Historia del Ejército Argentino

Buenas. Como ya habían hecho un hilo sobre la historia de la FAA y la ARA , y no encontré ninguno del EA quise empezarlo yo.

Podemos incluir campañas , conflictos (externos,intervenciones ,internos) armamento o equipo a lo largo de los años , tacticas y anécdotas que involucren a gente de nuestro ejercito.

Hace muchos años charlando con amigos debatimos de cuando fueron los primeros pasos del EA? antes de llamarse ejercito argentino eran llamados ejercito patriota o independentista o rebeldes por los españoles. Algunos sostenemos que lo que hoy llamamos ejercito inicio con las invasiones inglesas , si bien en ese entonces eramos el Virreinato del Río de La Plata ; las milicias que surgieron estaba compuestas por mayoría criolla y no española peninsular. La falta de accion española en defender el virreynato fue uno de los motivos de la independencia. Entre los cuerpos milicianos que surgieron están los patricios , que aun hoy en día son parte del EA y de los regimientos mas antiguos que perduran. En eso me baso yo para decir que nuestra historia militar empezó durante las intentonas britanicas.
 
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Los milicianos rurales de las Invasiones Inglesas​

En tiempos del Virreinato del Río de la Plata, existió una milicia que estaba compuesta por trabajadores rurales, que tuvo por misión la custodia de las orillas de Buenos Aires ante un ataque inminente de las tropas británicas en 1807.

A nadie escapa el dato rigurosamente cierto de que, desde sus orígenes, los ejércitos patrios se nutrieron de un enorme porcentaje de gauchos o paisanos entre sus milicianos. La normativa para que esto sea posible, provenía de algunas leyes que se traducían en las famosas levas para “enganchar” a los gauchos por largos y penosos años en el servicio de las armas, casi siempre sin recompensas a la vista y con la única opción de dar la vida o sobrevivir a una contienda, de la que regresaban quizás más empobrecidos que cuando se vistieron el uniforme de tal o cual batallón.


Años antes de consagrado el grito de Mayo de 1810, todavía bajo el dominio virreinal, las fuerzas británicas hicieron un primer intento de invasión en el Plata en los últimos días de junio de 1806, al mando del general William Beresford. En Buenos Aires apenas existía un puñado de regimientos de origen español mal armados y con el insuficiente adiestramiento para enfrentar a las experimentadas tropas de la Pérfida Albión. Ello provocó la toma de la ciudad portuaria por el lapso de un mes y medio, hasta que, con la súbita reorganización de españoles y criollos, se logró revertir la vergonzante situación de dominación cuando, el 12 de agosto de 1806, los británicos se rindieron ante el virrey Santiago de Liniers y Bremond.


Pasaba, de este modo, la Reconquista de Buenos Aires, pero sobrevolaba en las autoridades del Virreinato una sospecha cada vez más creciente de un nuevo intento armado de Gran Bretaña. Ello fue motivo suficiente para que, entre los últimos meses de 1806 y los primeros de 1807, se crearan nuevos cuerpos de milicias en donde estuvieran incluidos, esta vez, los nacidos en Buenos Aires y alrededores, es decir, los criollos.

El más recordado de estos cuerpos será la Legión de Patricios Voluntarios Urbanos de Buenos Aires, más conocido por Regimiento de Infantería 1 ‘Patricios’, pero aquí nos referiremos al Cuerpo de Labradores y Quinteros, la primera tropa compuesta totalmente por trabajadores rurales de nuestra historia.

De neta raigambre campera, el Cuerpo de Labradores y Quinteros debe su creación al mes de octubre de 1806, cumpliendo, desde entonces, la función de custodiar los extramuros de Buenos Aires, lo que se traduce como las afueras u orillas de la ciudad. El jefe de este Cuerpo era el teniente coronel Antonio Luciano de Ballester, quien era agricultor de profesión. Había asumido como tal recién el día 13 de marzo de 1807 por nombramiento de la Audiencia Real.


También denominado Cuerpo de Labradores Voluntarios de Caballería de Buenos Aires, esta milicia rural se componía de dos Escuadrones que, a su vez, se subdividían en 6 Compañías, alcanzando una tropa de 310 a 332 hombres entre Caballería e Infantería. El Estado Mayor tenía dos tenientes coroneles (el citado Ballester y Juan Clavería), siete capitanes, diez tenientes y seis alférez.


La particularidad de esta unidad, era que todos sus miembros eran labradores, matarifes y arrieros que trabajaban en las chacras o chacaras del hoy oeste y norte porteños, pues, donde ahora se establecen los barrios capitalinos de Flores, Floresta, Villa Luro, Liniers, Mataderos, Lugano, Villa Real, Devoto, Versalles, Villa Pueyrredón y Saavedra, por esos años eran grandes parcelas explotadas para la agricultura y la ganadería. Y precisamente, esos terrenos eran los extramuros u orillas que debían patrullar los milicianos del Cuerpo de Labradores y Quinteros cuando fueron convocados.

Contaban con dos tipos de uniformes, los cuales en muy poco se diferenciaban entre sí, prevaleciendo el color azul de su chaqueta abotonada, sombrero cilíndrico con pluma blanca, botas negras granaderas, y sable y fusil como armamento. Una de las variantes era el uso de una escarapela colorada, y que la pluma podía ser blanca o colorada. Alguna otra particularidad consistía en el uso, o no, de faja y correaje de color blanco.

Como dice el doctor en Historia Julio Mario Luqui-Lagleyze, este Cuerpo de Labradores y Quinteros no llegó a entrar en combate cuando los británicos desembarcaron el 28 de junio de 1807 en Ensenada para dar inicio a la Segunda Invasión Inglesa. Por esa razón, a partir del 7 de julio de 1807, que es cuando vencen nuevamente las tropas criollas y españolas a los británicos, los más de trescientos milicianos recibieron la orden de volver a sus cotidianas labores de campo.

Volverán a reunirse en septiembre de 1810, ya pasados los acontecimientos del 25 de mayo de ese año, pero lo hicieron bajo otro nombre: Lanceros Cívicos de Caballería, y aún bajo la jefatura de Antonio de Ballester. Una disposición del 8 de septiembre del año mencionado, hizo que la unidad tomara otro nombre, esta vez como Guardia Cívica de Caballería.

Un poco mejor organizadas las unidades militares que debían expandir hacia el interior del país los ideales de Mayo de 1810, desdibujaron, de a poco, a la veterana unidad de los labradores de la campaña. Hasta que un buen día, ya con los clarines guerreros sonando en otras latitudes como el Paraguay o el Alto Perú, dejó de existir para siempre. No obstante, el pintoresquismo de su origen y la composición de su fuerza han perdurado en la memoria colectiva de nuestro pueblo.

 

Creacion de milicias​

El cabildo tenía razón al presumir que los ingleses no quedarían satisfechos con la derrota y que enviarían re¬fuerzos para tomarse un desquite, dado que Sir Home Popham no se había alejado del río de la Plata y esperaba la llegada de nuevas fuerzas. El cabildo encomendó a una junta de guerra las decisiones pertinentes para afirmar la victoria, la fijación del número de tropas que necesitaban la ciudad y su costa para la defensa.

Las nuevas milicias populares​

Fue mérito de Liniers, aparte de su dirección de la lucha contra los invasores, la organización de tropas para hacer frente a cualquier tentativa de ataque, que se preveía más o menos inminente.
La experiencia reciente le hizo abandonar la idea de las milicias, según el reglamento de 1801, y pensó más bien que debía ser invitado el pueblo a concurrir voluntariamente a la defensa de su ciudad y siguiendo esa inspiración invitó al pueblo y en pocos meses se transformó Buenos Aires en un campo de adiestramiento de cuerpos voluntarios formados por la, población de todas las clases.
Los jefes eran elegidos por los hombres a quienes mandarían en la lucha, de esta manera serían, al tiempo que comandantes, voceros de la inquietud general.
No era, desde luego, el sistema de un ejército profesional, sino de milicias populares. Se dejaba el fusil y los ejercicios para volver a las tareas diarias.
Así surgieron la Legión Patricia (más de 1.300 efectivos) , comandada por Cornelio Saavedra e integrada por nativos de Buenos Aires; el cuerpo de indio., Pardos y Morenos; el de Arríbeños; los Húsares, dirigidos por Pueyrredón, cuerpo formado también por porteños; Cazadores; Gallegos; Andaluces; Catalanes; etc. los que sumados a las escasas fuerzas veteranas reunían más de 8000 hombres.
Se había armado al pueblo y esto era lo que Sobremonte temía dado que en 1810 se verían las consecuencias.
Fue difícil reunir armas y equipo. Para lograrlo se trajeron recursos de otros puntos de las colonias (pólvora de Chile, por ejemplo), se aprovechó el material tomado a los ingleses y se recibieron municionas desde el Perú. Para confeccionar los uniformes, cuyos colores principales eran el azul y el blanco. se utilizó el paño capturado en dos naves mercantes inglesas, y aun se adquirieron productos de contrabando a mercaderes británicos.
Al iniciarse el año 1807 Buenos Aires contaba con un ejército entusiasta y numeroso, aunque muy deficiente en materia de instrucción. La misma oficialidad, surgida de la burguesía porteña, desconocía aspectos elementales de la actividad militar.
 
