Hans-Joachim Marseille: “La Estrella de Africa”
Nació en 1919, de familia berlinesa, pero, como lo indica su apellido, con ascendencia
francesa. Su padre había sido, casualmente, piloto de guerra durante el conflicto mundial de
1914-18. No es sorprendente entonces que ya desde joven, Hans-Joachim haya tomado de
su padre la pasión por el vuelo.
En 1938, apenas cumplidos los 19 años, se enlistó como voluntario en la Luftwaffe. Y justo a
tiempo, porque terminó su entrenamiento en las etapas finales de la Batalla de Inglaterra.
En ese momento fue asignado al I/JG27, y logró entrar en combate, con suerte bastante
pareja. Se distinguió de sus compañeros por derribar 4 aeronaves enemigas confirmadas,
más 3 probables. Sin embargo, en ese período fue derribado 3 veces, saliendo siempre ileso.
Desde ese momento, comenzó a hacerse conocido por sus camaradas como un personaje algo oscuro. A diferencia de otros ases alemanes, que siempre fueron carismáticos y llamativos, como hechos a medida para la propaganda de guerra, Hans-Joachim era más silencioso, cerrado, taciturno. Tenía sus ideas bien definidas sobre la guerra y otros asuntos, y era de carácter difícil. Muchos dicen que fue el as alemán más individualista de todos. Tuvo la fortuna de salir vivo muchas veces, pero también de contar con superiores comprensivos, que comprendían que ese tipo de excentricidades tenían que ser toleradas en un as tan grande, que difícilmente aparece así de la nada.
Cuando terminó la Batalla de Inglaterra, el I/JG27 fue transferido a a Austria (en donde agregó nuevos reclutas), luego a Rumania y más tarde a Bulgaria, para seguir la campaña de los Balcanes. Mientras tanto, Marseille ya era Oberfähnrich (aspirante a oficial).
Pero fue en la primavera de 1941 cuando la fama de Marseille comenzó a florecer. En ese año su escuadrilla fue transferida a los lejanos territorios africanos, un escenario hasta hacía poco impensado para una guerra europea. Allí en el desierto, Marseille forjó su leyenda, logrando convertirse en as supremo de las fuerzas del AfrikaKorps.
Esta fuerza, enviada para ayudar a los italianos a luchar contra los ingleses, era comandada por Rommel. Los duelos aéreos de ese teatro son muchas veces ignorados, pero fueron igual de válidos que los del teatro europeo. Sin duda, la aparición de Marseille en parte los hizo más relevantes para los historiadores.
La primera base del I/JG27 fue Ain-el-Gazala. Se les proveyó a todos con los Bf-109E-4N, en su versión tropicalizada. El grupo comenzó sus operaciones el 18 de abril de 1941.
Marseille obtuvo su primera vistoria menos de una semana después, el 23 de abril. En ese momento abatió un Hurricane de la RAF, y el 28 siguiente logró derribar un Blemheim, seguido rápidament por dos Hurricane más, el 30 de abril y el 1 de mayo.
En parte estos logros se deben a que el Bf-109E-4N tropicalizado era mejor a todo lo que tuviera la RAF en el aire africano. Era superior en velocidad lineal y en potencia de fuego, y el Hurricane solamente lo superaba en maniobrabilidad. Los P-40, sin embargo, eran netamente inferiores.
Los éxitos del as alemán continuaron llegando. Luego de la batalla de Solum, fue promovido al grado de teniente. En su haber ya tenía 14 victorias confirmadas.
Sin embargo, Marseille no solamente se haría famoso por sus números totales, sino también por la calidad de sus derribos y sus números parciales. El primero de sus «grandes días» fue el 24 de septiembre. Durante la mañana de ese día pudo derribar un Baltimore y 4 Hurricane al mediodía.
Las cosas estaban poniéndose duras para los alemanes, pero eran peores para los pilotos. Se los necesitaba tanto que terminaban agotados. Los siete mese siguientes fueron malos, y el I/JG27 estaba en el extremo. A principio de diciembre de 1941 llegó un grupo nuevo (el II/JG27) para apoyarlo, equipado con los más potentes Bf-109F-2 tropicalizado. Sin embargo, las malas noticias siguieron llegando. Ese mes EE.UU. entró en la guerra, y lo que vendría sería cada vez peor.
