Las relaciones entre Corea del Norte y China se enfrían
Mientras las relaciones entre Corea del Norte y China pasan ciertas dificultades ante la insistencia de Pekín para que el régimen de Kim Jong-un haga cambios y abandone su política nuclear, las autoridades norcoreanas afrontan nuevos retos políticos para abrirse al exterior y fortalecer el liderazgo del líder tras más de un mes ausente de todo tipo de actos oficiales con toda clase de rumores. China está metida en una vorágine imparable con un protagonismo mundial cada vez más determinante, cuya economía es clave en el mundo actual y no desea que la política de Corea del Norte le incomode cuando Pyongyang lanza misiles balísticos de corto alcance que luego caen en el mar del Este (mar de Japón) o amenaza a Corea del Sur y a Estados Unidos como países que le quieren desestabilizar o se producen disparos entre las dos Coreas en las aguas de la isla surcoreana de Yeonpyeong como ha ocurrido recientemente, mientra la economía del país sigue sin solucionar las carencias que padece la población.
El régimen norcoreano está empezando a entender que su inmovilismo político no le resuelve sus problemas actuales y ahora ante esta situación, las dos Coreas, tras las sorprendente visita a Incheon (Corea del Sur) del número dos del régimen comunista, Hwang Pyong-so, para asistir a la clausura de los Juegos Asiáticos, el pasado septiembre, acordaron un encuentro a alto nivel, aún sin fecha concreta, pero de enorme importancia dado que durante 2014 las relaciones entre las dos partes han estado llenas de altibajos.
Pyongyang necesita modificar su actual política doméstica y exterior, buscar cierta estabilidad y más reconocimiento internacional, pero para ello deben cambiar muchos aspectos de su modelo político para ganarse la credibilidad internacional y en especial la de China.
Durante el presente año sólo hubo la buena noticia del encuentro de familiares separados por la guerra coreana (1950-53), en febrero pasado, tras varias y largas negociaciones, pero fue el evento más importante de 2014, un acontecimiento que tiene fecha de caducidad cuando cada vez son menos a causa de que todos tienen muchos años y el fallecimiento de ellos es frecuente. Hay que buscar otras alternativas para lograr más acercamientos y confianza entre las dos Coreas.
Kim Jong-un se enfadó bastante cuando en julio pasado el presidente chino, Xi Jingpin, visitó Corea del Sur antes que Corea del Norte, lo que provocó un cataclismo político en Pyongyang, cuyo líder tuvo como respuesta el lanzamiento de varios misiles para llamar la atención mundial, pero el régimen comunista debe saber que China está cansada de ver cómo las autoridades norcoreanas no cambian su posición y reclaman que actúen de una forma más estable para el país y para la comunidad internacional. Además, Pekín también se enfadó mucho cuando Kim Jong-un ejecutó a su tío, Jang Song-thaet, acusado de querer dar un golpe de Estado y hombre muy cercano a China.
Los lazos entre Pekín y Seúl van en aumento, pues China es el principal socio comercial surcoreano, mientras los intercambios entre los dos países superan los 200.000 millones de euros anuales, una cifra que irá a más cuando se consolide el tratado de libre comercio cuyas negociaciones siguen su curso establecido.
China ha dejado claro en distintas ocasiones que no es factible “los juegos nucleares” de Pyongyang, pues la visita de Xi Jinping a Corea del Sur fue un claro aviso a Corea del Norte para que se dé cuenta que con su actual política no puede hacer nada.
El líder Kim Jong-un criticó a Xi Jinping por no visitar antes Corea del Norte, incluso como dice el portal chino “wang-i con varios desafortunados epítetos, el cual también exteriorizó su descontento y desagrado con Pekín acusando a China de que no haya buenas relaciones con Pyongyang.
Este portal también se hace eco de que durante más de 60 años China viene ayudando a Corea del Norte, que resalta que el dinero que recibe no lo emplea para la población si no más bien para el desarrollo nuclear o en asuntos militares, entre otras partidas, que no caen en la población norcoreana todavía con problemas alimentarios.
Lo que está claro que Corea del Norte no puede mantener su actual política, no puede sobrevivir sin China, y ahora con la ausencia de más de un mes en actos públicos de Kim Jong-un con una retahíla de toda clases de comentarios, es el momento clave para hacer una serie de cambios que favorezcan la credibilidad internacional y a la vez repercutan en la sociedad norcoreana.
La lealtad al joven “mariscal” Kim Jong-un, de momento, no se resquebraja e incluso algunos expertos ha llegado a decir que el joven líder podría estar “condicionado” a militares de la vieja guardia, mientras “unos pocos” sí serían partidarios de pequeños cambios, pero la pregunta es sencilla: ¿Quién da el primer paso para hacer esas modificaciones en el régimen? Temor, desconfianza, inseguridad, pero la situación del país no puede seguir así.