Hay que agregar que en cuanto a armas de fuego , se contaba con mosquetes de la administracion española. Luego los ejércitos patriotas serian mas que nada nutrido por el fusil brown bess capturados a los británicos.

Armas durante la época virreinal


En la época del virreinato, los criollos prácticamente no tenían armas. El virreinato del Río de la Plata no nace, desde el punto de vista militar, desde el Océano Atlántico, sino que nace y se extiende desde el Cuzco. Los conquistadores utilizaban mayormente las armas blancas y en combate cuerpo a cuerpo, porque los sistemas de armas de fuego eran muy escasos y poco útiles. Estas, simplemente sirven para asustar a los indígenas, pues no llegan al Río de la Plata en la cantidad y calidad necesarias. Tan es así que, en la época pre-invasiones inglesas, todavía se seguía utilizando el arcabuz, que así se llamaba al mosquete más pesado, apoyado en una horquilla.
Los hombres que habitaban nuestro territorio en la época colonial, no tenían grandes conflictos ni se empeñaron en grandes guerras. Por lo tanto, no necesitaban armamento muy sofisticado para la época. Si se observa en nuestros museos, y se busca en nuestros archivos o se leen nuestros historiadores, se hallará especialmente en la pictografía, las armas de la época, que son simples estoques, o espadas de complemento.
Nuestro país no tiene armas en la época virreinal, hasta el momento en que Pedro de Cevallos, cuando surge un conflicto con Portugal por la Colonia del Sacramento, se ocupa de conseguirlas. Entonces sí, empiezan a venir algunas armas de fuego para combatir a los portugueses, pero quedan en poder del gobierno colonial y así son devueltas a España. A nosotros sólo nos quedan alabardas, picas y algunas espadas, porque el sable, que es un arma de origen oriental, no existía todavía en forma masiva en el Río de la Plata.
Son los ingleses los que nos proveen de armas para la Revolución de Mayo. En la época colonial, en la Armería Real, existían muy pocas armas, y estaban controladas y en poder de los regimientos fijos de Buenos Aires.
Cuando los criollos enfrentaron a los invasores ingleses, que habían planeado muy bien el contexto geopolítico en el cual iban a desarrollar sus acciones, tal como lo describe el almirante Destéfani en su libro “Los marinos en las invasiones inglesas”, tuvieron que defenderse de la táctica empleada que les llegaba desde el agua. Pero éstos, que habían preparado prolijamente su estrategia, previamente hicieron contacto con algunos criollos y pulsaron la situación, interpretando el fermento de libertad que anidaba en la mayoría. Los patriotas, que no tenían armas ni posibilidades de adquirirlas, pensaron que los ingleses les iban a entregar las mismas para lograr la tan ansiada independencia. Entre quienes así opinaban se contaba Pueyrredón, por lo que se entrevistó con Beresford cuando éste desembarcó, esperando recibir de él las armas necesarias para equipar a los hombres con los que había conseguido formar una tropa pobremente armada. El jefe inglés, como es de imaginar, le negó la entrega de armas, haciendo que Pueyrredón comprendiera que sin éstas, los criollos solamente cambiarían de amo, puesto que los ingleses no venían como aliados sino como conquistadores. Pese a la precariedad de los medios de que disponía, Pueyrredón enfrentó a los invasores con los Húsares en la Chacra de Perdriel, y fue fácilmente derrotado por la superioridad en armamento del enemigo.
Pero, producida la derrota de los ingleses, y rendidos sus jefes y hechas prisioneras sus unidades militares, nuestros hombres capturaron un excelente botín de guerra, lo cual dio origen a que en el virreinato, los criollos, y fundamentalmente la Legión de Patricios, pudieran contar con las primeras armas de fuego realmente efectivas. Entre las capturadas, se encuentra nuestro primer fusil de uso militar en mano de unidades formadas por hijos del país. Este es el fusil de chispa Brown-Bess. Aquí conviene aclarar el error popular que hace que a esta arma se la denomine “Tower”, porque en su platina derecha se hallan grabadas una corona y la palabra Tower. Pero aquí radica el error de la denominación, porque en Inglaterra todas las armas militares eran propiedad del rey, de ahí la corona, e ingresaban al arsenal real, que era la Torre de Londres, cualesquiera fueran su marca o el origen de su fabricación.
Este fusil Brown-Bess tuvo para nosotros el inconveniente de que no poseíamos el elemento más importante que necesitaba su sistema de fuego, y que consistía en una piedra que se colocaba en lo que hoy se llamaría “percutor”, que se denomina pedernal.
Esta dificultad subsistió a través del tiempo, y es la que, alcanzada nuestra libertad, y en las luchas empeñadas para consolidarla, hace decir a Belgrano en Tucumán, en documento dirigido al Primer Triunvirato, que los fusiles allí fabricados se le doblaban al primer disparo y además, carecían de su elemento más valioso, el pedernal, sin el cual estas armas eran prácticamente inservibles, reclamando a Buenos Aires su pronto envío.
En resumen, el arma más importante que pudimos utilizar, y con la cual enfrentamos a los bien pertrechados y disciplinados soldados invasores, fue el coraje. El coraje hizo que ofreciéramos resistencia a sus modernas armas, pues el 95% de los “riflemen” utilizaban el “Baker”, modernísimo rifle para la época, puesto que era de ánima rayada.
Pocas eran las armas de combate que poseíamos en la época del virreinato, y ello se debía a que los españoles no les interesaba mucho que las poseyéramos.
El almirante Destéfani, al referirse a este tema en su obra ya citada, contabiliza, en la época posterior a la primera invasión inglesa y los preparativos para la Defensa, sólo “3.661 fusiles entre los españoles y los tomados a los ingleses”.
Saavedra, que pasa a ser el comandante de la Legión de Patricios, criollos veteranos de las invasiones, es el receptor para su unidad, de la potencia de fuego que nos habían dejado los ingleses, decidiendo por ello a nuestro favor la Revolución de Mayo.
Para corroborar la escasez de armas existente, basta con tomar en cuenta el bando militar número 2, firmado por Cornelio Saavedra, Mariano Moreno, y todos los integrantes de la Primera Junta el 28 de mayo de 1810, en el que, para poder armar a los nuevos regimientos criollos, se manda requisar a todos los vecinos propietarios de armas, sean éstas blancas o de fuego. Como la mayoría de aquéllas se encontraban en manos de españoles, por pertenecer las mismas al Rey, la Junta ordena y manda que todo particular que tenga uno o más fusiles, pistolas, sables o espadas, los entregue a la Comandancia de Armas, dentro de un muy perentorio plazo de cuatro días, pasados los cuales se castigaría a quienes así no lo hicieran. También ofrece una gratificación del orden de cuatro pesos por fusil, dos por pistola y uno por arma blanca, sea ésta sable o espada.
Esto no debe haber dado mucho resultado, y puede atribuirse a dos razones: la primera, a que no eran demasiadas las armas existentes, y la segunda, a que los españoles eran propietarios indiscutidos de las armas hasta ese momento, y no tenían ningún interés en entregárselas a quienes iban a ser sus opositores en venideros conflictos guerreros. De ahí que, poco tiempo después, el 14 de junio, por un nuevo bando se ordena que toda arma que no se halle en manos de autoridad militar sea entregada sin que se tenga en cuenta fuero, excusa ni privilegio alguno, y esta vez en el perentorio término de 24 horas de publicado. Además, se agrega la pena del destierro para quienes ocultaran las armas y se gratificaba con 25 pesos al que denunciare a quien las retuviera. La mitad se le entregaba al denunciante, y el resto pasaba al en ese entonces Real Fisco.
En cuanto a las pistolas, las recompensas se ofrecían, ya fueran éstas de charpa o de arzón. Las primeras eran las que se portaban en un tahalí, que hacia la cintura llevaba unido un pedazo de cuero con ganchos para colgar pistolas regulares de chispa. Las segundas correspondían a pistolas, también de chispa, pero de mayor tamaño y longitud de cañón, y que se llevaban en unas pistoleras colocadas en el fuste delantero de la silla de montar.
Acuciante era la necesidad de armamento, heredada por nuestros patriotas de la época del virreinato, los cuales, para aumentar las fuerzas que se necesitaban y suplir la falta de armas de fuego, ordenaron por medio de la Junta a Miguel de Azcuénaga, el 10 de agosto de 1810, que con maderas buenas hiciera enastar las alabardas que usaban las tropas españolas, y formara con estas armas blancas dos compañías de alabarderos de cien hombres cada una, en la provincia de Tucumán, considerando que ésta era una excelente “caballería” para las tropas destinadas al Perú, aumentando así las fuerzas para reemplazar la falta de armas de fuego. Simultáneamente, la Junta acuerda que todos los sargentos del Ejército usen alabarda, para que los fusiles puedan ser usados por otros tantos soldados.
La penuria por obtener armas debe haber sido muy grande para nuestros hombres de Mayo, porque casi dos años después de los bandos a que se hizo referencia, un decreto firmado por Chiclana, Sarratea y Paso, sigue solicitando la entrega de toda arma de chispa o blanca que se halle en manos de particulares, sean éstas de propiedad privada o del Estado (desde luego del Rey) y aplicando esta vez hasta la pena de muerte a quien las ocultare. Nuevamente el fisco vuelve a quedarse con la mayor parte de los quinientos pesos de gratificación que se otorgaba a quien descubriese al que tenía armas, pues esta vez el denunciante sólo se llevaba un tercio de dicha suma y el resto quedaba para el Estado.
Como se ve el virreinato no contaba con armamentos suficientes para empeñarse en acciones de guerra de alguna importancia. Fundamentalmente, esto se debió a dos razones; primero, conflictos de importancia no existieron, fuera del de Colonia de Sacramento, al que ya se hizo referencia, y luego no interesaba al poder real el dar armas a los más ilustrados hijos de España, como eran los criollos que vivían en Buenos Aires y sus zonas de influencia.
La metrópoli mantenía el centro de gravedad del poder militar en el Perú; por lo tanto, las armas que arribaban al Río de la Plata en los buques, o iban hacia el norte, o regresaban a Europa en esos mismos buques.
La verdadera arma que logra la grandeza de un país es la fuerza empeñada en el esfuerzo común por el corazón de sus habitantes, hacia un objetivo también común que le haga alcanzar la grandeza que ellos pretendan darle.
Fuente
Fontanarossa, José – Armas blancas y de fuego durante la época virreinal – Bol. Del Centro Naval – Buenos Aires (1976).
 