En el invierno siguiente, los ingleses llevaron a cabo la famosa Operación Crusader. Ésta dio resultado, obligando a Rommel a tener que hacer largas retiradas. A pesar de eso los intentos por lograr el control de esa parte de África siguieron adelante. El I/JF27, que ahora ya tenía los mismos aviones que el II/JG27, fue llamado a tapar las brechas en el aire.
Terminada la Operación Crusader, Marseille había ya abatido un total de 48 aviones enemigos. Por eso fue condecorado, el 24 de febrero de 1942, con la Cruz de Caballero, y fue luego promovido a Staffel-kapitän (capitán de escuadrilla) en abril de ese año. Se le dio
entonces el mando de la 3º escuadrilla del I/JG27, su grupo de siempre, en donde ya era muy conocido y respetado.
Marseille contempla cómo se pinta en su avión la raya que conmemora su 50º derribo.
Los honores y ascensos no lo hicieron cambiar, y siguió empeñado en dar lo mejor de sí mismo. Volvió al ataque el 3 de junio, abatiendo 6 P-40 del 5º Escuadrón de la Fuerza Aérea Sudafricana. Los pilotos derribados, mal entrenados, se habían cerrado en un círculo defensivo, que teóricamente servía para que cada uno defendiera a los demás. Marseille, muy entrenado y utilizando la mejor maniobrabilidad del Bf-109, logró rápidamente los derribos, y el resto de la formación enemiga se alejó.
Al poco tiempo, Marseille obtuvo su victoria número 91, siendole otorgada la Cruz de Caballero con Hojas de Roble, una de las máximas condecoraciones alemanas. Siguió adelante, alcanzando su victoria número 101 el 17 de junio. Además de la gloria, recibió como premio una licencia, pudiendo viajar a Berlín. Pero también logró que le agregaran las Espadas a su Cruz de Caballero.
Un dato a considerar fue lo bien que le hizo a su salud y estado anímico esta licencia del frente. Su estado físico no era el mejor, ya que cada vez tenía que volar más para mantener a raya a los pilotos aliados, que llegaban en gran número al teatro africano. A veces, los pilotos alemanes eran llamados hasta ocho veces por día, para efectuar misiones de escolta o de intercepción. Para peor, la llegada de refuerzos o de simples reemplazos era cada vez más lejana, estando Alemania superada numéricamente en todos los frentes. Los pilotos estadounidenses a los que los Marseille y sus camaradas enfrentaban, por el contrario, tenían descansos regulares.
Pero eventualmente tiene que volver al frente, y lo hizo en un momento en el que era obvio que el enemigo preparaba un nuevo ataque. Dicen que en los peores momentos, surge lo mejor de cada persona. Marseille hizo que, de los constantes ataques, surgiera su genio como piloto de caza, logrando, en otro de sus «grandes días», un record imbatible.
El 1º de septiembre, escoltando una formación de Stuka, logra abatir en rápida sucesión a tres P-40. Cuando vuela de regreso a la base es atacado por 6 Spitfire qu al parecer fueron atraídos por su avión, el «Amarillo 14», que ya era muy conocido en el área. Ansiosos por abatir a tan formidable enemigo, algunos se descuidan. Marseille espera a que el primer Spitfire esté a apenas 150 metros, hace un viraje repentino y se ubica detrás del último de la formación, derribándolo.
Logra volver a la base, pero dos horas más tarde tiene que escoltar a una nueva formación de Stuka. En ese momento, la formación alemana se enfrenta a una fuerza enemiga de gran importancia: 30 bombarderos y 50 cazas de escolta. De estos últimos, 8 (entre Spitfire y P-40) se lanzan contra los Stuka, lentos objetivos cuyo derribo es casi seguros. Marseille abate rápidamente a tres P-40; los Spitfire se mantienen alejados de los Bf-109. Nuevamente, en el vuelo de regreso, otro ataque, pero esta vez no son ellos los atacados. Hans-Joachim y sus compañeros descubren una formación de P-40 volando por debajo de ellos; están en una posición excelente para ser derribados. El as se lanza en picada, derribando a dos de ellos.
En estas dos misiones, la 3º Staffel de Marseille habían conseguido 12 victorias. Pero no había sido un gran trabajo de equipo: de todas ellas, 8 eran de su capitán.
Pero no todo quedaría así. Durante la tarde de ese día, el grupo tuvo que hacer otra escolta a bombarderos Ju-88. Una nueva formación de P-40 intentó interceptarlos, perdiendo 5 aviones en 6 minutos.
