En el Mando Supremo de Hitler

Esa es tu opinion y es tan valida como la de cualquiera. No la comparto. Si tenes la oportunidad leé "El camino de la guerra" y "La guerra de Hitler" escritos por David Irving

Está en mi intención femenina no discutir sólo compartir información libremente y sin animosidad, algo he leído sobre su historiador:

http://www.vho.org
Hitler: protector de los judíos

Como historiador, creo que es un caso importante, pues demuestra la posibilidad de determinar la autenticidad de un documento mediante el laboratorio. Un documento no tiene por qué ser de papel. A mí entonces me llamó la atención que nadie hubiera estudiado las cámaras de gas de Auschwitz. Me resultó muy anormal no hallar ningún documento que relacionara a Adolf Hitler con malos tratos a los judíos. En cambio, si que encontré varios documentos de Adolf Hitler destinados a protegr a los judíos. Así, durante el proceso contra Hitler por el "putsch" en 1923, un policia declara que oyó a uno de los líderes del movimiento decir a Hitler: "Mi führer, mis hombres y yo hemos destruido una tienda de los judíos en Munich", a lo que él repuso: "Lo que han hecho es una vergüenza para nuestro Movimiento. Me aseguraré de que no puedan ustedes tomar parte en ningún movimiento nacional en Alemania".

En la noche de los cristales rotos, donde hubo destrozos de tiendas y sinagogas a Hitler le comunican que un hotel de Munich ha llamado para denunciar que la sinagoga vecina está ardiendo. Entonces, él hizo salir a sus ayudantes a las calles de Munich para intenter frenar la situación. Convocó a sus principales ministres, a Himmler, a Gobbels, al jefe de la policia y a Rudolf Hess para que evitaran en lo posible estes actes que suponian un desprestigio para el Reich. Tengo un documento de los archives americanos que reproduce un telegrama firmado par Rudolf Hess y enviado a todos los Gauleiters en el que se indice que no deben incendiarse ni destruir establecimientos judíos.

Esta es una imagen de la guerra desatada por Hitler.



AlliancE (Argentina):)
 
Muy válido tu aporte AlliancE, gracias y muy elocuente la imagen (la he visto como otras tantas barbaridades, no sólo de los alemanes... hay otras de los aliados que también nos pegan en el alma...), las guerras desnudan la condición humana en todos los aspectos. La visión de las mujeres en el foro son imprescindibles, espero que continúen con sus aportes. Salute!

Continúo con los fragmentos del post:



Soldados polacos despidiéndose de sus familias...


Tropas polacas en un lapsus de descanso previo a la retirada de Varsovia...


Había comenzado ya el tercer día de guerra. Hacia las dos de la madrugada, el embajador británci Henderson intentó ponerse al habla con el ministro de Asuntos Exteriores alemán. Pero Ribbentrop había dado instrucciones a la central telefónica de no aceptar ninguna comunicación. Tanto él como Hitler sabían que el 3 de setiembre era la fecha crítica en la que Inglaterra habría de tomar una forme resolución. A las cuatro de la madrugada sir Neville Henderson pudo al fin establecer contacto con el Ministerio de Asuntos Exteriores, para comunicarles que a las nueve de la mañana entregaría al Gobierno alemán una nota muy importante, y, por lo tanto, deseaba ser recibido a dicha hora. Ribbentrop se dirigió al intérprete Schmidt, que casualmente estaba allí, para encargarle que recibiera al embajador inglés en su lugar, poniéndose previamente en contacto con el mismo para preguntarle si no le omportaba tal sustitución, toda vez que el ministro estaba citado para las nueve en otro lugar.
Después que Schmidt hubo telefoneado a Henderson recabando su conformidad, cosa que hizo el embajador inglés, el intérprete se dirigió a su casa para descansar unas horas, pues se hallaba completamente exhausto. Poco antes de las ocho y media se levantó, y cuando su automóvil llegaba a la Wilhelmplatz vio que en aquel mismo momento comparecía asimismo el embajador británico. Schmidt se adelantó penetrando en el edificio por una entrada accesoria y llegando al despacho de Von Ribbentrop, en el mismo instante que el ujier anunciaba la visita de sir Neville Henderson. Minutos después el embajador hacía su entrada en la sala.
Schmidt y Henderson estaban en muy buenas relaciones. El inglés apreciaba el tono siempre conciliatorio del intérprete alemán, y admiraba sus portentosas facultades, demostradas en todo momento en cumplimiento de su misión como intérprete. Con rostro grave se dirigió a él y le manifestó:

- Lamento tener que entregar a usted el ultimátum de mi Gobierno destinado al suyo.