El 29 de Mayo conmemoramos el Día del Ejército; sin embargo, quien lo creó no fue la Primera Junta. Su creador ni siquiera fue argentino. Tampoco es tan cierto que nació en 1810. Su nacimiento efectivo data de algunos años antes.

Durante la colonia, como defensa contra las pretensiones portuguesas o británicas, se había constituido el Regimiento Fijo de Infantería de Buenos Aires. La mayoría de sus soldados eran criollos y su desempeño era bastante mediocre. Carecían de equipamiento, instrucción y disciplina. Sus oficiales, mayormente españoles, estaban relajados y no tenían conocimientos de táctica o estrategia militar. Guarnecían las fortalezas del Virreinato -Buenos Aires, Ensenada, San Miguel, Santa Tecla y Santa Teresa-. En caballería, se destacaban los Blandengues, milicias criollas que guardaban las fronteras contra el indio y el portugués. Los había en Buenos Aires, Santa Fe y Montevideo. José Gervasio Artigas, Estanislao López y José Rondeau se iniciaron como "blandengues". Al principio se los armó con lanzas; pero luego, el Virrey Vértiz los proveyó de sables, pistolas y carabinas. Su nombre se debía al modo en que los soldados "blandían" sus lanzas, al saludar a las autoridades, cuando eran revistados. El Real Cuerpo de Artillería era casi inexistente. De los 200 efectivos, sólo 40 guardaban el fuerte porteño. El resto se hallaban en la Banda Oriental.


Después del fracaso del Regimiento "Fijo" en 1806, cuando su inacción permitió que sólo 1.600 efectivos británicos tomaran una ciudad de más de 40.000 almas, casi sin luchar; el Comandante General de Armas, Santiago de Liniers y Bremond decidió reforzar los cuerpos coloniales, para resistir un nuevo intento inglés. Así, este francés convocó al pueblo de Buenos Aires, el 6 de Setiembre de 1806, a enrolarse en diversos cuerpos, en razón del origen de cada recluta. Sería el germen del futuro Ejército Argentino.

"Uno de los deberes más sagrados del hombre es la defensa de la Patria que le alimenta –decía Liniers- y los habitantes de Buenos Aires han dado siempre pruebas de que conocen y saben cumplir con exactitud esta preciosa obligación". Su llamado tuvo una gran acogida. Los hijos de Buenos Aires debían incorporarse al Cuerpo de "Patricios"; los nacidos en las Provincias del Norte, en el de "Arribeños"; los negros, mestizos, libertos e indios, en el Cuerpo de "Castas", o de "Pardos y Morenos". Los españoles debían conformar sus propios batallones, llamados "Tercios". Así se constituyeron los Tercios de: "Gallegos", "Andaluces", "Montañeses", "Cántabros" (formados por vizcaínos y asturianos).

La caballería no era numerosa. No cualquiera tenía caballo. Los oficiales usaban el suyo. Juan Martín de Pueyrredón, al constituir sus "Húsares del Rey", contribuyó a vestirlos y montarlos, pues había hecho fortuna en el comercio. Destacaron los "Migueletes", "Cazadores", "Carabineros" y "Quinteros" (jinetes de los arrabales).

La artillería seguía escasa y rudimentaria, a cargo de los "Patriotas de la Unión" (agrupaba a españoles y criollos) y de los "Pardos y Morenos". Era la menos prestigiosa. No resultaba atractivo arrastrar pesados cañones, cargarlos, y llenarse de pólvora, humo y metralla, o recibir disparos, sin poder defenderse, por servir al cañón. Se desconocían los avances de la artillería francesa. El mismo Napoleón Bonaparte era general de artillería. Los artilleros napoleónicos, orgullosos, decían que su mejor defensa era "el humo de sus cañones". Faltaba aún para que la artillería argentina adquiriera la importancia que la hizo destacar en Ituzaingó, al mando del general Tomás de Iriarte.

Este nuevo ejército tenía más de 7.800 efectivos, y se empezó a entrenar de inmediato. Los cuerpos debían concurrir en días fijos al Fuerte, "a fin de arreglar los batallones y compañías, nombrando a los comandantes, y sus segundos, los capitanes y sus tenientes, a voluntad de los mismos cuerpos". Era una novedad que la tropa eligiera sus propios jefes y oficiales; sin requerirse, tampoco, instrucción alguna. Esto se apartaba de las Ordenanzas Militares españolas, pero ante la inminencia de un nuevo ataque inglés y el prestigio de Liniers, nadie se opuso. El cuerpo más numeroso era la "Legión de Patricios Voluntarios Urbanos", como se llamaba oficialmente, que conformó tres batallones. Le seguían el de Castas y los Arribeños. Los vistosos uniformes del ejército, armas, pólvora y nuevas obras de defensa se costearon con donativos, suscripciones y préstamos.