Terminado ese día, Marseille había demostrado sin duda alguna su capacidad. Fue un día muy largo y duro, pero había derribado nada menos que 17 aeronaves enemigas. Su record fue solamente superado por una persona, el piloto alemán Emil Lang, que logró derribar 18 aviones en el frente este, en el mismo lapso de tiempo. Sin embargo, algunos dicen que hay que tener en cuenta, en favor de Marseille, que los pilotos ingleses y estadounidenses estaban mejor preparados que los soviéticos.
Gracias a estos días de varias bajas, Hans-Joachim logró subir el 3 de septiembre, su cuenta a 128 enemigos derribados. Por ello le dieron el honor de condecorarlo con la medalla alemana de mayor categoría, la Cruz de Caballero con Hojas de Roble, Espadas y Diamantes. Se convirtió así en uno de los 27 condecorados durante la guerra.
Pero el ocaso de Marseille se aproximaba. El 15 de septiembre ya había subido su número a 150, pero su estado físico una vez más estaba muy deteriorado. El as, al igual que muchos de sus compañeros de armas, no tenía tiempo suficiente de sueño, y sus comidas eran escasas o malas.
Hacia el 26 de septiembre había añadido 8 aviones más a su cuenta. Se convirtió así en el piloto alemán más exitoso del frente oeste, ya que otros pilotos con más aviones derribados habían participado en otros teatros de guerra. Marseille por el contrario derribó todos sus aviones en suelo europeo o africano, dando lugar a este record.
Pero la carrera de este genial piloto de caza terminó antes de finalizar ese fatídico mes de septiembre de 1943. El día 30, no lo sorprendió un as enemigo, ni un novato con suerte, sino un desafortunado accidente.
Una tubería de aceite de su Bf-109 se rompió, rociando el parabrisas y dejándolo a la deriva. Sin poder ver nada hacia afuera de la cabina, advirtió que la temperatura del motor iba en aumento, y dio por perdido su avión. Con lo justo, trató de acercarlo lo más posible a su campo de aterrizaje, y luego se lanzó en paracaídas. Quiso la mala suerte, tentada por su mal estado físico, que al lanzar se golpeara con la deriva de su propio avión, muriendo aparentemente en el instante.
Aquella era su 482º misión de guerra: había derribado un promedio aproximado de un avión cada tres misiones. Era su tercer ciclo rotativo, que no pudo terminar. Sus camaradas lo echaron mucho de menos, y lo recordaron siempre como un verdadero as del aire. Lo sepultaron allí mismo en el desierto.
Lamentablemente las fotos no puedo subirlas, si alguien quiere se las paso por mail y las sube
Fuente
Casadoresnocturnos.com
Exordio.com
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La habilidad de Joachim no tiene paralelo en la historia humana. La simbiosis hombre-máquina convertían a su avión en un sólo ente que parecía que tuviera vida, o tal vez, era Marseille quien se convertía en una parte indivisible de su máquina. El binomio hombre-máquina se movía con una gracia y precisión que impedía que el contrario pudiera evadirlo y menos enfrentarlo. Su velocidad y movimientos, unas veces con aceleraciones de 3 o 4 veces la gravedad, súbitamente eran reducidos a los limites de sustentación del avión, utilizando flaps para mantener la nave en la posición precisa, para con un ligero movimiento del bastón de mando y acelerador, enfilar la nariz del avión al punto exacto que el elegía. En el preciso momento en que la cabina del enemigo aparecía por décimas de segundo en la mira de sus armas, Marseille simplemente daba unos toques cortos y precisos que enviaban las ráfagas mortíferas que no perdonaban la vida del enemigo.
Marseille dominaba su aparato como ningún piloto lo ha hecho jamás. En esos tiempos, los pilotos británicos adoptaban la formación en círculo para tener mayor protección, pero Marseille gracias a su vista privilegiada, era capaz de iniciar el ataque antes que nadie se percatara, ni si quiera sus propios compañeros, y enfilaba el avión por detrás y debajo del círculo. Derribaba al último avión del círculo, se metía en él, reducía la velocidad hasta el límite giraba el avión y derribaba, uno tras otro, hasta que los ingleses rompían el círculo. Para entonces Marseille ya metía en picada a su me-109, antes que los enemigos se dieran cuenta de lo que había pasado.
De acuerdo a las estadísticas -los alemanes eran prolijos en recopilar los datos- Marseille era capaz de derribar un Hurricane o un P-40 con apenas 15 balas de promedio.
