No obstante, el procedimiento adoptado para improvisar este primer mando puso de relieve la gravísima debilidad de los cuadros militares alemanes en la cima de la escala jerárquica: Hitler era el comandante supremo de las Fuerzas Armadas y, al mismo tiempo, el dictador; su personalidad dominaba y absorbía toda la estructura del país, y no existía un vértice militar debidamente organizado, bajo un mando de un general con autoridad, que pudiese actuar de contrapeso.
Un solo ejemplo será suficiente para demostrar la falta de coordinación entre la política exterior y la dirección militar: el 17 de septiembre, la primera reacción del general Jodl, al recibir la noticia de que el Ejército ruso estaba avanzando sobre Polonia, fue preguntar, de forma aterrada: "¿Contra quién?"
Esta debilidad estructural tuvo consecuencias bastante graves, y la incapacidad del OKW para establecer una colaboración efectiva con los altos mandos de la fuerzas de tierra, mar y aire empeoró aún más la situación. En realidad, desde el principio, los altos mandos se habían opuesto a la constitución de un "Mando Supremo de las Fuerzas Armadas" con autoridad sobre los tres Estados Mayores, objetando que un organismo de este tipo sería incompatible con la responsabilidad de cada uno de ellos.
Hasta el momento de estallar la guerra, la estructura y las atribuciones del Estado Mayor operativo del OKW no había sufrido modificación alguna desde 1935. Componían el Estado Myor unos doce o quince oficiales, por lo que su eficacia era limitadísima, aunque sólo fuera debido al exiguo número de los componentes. Además, este organismo había evitado en todo momento ampliar sus responsabilidades. Por ejemplo, no disponía de un sistema de enlace con el Servicio de información, con los órganos logísticos o con los elementos administrativos de los territorios ocupados, por lo que tuvo que depender, en gran parte, de los altos mandos de las tropas, desmintiendo en la práctica su misma definición de Mando Supremo de todas las Fuerzas Armadas.
El Jefe del Estado Mayor (al que se llamaba Jefe del OKW) era el general - más tarde mariscal de campo - Keitel, quien había desempeñado el mismo cargo en la época de Blomberg. No tenía mando. Era de menor antigüedad que los comandantes en jefe de los tres Ejércitos, y nunca presidió un consejo de jefes de Estado Mayor. Al conferírsele el cargo de jefe de la OKW, Hitler se había asegurado solemnemente que le "haría su confidente..." y le consideraría "su único consejero en todas las cuestiones concernientes a la Werhmacht". Pero, en realidad, Keitel acabó convirtiéndose, más o menos, en una especie de "jefe de negociado". Su colaborador de grado más alto en las cuestiones operativas, el general Jodl (después Oberstgeneral), muy pronto consiguió suplantar como consejero efectivo de Hitler en materia militar. Sin embargo, las indiscutibles cualidades personales de Jodl quedaban anuladas por una fe fanática en Hitler, al que respetaba hasta el punto de subordinar cualquier idea o duda que él mismo u otros tuvieran al "genio del Führer".
Esta actitud absurda de los dos generales acabó por acarrear consecuencias nefastas en el aspecto militar y, además, hizo más profunda la división entre los oficiales del Mando Supremo, considerados como los hombres "de la nueva frontera" en el sentido nacionalsocialista, y los altos oficiales de la Werhmacht, más tradicionalistas y conservadores...
Parte 1
General Walter Warlimont, integrante del Mando Supremo
" Con dos fulminantes campañas, los alemanes habían derrotado a tres Ejércitos: el polaco, el francés y el inglés. Ante el espectáculo de la asombrosa eficacia que ofrecía la máquina bélica alemana, no era aventurado suponer que esta máquina se apoyaba en un mando dotado de una casi perfecta estrategia, minusiosamente organizado e informado, en condiciones de dominar cualquier situación. Pero de la descripción del General Warlimont, que formaba parte de este mando resulta que la realidad era totalmente distinta. Los signos de la debilidad estructural del Mando Supremo de la "Werhmacht" se manifestaron ya durante las brillantes campañas de Polonia y Francia, en el período de los mayores triunfos militares"
Hitler repetía frecuentemente que no podía decidirse nunca que las Fuerzas Armadas de un país estuviesen preparadas para la guerra, pues jamás se encontraban en su punto máximo de eficacia. Más, por lo mismo, tampoco el enemigo podía estar preparado, así que lo esencial consistía en adelantar los preparativos de potencial adelantándose al enemigo o adversario.