El flamante ejército realizaba maniobras, a las que el público concurría y aplaudía. Martín Rodríguez, de Húsares, diría, no sin cierta exageración: "Puede asegurarse que a los tres meses después de la creación de estos Cuerpos, podían ellos competir con las mejores tropas de Europa en su disciplina y maniobras". Manuel Belgrano, de Patricios, disentía: "Ni la disciplina ni la subordinación era lo que debía ser"; agregando que la tropa "decía con mucha gracia que, para defender el suelo patrio no había necesitado aprender a hacer posturas ni figuras en las plazas públicas para diversión de las mujeres ociosas".

La Segunda Invasión inglesa fue la prueba de fuego del flamante ejército patrio


La prueba de fuego del flamante ejército tuvo lugar durante la Segunda Invasión Inglesa. Allí, con mucho coraje y sin tanta técnica asombró a los propios británicos: "Esta gente no es la raza afeminada que hay en España: al contrario, son feroces y sólo necesitan disciplina para hacerlos formidables". El mismo Ministro de Guerra Británico declaró ante el Parlamento: "El mérito de nuestros soldados fue aumentado, en mucho, por la valerosa defensa efectuada por los contrarios. Del mismo modo en que esta poderosa resistencia exalta la gloria de la conquista, abrigo la esperanza de que el valor demostrado por las tropas españolas inspirará a sus compatriotas en Europa a mostrar un espíritu parecido para resistir al enemigo común". Este discurso se pronunció tras la invasión napoleónica a España; donde Inglaterra pasaba a ser aliada contra los franceses. Durante la "Defensa" de Buenos Aires, este flamante e improvisado ejército, junto al pueblo de la ciudad, conducidos por Liniers, batieron a más de 9.000 soldados veteranos profesionales, despejando, para siempre, su amenaza de conquista


Liniers fue ascendido, primero a Mariscal de Campo, y luego, a Virrey del Río de la Plata, el 3 de diciembre de 1807. Los criollos tomaron consciencia de su fortaleza y su capacidad de defenderse; que en los momentos de dificultad, poco o nada se podía esperar de la Metrópoli. Se perdió la antipatía hacia las milicias; y éstas comenzaron a acercarse a quienes motorizaban las ideas de independencia.

Mientras aumentaba la autoconfianza en los criollos, crecía la antipatía hacia las fuerzas coloniales españolas. Sobre ellas, el propio Cabildo manifestaba: "¿Qué podía esperarse de unos Jefes que, en lo menos que han pensado toda su vida ha sido en arreglar sus regimientos y en sujetarlos a la disciplina?. La verdad es que jamás hemos visto una parada, y así han ido todas las cosas del servicio. ¿Qué se podía esperar de los oficiales subalternos, que a excepción de uno y otro muy raros, los demás han hecho su carrera en el pasatiempo, el juego, el baile, el paseo, sin contraerse aún por momentos a nada de lo concerniente al servicio? ¿Qué podíamos, por fin, esperar de unos hombres que tienen tanto esmero en sus regimientos, que el Fijo de Infantería sólo cuenta hoy 72 soldados de servicio, y para éstos hay 94 oficiales; que el de Dragones cuenta con otros tantos soldados que aquél, poco más o menos, y mayor número de oficiales, sucediendo lo mismo con el de Blandengues?".

Luego vino el previsible choque entre los cuerpos españoles y los criollos. Cornelio Saavedra admitía que, a los españoles, "acostumbrados a mirar a los hijos del país como sus dependientes, y tratarlos con el aire de conquistadores, les era desagradable verlos con las armas en la mano". El conflicto se precipitó durante el Virreinato de Liniers. El no ser éste español, y haber creado a los cuerpos criollos, a quienes trataba con consideración, lo hizo un virrey muy popular entre éstos; pese a que su gestión como gobernante dejara bastante que desear. Como contrapartida, se fue ganando paulatinamente la desconfianza y el recelo de los españoles. Agudizó esta crisis la invasión napoleónica a España: con lo que Francia pasó a ser enemiga de los españoles. Éstos buscaban, entonces, la manera de deponer a Liniers. Los conspiradores se agruparon en torno a don Martín de Alzaga, Alcalde de Primer Voto de Buenos Aires. El Cabildo fue el centro de la confabulación. De la conjura participaron: el Obispo Lué, Mariano Moreno (a quien nunca le cayó bien Liniers) y los "Tercios" españoles de Gallegos, Vizcaínos (Cántabros) y Catalanes. También participó el 3º Batallón de los Patricios. El 1º de Enero de 1809 coparon la Plaza de la Victoria, al grito de: "¡Muera el francés Liniers!", "¡Junta como en España!", vivando al Cabildo.

Alzaga y Moreno llegaron al Fuerte a exigir la renuncia del virrey. Éste, acorralado, alcanzó a firmarla. En ese momento, irrumpió Saavedra con los jefes de las tropas leales a Liniers: Arribeños, Húsares, Patriotas de la Unión, junto a los Tercios de Montañeses y Andaluces. Le manifestaron su apoyo al virrey, y le obligaron a romper su renuncia. Seguidamente, intimaron a los sublevados a retirarse. Bastó una breve carga de los Húsares de Martín Rodríguez y que salieran los cañones de los Patriotas de la Unión a la plaza, para concluir el motín.

Esta asonada mostró a los futuros líderes de la Primera Junta (Saavedra y Moreno) en bandos antagónicos: ya entonces no coincidían políticamente, y seguramente se tenían antipatía. Además, hubo dos "Tercios" españoles que sostuvieron al virrey: los Andaluces y los Montañeses; pues muchos de sus miembros eran criollos. Otra sorpresa fue que los "Patriotas de la Unión", cuerpo creado y sostenido por el Cabildo, se enfrentó a su propia Institución madre. Dos batallones de la Legión de Patricios permanecieron leales al virrey y el Tercer Batallón (influenciado por Mariano Moreno) acompañó a los sediciosos.

Agradecido, Liniers reconoció que "la energía y el patriotismo de los Cuerpos y Jefes ya citados me sacaron de este conflicto con el mayor denuedo". Saavedra dijo: "así concluyó aquel día memorable... porque, en efecto, en él las armas de los hijos de Buenos Aires abatieron el orgullo y miras ambiciosas de los españoles y adquirieron superioridad sobre ellos". Liniers disolvió a los "Tercios" sublevados: Vizcaínos, Gallegos y Catalanes. Sólo se salvaron los Andaluces y Montañeses. A aquéllos se les quitaron sus banderas y se les prohibió usar uniforme. Se destituyó al Jefe del 3º Batallón de Patricios, y se desterró a los responsables de la conjura; despejando el horizonte de eventuales oponentes a fuerzas mayormente criollas.

El panorama se complicó con el arribo de Baltasar Hidalgo de Cisneros, en reemplazo de Liniers. A su llegada, las tropas no lo aclamaron, y se lo recibió de mala gana. El nuevo virrey indultó a los responsables del 1º de Enero, y devolvió sus banderas a los oficiales de los Tercios disueltos; pero sin volverlos a constituir; dejándolos como "reserva", como "Batallones del Comercio". Por razones económicas eliminó varias unidades menores. Redujo a 2 los batallones de Patricios (que eran 3). Puso a sueldo sólo a los oficiales en actividad y suprimió 2 escuadrones de los Húsares.

Finalmente, y "para evitar las rivalidades que suelen introducir la nominación", les quitó los nombres que tenían, hasta entonces, las unidades de Infantería, y las pasó a numerar, como simples "batallones". Así: 1 y 2 correspondían a los dos batallones subsistentes de Patricios; 3 a los Arribeños; 4 a los Montañeses, 5 a los Andaluces, 6 a la reserva de los Cuerpos Urbanos del Comercio, 7 a los Granaderos de Fernando VII y 8 a Pardos y Morenos. Así fue cómo el último virrey del Río de la Plata les dio a los Patricios el número que hasta el día de hoy tienen, como Regimiento de Infantería de Línea Nº 1. Sin embargo, todo el mundo siguió llamando a las unidades con sus denominaciones tradicionales. Estas reformas le granjearon la antipatía del ejército que, de ser "mimado" con Liniers, pasaba a sufrir el "ajuste" de Cisneros, quien además les quitaba las denominaciones con las que orgullosamente habían expulsado al invasor inglés, y a reivindicar a los "Tercios" españoles disueltos. Por eso, el ejército, resentido con el virrey, respaldó decisivamente las acciones de Mayo.