Nació en 1919, de familia berlinesa, pero, como lo indica su apellido, con ascendencia
francesa. Su padre había sido, casualmente, piloto de guerra durante el conflicto mundial de
1914-18. No es sorprendente entonces que ya desde joven, Hans-Joachim haya tomado de
su padre la pasión por el vuelo.
En 1938, apenas cumplidos los 19 años, se enlistó como voluntario en la Luftwaffe. Y justo a
tiempo, porque terminó su entrenamiento en las etapas finales de la Batalla de Inglaterra.
En ese momento fue asignado al I/JG27, y logró entrar en combate, con suerte bastante
pareja. Se distinguió de sus compañeros por derribar 4 aeronaves enemigas confirmadas,
más 3 probables. Sin embargo, en ese período fue derribado 3 veces, saliendo siempre ileso.
Desde ese momento, comenzó a hacerse conocido por sus camaradas como un personaje algo oscuro. A diferencia de otros ases alemanes, que siempre fueron carismáticos y llamativos, como hechos a medida para la propaganda de guerra, Hans-Joachim era más silencioso, cerrado, taciturno. Tenía sus ideas bien definidas sobre la guerra y otros asuntos, y era de carácter difícil. Muchos dicen que fue el as alemán más individualista de todos. Tuvo la fortuna de salir vivo muchas veces, pero también de contar con superiores comprensivos, que comprendían que ese tipo de excentricidades tenían que ser toleradas en un as tan grande, que difícilmente aparece así de la nada.
Cuando terminó la Batalla de Inglaterra, el I/JG27 fue transferido a a Austria (en donde agregó nuevos reclutas), luego a Rumania y más tarde a Bulgaria, para seguir la campaña de los Balcanes. Mientras tanto, Marseille ya era Oberfähnrich (aspirante a oficial).
Pero fue en la primavera de 1941 cuando la fama de Marseille comenzó a florecer. En ese año su escuadrilla fue transferida a los lejanos territorios africanos, un escenario hasta hacía poco impensado para una guerra europea. Allí en el desierto, Marseille forjó su leyenda, logrando convertirse en as supremo de las fuerzas del AfrikaKorps.
Esta fuerza, enviada para ayudar a los italianos a luchar contra los ingleses, era comandada por Rommel. Los duelos aéreos de ese teatro son muchas veces ignorados, pero fueron igual de válidos que los del teatro europeo. Sin duda, la aparición de Marseille en parte los hizo más relevantes para los historiadores.
La primera base del I/JG27 fue Ain-el-Gazala. Se les proveyó a todos con los Bf-109E-4N, en su versión tropicalizada. El grupo comenzó sus operaciones el 18 de abril de 1941.
Marseille obtuvo su primera vistoria menos de una semana después, el 23 de abril. En ese momento abatió un Hurricane de la RAF, y el 28 siguiente logró derribar un Blemheim, seguido rápidament por dos Hurricane más, el 30 de abril y el 1 de mayo.
En parte estos logros se deben a que el Bf-109E-4N tropicalizado era mejor a todo lo que tuviera la RAF en el aire africano. Era superior en velocidad lineal y en potencia de fuego, y el Hurricane solamente lo superaba en maniobrabilidad. Los P-40, sin embargo, eran netamente inferiores.
Los éxitos del as alemán continuaron llegando. Luego de la batalla de Solum, fue promovido al grado de teniente. En su haber ya tenía 14 victorias confirmadas.
Sin embargo, Marseille no solamente se haría famoso por sus números totales, sino también por la calidad de sus derribos y sus números parciales. El primero de sus «grandes días» fue el 24 de septiembre. Durante la mañana de ese día pudo derribar un Baltimore y 4 Hurricane al mediodía.
Las cosas estaban poniéndose duras para los alemanes, pero eran peores para los pilotos. Se los necesitaba tanto que terminaban agotados. Los siete mese siguientes fueron malos, y el I/JG27 estaba en el extremo. A principio de diciembre de 1941 llegó un grupo nuevo (el II/JG27) para apoyarlo, equipado con los más potentes Bf-109F-2 tropicalizado. Sin embargo, las malas noticias siguieron llegando. Ese mes EE.UU. entró en la guerra, y lo que vendría sería cada vez peor.
