Derruido
Colaborador
La Legión Romana
Por el Cnl Omar Locatelli y Leticia Dalmasso
La cultura romana ha trascendido hasta nuestros días en la naturaleza de un gran número de disciplinas. También en el plano militar ha sido generadora de ejemplos, teniendo en cuenta la organización, el comando y el control, los procedimientos de combate actuales, y hasta su entrenamiento y disciplina. Recordemos, entonces, a través de la historia de la legión, la forma de vida de un soldado legionario, integrante de uno de los primeros emprendimientos bélicos exitosos.
“Nos habían dicho, al abandonar la tierra madre, que partíamos para defender los derechos sagrados de tantos ciudadanos allá lejos asentados, de tantos años de presencia y de tantos beneficios aportados a pueblos que necesitaban nuestra ayuda y nuestra civilización.
“Hemos podido comprobar que todo era verdad, y porque lo era, no vacilamos en derramar el tributo de nuestra sangre, en sacrificar nuestra juventud y nuestras esperanzas. No nos quejamos; pero, mientras aquí estamos impulsados por este espíritu, me dicen que en Roma se suceden conjuras y maquinaciones, que florece la traición y que muchos, cansados y conturbados, prestan complacientes oídos a las más bajas tentaciones de abandono vilipendiando así nuestra acción.
“No puedo creer que todo esto sea verdad, y sin embargo las guerras recientes han demostrado hasta qué punto puede ser perniciosa tal situación y hasta dónde puede conducir.
“Te lo ruego, tranquilízame lo más pronto posible y dime que nuestros conciudadanos nos comprenden, nos sostienen y nos protegen como nosotros protegemos la grandeza del Imperio.
“Si ha de ser de otro modo, si tenemos que dejar vanamente nuestros huesos calcinados por las sendas del desierto, entonces, ¡Cuidado con la ira de las legiones!”
Marcus Flavinius, Centurión de la segunda cohorte de la legión Augusta, a su primo Tertulio en Roma.
Esta intrigante carta, prólogo de una apasionante novela, despierta la necesidad de investigar si esa maquinaria bélica tan mentada a través del tiempo, fue realmente un ejemplo de organización que sirvió de base a la evolución del pensamiento militar posterior.
HISTORIA DE LA LEGION
Esta unidad de combate tuvo su origen, como necesidad inmediata de defensa, en forma paralela al nacimiento de Roma. Se calcula que fue fundada por Rómulo en el 754 a.C., en el monte Palatino. En ese mismo momento, al otro lado del río Tíber, en el llamado campo de Marte, comenzaron a reunirse quienes le darían protección armada: su ejército.
También el rey entendió, como hecho necesario, que era él quien debía “mandar al ejército” en la guerra. Para ello hizo su primera selección, tendiente a organizar las fuerzas, separando los patricios de los plebeyos.
Los patricios formaban estirpes (gens), conocidos como grupos de familias aristocráticas con una ascendencia común. Diez gens formaban una curia y diez curias formaban una tribu. Los jefes de las gens patricias constituían, a su vez, el Senado o Consejo de Ancianos, integrado por 300 miembros.
Los plebeyos eran la tribu formada por los pueblos conquistados, considerados hombres libres. Sin embargo, no ejercían derechos ciudadanos, e inclusive no podían servir en el ejército. Fue Servio Tulio, rey de Roma, en el siglo IV a.C., quien permitió el acceso de los plebeyos al servicio militar, dividiendo a la comunidad en cinco categorías o clases. En esta ocasión, fueron los patricios los que aportaban la mayoría de hombres. Por su parte, las asambleas de soldados seleccionaban los combatientes, agrupándolos en formaciones de alrededor de cien personas llamadas Centurias.
Cuando en el 510 a.C. Roma pasó a ser república, en el inicio de las reuniones de centurias, el pueblo solía elegir a dos cónsules entre los patricios. Este cargo, durante tiempo de paz, duraba un año, al cabo del cual se le podía solicitar al cónsul elegido, una rendición de cuentas, si éste hubiera cometido crímenes o abusos. En cambio, durante el tiempo de guerra, los cónsules tenían poder ilimitado.
El cónsul, luego de ser elegido, se dirigía al Capitolio, precedido por los lictores que llevaban un hacha, atada con doce varas, llamada fascio. Este atributo indicaba que el cónsul elegido por el pueblo, tenía el derecho de castigar hasta imponer la pena capital, utilizando, para proceder a la decapitación, desde las varas de madera hasta el hacha. Dentro de la función militar, también poseía el poder supremo para imponer la estrategia, las operaciones y la conducción política de la batalla. Asimismo, del cónsul (comandante en jefe), dependían los pretores (praetorium), quienes eran los conductores militares (generales) del combate.
En el 494 a.C., una rebelión de los plebeyos en contra de los patricios hizo surgir la figura de quien defendería sus derechos: el tribuno popular (tribunum militum). El poder del tribuno popular llegaba a tal punto, que podía revocar órdenes consulares y de otros magistrados, excepto las de militares en combate.
Fue a partir del 402 a.C., cuando se dispuso que todo ciudadano rico, para ser admitido en la conducción del ejército, debía realizar veinte campañas en favor del estado. Y esta disposición tuvo tal importancia, que mientras dicho ciudadano no la cumpliera, permanecía bajo las órdenes del cónsul desde los 17 hasta los 46 años.
A partir del siglo III a.C., el Tribuno adquirió grado y preponderancia dentro de la estructura militar, pero siempre por debajo de cónsules y pretores.
Cuando se presentaba la necesidad de organizar fuerzas militares, el cónsul ordenaba que todos los ciudadanos con recursos aptos para el servicio, se reunieran en el Capitolio. Los tribunos elegían el número de hombres necesarios para el ejército de ese momento. El procedimiento consistía en elegir un hombre de cada una de las 35 tribus; esta acción se repetía hasta escoger la misma cantidad por cada tribu. Todo ciudadano debía contestar al oír su nombre, y el tribuno tenía derecho a escogerlo según su criterio.
La vinculación del ciudadano para convertirse en soldado era su juramento (sacramentum), a través del cual se establecía obediencia al cónsul y lealtad para permanecer en las filas, hasta que el jefe los eximiera de su juramento. Este acto era de tal magnitud e importancia, que se cumplía en forma individual. Cuando el peligro era inminente, la masa de soldados juraba al unísono y al mismo tiempo. Este acto se denominaba conjuratio.
Tal alistamiento, primero llamado dilectus (elección), derivó en la unidad de combate por excelencia del aparato militar romano: la legión.
