Mikado: La Operacion que no fue

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"....La playa al sur de Punta Arenas

"El coraje es estar muerto de miedo, pero ensillar de todos modos". John Wayne


El sitio de aterrizaje que había sido elegido como la opción para el mejor de los casos era
una playa aproximadamente a 11 millas al sur de la gran ciudad capital de provincia de
Punta Arenas.
Nuestra órdenes eran permanecer sin ser detectados si era posible de algún modo, pero
evitar la captura en caso de un mínimo de ocho días luego de nuestra llegada al suelo
chileno, después de cuyo tiempo, íbamos a ponernos en contacto con la Embajada
Británica en Santiago, de la cual yo tenía el número de teléfono. Nuestra exfiltración
eventual habría sido considerablemente más difícil desde Chile si el estado de
combustible del helicóptero dictaminaba un aterrizaje final en una posición al este del
estrecho de Magallanes, en la isla de Tierra del Fuego, en consecuencia, la selección de
dos sitios de aterrizaje alternativos al sur de Punta Arenas. A medida que hacía el último
intento por aterrizar, pude ver que la playa tenía una pendiente marcada descendente
hacia el mar, pequeñas dunas al oeste y un camino menor aproximadamente norte-sur,
unos pocos metros tierra adentro de las dunas.
Habiendo aterrizado, “Wiggy” y Pete se pusieron a preparar el helicóptero para
entregarlo a su tumba de agua y a la historia. El plan acordado con el equipo de
planificación de las Fuerzas Especiales era amerizar con el helicóptero en aguas
profundas. Con este fin, “Wiggy” y Pete usaron una combinación de un hacha pequeña
y un cuchillo de supervivencia pesado para agujerear el fuselaje del helicóptero en
posiciones que estuvieran por debajo de la línea de agua cuando el helicóptero
amerizara. “Radar” le había dado instrucciones a Pete con respecto a las mejores
posiciones para hacer los agujeros. Después de cinco minutos de actividad frenética y
con nuestro kit sobre la playa, “Wiggy” y Pete ataron una pedazo corto de cuerda
delgada fuerte a la rueda de cola del helicóptero. Atado a la cuerda, a una distancia de
la rueda de cola, había una boya “Jablex”, a la cual se unió el hacha de mano usando
cinta “Gaffa”. Una boya “Jablex” tiene un ojo en cada extremo. Al otro ojo, se ató una
línea larga. Con todos los preparativos listos, elevé el helicóptero en un vuelo
suspendido y volé lentamente al mar. Mientras hacía eso, las luces de advertencia de
bajo nivel de combustible comenzaron a brillar en el Panel de Advertencia Central
(CWP). El efecto de esto fue que temporariamente e intermitentemente me enceguecían
cada que vez que las luces brillaban porque parecían tener la intensidad de proyectores
de exploración, cuando eran amplificadas por el NVG. A pesar de esta dificultad, pude
volar el helicóptero a una posición de aproximadamente un cuarto de milla fuera de la
playa, en cuyo punto americé el Sea King en el agua. Mi intención había sido dar vuelta
el Sea King, moviendo el control cíclico de lado a lado, induciendo así que rodara
mientras el rotor todavía giraba. Una vez que escapé del helicóptero que se hundía,
nadé alejándome. En caso de que el helicóptero no se hundiera, usaría el hacha para
hacerle más agujeros en la parte del helicóptero dada vuelta para hacer que se
hundiera. Con todo esto bien hecho, regresaría a la playa en mi bote de supervivencia
siguiendo la línea. Sin embargo las condiciones de mar calmo y plano no habían sido
anticipadas y el Sea King que tiene un casco con forma de bote para facilitar los
amerizajes, seguía obstinadamente erecto y estable sobre la superficie sin ningún indicio
de movimiento de lado a lado o de hundirse por su propia voluntad. Decidí que el único
curso a seguir era pilotear el helicóptero de regreso a la playa para hacerle agujeros
más y más grandes en el fondo del fuselaje. También necesitaba localizar y jalar los
interruptores de circuitos en el panel de control que desactivarían las luces de
advertencias del nivel bajo de combustible. El panel de control en cuestión está ubicado
en el techo del Sea King, entre los asientos de dos pilotos, y es difícil de llegar a él.