La Primera Junta aprendió la lección y le dio un gran impulso al ejército.
El 27 de Mayo, cuenta Juan Beruti, "todas las tropas de Artillería, Infantería y Caballería formaron un cuadro en la plaza; salió la Junta, el Presidente las arengó, y juraron obediencia; y luego hicieron una descarga de artillería y fusilería, con lo cual se concluyó". Dos días después, el 29, a instancias del Secretario de Guerra y Gobierno, Mariano Moreno, la Junta emitió una proclama, considerada el nacimiento formal del Ejército Argentino, por la cual reconocía el protagonismo de las tropas durante la gesta del 25 de Mayo y ordenaba varias medidas para aumentar "la fuerza militar de estas Provincias".

Elevó todos los Batallones de Infantería a Regimientos (al revés de lo que había hecho Cisneros), con 1.116 efectivos cada uno. Ordenó reincorporar a los que habían sido dados de baja, "que actualmente no estuvieron ejerciendo algún arte mecánico o servicio público" y dispuso una leva de "todos los vagos y hombres sin ocupación", entre 18 y 40 años. El vocal Miguel de Azcuénaga tenía a su cargo la "Armería Real", que entregaba fusiles a cada cuerpo, en función del número de soldados. Se obligó a los vecinos a depositar en casa de Azcuénaga sus armas y mandó pagar sueldo a todos los soldados alistados.

La Revolución sabía que se iniciaba un arduo camino hacia la Independencia; que iba a costar mucho sacrificio, lucha, sinsabores y sangre. Por eso se preparaba para una pelea que sabía terrible, de la mano de un ejército que había vencido a los ingleses y había contribuido decisivamente a terminar con el Virreinato del Río de la Plata. Así nacía, formalmente, el Ejército Argentino.
 

Suipacha, la primera victoria patriota​

El 7 de noviembre de 1810 el general Antonio González Balcarce venció a las tropas realistas en la batalla de Suipacha, la primera victoria de la Revolución. Este triunfo permitiría avanzar hacia la rica zona minera de Potosí, en el actual territorio de Bolivia, ocuparla e instalar un gobierno revolucionario dirigido por Juan José Castelli. Los revolucionarios de Mayo comenzaban a dar sus primeros pasos en un camino que conduciría más tarde a la independencia de la región. Para recordar esta fecha, hemos seleccionado unos fragmentos sobre la batalla de Vicente Sierra.​

Fuente: Vicente D. Sierra, Historia de la Argentina – Los primeros Gobiernos Patrios (1810-1813), Ediciones Garriga Argentinas, Buenos Aires, 1973.​

Antonio González Balcarce consideró conveniente dirigirse a Suipacha para no dejar que esta población cayera en manos del enemigo. El 6 de noviembre al atardecer, acampó en el pueblo de Nazareno, río por medio con la villa de Suipacha. (…) En la misma fecha Castelli escribía a Salta: «Chiclana mío: seré inoportuno hasta el extremo mientras no vea volar las tropas, mulas, mulas, mulas, víveres, víveres, dinero, artillería y cuanto hace falta para hacer tronar al Perú en este mes o tronar yo el primero».

Por su parte, José de Córdova (al mando de las tropas realistas)…recibió a Vicente Nieto con doscientos veteranos de Chuquisaca… (…) Córdova estaba convencido de que el enemigo se encontraba desmoralizado por encontrarse dividido en opiniones encontradas. Enarboló entonces el estandarte del terror, pero no sin prometer recibir con benevolencia a los que resolvieran jurar acatamiento al Consejo de Regencia. La mala opinión que Córdova se había formado sobre el estado espiritual de la vanguardia patriota se debió a una estratagema de González Balcarce. Para engañar al enemigo envió a Tupiza a un indio bien aleccionado, con la misión de difundir falsas informaciones sobre la moral de la tropa a su cargo. Llamado por Córdova, el indio hizo a éste creer que los patriotas marchaban descontentos y mal armados.

A orillas del río Suipacha…, el 7 de noviembre apareció la vanguardia de Córdova… González Balcarce había ocultado gran parte de su infantería y artillería entre los cerros y quebradas vecinas. Largo rato permanecieron ambas fuerzas sin decidirse a entrar en acción, lo que determinó a Antonio González Balcarce a adelantar doscientos hombres con dos cañones, para provocar la lucha. El enemigo adelantó algunas guerrillas, ante las cuales los patriotas iniciaron una retirada en aparente desorden, al punto que hizo creer a Córdova que huían sin presentar lucha. Imprudentemente dio orden de perseguirlos, avanzando con toda su fuerza hasta las proximidades de la quebrada de Choroya. En este punto los patriotas volvieran la cara, a tiempo que las fuerzas ocultas salían de su escondite para atacar inesperadamente. En el parte del encuentro enviado a la Junta por Castelli se lee que la infantería cargó «con tanto esfuerzo, valor, firmeza y gallardía»que desordenó completamente al enemigo, y que éste se dio a la fuga por cerros y caminos excusados, arrojando banderas, armas y municiones. Media hora duró la batalla de Suipacha. (…)

El triunfo de Suipacha encontró a Castelli en Yavi, desde donde (8 de noviembre) despachó la primera información para la Junta, que amplió dos días más tarde desde Tupiza, mediante un parte completo de la batalla que fue conducido a Buenos Aires por el mayor de Patricios Roque Tollo. El parte se dio a conocer en Buenos Aires por una edición extraordinaria de La Gazeta del 3 de diciembre. Se vio, decía, «que el americano nacido para vegetar y vivir en la oscuridad», excedía a los militares de España, «donde por virtud del nuevo gobierno, se ha enseñado la táctica de fugar, manchando la memoria de nuestros abuelos y héroes de la milicia que ahora nosotros queremos renacer». Después de detallar el desarrollo de la batalla y la «vergonzosa y precipitada fuga» del enemigo, informaba que se le habían tomado dos banderas y ciento cincuenta prisioneros… (…) Una de las banderas tomadas fue enviada a Buenos Aires por Castelli, con una nota que decía: «A fin de que V. E. la destine a la sala del rey D. Fernando, con las que adornan su retrato”.

 
Buenas. Como ya habían hecho un hilo sobre la historia de la FAA y la ARA , y no encontré ninguno del EA quise empezarlo yo.

Podemos incluir campañas , conflictos (externos,intervenciones ,internos) armamento o equipo a lo largo de los años , tacticas y anécdotas que involucren a gente de nuestro ejercito.

Hace muchos años charlando con amigos debatimos de cuando fueron los primeros pasos del EA? antes de llamarse ejercito argentino eran llamados ejercito patriota o independentista o rebeldes por los españoles. Algunos sostenemos que lo que hoy llamamos ejercito inicio con las invasiones inglesas , si bien en ese entonces eramos el Virreinato del Río de La Plata ; las milicias que surgieron estaba compuestas por mayoría criolla y no española peninsular. La falta de accion española en defender el virreynato fue uno de los motivos de la independencia. Entre los cuerpos milicianos que surgieron están los patricios , que aun hoy en día son parte del EA y de los regimientos mas antiguos que perduran. En eso me baso yo para decir que nuestra historia militar empezó durante las intentonas britanicas.
No puede llamarse EA, antes de la formación de la republica, pero sí consideramos, como fuerza regular, el Cuerpo de Patricios, soy coincidente así estuvieran bajo el mando del gallego Servido, si lo tomamos formalmente hasta después de la Jura de la independencia en 1816.
 

Jorge II

Serpiente Negra.
En si; cuando estudié historia Española e Historia Militar Española; todas las acciones ocurridas en las Invasiones Inglesas su defensa fueron hechos por tropas españolas; todos sabemos como fue, pero para ellos en si los libros y sus historiadores lo dicen es que Inglaterra nunca pudo hacer pie en territorios españoles de ultramar; salvo Jamaica porque no era defendible y no importante como lo fue CUBA que los ingleses se retiraron porque le era difícil defender y controlar. Las invasiones inglesas es un logro importante para España por su defensa y provocandole una tremenda derrota; Como dije anteriormente es muy discutible porque España enseña con otra mirada diferente a lo que nosotros estudiamos aquí. En si, se toma como el acuerdo de Cornelio Saavedra, Mariano Moreno es decir la primera junta cuando se pidió la reorganización de las fuerzas como el día de creación del Ejército Argentino; En la practica la creación definitiva que nos lleva hasta hoy fue despues de la Batalla de Pavón. Santiago Derqui y ni hablar Barlotomé Mitre sino me equivoco fueron los que formaron de manera definitiva. La profesionalización del Ejercito fue gracias a Sarmiento.
La historia del Ejército es muy pero muy rica. y por cada participación va a llevar varias paginas.
 