LA ORGANIZACION
La legión estaba integrada por formaciones subordinadas más pequeñas, llamadas cohortes. Las primeras legiones estaban constituidas por diez cohortes. Cada cohorte, a su vez, estaba integrada por seis centurias.
La centuria fue compuesta, inicialmente, por 80 hombres, y comandada por un centurión y un segundo oficial. A su vez, se dividía en fracciones más pequeñas llamadas manípulos.
La primera cohorte era la única excepción en número de soldados. En efecto, contaba con centurias de 160 hombres, porque era la responsable de la guardia pretoriana. Esto significaba brindar la seguridad necesaria al pretor comandante de la legión. Esta cohorte era comandada por un legado (auxiliar del general), llamado legatus legionis.
LOS COMANDANTES
El cónsul designado era el mayor de los generales, pues podía comandar hasta dos legiones del ejército en campaña. El comando operativo (actual segundo comandante y jefe de estado mayor) de la legión estaba a cargo del legado, asistido por seis tribunos, quienes constituían su estado mayor, con capacidad para su reemplazo o para comandar otra legión como legado. A su vez, el legado tenía un prefecto de campo (praefectus castrorum) quien era el centurión más antiguo, surgido de la primera cohorte llamada primus pilus, porque era la primera en entrar en combate. Este oficial, quien debía contar con 25 años de experiencia como mínimo, era el responsable del funcionamiento de todos los apoyos para el combate, y el tercero en el comando de la legión. Los centuriones de la primera cohorte eran los más antiguos. A su vez, el comandante de la primera centuria de la primera cohorte, era el equivalente del moderno encargado de unidad. En la época imperial, cada cohorte tenía como jefe a un prefecto (praefectus). La legión regular contaba con 60 centuriones, cuyo rol central era el comando y control de cada centuria.
Los cónsules, pretores y legados vestían una gran capa o túnica (de color rojo o púrpura), cuyos bordes estaban cosidos con hilos dorados. En el estado mayor se encontraban los tribunos (seis en cada legión), quienes asesoraban en las operaciones dentro del campo de batalla, como paso previo al inicio de su propia carrera política. El tribuno jefe (tribunus laticlavius) era, generalmente, un aristócrata que cumplía un corto período de servicio militar antes de entrar al Senado; debía contar con 25 años de edad. Este tribuno vestía solamente una túnica color rojo con una amplia franja púrpura en los bordes. Los restantes cinco tribunos (tribunus angusticlavius) pertenecían a la clase media alta, y se ocupaban de tareas administrativas; llevaban en su túnica, una estrecha franja púrpura.
LOS JEFES
Los centuriones eran legionarios que habían sido elegidos entre sus pares, por su capacidad para conducir guerreros en el combate. En la época imperial, pasaron a ser designados por el mismo legado, o eventualmente, por el cónsul. Las jerarquías de los centuriones de la primera cohorte se ordenaban de la siguiente manera: primus pilus, princeps, hastatus, princeps posterior, y hastatus posterior. Esta cohorte estaba constituida por cinco centurias dobles, cuyos centuriones eran conocidos como primi ordines, con rango superior al de los restantes centuriones. El rango de primus pilus era el objetivo primordial de todo legionario, ya que, cumplidas sus funciones durante un año, en el siguiente ascendía a un cargo superior, o bien se retiraba.
En el resto de las cohortes (de la segunda a la décima), los rangos de los seis centuriones eran los siguientes: pilus prior, pilus posterior, princeps prior, princeps posterior, hastatus prior y hastatus posterior. Los grados guardaban relación con el tipo y lugar de legionarios que comandaban en combate. De cada centurión, dependía, a su vez, un principalis y un portaestandarte. Los principales eran los lugartenientes de los centuriones (oficiales ejecutivos). Los portaestandartes se dividían en aquilifer y en signifer. El primero llevaba el águila estandarte de la legión. Digamos al respecto que la legión contaba con un solo estandarte. El segundo, además de ser el tesorero de la centuria, llevaba el estandarte del manípulo, que representaba la centuria.
Otros cargos de la legión eran:
• Los cornicens: hacían sonar las cornetas para transmitir las órdenes.
• Los tesserari: depositarios y responsables de las contraseñas, por ser los comandantes de la guardia.
• Los frumentari: oficiales responsables de interpretar la información obtenida, fuese del enemigo o del terreno.
• Los quaestionari: torturadores responsables de obtener información de los enemigos capturados.
• Los speculatores: originalmente, los espías; también cumplían funciones de mensajeros o estafetas.
• Los munitor: zapadores encargados de dirigir las construcciones.
Los centuriones y otros oficiales llevaban en sus cascos penachos de crin, denominados crista, para que pudieran ser distinguidos perfectamente y ser seguidos sin inconvenientes.
LOS COMBATIENTES
Infantería
Se dividía en dos tipos:
• Velitas o ligeros: armados con un casco de bronce -que inicialmente era de cuero-, un escudo redondo y pequeño llamado parma, y una lanza corta o venablo. Combatían aparte, detrás, o a los costados de la legión.
• Legionarios: soldados regulares que vestían armadura completa compuesta por:
-Una coraza (lorica) hecha con anillos de hierro o escamas de bronce, sin mangas; cubría todo el cuerpo hasta las piernas.
-Un casco (galea) de bronce, que luego fue de hierro.
-Un escudo (scutum), mucho más largo que ancho, de madera y cuero, con bordes de bronce o de hierro.
-Una espada (gladius) corta y puntiaguda, de 63 cm.
-Una lanza (pilum) de madera terminada en punta de hierro, de 2 m de largo.
-Una pica no arrojadiza, usada sólo por los triari de la tercera fila.
A los soldados se los armaba e instruía según el lugar que ocupaban en la formación, denominándoselos entonces:
- Hastatus (primera fila).
- Princeps o clasicii (segunda fila).
- Triari o vilanii (tercera fila).
- Rorarios o ascencii.
Los manípulus (manípulos) de los hastatus y de los princeps estaban compuestos, originariamente, por 120 hombres. En consecuencia, su centuria contaba con más de 200 hombres. Los triari y los rorarios formaban manípulos compuestos por 60 hombres, que llegaban a organizar centurias de más de 100 hombres.
Caballería
En un principio, estaba constituida por una reducida tropa de jinetes, formada exclusivamente por jóvenes patricios y ricos. Luego, los generales prefirieron retener a estos jóvenes a su lado, considerándolos oficiales de estado mayor. A partir de ese momento ya no hubo jinetes romanos, por lo cual la caballería quedó conformada, exclusivamente, por extranjeros.
El armamento de los jinetes consistía en lóricas, espada y lanza, ambas largas. Montaban sin estribos sobre caballos de poca alzada, lo que les impedía realizar cargas. A aquellos jinetes que usaban solamente lanzas (contus), se los llamó contarii.