Cuando estaba a punto de salir del agua, las últimas palabras que me dijo el Capitán Lyn
Middleton antes de partir del HMS Hermes, resonaron fuertes y claras: “Una vez que
deje el SAS, no corra riesgos innecesarios y no haga nada que sea una tontería”. Pensé
que lo que estaba intentando hacer era un riesgo necesario y calculado para asegurar el
secreto de la operación y no estaba haciendo una tontería indebida. Pero eso es para
que lo juzguen otros.
Al volar de regreso a la playa, las luces de advertencia del nivel bajo de combustible
aparecían constantemente indicando que el nivel de combustible estaba peligrosamente
bajo. Esta no era una cuestión dado que estaba a punto de destruir el helicóptero y
todavía faltaban unos minutos de combustible restantes. Más importante era que ahora
estaba ciego, no de manera intermitente, sino permanente. Incapaz de ver
adecuadamente a donde iba, seguí volando lentamente hacia la playa lo mejor que
pude. Mi llegada fue inesperada y, mientras maniobraba el helicóptero para alinearme
con la playa, vi las figuras en sombras de “Wiggy” y Pete corriendo para ocultarse tras
las dunas de arena. Ahora conmigo ciego, y sin referencias visuales externas, el
helicóptero hizo un aterrizaje difícil en la playa en pendiente que dio como resultado el
colapso del tren de aterrizaje de babor y que las paletas principales del rotor se pusieran
en contacto con las dunas del área a mi izquierda. Con el helicóptero a punto de hacerse
pedazos, cerré las palancas de corte de combustible, lo que tuvo el efecto de detener
los dos motores y rápidamente apliqué el freno del rotor. Con el Sea King colgado de
manera precaria, a medias sobre su lado izquierdo, evacué el helicóptero.
Mientras esperaba de pie en la playa, buscando el naufragio cercano del helicóptero,
miré mi reloj. Eran un poco más de las 06.15 y en una hora más amanecería. Teníamos
mucho por hacer y no mucho tiempo para hacerlo. Consideré que era esencial incendiar
el Sea King seriamente dañado para destruir la naturaleza de la misión. Entre nuestro
kit, había 2 galones de petróleo como combustible para nuestra pequeña cocina y tenía
los dos dispositivos explosivos que me diera el capitán “A” hacía cuarenta y cinco
minutos atrás. Antes de incendiar el helicóptero, “Wiggy” y yo destruimos el NVG como
nos ordenaron, para no dejar ningún rastro de nuestros métodos operativos. Hicimos
añicos las gafas utilizando cantos rodados en la playa y los pedazos fueron arrojados al
mar. Con todo nuestro kit ubicado detrás de las dunas, volví a entrar al Sea King y
encendí el interruptor principal de la batería para poder drenar el poco combustible que
permanecía en los tanques para formar un pequeño charco bajo el helicóptero. Luego
vertí un galón de nafta sobre la parte interior del helicóptero, desde la cabina a la
puerta principal y arrojé los dos dispositivos explosivos en la cabina para una explosión
retardada. Finalmente, encendí y arrojé una bengala de alerta de peligro nocturno en la
cabina del helicóptero y una segunda bengala por debajo del helicóptero en el pequeño
charco de combustible. En un instante, el avión estaba ardiendo ferozmente. Dentro de
un minuto, gran parte de la cabina principal se había consumido por el fuego y la caja de
cambios del rotor estaba en el suelo. Después de dos minutos, explotaron las cargas.