Durante el período de los "paseos militares" que se iniciaron con el Anschluss de Austria y concluyeron con la anexión de Memel al Reich, Hitler adquirió la costumbre de visitar los territorios conquistados, a veces inmediatamente después de su ocupación por las unidades alemanas. Durante estos viajes se hacía acompañar tan sólo por uno o dos oficiales. Por esta razón, el día 3 de septiembre de 1939, dos fechas después de estallar la guerra, no fueron necesarios grandes preparativos para que se dirigiera al frente oriental, mientras el Estado Mayor del OKW, incluida su sección más importante, o sea la operativa, permanecía en Berlín.
En el "tren especial de Hitler" viajaba también su séquito personal - compuesto de miembros del " Gobierno, del Partido y de las Fuerzas Armadas". Según la frase que se usaba entonces -, y su coche constituyó su primer puesto de mando. Pero, en realidad, las Fuerzas Armadas estaban escasamente representadas, para ser exactos, sólo por los elementos más antiguos del Mando Supremo, los generales Keitel y Jodl, junto con uno o dos oficiales de enlace y uno o dos ayudantes.
Feldmariscal Keitel
General Jodl
A causa de tan escasa representación militar, el Mando Supremo no podía asumir las funciones que competían al máximo organismo militar del país, y esta circunstancia, en definitiva, fue una notable ventaja en lo concerniente a la dirección de las primeras operaciones bélicas, que, durante la Blitzkrieg contra Polonia, se confiaron totalmente a la responsabilidad del Ejército y de su Estado Mayor. Hitler no tuvo entonces muchas posiblidades de intervenir, al contrario de lo que sucedió en los años siguientes, con las consecuencias desastrosas que todos conocen...
No obstante, el procedimiento adoptado para improvisar este primer mando puso de relieve la gravísima debilidad de los cuadros militares alemanes en la cima de la escala jerárquica: Hitler era el comandante supremo de las Fuerzas Armadas y, al mismo tiempo, el dictador; su personalidad dominaba y absorbía toda la estructura del país, y no existía un vértice militar debidamente organizado, bajo un mando de un general con autoridad, que pudiese actuar de contrapeso.
Un solo ejemplo será suficiente para demostrar la falta de coordinación entre la política exterior y la dirección militar: el 17 de septiembre, la primera reacción del general Jodl, al recibir la noticia de que el Ejército ruso estaba avanzando sobre Polonia, fue preguntar, de forma aterrada: "¿Contra quién?"
Esta debilidad estructural tuvo consecuencias bastante graves, y la incapacidad del OKW para establecer una colaboración efectiva con los altos mandos de la fuerzas de tierra, mar y aire empeoró aún más la situación. En realidad, desde el principio, los altos mandos se habían opuesto a la constitución de un "Mando Supremo de las Fuerzas Armadas" con autoridad sobre los tres Estados Mayores, objetando que un organismo de este tipo sería incompatible con la responsabilidad de cada uno de ellos.
Hasta el momento de estallar la guerra, la estructura y las atribuciones del Estado Mayor operativo del OKW no había sufrido modificación alguna desde 1935. Componían el Estado Myor unos doce o quince oficiales, por lo que su eficacia era limitadísima, aunque sólo fuera debido al exiguo número de los componentes. Además, este organismo había evitado en todo momento ampliar sus responsabilidades. Por ejemplo, no disponía de un sistema de enlace con el Servicio de información, con los órganos logísticos o con los elementos administrativos de los territorios ocupados, por lo que tuvo que depender, en gran parte, de los altos mandos de las tropas, desmintiendo en la práctica su misma definición de Mando Supremo de todas las Fuerzas Armadas.
El Jefe del Estado Mayor (al que se llamaba Jefe del OKW) era el general - más tarde mariscal de campo - Keitel, quien había desempeñado el mismo cargo en la época de Blomberg. No tenía mando. Era de menor antigüedad que los comandantes en jefe de los tres Ejércitos, y nunca presidió un consejo de jefes de Estado Mayor. Al conferírsele el cargo de jefe de la OKW, Hitler se había asegurado solemnemente que le "haría su confidente..." y le consideraría "su único consejero en todas las cuestiones concernientes a la Werhmacht". Pero, en realidad, Keitel acabó convirtiéndose, más o menos, en una especie de "jefe de negociado". Su colaborador de grado más alto en las cuestiones operativas, el general Jodl (después Oberstgeneral), muy pronto consiguió suplantar como consejero efectivo de Hitler en materia militar. Sin embargo, las indiscutibles cualidades personales de Jodl quedaban anuladas por una fe fanática en Hitler, al que respetaba hasta el punto de subordinar cualquier idea o duda que él mismo u otros tuvieran al "genio del Führer".
Esta actitud absurda de los dos generales acabó por acarrear consecuencias nefastas en el aspecto militar y, además, hizo más profunda la división entre los oficiales del Mando Supremo, considerados como los hombres "de la nueva frontera" en el sentido nacionalsocialista, y los altos oficiales de la Werhmacht, más tradicionalistas y conservadores...
Parte 1