Los primeros agrupamientos sumaban 500 jinetes, llamados alae. Luego del siglo I d.C., al comprobar su eficacia, se incrementó su número a 1.000 hombres, divididos en secciones (turmae) de 35 jinetes, con un jefe al mando (decurión). Al comando de cada alae, se colocó un prefecto romano, quien las hacía actuar en forma independiente, a los costados del ataque o en la retaguardia enemiga.
Más tarde se desarrolló la caballería ligera, generalmente denominada norafricanus, casi sin defensas corporales, cuyos integrantes cabalgaban sin ayuda de bridas. Posteriormente, se combinaron los vélites ligeros de infantería con los jinetes ligeros o acorazados, con la finalidad de formar grupos de combate llamados cohortes equitatae.
Artillería
Fue César quien introdujo, en sus legiones, 30 ballestas y catapultas, ya que consideró que esta “artillería de campo” era capaz de infligir daños mayores, antes, durante y después del combate. Los primeros artilleros eran los denominados armeros, especialistas encargados de construir catapultas denominadas onager, para lanzar proyectiles redondos, y las ballistas, que arrojaban lanzas y proyectiles rectos.
LAS ESTRATEGIAS
Las dos funciones principales de la legión consistían en combatir, de manera análoga a la de una máquina de precisión militar, con la finalidad básica de aniquilar al enemigo, o constituirse en ingenieros de combate para construir (incluso bajo ataque enemigo) puentes, caminos, fortificaciones y acueductos.
En el 102 a.C., se editó un manual militar que incluía todos los procedimientos de combate y su entrenamiento. También apareció un estatuto del legionario, que trataba de resolver, otorgando la debida protección, los problemas creados a raíz de la dispersión de los soldados, en relación al poder ostentado por los magistrados, en las diferentes provincias donde actuaba la legión.
El manual militar fijaba tres actividades principales: el combate, la marcha y la fortificación (para las pausas entre las dos primeras).
Pasaremos a describir tales actividades
El combate:
Producido el combate, la legión se ubicaba en masa, dividida en tres líneas, cada una de ellas separada por un gran espacio. A su vez, cada línea estaba formada por tres filas, colocadas una detrás de la otra. Tanto la primera fila -formada por los soldados llamados hastatus- como la segunda -integrada por princeps-, portaban una espada corta y una lanza larga (pilum). Esta lanza era una jabalina arrojadiza de mango de madera de 1,33 m, terminada en un tramo de hierro en punta, todo lo cual sumaba un largo de casi 2 m. Después de las Guerras Púnicas contra los cartagineses, los romanos adoptaron la espada española (gladius hispanicus), puntiaguda y corta, de casi 63 cm. Además, los soldados estaban protegidos por su casco y por su escudo cilíndrico, que los cubría desde los ojos hasta las pantorrillas. La componente de la tercera fila, conformada por soldados denominados triari, portaban la misma espada que los anteriores, más una pica que conservaban en la mano. Cada una de las tres líneas se dividía, por su parte, en diez grupos (manípulos), denominados así por la insignia que los diferenciaba, consistente en una gavilla de hierro llamada manipulum.
La técnica de ataque consistía en un procedimiento original de combate, cuya función era esperar el avance enemigo, hasta que sus elementos estuvieran a 20 m de su primera línea. Entonces, cuando el avance enemigo se acercaba a dicha distancia, a la primera fila se le impartía la orden de arrojar la pilum. En tanto, si el enemigo que avanzaba se detenía o vacilaba, la segunda fila lanzaba su arma. Antes del choque, se impartía la orden de atacar, tratando de impedir que el empuje enemigo se recibiera en una posición estática. Asimismo, antes del contacto, y si era necesario teniendo en cuenta la ferocidad del enemigo, se arrojaba el escudo contra un adversario, para luego apuñalarlo con la espada. A los legionarios, se les enseñaba a atacar apuntando a un punto vulnerable del combatiente: debajo de los brazos, o bien, si ello no se cumplía, en cualquier lugar del cuerpo del enemigo. Con una herida de 10 cm, bastaba para matar o dejar fuera de combate al contrincante. Cuando la primera línea era insuficiente o no podía concretar el avance, la segunda atacaba a través de los espacios dejados por la anterior. La primera se replegaba detrás de la tercera, para reabastecerse de lanzas y escudos. En uno o en ambos costados de la legión, las tropas aliadas combatían, formando dos alas (alae). Llevaban las mismas armas que los legionarios, pero se organizaban en tropas más numerosas. A partir del 350 a.C., se incrementó el número de las legiones, a través del suministro de tropas por parte de todos los pueblos de Italia, cuyos hombres eran incorporados como aliados o auxilia. En el siglo II a.C., se modificó la forma de combate de los aliados. Para el mismo, se alistó entonces a los manípulos, con menos fondo y con más hombres. Esta organización y la disciplina de combate que le imprimían sus centuriones, hicieron que el movimiento de reemplazo, otorgara una formidable ventaja para enfrentar a enemigos sin disciplina ni método (bárbaros).También fue la causa por la que pequeñas fuerzas, bajo un comando centralizado y fuerte, pudieran derrotar, durante muchos años, a enemigos con grandes cantidades de combatientes.
La marcha:
Durante la campaña, la marcha se ejecutaba en columna, con el siguiente orden:
• VANGUARDIA: conformada por una avanzada de soldados aliados y comandada por un oficial romano. El resto de los aliados conformaba una de las dos alas.
• CUERPO PRINCIPAL:, primera legión, seguida de sus bagajes, y segunda legión, seguida por sus bagajes.
• RETAGUARDIA: la otra ala de los aliados.
En su posición y diariamente, se alternaban las legiones y las alas. Por tal razón, si se suponía un ataque enemigo o se avanzaba en busca del enemigo, se marchaba en cuadro, colocando los bagajes entre las dos legiones, con las alas desplegadas a los costados.
Para la marcha, todo legionario cargaba sus armas, su mochila, un hacha, una sierra, una estaca con punta, y víveres para varios días, cuyo peso, aproximadamente, alcanzaba los 20 kg.
