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Un helicóptero arde en Punta Arenas
La noticia de esa noche era un muerto en un incendio. Ésa iba a ser la portada de La Prensa Austral del día siguiente. El periodista Francisco León estaba de turno, escribiendo esa crónica, reporteando con carabineros al teléfono, cuando de fondo alcanzó a escuchar a alguien mencionando algo de un helicóptero. "Parece que se estrelló en el sector de Agua Fresca", decían. Era casi la medianoche del 18 de mayo, pero valía la pena detener las prensas.
León tomó su Chevette beige y partió rápido por el camino de ripio hacia el sur, bordeando el Estrecho de Magallanes. Cuando ya llevaba casi 20 kilómetros, llegó a un lugar donde el camino se dividía en dos. El de la izquierda, hacia el mar, estaba bloqueado por carabineros. El periodista tomó el de la derecha, que subía por una pequeña loma. Luego de pasarla, en la oscuridad, pudo ver las formas: una gran estructura de metal quemada, muy cerca del mar, en un pequeño claro entre los árboles de lenga y un arroyo.
Unos pocos kilómetros más al sur, el profesor rural Claudio Muñoz todavía trataba de entender lo que había visto esa mañana. En algún momento en las horas siguientes alguien le explicaría que se trataba de un Sea King, un helicóptero británico con capacidad de transportar 27 hombres, e incluso vehículos. Eso era lo que lo había sorprendido mientras se disponía a preparar su desayuno.
Muñoz se despertó, como siempre lo hacía, entre las seis y las siete. Le gustaba ver salir el sol por el mar, como pasa en esa zona, y ese día el paisaje era excepcionalmente calmo. El agua apenas se movía, estaba despejado y con poco viento. Por su ventana podía ver hacia el norte Agua Fresca y la puntilla de Santa María. Entonces, en ese mismo lugar, vio un helicóptero aterrizar.
"Pensé que era de la Armada. Para mí era algo normal", dice Muñoz. Antes de su labor en el internado rural de la zona había sido profesor de la escuela de Puerto Toro, en el Beagle. Estuvo ahí durante el conflicto con Argentina en 1978: iba a dar clases cargando un fusil y solía ver aviones trasandinos volando a baja altura. No se iba a venir a sorprender ahora. Hasta que, unos diez minutos después del aterrizaje, el aparato explotó.
Con una mezcla de curiosidad y ganas de ayudar, Muñoz partió hacia allá. En su Opala celeste salió hacia la carretera, junto con el director del internado. Al llegar a la puntilla, al mismo lugar donde Francisco León vería más tarde al helicóptero quemado, vio carabineros y soldados, incluido un camión militar. La aeronave había explotado recién. "A nosotros eso nos hizo suponer que esto estaba más o menos avisado o coordinado", dice Muñoz. Los soldados les pidieron que se retiraran, pero él se hizo el tonto y alcanzó a ver claramente el helicóptero en llamas.
Claudio Muñoz había sido profesor de la escuela de Puerto Toro, en el Beagle durante el conflicto en 1978. Solía ver aviones trasandinos volando a baja altura. No se iba a venir a sorprender ahora con el aterrizaje de un helicóptero. Hasta que, minutos después del aterrizaje, el aparato explotó.
Con los días, meses y años se llegaría a algo cercano a la verdad. En un principio, se habló de un helicóptero británico que estaba haciendo una misión de reconocimiento y se perdió, que tuvo dificultades con el clima y que la misma tripulación, al no saber dónde se encontraban, prefirió quemarlo. De todas maneras ponía a Chile en una posición compleja como país neutral. La Cancillería protestó formalmente frente a la embajada británica. A los pocos días, se encontraría a tres tripulantes, los cuales serían enviados a Santiago y desde ahí a Londres.
Sin embargo, las dudas todavía persistían: el helicóptero tenía capacidad para mucha más gente. Tampoco se entendía por qué capotó y qué hacía ahí. Hasta el momento, los británicos habían mantenido la guerra en la isla, al menos públicamente. Tiempo después se sabría que esto habría sido parte de la fracasada operación Mikado, con la que las fuerzas de elite del Reino Unido esperaban atacar a los aviones Super Étentard y sus misiles Exocet en las bases argentinas de Tierra del Fuego. Hace cinco años, el diario Clarín de Argentina publicó lo que podría explicar todo: soldados argentinos reconocieron haber disparado a una aeronave no identificada la noche del 17 de mayo.
De acuerdo a los documentos, el Sea King no podría haber estado sólo tripulado por tres personas. Se habla de ocho oficiales del Servicio Aéreo Especial británico (SAS), pero nunca hubo rastro de ellos en la zona.
Claudio Muñoz cree que se podrían haber ido en el camión militar que vio esa mañana. Pero Francisco León tiene otra teoría. Esa noche, cuando vio los restos del helicóptero, en el mar pudo observar tres luces rojas formando un triángulo, alejándose y finalmente hundiéndose en el agua. Para él, los comandos se habrían ido en un submarino.
Llegó de vuelta al diario a las dos de la mañana, pero aún estaba a tiempo para cambiar la portada. "Esto era una papa caliente que no sabíamos hasta dónde iba a llegar", recuerda León. Pero había que tener cuidado: "Imagínate que nosotros estamos a apenas 250 kilómetros de Río Gallegos". Llamó al director del diario. "Él se puso en contacto con el dueño y luego con el gobierno regional", explica. A las tres de la mañana le dijeron que no publicarían la historia del helicóptero.
Al día siguiente, la noticia se filtró. Lo que en realidad había pasado fue develándose a cuentagotas, pero aún no todo está claro. Quizás en los próximos meses, cuando se cumpla el tiempo que la ley británica establece para desclasificar documentos de este tipo, se sabrá más. Ese día, quizás, la noticia que León fue a investigar sí llegará a la portada.