Y, con voz conmovida, sir neville Henderson leyó la comunicación de la cual era portador:

"Excelencia:
"En mi última nota, la cual tuve el honor de enviarle el pasado día
primero de setiembre, advertía a Vuestra Excelencia de que el
Gobierno de Su Majestad... cumpliría sin vacilación sus compromisos
con respecto a Polonia...
"Pese a que desde la entrega de la susodicha nota han transcurrido
más de veinticuatro horas, sin haber recibido respuesta alguna a la
misma, se ha producido además el hecho desagradable de que los
ataques alemanes contra Polonia se han visto recrudecidos. Por lo
tanto, tengo el honor de participar a Vuestra Excelencia que,en el
caso de que a las once de esta misma mañana, 3 de setiembre,
hora de verano inglesa, no se reciba una respuesta satisfactoria...
en esa misma hora entrará en vigor el estado de guerra entre
nuestros dos países..."


El embajador entregó la nota a Schmidt, diciendo al propio tiempo:
- Lamento muy de veras hacerle entrega de semejante documento, pues usted siempre se ha mostrado dispuesto a colaborar.


Parte 18
 
Al mismo tiempo, Birger Dahlerus buscaba a Hermann Goering en su cuartel general. El sueco supo que sir Neville Henderson había hecho entrega de un ultimátum, y sabía que el plazo supremo eran las once de la mañana de aquel mismo día. Goering no tenía nada que oponer a un último y desesperado intento para salvar la paz. Desde un aparato telefónico situado entre el vagón-comedor y la cocina del tren especial de Goering, Dahlerus se esforzaba en lograr comunicación telefónica con Londres, cosa dificilísima de conseguir, ya que las conexiones con el extranjero, tanto por parte de Alemania como de Inglaterra, hacía ya más de veinticuatro horas que se hallaban interrumpidas. Pero el milagro se operó, y los desesperados esfuerzos de Birger Dahlerus obtuvieron su merecida recompensa al obtener la comunicación a las diez de la mañana, una hora antes de que empezara a surtir efecto el plazo fatal.
La respuesta que le dio un miembro del Gobierno, con el cual habló, no dejaba lugar a la más remota posibilidad. "La única solución consiste en un inmediato alto el fuego como preliminar a toda negociación..." Dahlerus se dirigió a Hermann Goering, y le propuso que él en persona se trasladara a Londres en avión...

- Debe hacerlo, naturalmente, antes de las once, pues no podría abandonar suelo alemán después de la puesta en ejecución del contenido del ultimátum...

Hermann Goering ordenó al general Bodenschatz que tuviera dispusto un aparato. Antes tenía aún que hablar por teléfono con el Führer. Para que pudiera hacerlo sin reparos rogó a Dahlerus que saliera del vagón. El sueco paseó con impaciencia por el andén. Sabía que en aquellos minutos se decidía la suerte de Alemania, y acaso también el destino de Europa entera. Después de transcurrido un cuarto de hora, Goering se apeó del vagón y tomó asiento frente a una mesa plegable que un suboficial había dispuesto al pie de un árbol. Vacilante, se acercó el sueco al mariscal, como si tuviera pánico a lo que iba a decirle.

- Tome asiento - le dijo Goering -. Ya tenía dispuesto el avión para la partida, y muy cerca de aquí. Pero yo no iré...



Ciudadanos polacos alentados por los afiches de resistencia, con la notable queja de un oficial herido ante la lentitud de apoyo británico, con la figura estoica del Primer Ministro Chamberlain...




Parte 19
 
Una vez que el embajador británico se hubo despedido, Schmidt se dirigió hacia la Cancillería. Le distanciaban de ella unos centenares de metros, pero aquella vez fue el trayecto más penoso de su vida, puesto que en su cartera de mano llevaba el ultimátum británico. La Wilhelmstrasse se hallaba bastante concurrida y Schmidt sentía como si todos los ojos de los paseantes se clavaran en él. En la Cancillería reinaba gran actividad. Se sabía que el intérprete y el embajador inglés se habían encontrado en el despacho de Von Ribbentrop, y todos rodearon a Schmidt.
- ¿Qué hay de nuevo? - le preguntaban -. ¿Es algo grave?

Schmidt se encongió de hombros y se encaminó a toda prisa al gabinete de trabajo del Führer. Al entrar en el mismo encontró a Hitler sentando ante su mesa, y a Ribbentrop de pie, junto a la ventana. Ambos miraron ansiosamente al intérprete, que con estudiados movimientos extrajo de su cartera el documento y puso la misma a un lado. A continuación comenzó a traducir al alemán muy lentamente, el texto del ultimátum británico. En la sala reinaba un silencio impresionante. Únicamente se percibía la voz del intérprete y al fondo, muy apagado, el zumbido de alguna mosca o abeja...
Cuando Schmidt terminó la lectura, Hitler seguía como petrificado en su asiento. Tampoco Ribbentrop pronunció palabra, y ni siquiera se movió de su postura. Su rostro estaba amarillento. Cuando Hitler, por fin, abrió la boca para hablar pareció que había transcurrido una eternidad. Con la mirada iracunda preguntó a su ministro de Asuntos Exteriores:

- ¿Y ahora qué...?