La fortificación:
Cuando la legión se detenía, los legionarios construían una especie de fortaleza improvisada, denominada campamentus. La primera acción consistía en que un agrimensor trazara dos líneas que se cortaban en ángulo recto, donde se colocaba una estaca con una bandera blanca, signo que determinaba el centro exacto del campamento. En ese lugar, se levantaba la tienda del pretor. Alrededor, se trazaba un cuadrado de 60 m de lado, donde se construía el altar de los sacrificios, el tribunal, el tesoro, la intendencia y la plaza, lugar donde el general convocaba a los soldados (forum). Luego, se trazaba el recinto exterior con la forma de otro cuadrado mayor, según la cantidad de tropa a alojar. En los bordes externos, se cavaba un foso ancho y profundo. Con la tierra extraída, se formaba, en el lado interno, un talud (agger), al que se le introducían estacas unidas terminadas en punta, que servían como empalizada. La empalizada tenía cuatro entradas (porta) en sus mitades, con una calle principal de 30 m de ancho, paralela al probable lugar donde se encontraba el enemigo. En la mitad más cercana al enemigo, se ubicaban las tiendas del general, las de sus oficiales superiores, las de los legionarios distinguidos y las de sus respectivos auxiliares. En la mitad posterior, acampaban los soldados de dos legiones en el centro, y las dos alas de aliados en cada extremo. Los soldados acampaban en pares de tiendas, con las puertas hacia una calle que era perpendicular a la principal, de modo que pudieran alistarse y armarse rápidamente sobre aquella. Los soldados se agrupaban en tiendas de ocho personas llamadas contubernios. Entre las tiendas y la empalizada se dejaba un espacio de 45 m, destinado al ganado obtenido como botín, a los animales de carga y a los caballos.
La seguridad, durante el día, se practicaba colocando delante de cada puerta, centinelas del grupo de los vélites (infantería ligera). Durante la noche y cuando debía cumplirse un intervalo fijo llamado vigilia, se retiraban los centinelas al toque de una cornamusa. Los soldados de caballería recorrían el perímetro, enlazando los puestos de cada entrada.
LA DISCIPLINA
Ciertamente, la disciplina era sumamente severa, mucho más exigente que la practicada en cualquier otra organización militar de su época. Al salir de Roma, el juramento de fidelidad que hacían todos los soldados hacia su general, le otorgaba a éste un poder absoluto sobre la vida y la muerte de aquéllos. Tal poder se denominaba imperium. Como ejemplo de las faltas habituales, se contaban las siguientes:
- Dormirse estando de centinela.
- Abandonar el puesto en combate.
- Desobedecer una orden del cónsul.
A cualquiera de estas faltas se las castigaba con la pena capital, ejecutada de dos maneras. La primera, consistía en atar al condenado a un poste y azotarlo con las varas del fascio, para luego cortarle la cabeza con el hacha. La segunda se concretaba haciendo pasar al condenado entre dos filas de legionarios, quienes lo golpeaban hasta morir.
Cuando se debía castigar a todo un cuerpo de tropas y no se podía eliminarlo al completo, el general elegía a un individuo de cada diez, para que fuese ejecutado. A este procedimiento se lo denominaba diezmar. La cantidad de hombres a seleccionar podía llegar hasta cinco, en este caso, dicha acción se denominaba quinteo.
EL ENTRENAMIENTO
En tiempo de paz, estando en Roma o en las cercanías de algún río, el entrenamiento consistía en correr y saltar con el armamento, arrojar la lanza y hacer esgrima con la espada. Al finalizar esta parte del entrenamiento, los soldados debían arrojarse al río Tíber y cruzarlo a nado, sin armamento. En campaña, se ejercitaban una vez al día en marchas y maniobras de conjunto, para aprender a alinearse y a cambiar de frente en el campo de combate.
UBICACION DEL PODER DE COMBATE
En la época del Imperio, se contó, básicamente, con 25, y luego con 30 legiones de ciudadanos. Cada una de estas legiones estaba compuesta por 6.000 hombres, y dividida en cohortes de 600 legionarios. En el territorio interior, formado por las cuatro provincias de las Galias (territorios actuales de Italia y Francia) no había más tropas que las escoltas de los gobernadores (1.200 hombres, aproximadamente). Las legiones estaban agrupadas en las diferentes fronteras. Cada provincia tenía su pequeño ejército, establecido en un campamento fijo y fortificado. En dicho lugar, los soldados pasaban, al menos, todo el invierno. Allí, el comandante tenía su tribunal. Por su parte, el comandante era, a su vez, el gobernador de la provincia.
Las fuerzas estaban distribuidas en el imperio, según las necesidades presentadas por cada sector geográfico:
-Al Oeste de España, un ejército formado por tres legiones.
-Al Sur de África, un pequeño ejército de una sola legión.
-Al Este (Medio Oriente), un ejército de tres legiones (en la Provincia de Siria-Antioquia).
-Al Norte, la frontera se dividía por sectores que defendían el río Rin y el río Danubio.
A su vez, el ejército del río Rin estaba formado por ocho legiones divididas en dos: el cuerpo de la baja Germania (desde su desembocadura hasta las montañas), y el cuerpo de la Alta Germania (el resto del río hasta el lago Constanza).
Desde fines del siglo I d.C., el ejército del río Danubio -al principio inferior al del río Rin- estuvo formado por más de ocho legiones. Este ejército estaba dividido en cuatro provincias: la Iliria y Dalmacia -en las montañas-, la Panonia -en la llanura húngara- (cuerpo principal y barco de guerra), y la Mesia (hoy Bulgaria) -entre los Balcanes y el Danubio-.
Las legiones originales contaban con 4.200 hombres, llegando hasta los 6.000 elementos en sus últimas épocas.
CONCLUSIONES
Esta maquinaria bélica sostuvo las operaciones militares de un imperio por casi 500 años. Sin duda, estas lecciones que nos brinda la historia no deben desestimarse en el presente, de tal manera que el sistema de estas acciones permitan alcanzar la eficacia y eficiencia del accionar futuro, donde cada hombre que integre las filas del Ejército alcance la excelencia en su profesión militar.
No en vano el presidente Avellaneda, en la conmemoración de la Batalla de Maipo, expresó lo siguiente: “Los pueblos que olvidan sus tradiciones pierden la conciencia de sus destinos, y los que se apoyan sobre tumbas gloriosas son los que mejor preparan el porvenir”.
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BIBLIOGRAFIA CONSULTADA
DURANT, Williams – “Héroes de la Historia” – Editorial Sudamericana – Buenos Aires - Argentina – 2003.
GONZALEZ CRESPO, Jorge – “La Legión Romana SPQR” – Círculo Latino Edit - Barcelona – España – 2003.
JOHNSON, Paul – “La historia del cristianismo” – Javier Vergara Editor S.A – Buenos Aires – Argentina – 2003.
LARTEGUY, Jean – “Los Centuriones” – Edit. EMECE – Buenos Aires– Argentina – 1968.
