Me lo envio mi Amigo Owen CRIPPA...
Para pensar....
Fuente Diario La opinión 24 oct. 12
Una cañonera inglesa contra el banco
(Por Vicente Ceballos). - Es historia y vale la pena recordar lo sucedido. El Banco de Londres y Río de la Plata comenzó a operar en la Argentina en 1862 y a poco instaló sucursales, una de ellas en Rosario. En 1866 pone en circulación sus billetes (reales de plata bolivianos de distinto signo monetario, impresos en Londres) con una imagen del general San Martín anciano, reiterando las emisiones en 1869 y 1874.
Es precisamente en 1874 que Servando Bayo, flamante gobernador de Santa Fe, funda el Banco Provincial, con firme determinación de convertirlo en herramienta de progreso general de la Provincia. La protección de los intereses argentinos y la nacionalización del crédito, con participación fundamental del Estado, eran objetivos del ideario de Bayo, cosa que no era del agrado y conveniencia de Inglaterra. Reaccionó, en consecuencia, tratando de frustrar el andar del Banco que se oponía a sus designios.
Bayo, que contaba con el apoyo del Gobierno nacional, respondió con una ley que obligaba al Banco de Londres a suspender la emisión de billetes, cosa que reservaba en exclusiva para el Banco Provincial de Santa Fe. No se quedó en esto y en 1875 creó un impuesto a las actividades bancarias del que quedaban exentos el Banco Nacional y el santafesino.
Más aún, en 1876, ante la creciente hostilidad del imperio respondió con un decreto manifestando que “la sociedad anónima denominada Banco de Londres y Río de la Plata se ha convertido en una institución ruinosa a los intereses públicos, hostil y peligrosa en las actuales circunstancias al crédito interior y exterior de la Provincia”. Y en concordancia con ello dispuso el cierre de la sucursal de Rosario del Banco de Londres y la detención del gerente, a la vez que ordenaba “un embargo, con exigencia de depositar 50.600 pesos oro en el Banco Provincial, en garantía del papel moneda cuya conversión la Provincia había dispuesto, sin que el banco inglés hubiera cumplido”.
Como no hubo acercamiento entre las partes, los ingleses optaron por la vía contraria a la diplomática: el encargado de negocios británico en Buenos Aires solicitó al capitán de la cañonera “Beacon” de su país que avanzara por el Paraná y se ubicara cerca del puerto de Rosario.
Claramente, un acto con fin intimidatorio que un argentino, Manuel Quintana, a la sazón asesor del Banco de Londres, llevó al extremo de proponer a los ingleses el bombardeo de la ciudad del sur. Quintana, que décadas después sería elegido presidente de los argentinos, en esa circunstancia se comportó conforme el criterio reiterado en el tiempo de quienes priorizan su interés personal por sobre el superior de la Nación; en definitiva, el de los argentinos sin distinción.
El conflicto concluyó con la intervención de Bernardo de Irigoyen, ministro de Relaciones Exteriores de la Nación. Su posición fue firme y categórica y quedó definida en estos términos de su defensa de nuestro país: “El Banco de Londres es una sociedad anónima que sólo existe con fines determinados. Las personas jurídicas deben su existencia a la ley del país que las autoriza y, por consiguiente, no hay en ellas nacionales ni extranjeros: no hay individuos de existencia natural con derecho a protección diplomática (…)”.