Sí. ¿Ahora qué? Ribbentrop había asegurado a Hitler que Inglaterra no iría a la guerra, y que todas sus amenazas de intervención no eran más que bravatas. La respuesta que dio el ministro de Asuntos Exteriores alemán son buena prueba de su cinismo.

- Supongo que los franceses no tardarán en mandarnos un ultimátum redactado en términos parecidos.

Schmidt abandonó el cuarto. Sus pasos quedaron absorbidos por la gruesa alfimbra que cubría el suelo del gabinete de trabajo del Führer. Ni Hitler ni Von Ribbentrop se percataron de su marcha. Cuando el intérprete atravezó la antesala, todos cesaron en sus conversaciones.

- ¿Qué ocurre? - preguntó al fin un Reichsleiter, con voz enturbiada por la emoción.
- Los ingleses acaban de entregar un ultimátum, y en el término de dos horas habrá guerra entre Inglaterra y Alemania...

Parecía coo si una varita mágica hubiera convertido a aquellos hombres en estatuas. Nadie hizo el menor movimiento, ni siquiera el ministro de Propaganda del Reich, doctor Josef Goebbels, que se hallaba en un rincón. Miró al suelo, lo mismo que un escolar que ha sido sorprendido en falta, tomado en sus propias mentiras. Poco después llegaba el embajador francés Coulondre y entregó una nota similar a la británica; en ella se señalaba el plazo para las cinco de la tarde del mismo día 3 de setiembre.
Aquel mismo día Schmidt habló con Hermann Goering, el cual preguntó al intérprete cómo se había desarrollado la conversación entre él y el embajador británico Henderson. Cuando Schmidt le hubo narrado la entrevista, Goering manifestó:
- Si perdemos esta guerra, que Dios tenga piedad de nosotros...









Parte 20

 




Pronto comenzaría la más sangrienta y terrible de las guerras, abarcaría a prácticamente todo el planeta...

Queda el epílogo, y algunos iniciales retazos del libro de H.S. Hegner, una obra basada en las intricadas y turbias negociaciones político-diplomáticas de preguerra que intenté subir de a poco, empero hay cuestiones de orden geopolítico, hegemónicos propios de una era de poderes contrastados que en verdad envolvieron a todos los partícipes de aquella tragedia humana. En mi humilde opinión, mi convicción es que hubo culpablidades y debilidades mutuas de las Fuerzas del Eje y las Fuerzas Aliadas, pues como dije, era básicamente una cuestión de poder, pues las únicas víctimas fueron, son y serán los ciudadanos. Algo que se ha repetió a lo largo de toda la historia humana. No pretendo extenderme más, acaso baste con transcribir un par de párrafos más. Queda en cada uno sacar las conclusiones del caso. Tal vez haya otras líneas de otro origen en otra oportunidad.