MANFREDI, Valerio Máximo – “La última Legión” - Grijalbo Mandadori, S.A – Barcelona – España – 2004
Por el Cnl Omar Locatelli y Leticia Dalmasso
La cultura romana ha trascendido hasta nuestros días en la naturaleza de un gran número de disciplinas. También en el plano militar ha sido generadora de ejemplos, teniendo en cuenta la organización, el comando y el control, los procedimientos de combate actuales, y hasta su entrenamiento y disciplina. Recordemos, entonces, a través de la historia de la legión, la forma de vida de un soldado legionario, integrante de uno de los primeros emprendimientos bélicos exitosos.
“Nos habían dicho, al abandonar la tierra madre, que partíamos para defender los derechos sagrados de tantos ciudadanos allá lejos asentados, de tantos años de presencia y de tantos beneficios aportados a pueblos que necesitaban nuestra ayuda y nuestra civilización.
“Hemos podido comprobar que todo era verdad, y porque lo era, no vacilamos en derramar el tributo de nuestra sangre, en sacrificar nuestra juventud y nuestras esperanzas. No nos quejamos; pero, mientras aquí estamos impulsados por este espíritu, me dicen que en Roma se suceden conjuras y maquinaciones, que florece la traición y que muchos, cansados y conturbados, prestan complacientes oídos a las más bajas tentaciones de abandono vilipendiando así nuestra acción.
“No puedo creer que todo esto sea verdad, y sin embargo las guerras recientes han demostrado hasta qué punto puede ser perniciosa tal situación y hasta dónde puede conducir.
“Te lo ruego, tranquilízame lo más pronto posible y dime que nuestros conciudadanos nos comprenden, nos sostienen y nos protegen como nosotros protegemos la grandeza del Imperio.
“Si ha de ser de otro modo, si tenemos que dejar vanamente nuestros huesos calcinados por las sendas del desierto, entonces, ¡Cuidado con la ira de las legiones!”
Marcus Flavinius, Centurión de la segunda cohorte de la legión Augusta, a su primo Tertulio en Roma.
Esta intrigante carta, prólogo de una apasionante novela, despierta la necesidad de investigar si esa maquinaria bélica tan mentada a través del tiempo, fue realmente un ejemplo de organización que sirvió de base a la evolución del pensamiento militar posterior.
HISTORIA DE LA LEGION
Esta unidad de combate tuvo su origen, como necesidad inmediata de defensa, en forma paralela al nacimiento de Roma. Se calcula que fue fundada por Rómulo en el 754 a.C., en el monte Palatino. En ese mismo momento, al otro lado del río Tíber, en el llamado campo de Marte, comenzaron a reunirse quienes le darían protección armada: su ejército.
También el rey entendió, como hecho necesario, que era él quien debía “mandar al ejército” en la guerra. Para ello hizo su primera selección, tendiente a organizar las fuerzas, separando los patricios de los plebeyos.
Los patricios formaban estirpes (gens), conocidos como grupos de familias aristocráticas con una ascendencia común. Diez gens formaban una curia y diez curias formaban una tribu. Los jefes de las gens patricias constituían, a su vez, el Senado o Consejo de Ancianos, integrado por 300 miembros.
Los plebeyos eran la tribu formada por los pueblos conquistados, considerados hombres libres. Sin embargo, no ejercían derechos ciudadanos, e inclusive no podían servir en el ejército. Fue Servio Tulio, rey de Roma, en el siglo IV a.C., quien permitió el acceso de los plebeyos al servicio militar, dividiendo a la comunidad en cinco categorías o clases. En esta ocasión, fueron los patricios los que aportaban la mayoría de hombres. Por su parte, las asambleas de soldados seleccionaban los combatientes, agrupándolos en formaciones de alrededor de cien personas llamadas Centurias.
Cuando en el 510 a.C. Roma pasó a ser república, en el inicio de las reuniones de centurias, el pueblo solía elegir a dos cónsules entre los patricios. Este cargo, durante tiempo de paz, duraba un año, al cabo del cual se le podía solicitar al cónsul elegido, una rendición de cuentas, si éste hubiera cometido crímenes o abusos. En cambio, durante el tiempo de guerra, los cónsules tenían poder ilimitado.
El cónsul, luego de ser elegido, se dirigía al Capitolio, precedido por los lictores que llevaban un hacha, atada con doce varas, llamada fascio. Este atributo indicaba que el cónsul elegido por el pueblo, tenía el derecho de castigar hasta imponer la pena capital, utilizando, para proceder a la decapitación, desde las varas de madera hasta el hacha. Dentro de la función militar, también poseía el poder supremo para imponer la estrategia, las operaciones y la conducción política de la batalla. Asimismo, del cónsul (comandante en jefe), dependían los pretores (praetorium), quienes eran los conductores militares (generales) del combate.
En el 494 a.C., una rebelión de los plebeyos en contra de los patricios hizo surgir la figura de quien defendería sus derechos: el tribuno popular (tribunum militum). El poder del tribuno popular llegaba a tal punto, que podía revocar órdenes consulares y de otros magistrados, excepto las de militares en combate.
Fue a partir del 402 a.C., cuando se dispuso que todo ciudadano rico, para ser admitido en la conducción del ejército, debía realizar veinte campañas en favor del estado. Y esta disposición tuvo tal importancia, que mientras dicho ciudadano no la cumpliera, permanecía bajo las órdenes del cónsul desde los 17 hasta los 46 años.
A partir del siglo III a.C., el Tribuno adquirió grado y preponderancia dentro de la estructura militar, pero siempre por debajo de cónsules y pretores.
Cuando se presentaba la necesidad de organizar fuerzas militares, el cónsul ordenaba que todos los ciudadanos con recursos aptos para el servicio, se reunieran en el Capitolio. Los tribunos elegían el número de hombres necesarios para el ejército de ese momento. El procedimiento consistía en elegir un hombre de cada una de las 35 tribus; esta acción se repetía hasta escoger la misma cantidad por cada tribu. Todo ciudadano debía contestar al oír su nombre, y el tribuno tenía derecho a escogerlo según su criterio.
La vinculación del ciudadano para convertirse en soldado era su juramento (sacramentum), a través del cual se establecía obediencia al cónsul y lealtad para permanecer en las filas, hasta que el jefe los eximiera de su juramento. Este acto era de tal magnitud e importancia, que se cumplía en forma individual. Cuando el peligro era inminente, la masa de soldados juraba al unísono y al mismo tiempo. Este acto se denominaba conjuratio.
Tal alistamiento, primero llamado dilectus (elección), derivó en la unidad de combate por excelencia del aparato militar romano: la legión.