En el invierno siguiente, los ingleses llevaron a cabo la famosa Operación Crusader. Ésta dio resultado, obligando a Rommel a tener que hacer largas retiradas. A pesar de eso los intentos por lograr el control de esa parte de África siguieron adelante. El I/JF27, que ahora ya tenía los mismos aviones que el II/JG27, fue llamado a tapar las brechas en el aire.
Terminada la Operación Crusader, Marseille había ya abatido un total de 48 aviones enemigos. Por eso fue condecorado, el 24 de febrero de 1942, con la Cruz de Caballero, y fue luego promovido a Staffel-kapitän (capitán de escuadrilla) en abril de ese año. Se le dio
entonces el mando de la 3º escuadrilla del I/JG27, su grupo de siempre, en donde ya era muy conocido y respetado.
Marseille contempla cómo se pinta en su avión la raya que conmemora su 50º derribo.
Los honores y ascensos no lo hicieron cambiar, y siguió empeñado en dar lo mejor de sí mismo. Volvió al ataque el 3 de junio, abatiendo 6 P-40 del 5º Escuadrón de la Fuerza Aérea Sudafricana. Los pilotos derribados, mal entrenados, se habían cerrado en un círculo defensivo, que teóricamente servía para que cada uno defendiera a los demás. Marseille, muy entrenado y utilizando la mejor maniobrabilidad del Bf-109, logró rápidamente los derribos, y el resto de la formación enemiga se alejó.
Al poco tiempo, Marseille obtuvo su victoria número 91, siendole otorgada la Cruz de Caballero con Hojas de Roble, una de las máximas condecoraciones alemanas. Siguió adelante, alcanzando su victoria número 101 el 17 de junio. Además de la gloria, recibió como premio una licencia, pudiendo viajar a Berlín. Pero también logró que le agregaran las Espadas a su Cruz de Caballero.
Un dato a considerar fue lo bien que le hizo a su salud y estado anímico esta licencia del frente. Su estado físico no era el mejor, ya que cada vez tenía que volar más para mantener a raya a los pilotos aliados, que llegaban en gran número al teatro africano. A veces, los pilotos alemanes eran llamados hasta ocho veces por día, para efectuar misiones de escolta o de intercepción. Para peor, la llegada de refuerzos o de simples reemplazos era cada vez más lejana, estando Alemania superada numéricamente en todos los frentes. Los pilotos estadounidenses a los que los Marseille y sus camaradas enfrentaban, por el contrario, tenían descansos regulares.
Pero eventualmente tiene que volver al frente, y lo hizo en un momento en el que era obvio que el enemigo preparaba un nuevo ataque. Dicen que en los peores momentos, surge lo mejor de cada persona. Marseille hizo que, de los constantes ataques, surgiera su genio como piloto de caza, logrando, en otro de sus «grandes días», un record imbatible.
El 1º de septiembre, escoltando una formación de Stuka, logra abatir en rápida sucesión a tres P-40. Cuando vuela de regreso a la base es atacado por 6 Spitfire qu al parecer fueron atraídos por su avión, el «Amarillo 14», que ya era muy conocido en el área. Ansiosos por abatir a tan formidable enemigo, algunos se descuidan. Marseille espera a que el primer Spitfire esté a apenas 150 metros, hace un viraje repentino y se ubica detrás del último de la formación, derribándolo.
Logra volver a la base, pero dos horas más tarde tiene que escoltar a una nueva formación de Stuka. En ese momento, la formación alemana se enfrenta a una fuerza enemiga de gran importancia: 30 bombarderos y 50 cazas de escolta. De estos últimos, 8 (entre Spitfire y P-40) se lanzan contra los Stuka, lentos objetivos cuyo derribo es casi seguros. Marseille abate rápidamente a tres P-40; los Spitfire se mantienen alejados de los Bf-109. Nuevamente, en el vuelo de regreso, otro ataque, pero esta vez no son ellos los atacados. Hans-Joachim y sus compañeros descubren una formación de P-40 volando por debajo de ellos; están en una posición excelente para ser derribados. El as se lanza en picada, derribando a dos de ellos.
En estas dos misiones, la 3º Staffel de Marseille habían conseguido 12 victorias. Pero no había sido un gran trabajo de equipo: de todas ellas, 8 eran de su capitán.
Pero no todo quedaría así. Durante la tarde de ese día, el grupo tuvo que hacer otra escolta a bombarderos Ju-88. Una nueva formación de P-40 intentó interceptarlos, perdiendo 5 aviones en 6 minutos.