EL DESENLACE


En Berlín, gran cantidad de incendios elevaban sus enormes llamaradas hacia el cielo. Más de un centenar de ataques aéreos habían convertido en montones de ruinas grandes extensiones de aquella vasta urbe de cuatro millones de moradores. Los "pulmones" de la capital del Reich, el Parque Zoológico, antaño legítimo orgullo de los berlineses, semejaba un paisaje lunar. Los troncos quemados de los árboles centenarios parecían patíbulos ennegrecidos. Berlín se había convertido en Sodoma y Gomorra del siglo XX, sobre el cual habían caído las bombas de azufre de la destrucción. Sólo las columnas triunfales erigidas en recuerdo de la victoriosa campaña de 1870-71 seguéna erguidas en medio de tanta desolación...
Entre esa selva de fuego y ruinas se refugiaba, cual araña en su tela, el Führer del Gran Reich, Adolf Hitler. Antes de que dieran comienzo los ataques aéreos en gran escala mandó construir un refugio en el patio de la Cancillería, a dieciséis metros bajo tierra. Em dicho lugar celebró, el 20 de abril de 1945, su quincuagésimo sexto aniversario.
Seis años antes, el 20 de abril de 1939, había llegado al apogeo de su poder. Los regimientos de la Wehrmacht desfilaban ante él y esa formidable máquina militar había conocido faustas jornadas en sus campañas relámpago frente a Polonia, Dinamarca, Noruega, Francia, Bélgica, Holanda, Yugoslavia y Grecia. Las divisiones alemanas llegaron hasta las puertas de Alejandría, Moscú y Leningrado, y en agosto de 1942 los cazadores de montaña alemanes colocaron la bandera de la cruz gamada en la cima del monte Elbruz, en el Cáucaso...
Durante el invierno de 1942-43 la situación mudó de faz. Para todo aquel que quería ver, el declive comenzó con la batalla de Stalingrado. El día 12 de mayo de 1943 capitularon las últimas fuerzas alemanas que habían luchado en el norte de Africa, y apenas cuatro meses más tarde Italia firmaba el armisticio por separado. En el año 1944 se perdieron los territorios ocupados de Francia, los Balcanes y otras zonas...
Pocos días antes habían caído en manos soviéticas Koenigsberg y Viena, y un cuerpo del Ejército americano alcanzó el río Elba a la altura de Wittenberger el 13 de abril. Dos días después las divisiones acorazadas americanas luchaban en Chemnitz, Sajonia, y fuerzas francesas tomaron posesión de Baden-Baden. El 16 de abril la cuenca del Ruhr pasó a manos del adversario, y el día 20, fecha del cumpleaños del Führer, los americanos se apoderaron de Nuremberg, la orgullosa ciudad de los "Días del Partido", cuyos barrios medievales fueron destruidos el 21 de febrero de 1945 por una incursión aérea del enemigo. El I Cuerpo de Ejército ruso, al mando del mariscal Zukov, consiguió romper las líneas alemanas por el Oder, al frente de cuatro mil carros blindados y ahora se hallaba a las puertas de Berlín.

- ¡Mis generales son unos ineptos! - gritaba Hitler -. ¡Canallas y traidores! ¡Si no han defendido el río es prueba de que no lo han querido hacer, pues cualquiera es capaz de organizar la defensa tras un cuerso de agua!

Con ambos brazos apoyados sobre la mesa en la que se hallaba extendida la carta geográfica del frente de combate, examinaba minuciosamente la situación de las posiciones enemigas. El avance del I Cuerpo del Ejército ucraniano, al mando del mariscal Koniev, por el Neisse y su progresión hacia el Norte demostraba bien a las claras las intenciones del Estado Mayor del Ejército rojo. La ciudad de Berlín iba a ser separada del resto de Alemania y asediada.

- ¿Cuántos cañones de campaña se producen? - preguntó Adolf Hitler a su ministro de Armamento y Producción, Albert Speer.
- Ciento sesenta.
- ¡Quiero que se produzcan novecientos! ¿Cuántos proyectiles antiaéreos?
- Veinte mil...
- ¡Quiero que sean dos millones! - se volvió hacia donde estaban sus oficiales ocupados en el departamento de cartografía del refugio -. Mi capital no caerá jamás en manos enemigas. Desde 1906, ningún soldado extranjero ha hollado el suelo de la capital...
- ¡Mein Führer! - dijo uno de sus ayudantes -. Arriba en el jardín hay varias personas que quieren felicitarle.

Se operó en Hitler una de sus frecuentes transformaciones. El cuerpo pareció erguirse de repente. Seguido de Goebbels y un ayudante, ascendió por la escalera, cojeando visiblemente y respirando con dificultad. Todos sabían que para Hitler era muy penoso subir escaleras, pero con gran energía intentó dar la impresión de que no tenía achaque ninguno, y que para él no era motivo de cansancio el subir un centenar de peldaños...
Arriba, en el jardín de la Cancillería, que había recibido los impactos de las bombas con tanta intensidad como el vecino Parque Zoológico, había un grupo de oficiales de alto rango, una comisión de miembros de su guardia personal, soldados y elementos de las Juventudes Hitlerianas. Se adelantó u orador para felicitar a Hitler en nombre de todos, expresando su confianza en la victoria final.
Uno e los miembros de las Juventudes Hitlerianas, bajo el mando de su jefe Axmann, había defendido el puente del Havel en el frente occidental, con el objeto de dejar expedito el paso a las unidades que debían acuidir en defensa de la capital, Berlín, y valiéndose de un racimo de granadas de mano había puesto fuera de combate un carro blindado soviético. El muchacho tenía dieciséis años y su aspecto era el de un niño. Hitler le puso la Cruz de Hierro en su guerrera, demasiado grande para él, y le mandó de nuevo al frente...


Parte 21
Hasta aquí llego, perdón, ya es tarde, y hay cosas que me retrotraen a dolores de familia y de algunos conocidos de ambos bandos... Tampoco puedo ni quiero agregar más fotos para illustrar el relato.

Sólo me queda enviarles mis estimados saludos! Que todos estemos bien!
 
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