Buenos dias . Muy bueno el post. consulta: hay bibliografia para leer o donde puedo buscar info. sobre el armamento de fuego y/o armas blancas utilizado por el ejercito arg. o las milicias antes de la incorporacion del remingnton como arma reglamentaria. Desde muchas gracias
 
Buenos dias . Muy bueno el post. consulta: hay bibliografia para leer o donde puedo buscar info. sobre el armamento de fuego y/o armas blancas utilizado por el ejercito arg. o las milicias antes de la incorporacion del remingnton como arma reglamentaria. Desde muchas gracias



No recuerdo el tópico puntualmente, pero había hecho un resumen de las armas utilizadas por el RI 1 durante su historia, ergo, del EA por extensión...
 

Ejército del Norte​

El mismo día que hizo flamear esa bandera, en febrero de 1812, Belgrano era nombrado por el Primer Triunvirato jefe del Ejército del Norte. Debía partir hacia el Alto Perú, para brindar nuevamente auxilio a las provincias "de arriba", reemplazando a Juan Martín de Pueyrredón y engrosando el ejército con las tropas de su regimiento.

Campaña al Alto Perú​

Después de la derrota de Huaqui, los restos del ejército patriota fueron evacuados del Alto Perú, dejando en pie la insurrección en Cochabamba. Este movimiento fue vencido posteriormente en la batalla de Sipe-Sipe. Las fuerzas patriotas, por su parte, acamparon en Salta y allí comenzaron a recomponer fuerzas; hacia fines de 1811, la tropa llegaba a casi 1800 hombres. El general Pueyrredón decidió apoyar el movimiento de Cochabamba y envió un refuerzo de 800 hombres al mando del coronel Díaz Vélez, quien hizo retroceder a las tropas realistas. A principios de 1812, el realista Goyeneche se dispuso invadir Salta. Pueyrredón, entonces decidió replegarse a Tucumán y solicitó ser reemplazado y en su lugar se nombró a Manuel Belgrano.
El 26 de marzo, ambos jefes se encontraron en la "posta de Yatasto" y allí Belgrano asumió la jefatura del ejército del Alto Perú. La situación material era difícil: contaba con menos de 1500 hombres, de los cuales muchos estaban heridos o enfermos; sólo tenían 580 fusiles y 215 bayonetas, 21 carabinas, 34 pistolas y unos pocos cañones. También era crítica la visión sobre el ejército que tenían los pueblos. Al respecto, Belgrano le escribió al gobierno:
"Ni en mi camino del Rosario ni en aquel triste pueblo, ni en la provincia de Córdoba y su capital, ni en las ciudades de Santiago, Tucumán y Jujuy, he observado aquel entusiasmo que se manifestaba en los pueblos que recorrí cuando mi primer expedición al Paraguay; por el contrario, quejas, lamentos, frialdad, total indiferencia, y diré más, odio mortal, que casi estoy por asegurar que preferirían a Goyeneche cuando no fuese más que por variar de situación y ver si mejoraban. Créame V.E.: el ejército no esta en país amigo; no hay una sola demostración que me lo indique; no se nota un solo hombre que se una a él, no digo para servirle, ni aun para ayudarle: todo se hace a costa de gastos y sacrificios... se nos trata como a verdaderos enemigos; pero qué mucho ¡si se ha dicho que ya se acabó la hospitalidad para los porteños y que los han de exprimir hasta chuparles la sangre!".
Derrota de Huaqui

Derrota de Huaqui
Tras la victoria en Suipacha el 7 de noviembre de 1811, las tropas patriotas comandadas por el general José Antonio Balcarce son sorprendidas por la columna realista del general José Manuel Goyeneche. Los patriotas cuentan con unos 5,000 milicianos y cerca de 10,000 auxiliares indígenas. Los realistas suman 4,700 soldados. Pero Goyeneche engaña a los patriotas con una falsa tregua y les infringe una dura derrota. Este resultado fuerza el retiro de las tropas porteñas del Alto Perú, que vuelve a manos españolas.
 