LA ORGANIZACION
La legión estaba integrada por formaciones subordinadas más pequeñas, llamadas cohortes. Las primeras legiones estaban constituidas por diez cohortes. Cada cohorte, a su vez, estaba integrada por seis centurias.
La centuria fue compuesta, inicialmente, por 80 hombres, y comandada por un centurión y un segundo oficial. A su vez, se dividía en fracciones más pequeñas llamadas manípulos.
La primera cohorte era la única excepción en número de soldados. En efecto, contaba con centurias de 160 hombres, porque era la responsable de la guardia pretoriana. Esto significaba brindar la seguridad necesaria al pretor comandante de la legión. Esta cohorte era comandada por un legado (auxiliar del general), llamado legatus legionis.
LOS COMANDANTES
El cónsul designado era el mayor de los generales, pues podía comandar hasta dos legiones del ejército en campaña. El comando operativo (actual segundo comandante y jefe de estado mayor) de la legión estaba a cargo del legado, asistido por seis tribunos, quienes constituían su estado mayor, con capacidad para su reemplazo o para comandar otra legión como legado. A su vez, el legado tenía un prefecto de campo (praefectus castrorum) quien era el centurión más antiguo, surgido de la primera cohorte llamada primus pilus, porque era la primera en entrar en combate. Este oficial, quien debía contar con 25 años de experiencia como mínimo, era el responsable del funcionamiento de todos los apoyos para el combate, y el tercero en el comando de la legión. Los centuriones de la primera cohorte eran los más antiguos. A su vez, el comandante de la primera centuria de la primera cohorte, era el equivalente del moderno encargado de unidad. En la época imperial, cada cohorte tenía como jefe a un prefecto (praefectus). La legión regular contaba con 60 centuriones, cuyo rol central era el comando y control de cada centuria.
Los cónsules, pretores y legados vestían una gran capa o túnica (de color rojo o púrpura), cuyos bordes estaban cosidos con hilos dorados. En el estado mayor se encontraban los tribunos (seis en cada legión), quienes asesoraban en las operaciones dentro del campo de batalla, como paso previo al inicio de su propia carrera política. El tribuno jefe (tribunus laticlavius) era, generalmente, un aristócrata que cumplía un corto período de servicio militar antes de entrar al Senado; debía contar con 25 años de edad. Este tribuno vestía solamente una túnica color rojo con una amplia franja púrpura en los bordes. Los restantes cinco tribunos (tribunus angusticlavius) pertenecían a la clase media alta, y se ocupaban de tareas administrativas; llevaban en su túnica, una estrecha franja púrpura.
LOS JEFES
Los centuriones eran legionarios que habían sido elegidos entre sus pares, por su capacidad para conducir guerreros en el combate. En la época imperial, pasaron a ser designados por el mismo legado, o eventualmente, por el cónsul. Las jerarquías de los centuriones de la primera cohorte se ordenaban de la siguiente manera: primus pilus, princeps, hastatus, princeps posterior, y hastatus posterior. Esta cohorte estaba constituida por cinco centurias dobles, cuyos centuriones eran conocidos como primi ordines, con rango superior al de los restantes centuriones. El rango de primus pilus era el objetivo primordial de todo legionario, ya que, cumplidas sus funciones durante un año, en el siguiente ascendía a un cargo superior, o bien se retiraba.
En el resto de las cohortes (de la segunda a la décima), los rangos de los seis centuriones eran los siguientes: pilus prior, pilus posterior, princeps prior, princeps posterior, hastatus prior y hastatus posterior. Los grados guardaban relación con el tipo y lugar de legionarios que comandaban en combate. De cada centurión, dependía, a su vez, un principalis y un portaestandarte. Los principales eran los lugartenientes de los centuriones (oficiales ejecutivos). Los portaestandartes se dividían en aquilifer y en signifer. El primero llevaba el águila estandarte de la legión. Digamos al respecto que la legión contaba con un solo estandarte. El segundo, además de ser el tesorero de la centuria, llevaba el estandarte del manípulo, que representaba la centuria.
Otros cargos de la legión eran:
• Los cornicens: hacían sonar las cornetas para transmitir las órdenes.
• Los tesserari: depositarios y responsables de las contraseñas, por ser los comandantes de la guardia.
• Los frumentari: oficiales responsables de interpretar la información obtenida, fuese del enemigo o del terreno.
• Los quaestionari: torturadores responsables de obtener información de los enemigos capturados.
• Los speculatores: originalmente, los espías; también cumplían funciones de mensajeros o estafetas.
• Los munitor: zapadores encargados de dirigir las construcciones.
Los centuriones y otros oficiales llevaban en sus cascos penachos de crin, denominados crista, para que pudieran ser distinguidos perfectamente y ser seguidos sin inconvenientes.
LOS COMBATIENTES
Infantería
Se dividía en dos tipos:
• Velitas o ligeros: armados con un casco de bronce -que inicialmente era de cuero-, un escudo redondo y pequeño llamado parma, y una lanza corta o venablo. Combatían aparte, detrás, o a los costados de la legión.
• Legionarios: soldados regulares que vestían armadura completa compuesta por:
-Una coraza (lorica) hecha con anillos de hierro o escamas de bronce, sin mangas; cubría todo el cuerpo hasta las piernas.
-Un casco (galea) de bronce, que luego fue de hierro.
-Un escudo (scutum), mucho más largo que ancho, de madera y cuero, con bordes de bronce o de hierro.
-Una espada (gladius) corta y puntiaguda, de 63 cm.
-Una lanza (pilum) de madera terminada en punta de hierro, de 2 m de largo.
-Una pica no arrojadiza, usada sólo por los triari de la tercera fila.
A los soldados se los armaba e instruía según el lugar que ocupaban en la formación, denominándoselos entonces:
- Hastatus (primera fila).
- Princeps o clasicii (segunda fila).
- Triari o vilanii (tercera fila).
- Rorarios o ascencii.
Los manípulus (manípulos) de los hastatus y de los princeps estaban compuestos, originariamente, por 120 hombres. En consecuencia, su centuria contaba con más de 200 hombres. Los triari y los rorarios formaban manípulos compuestos por 60 hombres, que llegaban a organizar centurias de más de 100 hombres.
Caballería
En un principio, estaba constituida por una reducida tropa de jinetes, formada exclusivamente por jóvenes patricios y ricos. Luego, los generales prefirieron retener a estos jóvenes a su lado, considerándolos oficiales de estado mayor. A partir de ese momento ya no hubo jinetes romanos, por lo cual la caballería quedó conformada, exclusivamente, por extranjeros.
El armamento de los jinetes consistía en lóricas, espada y lanza, ambas largas. Montaban sin estribos sobre caballos de poca alzada, lo que les impedía realizar cargas. A aquellos jinetes que usaban solamente lanzas (contus), se los llamó contarii.