Con el helicóptero en llamas, ”Wiggy”, Pete y yo tomamos nuestras mochilas, cruzamos
el camino y nos fuimos hacia las colinas al oeste.

Supervivencia en el hostil campo chileno


Yo era partidario de viajar lo más lejos posible bajo la protección de la poca oscuridad
que quedaba. Con menos de una luna en cuarto menguante, era una noche oscura.
Después de haber caminado unos pocos pasos en el campo con leve pendiente, me
tropecé con un objeto tirado en mi camino y me caí de traste encima del objeto. Me
levanté, maldije y pateé el objeto que estaba en el camino, era un árbol caído grande.
Le advertí a “Wiggy” y Pete que estaban a corta distancia detrás de mí y continué.
Cuatro o cinco pasos y otra vez estaba sentado de traste, y así fue durante la hora
restante – cada pocos pasos, nos encontrábamos otro árbol caído. Recogí un pedazo de
madera y di unos golpes en el piso delante de mí como lo haría un ciego, para tantear el
camino hacia adelante con un “bastón blanco”.
“Wiggy” y Pete me siguieron. Por lo menos, ahora podíamos avanzar sin tropiezos cada
pocos pasos. A medida que los primeros vestigios del amanecer se vieron en el horizonte
distante sobre Argentina, pude comenzar a ver lo que había por delante de nosotros. El
camino por delante era una escena de devastación. Arboles caídos y talados cubrían
toda el área desde el camino menor, al oeste por varia millas. Había otras 10 millas o
algo así de este terreno salvaje, desolado y desafiante para negociar, hasta que
encontráramos nuestro destino: una pequeña colina boscosa que daba a Punta Arenas
desde el sudoeste.
Con un nivel de luz mejor, decidí hacer un alto en nuestro avance doloroso. No podíamos
permitir que nos vieran en esas circunstancias, por lo tanto, el movimiento a la luz del
día, estaba fuera de la cuestión. Aunque habíamos podido cubrir solo un cuarto de milla
en una hora, estábamos a una distancia cómoda de la playa. No hubo dificultad en
encontrar algún lugar adecuado para estar ya que los arboles caídos nos daban una
protección ideal. Mirando atrás desde la playa no pude ver ninguna evidencia de fuego y
pensé que el helicóptero debía de haberse quemado. El naufragio del Sea King estaba
tapado desde el pequeño camino por las dunas de arena y la pendiente de la playa.
Evalué que pasaría un día o dos antes de que el incendio del helicóptero fuera
descubierto- tiempo suficiente para nuestra huida.
El amanecer del 18 de mayo fue espectacular, con el cielo en el este de un color rojo
furioso. Con la salida del sol, se levantó una brisa suave. Estaba fresco, pero no
indebidamente frío. “Wiggy”, Pete y yo descubrimos que si nos sentábamos derechos, la
parte superior de nuestros cuerpos sería visible por encima de los árboles caídos. Esto
por supuesto era inaceptable, por eso, durante el resto del día, tuvimos que asumir una
posición semi inclinada mientras comíamos y bebíamos, y estar acostados boca arriba
mientras dormíamos. Teníamos puestas camperas rompe vientos y pantalones para el
ártico DPM, por lo tanto, nuestro camuflaje no estaba fuera de lugar entre los árboles
caídos. Armamos los refugios pequeños, bajos utilizando ponchos. Al haber estado
despiertos durante más de veinticuatro horas, cada uno estaba listo para dormir, pero
necesitábamos permanecer alertas por cualquier peligro potencial, así que decidí tomar
la primera guardia mientras “Wiggy” y Pete dormían. Con algo de alimentos fríos y un
trago de agua fría en el estómago, concentré mi atención en la tarea que tenía por
delante: movernos a nuestro objetivo mientras permanecíamos sin detectar durante
ocho días. El movimiento hacia nuestro objetivo cerca de Punta Arenas podría tener
lugar solo en la oscuridad. Los árboles caídos y el aumento de altura del terreno
dictaminaron que la movida sería extremadamente lenta; afortunadamente, los días
eran cortos y las noches largas. Calculé que media milla en una hora se podría lograr,
pero no había ningún imperativo para forzar el paso. El movimiento no comenzaría hasta
una hora después de la oscuridad, para ser completado no más de una hora antes del
amanecer. Con trece horas de oscuridad aprovechables, la aritmética sugería que
podríamos llegar a nuestro objetivo en dos noches: el tiempo diría.