Todo parece indicar que las advertencias chinas algo están haciendo en Corea del Norte, pues en los últimos meses el régimen de Kim Jong-un ha comenzado una serie de actividades políticas con una desconocida ofensiva diplomática encaminada a una mayor apertura al exterior y una mejora en las relaciones con Corea del Sur, pese a los últimos disparos entre las dos Coreas o las advertencias a Seúl de que evite el envío de globos con propaganda desde el Sur por activistas contra el país.
Corea del Sur siempre ha mostrado una predisposición sin fisuras en el diálogo y en el contacto con Corea del Norte, en especial para acabar con el anacronismo que se vive en la península coreana y sobre todo para decirle a Kim Jong-un que con su programa nuclear no se adelanta nada, lo que también ha reiterado en bastantes ocasiones Pekín que considera las negociaciones a seis bandas (China, Japón, EEUU, Rusia y las dos Coreas), suspendidas desde 2008, como la mejor manera de acabar con el programa nuclear norcoreano.
Pero realmente puede ocurrir que estas negociaciones a seis bandas llegue un momento que queden obsoletas dado el tiempo transcurrido y la nula eficacia habida en los últimos años, un aspecto que también utiliza Pyongyang cuando dice que desea volver a estas conversaciones cuando antes hay que preparar un largo proceso que ahora no existe ante el largo parálisis en los contactos, de ahí la profunda necesidad de cambiar e insistir más a Corea del Norte para que sepa que sin la desnuclearización no puede progresar ningún acuerdo.
Corea del Norte necesita a Corea del Sur para romper su aislamiento económico, sobre cuando Pekín y Seúl cada vez estrechan más sus contactos, unos contactos que tendrían que servir a Pyongyang para que el complejo industrial de Kaesong (ubicado en territorio norcoreano, cerca de la frontera con el Sur) funcione al cien por cien y permitir que se internacionalice para beneficio de todo el país, pero las dudas, inseguridades y temores de todo lo que venga de fuera hacen que este importante núcleo comercial no esté operando al máximo.
En definitiva, China es el país que más puede influir en Corea del Norte, al que proporciona anualmente, entre otras ayudas, arroz, petróleo y carbón, y le facilita el 90 por ciento del combustible, que consume el país, pero es que además Corea del Sur también le ha concedido recientemente 2,5 millones de euros en concepto de ayuda humanitaria –la primera vez en cuatro años- lo que fue interpretado como una buena señal para ese encuentro anunciado y a la vez se pueda conseguir una confianza definitiva que dé la esperanza a solucionar los problemas entre las dos Coreas.
¿Caerá el régimen norcoreano¿ Eso es lo que se preguntan muchos expertos, pero también se preguntan que si no cambia de política a al menos en unos diez años podrían producirse importantes novedades.
El régimen sabe la evolución política habida en Birmania (actual Myanmar) o en Camboya (buenas referencias para Pyongyang) y cada vez le será más difícil tener a la población pasando limitaciones alimentarias o controlar ya no sólo Internet, donde no más de un millón tiene acceso, sino las propias redes sociales o incluso las emisoras de radio de onda corta que poco a poco van penetrando en el país que facilitan otras informaciones que gran parte de sus 24 millones de habitantes no conocen.
China o Corea del Sur y ahora la nueva ofensiva diplomática norcoreana tienen que ser las armas principales del régimen de Kim Jong-un para pensar que nunca es tarde para volver a empezar, pues el reciente viaje en septiembre pasado de Kang Song-ju, viceministro de Asuntos Exteriores, por varios países europeos, para romper el aislamiento internacional de Pyongyang o el actual diálogo entre Japón y Corea del Norte para tratar el grave asunto de los secuestrados nipones entre 1977 y 1983 pueden contribuir a mejorar la imagen del régimen comunista.
Pero los hechos tienen que constatarse de forma real. La intervención el pasado 27 de septiembre del ministro de Asuntos Exteriores norcoreano, Ri Su-yong, en la Asamblea General de la ONU por primera vez en 15 años, pese a estar sometido a sanciones por parte de las Naciones Unidas, fue un punto de inflexión sobre el aperturismo de Pyongyang. Kim ve como China critica su programa nuclear, de ahí que Pyongyang también haya mostrado su disposición a sentarse sin condiciones en la mesa de conversaciones a seis bandas para acabar con el asunto nuclear norcoreano.
La supervivencia del régimen y de la dinastía de los Kim también depende de las propias autoridades norcoreanas.
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