Los primeros agrupamientos sumaban 500 jinetes, llamados alae. Luego del siglo I d.C., al comprobar su eficacia, se incrementó su número a 1.000 hombres, divididos en secciones (turmae) de 35 jinetes, con un jefe al mando (decurión). Al comando de cada alae, se colocó un prefecto romano, quien las hacía actuar en forma independiente, a los costados del ataque o en la retaguardia enemiga.
Más tarde se desarrolló la caballería ligera, generalmente denominada norafricanus, casi sin defensas corporales, cuyos integrantes cabalgaban sin ayuda de bridas. Posteriormente, se combinaron los vélites ligeros de infantería con los jinetes ligeros o acorazados, con la finalidad de formar grupos de combate llamados cohortes equitatae.
Artillería
Fue César quien introdujo, en sus legiones, 30 ballestas y catapultas, ya que consideró que esta “artillería de campo” era capaz de infligir daños mayores, antes, durante y después del combate. Los primeros artilleros eran los denominados armeros, especialistas encargados de construir catapultas denominadas onager, para lanzar proyectiles redondos, y las ballistas, que arrojaban lanzas y proyectiles rectos.
LAS ESTRATEGIAS
Las dos funciones principales de la legión consistían en combatir, de manera análoga a la de una máquina de precisión militar, con la finalidad básica de aniquilar al enemigo, o constituirse en ingenieros de combate para construir (incluso bajo ataque enemigo) puentes, caminos, fortificaciones y acueductos.
En el 102 a.C., se editó un manual militar que incluía todos los procedimientos de combate y su entrenamiento. También apareció un estatuto del legionario, que trataba de resolver, otorgando la debida protección, los problemas creados a raíz de la dispersión de los soldados, en relación al poder ostentado por los magistrados, en las diferentes provincias donde actuaba la legión.
El manual militar fijaba tres actividades principales: el combate, la marcha y la fortificación (para las pausas entre las dos primeras).
Pasaremos a describir tales actividades
El combate:
Producido el combate, la legión se ubicaba en masa, dividida en tres líneas, cada una de ellas separada por un gran espacio. A su vez, cada línea estaba formada por tres filas, colocadas una detrás de la otra. Tanto la primera fila -formada por los soldados llamados hastatus- como la segunda -integrada por princeps-, portaban una espada corta y una lanza larga (pilum). Esta lanza era una jabalina arrojadiza de mango de madera de 1,33 m, terminada en un tramo de hierro en punta, todo lo cual sumaba un largo de casi 2 m. Después de las Guerras Púnicas contra los cartagineses, los romanos adoptaron la espada española (gladius hispanicus), puntiaguda y corta, de casi 63 cm. Además, los soldados estaban protegidos por su casco y por su escudo cilíndrico, que los cubría desde los ojos hasta las pantorrillas. La componente de la tercera fila, conformada por soldados denominados triari, portaban la misma espada que los anteriores, más una pica que conservaban en la mano. Cada una de las tres líneas se dividía, por su parte, en diez grupos (manípulos), denominados así por la insignia que los diferenciaba, consistente en una gavilla de hierro llamada manipulum.
La técnica de ataque consistía en un procedimiento original de combate, cuya función era esperar el avance enemigo, hasta que sus elementos estuvieran a 20 m de su primera línea. Entonces, cuando el avance enemigo se acercaba a dicha distancia, a la primera fila se le impartía la orden de arrojar la pilum. En tanto, si el enemigo que avanzaba se detenía o vacilaba, la segunda fila lanzaba su arma. Antes del choque, se impartía la orden de atacar, tratando de impedir que el empuje enemigo se recibiera en una posición estática. Asimismo, antes del contacto, y si era necesario teniendo en cuenta la ferocidad del enemigo, se arrojaba el escudo contra un adversario, para luego apuñalarlo con la espada. A los legionarios, se les enseñaba a atacar apuntando a un punto vulnerable del combatiente: debajo de los brazos, o bien, si ello no se cumplía, en cualquier lugar del cuerpo del enemigo. Con una herida de 10 cm, bastaba para matar o dejar fuera de combate al contrincante. Cuando la primera línea era insuficiente o no podía concretar el avance, la segunda atacaba a través de los espacios dejados por la anterior. La primera se replegaba detrás de la tercera, para reabastecerse de lanzas y escudos. En uno o en ambos costados de la legión, las tropas aliadas combatían, formando dos alas (alae). Llevaban las mismas armas que los legionarios, pero se organizaban en tropas más numerosas. A partir del 350 a.C., se incrementó el número de las legiones, a través del suministro de tropas por parte de todos los pueblos de Italia, cuyos hombres eran incorporados como aliados o auxilia. En el siglo II a.C., se modificó la forma de combate de los aliados. Para el mismo, se alistó entonces a los manípulos, con menos fondo y con más hombres. Esta organización y la disciplina de combate que le imprimían sus centuriones, hicieron que el movimiento de reemplazo, otorgara una formidable ventaja para enfrentar a enemigos sin disciplina ni método (bárbaros).También fue la causa por la que pequeñas fuerzas, bajo un comando centralizado y fuerte, pudieran derrotar, durante muchos años, a enemigos con grandes cantidades de combatientes.
La marcha:
Durante la campaña, la marcha se ejecutaba en columna, con el siguiente orden:
• VANGUARDIA: conformada por una avanzada de soldados aliados y comandada por un oficial romano. El resto de los aliados conformaba una de las dos alas.
• CUERPO PRINCIPAL:, primera legión, seguida de sus bagajes, y segunda legión, seguida por sus bagajes.
• RETAGUARDIA: la otra ala de los aliados.
En su posición y diariamente, se alternaban las legiones y las alas. Por tal razón, si se suponía un ataque enemigo o se avanzaba en busca del enemigo, se marchaba en cuadro, colocando los bagajes entre las dos legiones, con las alas desplegadas a los costados.
Para la marcha, todo legionario cargaba sus armas, su mochila, un hacha, una sierra, una estaca con punta, y víveres para varios días, cuyo peso, aproximadamente, alcanzaba los 20 kg.
