Omaha La playa sangrienta.
Gracias a la leyenda de Omaha, así como a las operaciones del Día D, cada año se reúnen en Normandía miles de recreadores históricos que buscan evitar que se olvide la tragedia que allí ocurrió.
Durante toda la noche previa al desembarco, miles de bombarderos dejaron caer sus bombas sobre las defensas alemanas. Pero en Omaha, la precisión de bombardeo no fue efectiva, pues los pilotos se enfrentaron a una densa niebla y grandes acumulaciones de nubes, por lo cual, soltaron sus bombas segundos antes o después de lo necesario. El resultado fue catastrófico para los aliados: las 13,000 bombas explotaron a unos kilómetros de las playas sin dañar su objetivo.Al amanecer, una densa nube de humo resultado del bombardeo, impedía la vista de la playa desde las naves aliadas, por lo tanto, el bombardeo de los buques también fue errático en alcanzar sus objetivos en el Muro del Atlántico. Los alemanes estaban espantados del bombardeo, pero en términos prácticos las bajas fueron muy pocas y sus armas seguían funcionando.
El ataque fue dirigido por el General Leonard T. Gerow, jefe del 5º ejército, y por Omar N. Bradley, comandante del 1er ejército.Mientras las primeras lanchas recorrían la distancia entre los buques nodriza y la playa (la cual se completaba aproximadamente en una hora) los soldados empezaron a entender que tendrían que conquistar la región sin ayuda. En primer lugar, porque la mayoría de los nuevos ingenios acorazados (unos supuestos carros de combate anfibios que debían dar cobertura a la infantería en Omaha) no tardarían en irse a pique. De los 33 carros que debían llegar en vanguardia para servir de cobertura a los combatientes, únicamente 2 alcanzaron su destino.
Las fuerzas aéreas no lo hicieron mejor. Aunque arrojaron sobre las posiciones nazis nada menos que 13.000 bombas media hora antes de la llegada de la primera oleada de infantería, casi ninguna dio en el blanco. Un auténtico desastre.
Cuando se percataron de lo que se les venía encima, los germanos ubicados en las posiciones defensivas de Omaha (unos 1.200) prepararon sus letales ametralladoras MG42 para recibir a los aliados. «La flota de la invasión apareció en el horizonte como una ciudad gigantesca de grandes edificios en el mar, una enorme», determinó posteriormente un cabo primero de la 716ª División de Infantería alemana. No le faltaba razón. Cada barcaza portaba unos 30 hombres, y en su conjunto suponían una imponente visión.
Sin embargo, dentro de las mismas se hallaban hombres temerosos que habían empezado a achicar con sus cascos los vómitos que les había provocado el mareo… y el copioso desayuno que les habían dado esa misma mañana.
Así comenzó el asedio de la fortaleza atlántica de Erwin Rommel: entre miedo y una pestilencia total.
Aproximadamente a las 6:30 de la mañana las rampas de las lanchas de desembarco empezaron a bajar. Los americanos habían llegado a Omaha. Aunque algunas barcazas lograron arrimarse lo suficiente a la costa como para que los soldados no tuviesen que recorrer una gran distancia hasta pisar la húmeda arena gala, la mayoría quedaron detenidas bastante antes. Muchos combatientes se vieron obligados a caminar con agua hasta la cintura. Una dificultad más en aquella vorágine de destrucción que les convirtió –más todavía- en un blanco perfecto para las ametralladoras germanas.
La zona, posteriormente conocida como la «playa sangrienta», se convirtió entonces en un auténtico matadero. En el «sector Charlie», una de las múltiples secciones en las que se dividió Omaha para organizar el desembarco, dos barcazas de la compañía Able del 116º Regimiento (perteneciente a la 29ª División) fueron totalmente exterminadas por las balas alemanas.
Las oleadas de ataque continuaron llegando, y el fuego alemán prácticamente no había disminuido en intensidad y contaban con 17 puntos de defensa, incluyendo 8 puntos fortificados, muros antitanques, campos minados, nidos de ametralladoras, lanzallamas, morteros y varios tipos de armas.Las tropas desembarcadas buscaban como refugio los muros antitanques que en ciertos lugares llegaban a medir hasta 185 metros de largo.
Los soldados aliados estaban obligados a permanecer acostados en esta zona para no ser blanco fácil del fuego alemán. Sin embargo, las bombas alemanas se dirigían principalmente a esta sección, causando de todas maneras muchas muertes en esta zona de escasa protección.
La playa se empezó a llenar de equipo y soldados destrozados por las balas y las bombas. La marea comenzó a subir arrastrándolos más cerca del muro, y muchos de los soldados heridos que se quedaron a la mitad de la playa murieron ahogados antes de que pudieran rescatarlos.
Los sobrevivientes de las primero cinco oleadas trataban de sobrevivir un infierno. Los francotiradores alemanes dedicaron sus esfuerzos a eliminar a los oficiales y a los soldados que dieran señas de tomar el mando en su lugar. Los morteros enfocaron el fuego en los vehículos que alcanzaban a tocar tierra…cualquier movimiento parecía imposible.
El General Bradley observaba el desarrollo del desembarco con sus binoculares desde el crucero USS Augusta. El reporte de la Marina era desastroso, las pérdidas demasiado altas.Alrededor de las 11:00, las brechas empezaron a abrirse cada vez más en las líneas enemigas, y cientos de soldados, aturdidos por el ruido y el frío empezaron a atacar a los soldados alemanes que todavía dominaban la playa y seguían disparando.
Para las 4 de la tarde la playa está bajo control aunque continúa el fuego de francotiradores alemanes, dirigidos a las tropas de desembarco y a los heridos que esperaban en la playa a ser evacuados a Inglaterra.
Omaha fue algo más que una contienda. Impactó tanto a la sociedad americana que se convirtió en un símbolo de tenacidad y heroísmo,eso sí, a costa de 2.000 heridos, muertos y desaparecidos.