El Ejército del Norte​

La Junta de Mayo vio la necesidad de producir las reformas tendientes a la creación de un componente militar propio, adicto a la revolución y con el cual llevar el nuevo orden de cosas al resto de las provincias del antiguo virreinato. Para ello impulsó la modificación de la estructura de las viejas unidades virreinales.
La primera fue la proclama del 29 de mayo de 1810 A ello siguió la organización de la Expedición Auxiliar a las provincias interiores; la reforma de la Real Artillería, integrándola en la miliciana Artillería Volante, y la disolución de los regimientos fijos de Infantería y Dragones de Buenos Aires, el 3 de noviembre de 1810, incorporando sus tropas a los nuevos regimientos argentinos.
A los dos años de la guerra, fracasada la primera campaña al Alto Perú y hallándose en retirada el Ejército Auxiliar, el 27 de febrero de 1812 el gobierno triunviro nombró al coronel Manuel Belgrano por vez primera como general en jefe del Ejército del Perú.
Belgrano llegó a Tucumán el 19 de marzo a Yatasto , donde se hallaba Pueyrredón esperándolo con el ejército. Dejó el parque y la artillería en Tucumán y llevó su ejército a Campo Santo, donde estableció su cuartel general, en un recinto fortificado, y se dedicó a reorganizarlo, con la colaboración de su jefe de Estado Mayor, el barón de Holmberg, quien aumentó la artillería y cooperó en el arreglo de la infantería y adiestramiento de las tropas y oficiales. La fuerza de la que disponía en abril era:
  • Artillería Volante, con la fuerza de tres oficiales y 103 artilleros, al mando del capitán Francisco Villanueva, con diez piezas. Esta era la primera artillería con que contó la Revolución.
  • Regimiento N° 6 de Infantería, con la fuerza de 613 soldados, al mando del teniente coronel Ignacio Warnes. Este regimiento había sido creado el 3 de noviembre de 1810 reuniendo los contingentes de infantería de la Expedición Auxiliadora al Perú. Fue conocido como "6 del Perú".
  • Pardos y Morenos, con una fuerza de 305 hombres al mando del teniente coronel José Superí.
  • Húsares de la Patria, con la fuerza de 264 soldados. Esta unidad, surgida de los Húsares del Rey, desde 1810 se llamaba Húsares de la Patria; al mando de Martín Rodríguez marchó en la Expedición de Auxilio a las Provincias Interiores, interviniendo en las acciones militares en el Alto Perú hasta la derrota de Huaqui. El 26 de noviembre de 1811 se había dispuesto su incorporación al regimiento de Dragones de la Patria, que se produjo después de la llegada de Belgrano.
  • Dragones de Buenos Aires, con la fuerza de 305 soldados. Creado el 3 de noviembre de 1810. Cuyo jefe era el teniente coronel Antonio González Balcarce.
A causa de los escasos efectivos y armamentos de que disponía, Belgrano debió reorganizar la infantería en batallones y refundir la caballería de húsares y dragones, con que contaba en escuadrones de tres compañías con 200 hombres en total, llamándolos Caballería Provisional del Río de la Plata, al mando de Juan Ramón Balcarce, a los que armó de lanzas además de los escasos carabinas y sables que tenían. Creó además un cuerpo de guías, un Batallón de Cazadores y el Cuerpo de Castas.
Así, el Batallón de Cazadores del Perú, primer cuerpo de su tipo, fue organizado en seis compañías al mando de Carlos Forest, armados de carabinas y fusiles rayados.
Contaba además con varias unidades de milicias, principalmente de caballería, cuyos oficiales eran de línea y reunían el número de 300 hombres En Salta se habían formado en 1810 los Patricios de Salta y se organizó la Partida de Observación del teniente Martín Miguel de Güemes, compuesta por 60 jinetes bien equipados.
Luego de la victoria de Tucumán, Belgrano se abocó a una nueva organización de su ejército, en tanto que el gobierno de Buenos Aires decidió enviarle refuerzos, remitiéndole hombres y armas, que fueron estos:
  • El Regimiento N° 1 de Infantería, al mando del teniente coronel Gregorio Perdriel, que llegó con 395 hombres.
  • Regimiento N° 2 de Infantería. El 10 de diciembre de 1812 fueron enviadas cuatro compañías al Alto Perú, con la fuerza de 360 hombres. Este regimiento había sido creado por la reforma del 13 de noviembre de 1811, con la unión del N° 3 (ex Arribeños) y N° 4 (ex Montañeses). Con esas compañías, Belgrano constituyó un batallón a las órdenes del teniente coronel Benito Alvarez. En septiembre de 1813, éste se transformó en el N° 8.
  • El Batallón N° 6 fue engrosado con las tropas llegadas de Buenos Aires y reclutas, quedando constituido en regimiento de dos batallones, de seis compañías cada uno, al mando el primero del teniente coronel Francisco Pico y el segundo del teniente coronel Carlos Forest, como sargento mayor. Su fuerza total era de 796 hombres.
Se enviaron también 70 u 80 Pardos y Morenos de la guarnición de Buenos Aires, con los que Belgrano engrosó los existentes, elevándolo a batallón, que quedó al mando del teniente coronel José Superí. Los Cazadores fueron también engrosados y elevados a batallón y puestos al mando del teniente coronel Manuel Dorrego, en tanto que Carlos Forest era nombrado segundo jefe, comandante del 11 batallón, del N° 6.
La caballería fue reorganizada según las disposiciones gubernativas de diciembre de 1811. Así rehizo a los Dragones del Perú y los Húsares de la Patria en los nuevos Dragones de la Patria, organizado en cuatro escuadrones de tres compañías cada uno, con unas 853 plazas y plana mayor, correspondiéndole al Ejército del Norte los dos primeros, que estuvieron al mando del teniente coronel Cornelio Zelaya.
La caballería de milicias que había actuado en Tucumán fue organizada como Regimiento de Dragones de la Milicia Patriótica de Tucumán, de doce compañías, al mando del coronel Bernabé Aráoz, con la fuerza de 318 hombres.La artillería fue engrosada con algunos artilleros enviados desde Buenos Aires. Con ellos quedó el arma -con la fuerza de 124 hombres, como 10 cañones y 2 obuses- al mando del capitán Benito Martínez.
Tras la victoria de Salta, Belgrano inició la campaña en el Alto Perú luego de reorganizar su ejército. Así, para mediados de 1813 sus fuerzas estaban formadas por:
  • Batallón de Pardos y Morenos, al mando de Superí.
  • Batallón de Cazadores, al mando del sargento mayor Ramón Echeverría (Dorrego había sido retirado del Ejército).
  • Batallón N° 1, aumentado a Regimiento con incorporación de reclutas del Alto Perú y puesto al mando del coronel Gregorio Perdriel.
  • Regimiento N° 6, al mando del teniente coronel Miguel Aráoz, también engrosado con reclutas.
  • Regimiento N° 8 formado el 13 de julio sobre la base del anterior Batallón N° 2, que seguía al mando del teniente coronel Benito Alvarez.
La caballería estaba formada ahora por el Regimiento de Caballería de Línea del Perú, creado por Belgrano en marzo de 1813, sobre la base de los viejos Dragones Ligeros del Perú y una parte de los Dragones de la Patria, al mando del coronel Diego Balcarce. En abril de 1814 pasaron a llamarse Dragones del Perú. La Artillería estaba al mando del capitán José Cereso.
Luego de la derrota de Vilcapugio, Belgrano se retiró a Macha y trató de reorganizar su ejército. Disponía de los mismos cuerpos sensiblemente disminuidos. Su infantería estaba compuesta de 340 Cazadores, al mando del sargento mayor Cano; 198 Pardos y Morenos, al mando de Superí; 566 del N° 6, al mando de Martínez y 532 del N° 1, al mando de Perdriel. La caballería eran los restos de los Dragones del Perú, con sólo 195 hombres al mando de Diego Balcarce, y la "división de Cochabamba" de Cornelio Zelaya, con 479 hombres de ambas armas. A esto se sumaban seis piezas de artillería y dos obuses con 107 hombres y más de un millar de naturales de Chayanta como auxiliares.
La derrota de Ayohuma significó la virtual desaparición de casi todos los cuerpos. Fueron disueltos en febrero de 1814 el N° 6, el Batallón de Cazadores y el N° 8. Los restos del primero pasaron a engrosar el N° 1, diezmado en la acción, y el segundo fue reemplazado por un batallón enviado luego desde Buenos Aires.
De la caballería sobrevivió parte de los Dragones del Perú, que marcharon con él hacia Salta. La artillería se perdió en el campo de batalla, salvándose algunos artilleros. A fines de diciembre llegó a Jujuy con sólo 800 hombres, los restos de los vencedores de Tucumán y Salta, con los que se decidió a formar un nuevo ejército Pero el 30 de enero fue reemplazado en el mando por el general San Martín, quien a fines de abril delegó el mando en Rondeau.
 

Segundo Comando (1816-1818).​

El 7 de agosto de 1816 en Las Trancas, Belgrano vuelve a hacerse cargo del Ejército del Norte. Luego de la desastrosa campaña de Rondeau en el Alto Perú y la derrota de Sipe Sipe, el ejército había sido prácticamente destruido y sus unidades extinguidas en su mayor parte. Belgrano lo llevó hasta la ciudadela construida por San Martín en la ciudad de Tucumán y allí inició la obra de reconstrucción moral y material, para poder lograr el instrumento eficaz en la operación combinada sobre Lima, planeada por el general San Martín.
Belgrano creó un Estado Mayor para el ejército sobre la base de los que el 19 de marzo de 1816 habían sido nombrados sus ayudantes, los edecanes Floro Zamudio y Nicolás Otero. En 1817, este Estado Mayor del Ejército estaba formado por: teniente coronel Benito Martínez, 1ér ayudante; teniente coronel graduado Juan Escobar, 2° ayudante; capitán Felipe Bertres, 2° ayudante; capitán Manuel Dorado, 20 ayudante; teniente Francisco Mallea, 3er ayudante; teniente Juan Francisco Echaure, 3er ayudante.
El ejército estaba formado por las siguientes unidades, las que sufrieron modificaciones:
  • Regimiento N° 1 desapareció, permaneciendo disminuido hasta ser disuelto definitivamente en febrero de 1818.
  • Regimiento N° 2, cuyo I Batallón en abril de 1814 había pasado al Ejército del Norte, debió ser. disuelto y sus restos agregados al N° 9. El batallón restante del N° 2 fue enviado en febrero de 1816, reforzado con restos del Azogueros de Potosí. Permaneció en este destino hasta la sublevación de Arequito el 7 de enero de 1820 en que pasó al Ejército de Córdoba.
  • Regimiento N° 3 de Infantería había sido enviado en abril de 1815 al Ejército del Norte, donde se lo reforzó con los restos del 6 y del 7. Desapareció en Arequito.
  • Regimiento N° 7, creado en 1813 como rescate de esclavos, había sido enviado en 1814, y se disolvió en febrero de 1816, siendo distribuido entre el N° 3 y el N° 9 del arma.
  • Regimiento N° 9 de Infantería, creado con los efectivos de la 3a División Oriental, el 4 de mayo de 1814, debió ser reforzado con los restos del N° 6 y N° 7 disueltos luego de la derrota de Sipe Sipe. Desapareció en 1820.
  • Regimiento N° 10 de Infantería, creado en agosto de 1814, en Montevideo, permaneció en el Ejército del Norte hasta su desaparición en la sublevación de Arequito.
  • Los Dragones del Perú se hallaban disminuidos y el 3 de septiembre de 1816 se fusionaron con los dos escuadrones de los Dragones de la Patria y formaron los Dragones de la Nación al mando de Cornelio Zelaya. Tenía 38 oficiales y jefes, 22 sargentos, 8 trompetas, 31 cabos y 344 dragones. Permanecieron éstos en el Ejército del Norte hasta la sublevación en Arequito, en 1820.
  • Los Granaderos a Caballo, creados el 16 de marzo de 1812 por San Martín, el primer escuadrón de tres compañías de un total de cuatro. El segundo escuadrón se formó el 11 de septiembre de 1812. Ambos partieron al Alto Perú en diciembre de 1813. Allí en 1814 se creó una Compañía de Carabineros, que tuvo poca vida. Luego de la campaña de 1815, en abril de 1816 fueron enviados a Mendoza.
  • Los Húsares de Tucumán, creado por Belgrano al reorganizar el Ejército del Norte. En septiembre de 1816 designó al teniente coronel Gregorio Aráoz de Lamadrid para formarlo, sobre la base de voluntarios del escuadrón de 180 Húsares de la Muerte, creados por éste después de Sipe Sipe. Su fuerza fue de un escuadrón, de dos compañías, con 173 plazas. En abril de 1817 se creó el segundo escuadrón. Participó de las acciones en el Norte donde disminuyeron sus efectivos, hasta que desapareció en Arequito.
  • La artillería había sido modificada en su estructura desde 1813, en virtud del decreto del 2 de marzo de 1812, en que se dio una nueva organización al crearse el Regimiento de Artillería de la Patria. El nuevo cuerpo se componía de doce compañías de cien artilleros y cuatro oficiales cada una y una plana mayor. El regimiento estaba repartido en piquetes, compañías o escuadrones con sus cañones de batalla o volantes en los distintos ejércitos o frentes de lucha, baterías establecidas, fuertes y otros puntos del país.
Las milicias que en el Norte tenían como función ser la vanguardia del Ejército, también habían sido modificadas, ya que en marzo de 1814 San Martín había reunido las salteñas bajo el nombre de Regimiento de Dragones de Milicia Patriótica de Salta.
Entre otras, formaban compañías de Atacama, Yavi, Orán y Soconcha. Al arribar Belgrano, reglamentó las milicias y en 1816 dispuso que los hombres de Güemes figuraran en el ejército como División Infernal o Gauchos de Línea de Salta.