Terminado ese día, Marseille había demostrado sin duda alguna su capacidad. Fue un día muy largo y duro, pero había derribado nada menos que 17 aeronaves enemigas. Su record fue solamente superado por una persona, el piloto alemán Emil Lang, que logró derribar 18 aviones en el frente este, en el mismo lapso de tiempo. Sin embargo, algunos dicen que hay que tener en cuenta, en favor de Marseille, que los pilotos ingleses y estadounidenses estaban mejor preparados que los soviéticos.
Gracias a estos días de varias bajas, Hans-Joachim logró subir el 3 de septiembre, su cuenta a 128 enemigos derribados. Por ello le dieron el honor de condecorarlo con la medalla alemana de mayor categoría, la Cruz de Caballero con Hojas de Roble, Espadas y Diamantes. Se convirtió así en uno de los 27 condecorados durante la guerra.
Pero el ocaso de Marseille se aproximaba. El 15 de septiembre ya había subido su número a 150, pero su estado físico una vez más estaba muy deteriorado. El as, al igual que muchos de sus compañeros de armas, no tenía tiempo suficiente de sueño, y sus comidas eran escasas o malas.
Hacia el 26 de septiembre había añadido 8 aviones más a su cuenta. Se convirtió así en el piloto alemán más exitoso del frente oeste, ya que otros pilotos con más aviones derribados habían participado en otros teatros de guerra. Marseille por el contrario derribó todos sus aviones en suelo europeo o africano, dando lugar a este record.
Pero la carrera de este genial piloto de caza terminó antes de finalizar ese fatídico mes de septiembre de 1943. El día 30, no lo sorprendió un as enemigo, ni un novato con suerte, sino un desafortunado accidente.
Una tubería de aceite de su Bf-109 se rompió, rociando el parabrisas y dejándolo a la deriva. Sin poder ver nada hacia afuera de la cabina, advirtió que la temperatura del motor iba en aumento, y dio por perdido su avión. Con lo justo, trató de acercarlo lo más posible a su campo de aterrizaje, y luego se lanzó en paracaídas. Quiso la mala suerte, tentada por su mal estado físico, que al lanzar se golpeara con la deriva de su propio avión, muriendo aparentemente en el instante.
Aquella era su 482º misión de guerra: había derribado un promedio aproximado de un avión cada tres misiones. Era su tercer ciclo rotativo, que no pudo terminar. Sus camaradas lo echaron mucho de menos, y lo recordaron siempre como un verdadero as del aire. Lo sepultaron allí mismo en el desierto.
Lamentablemente las fotos no puedo subirlas, si alguien quiere se las paso por mail y las sube
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La habilidad de Joachim no tiene paralelo en la historia humana. La simbiosis hombre-máquina convertían a su avión en un sólo ente que parecía que tuviera vida, o tal vez, era Marseille quien se convertía en una parte indivisible de su máquina. El binomio hombre-máquina se movía con una gracia y precisión que impedía que el contrario pudiera evadirlo y menos enfrentarlo. Su velocidad y movimientos, unas veces con aceleraciones de 3 o 4 veces la gravedad, súbitamente eran reducidos a los limites de sustentación del avión, utilizando flaps para mantener la nave en la posición precisa, para con un ligero movimiento del bastón de mando y acelerador, enfilar la nariz del avión al punto exacto que el elegía. En el preciso momento en que la cabina del enemigo aparecía por décimas de segundo en la mira de sus armas, Marseille simplemente daba unos toques cortos y precisos que enviaban las ráfagas mortíferas que no perdonaban la vida del enemigo.
Marseille dominaba su aparato como ningún piloto lo ha hecho jamás. En esos tiempos, los pilotos británicos adoptaban la formación en círculo para tener mayor protección, pero Marseille gracias a su vista privilegiada, era capaz de iniciar el ataque antes que nadie se percatara, ni si quiera sus propios compañeros, y enfilaba el avión por detrás y debajo del círculo. Derribaba al último avión del círculo, se metía en él, reducía la velocidad hasta el límite giraba el avión y derribaba, uno tras otro, hasta que los ingleses rompían el círculo. Para entonces Marseille ya metía en picada a su me-109, antes que los enemigos se dieran cuenta de lo que había pasado.
De acuerdo a las estadísticas -los alemanes eran prolijos en recopilar los datos- Marseille era capaz de derribar un Hurricane o un P-40 con apenas 15 balas de promedio.