La fortificación:
Cuando la legión se detenía, los legionarios construían una especie de fortaleza improvisada, denominada campamentus. La primera acción consistía en que un agrimensor trazara dos líneas que se cortaban en ángulo recto, donde se colocaba una estaca con una bandera blanca, signo que determinaba el centro exacto del campamento. En ese lugar, se levantaba la tienda del pretor. Alrededor, se trazaba un cuadrado de 60 m de lado, donde se construía el altar de los sacrificios, el tribunal, el tesoro, la intendencia y la plaza, lugar donde el general convocaba a los soldados (forum). Luego, se trazaba el recinto exterior con la forma de otro cuadrado mayor, según la cantidad de tropa a alojar. En los bordes externos, se cavaba un foso ancho y profundo. Con la tierra extraída, se formaba, en el lado interno, un talud (agger), al que se le introducían estacas unidas terminadas en punta, que servían como empalizada. La empalizada tenía cuatro entradas (porta) en sus mitades, con una calle principal de 30 m de ancho, paralela al probable lugar donde se encontraba el enemigo. En la mitad más cercana al enemigo, se ubicaban las tiendas del general, las de sus oficiales superiores, las de los legionarios distinguidos y las de sus respectivos auxiliares. En la mitad posterior, acampaban los soldados de dos legiones en el centro, y las dos alas de aliados en cada extremo. Los soldados acampaban en pares de tiendas, con las puertas hacia una calle que era perpendicular a la principal, de modo que pudieran alistarse y armarse rápidamente sobre aquella. Los soldados se agrupaban en tiendas de ocho personas llamadas contubernios. Entre las tiendas y la empalizada se dejaba un espacio de 45 m, destinado al ganado obtenido como botín, a los animales de carga y a los caballos.
La seguridad, durante el día, se practicaba colocando delante de cada puerta, centinelas del grupo de los vélites (infantería ligera). Durante la noche y cuando debía cumplirse un intervalo fijo llamado vigilia, se retiraban los centinelas al toque de una cornamusa. Los soldados de caballería recorrían el perímetro, enlazando los puestos de cada entrada.
LA DISCIPLINA
Ciertamente, la disciplina era sumamente severa, mucho más exigente que la practicada en cualquier otra organización militar de su época. Al salir de Roma, el juramento de fidelidad que hacían todos los soldados hacia su general, le otorgaba a éste un poder absoluto sobre la vida y la muerte de aquéllos. Tal poder se denominaba imperium. Como ejemplo de las faltas habituales, se contaban las siguientes:
- Dormirse estando de centinela.
- Abandonar el puesto en combate.
- Desobedecer una orden del cónsul.
A cualquiera de estas faltas se las castigaba con la pena capital, ejecutada de dos maneras. La primera, consistía en atar al condenado a un poste y azotarlo con las varas del fascio, para luego cortarle la cabeza con el hacha. La segunda se concretaba haciendo pasar al condenado entre dos filas de legionarios, quienes lo golpeaban hasta morir.
Cuando se debía castigar a todo un cuerpo de tropas y no se podía eliminarlo al completo, el general elegía a un individuo de cada diez, para que fuese ejecutado. A este procedimiento se lo denominaba diezmar. La cantidad de hombres a seleccionar podía llegar hasta cinco, en este caso, dicha acción se denominaba quinteo.
EL ENTRENAMIENTO
En tiempo de paz, estando en Roma o en las cercanías de algún río, el entrenamiento consistía en correr y saltar con el armamento, arrojar la lanza y hacer esgrima con la espada. Al finalizar esta parte del entrenamiento, los soldados debían arrojarse al río Tíber y cruzarlo a nado, sin armamento. En campaña, se ejercitaban una vez al día en marchas y maniobras de conjunto, para aprender a alinearse y a cambiar de frente en el campo de combate.
UBICACION DEL PODER DE COMBATE
En la época del Imperio, se contó, básicamente, con 25, y luego con 30 legiones de ciudadanos. Cada una de estas legiones estaba compuesta por 6.000 hombres, y dividida en cohortes de 600 legionarios. En el territorio interior, formado por las cuatro provincias de las Galias (territorios actuales de Italia y Francia) no había más tropas que las escoltas de los gobernadores (1.200 hombres, aproximadamente). Las legiones estaban agrupadas en las diferentes fronteras. Cada provincia tenía su pequeño ejército, establecido en un campamento fijo y fortificado. En dicho lugar, los soldados pasaban, al menos, todo el invierno. Allí, el comandante tenía su tribunal. Por su parte, el comandante era, a su vez, el gobernador de la provincia.
Las fuerzas estaban distribuidas en el imperio, según las necesidades presentadas por cada sector geográfico:
-Al Oeste de España, un ejército formado por tres legiones.
-Al Sur de África, un pequeño ejército de una sola legión.
-Al Este (Medio Oriente), un ejército de tres legiones (en la Provincia de Siria-Antioquia).
-Al Norte, la frontera se dividía por sectores que defendían el río Rin y el río Danubio.
A su vez, el ejército del río Rin estaba formado por ocho legiones divididas en dos: el cuerpo de la baja Germania (desde su desembocadura hasta las montañas), y el cuerpo de la Alta Germania (el resto del río hasta el lago Constanza).
Desde fines del siglo I d.C., el ejército del río Danubio -al principio inferior al del río Rin- estuvo formado por más de ocho legiones. Este ejército estaba dividido en cuatro provincias: la Iliria y Dalmacia -en las montañas-, la Panonia -en la llanura húngara- (cuerpo principal y barco de guerra), y la Mesia (hoy Bulgaria) -entre los Balcanes y el Danubio-.
Las legiones originales contaban con 4.200 hombres, llegando hasta los 6.000 elementos en sus últimas épocas.
CONCLUSIONES
Esta maquinaria bélica sostuvo las operaciones militares de un imperio por casi 500 años. Sin duda, estas lecciones que nos brinda la historia no deben desestimarse en el presente, de tal manera que el sistema de estas acciones permitan alcanzar la eficacia y eficiencia del accionar futuro, donde cada hombre que integre las filas del Ejército alcance la excelencia en su profesión militar.
No en vano el presidente Avellaneda, en la conmemoración de la Batalla de Maipo, expresó lo siguiente: “Los pueblos que olvidan sus tradiciones pierden la conciencia de sus destinos, y los que se apoyan sobre tumbas gloriosas son los que mejor preparan el porvenir”.
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BIBLIOGRAFIA CONSULTADA
DURANT, Williams – “Héroes de la Historia” – Editorial Sudamericana – Buenos Aires - Argentina – 2003.
GONZALEZ CRESPO, Jorge – “La Legión Romana SPQR” – Círculo Latino Edit - Barcelona – España – 2003.
JOHNSON, Paul – “La historia del cristianismo” – Javier Vergara Editor S.A – Buenos Aires – Argentina – 2003.
LARTEGUY, Jean – “Los Centuriones” – Edit. EMECE – Buenos Aires– Argentina – 1968.
MANFREDI, Valerio Máximo – “La última Legión” - Grijalbo Mandadori, S.A – Barcelona – España – 2004