Reorganización del Ejército del Norte​

Ante este cuadro, la primera tarea del prócer fue la reorganización del ejército. Empezó por organizar una compañía de guías, con lo que se armó de una verdadera carta topográfica. Enseguida creó un cuerpo de cazadores de infantería, el primero que se haya formado en el Río de la Plata, dando por razón "que a su entender era la única tropa para aquellos países, todos de emboscada". Para suplir la falta de armamento, dotó a sus hombres con lanzas, dándole así una incontestable ventaja sobre la del enemigo. "Con esta idea, decía, he dado a los dragones, que no tienen armas de fuego, lanza, y mi escolta es de las que llevan esta arma, para quitarles la aprensión que tienen contra ella y se aficionen a su uso viendo en mí esta predilección." En cuanto a la administración, se reorganizó el parque y la maestranza, mejoró el hospital, creó las oficinas de provisión, reglamentó su contabilidad, organizó un tribunal militar y la planta de un cuerpo de ingenieros, ramos mal atendidos o totalmente descuidados hasta entonces.
Belgrano dominó con mano firme las resistencias de los enemigos encubiertos de la causa, entre los cuales se contaban casi todos los curas acaudillados por el obispo de Salta, en comunicación con el enemigo. Habiendo sorprendido su correspondencia con Goyeneche, dio un golpe de autoridad, expulsando al obispo de la capital y desde entonces todos comprendieron que no había inmunidades para los enemigos de la libertad.
Juan Martín de Pueyrredón

Juan Martín de Pueyrredón
Juan Martín de Pueyrredón en septiembre de 1811 fue nombrado oficialmente comandante del desmoralizado Ejército del Norte, cuando este ya había llegado a San Salvador de Jujuy, pese a sus esfuerzos por reorganizar el Ejército no fueron particularmente fructíferos; ante el avance del Ejército Real del Perú envió a la mejor parte de sus tropas al mando de Eustoquio Díaz Vélez, que fueron derrotados en el combate de Nazareno. De modo que Pueyrredón retiró la totalidad del ejército hacia el sur, instalándose en la posta de Yatasto, donde en marzo de 1812 fue reemplazado por Manuel Belgrano al mando del mismo, y regresó a Buenos Aires para ocuparse de asuntos políticos
 
Tropas del Alto Perú


Batalla de Tucumán

Batalla de Tucumán
La batalla de Tucumán fue un enfrentamiento armado librado el 24 y 25 de septiembre de 1812 en las inmediaciones de la ciudad de San Miguel de Tucumán, durante la segunda expedición auxiliadora al Alto Perú en el curso de la Guerra de la Independencia Argentina. El Ejército del Norte, al mando del general Manuel Belgrano a quien secundara el coronel Eustoquio Díaz Vélez en su carácter de mayor general, derrotó a las tropas realistas del brigadier Juan Pío Tristán, que lo doblaban en número, deteniendo el avance realista sobre el noroeste argentino. Junto con la batalla de Salta, que tuvo lugar el 20 de febrero de 1813, el triunfo de Tucumán permitió a los rioplatenses o argentinos confirmar los límites de la región bajo su control.



Batalla de Salta oleo del pintor Rafael del Villar (1942)

Batalla de Salta oleo del pintor Rafael del Villar (1942)
La batalla de Salta fue un enfrentamiento armado librado el 20 de febrero de 1813 en Campo Castañares, hoy zona norte de la ciudad de Salta, norte de la República Argentina, en el curso de la Guerra de Independencia de la Argentina. El Ejército del Norte, al mando del general Manuel Belgrano y de Eustoquio Díaz Vélez como mayor general o segundo jefe, derrotó por segunda vez a las tropas realistas del brigadier Juan Pío Tristán, a las que había batido ya en septiembre anterior en la batalla de Tucumán. La rendición incondicional de los realistas garantizó el control del gobierno rioplatense sobre buena parte de los territorios del antiguo Virreinato del Río de la Plata, aseguró la región y permitió a los patriotas recuperar, provisoriamente, el control del Alto Perú.

Derrotas de Vilcapugio y Ayohúma

Derrotas de Vilcapugio y Ayohúma
Después de los grandes triunfos de Tucumán y Salta, Belgrano alcanzó gran ascendiente entre los indígenas de la región y varios caciques de prestigio se le presentaron para ponerse a sus órdenes. Entre tanto el ejército real había cambiado de comando y recibido refuerzos: un general hábil se hallaba a su frente, Pezuela, el cual prontamente reanudó las actividades contra el vencedor de Salta.
Belgrano le salió al encuentro en la pampa de Vilcapugio, y el 19 de octubre de 1813 estaban frente a frente ambos ejércitos. El patriota estaba en gran parte compuesto de reclutas, recientemente incorporados a las filas, falto de caballada y sin elementos de transporte. La jornada estaba indecisa y más bien podía considerarse ventajosa para los independientes, cuando la llegada del coronel Saturnino Castro con nuevas tropas hizo inclinar el fiel de la balanza del lazo de Pezuela.
Sus pérdidas en Vilcapugio habían sumado 300 muertos y muchos cayeron prisioneros, pero el enemigo perdió de 500 a 600 hombres entre muertos y heridos.El nuevo encuentro se produjo en las pampas de Ayohúma, el 14 de noviembre y la suerte de las armas fue nuevamente adversa al general Belgrano .

Encuentro de Manuel Belgrano y José de San Martín en la Posta de Yatasto

Encuentro de Manuel Belgrano y José de San Martín en la Posta de Yatasto. oleo de Augusto Ballerini pintado en 1875
Al conocerse en Buenos Aires el desastre patriota frente a los realistas en la batalla de Ayohuma, el general Belgrano fue cuestionado por el Segundo Triunvirato. En enero de 1814, debió dejar el mando del Ejército del Norte al coronel José de San Martín, quien había sido uno de los jefes de la Revolución del 8 de octubre de 1812 que había depuesto al Primer Triunvirato. En la Posta de Yatasto, Belgrano entregó la jefatura del otra vez derrotado Ejército del Norte a San Martín y a los pocos días regresó a Buenos Aires.
 
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