Mientras tanto, 50 millas al sudeste a través del Estrecho de Magallanes, el Capitán “A”
y su equipo se habían movido desde el lugar de aterrizaje a la protección de los
matorrales y estaban preparándose para acampar durante el resto de las horas del día.
Su primera prioridad fue resguardarse para no ser detectados, lo que lograron
fácilmente dado el matorral denso de la costa sur de la Bahía Inútil. Su segunda prioridad
fue enviar una señal de “misión abortada” a los cuarteles del SAS en Hereford a través
de comunicaciones satelitales seguras y esperar más ordenes.
A medida que pasaba la mañana, estudié el área a nuestro alrededor desde la
protección de los árboles. El suelo era ondulante, elevándose al oeste a una altura de
aproximadamente 1.500 pies. No hubo señales de un cambio alrededor de los millares de
árboles caídos – tendríamos que hacer guardia, sonreír y tolerar. Miré en dirección de la
playa de tanto en tanto para ver cualquier señal de que nuestra presencia había sido
detectada. El camino estaba en silencio con poco movimiento de vehículos, quizás dos o
tres por hora y ningún peatón. Nuestra elección de playa, a partir de nada más que un
estudio del mapa, había sido una elección acertada. La superficie de los estrechos, que
había estado previamente como un espejo calmo, ahora estaba moviéndose en la brisa.
Cuando miré el agua, hacia Tierra del Fuego, me pregunté que estarían haciendo el
Capitán “A” y su equipo.
“Wiggy” y Pete se despertaron temprano en la tarde. Para entonces, los tres teníamos
hambre. Estábamos demasiado cerca del camino como para correr el riesgo de que
olores de cocción llegaran a los lugareños que pudieran estar en el área, así que la dieta
tendría que ser de comida fría y agua o “comida de marineros” hasta que nos
moviéramos tierra adentro hacia el norte. Para ahorrar peso, llevábamos raciones del
ártico, aunque eran altamente nutritivas y tenían miles de calorías para mantenernos, se
necesitaba agua para reconstituir las comidas, un bien escaso en el área. No llevábamos
mucho y pronto necesitaríamos un reabastecimiento. Una vista simple del terreno no
mostraba signos de contener fuentes posibles de agua. Con el estómago lleno de
galletas y chocolate, junto con agua, decidí probar y atrapar unas horas de sueños
antes de que cayera la noche.
A medida que avanzara el día, el equipo de planificación del SAS en Hereford, estaría
luchado con las ramificaciones de la misión abortada. Con el elemento sorpresa ya
perdido, John Moss, el OC del Escuadrón B, razonó que la Operación Mikado debía
revertirse a la opción de una infiltración por tierra desde Chile, pero esta sugerencia fue
vetada rápidamente. La opción de introducir un segundo equipo de reconocimiento a la
Fuerza de Tareas también fue descartada. En cambio, el Brigadier de la Builliere,
Director del SAS (DSAS) dio órdenes de proceder con la misión sin el beneficio del
reconocimiento, esta decisión dio lugar al disenso de algunos miembros del escuadrón B,
incluyendo su OC- hubo un sentimiento general entre ellos de que, sin el beneficio de la
inteligencia oportuna y precisa, la misión era suicida. Un SNCO muy experimentado fue
tan lejos como para retirarse de la misión. Como ahora él era tibio en cuanto a la
operación, el OC fue removido de su mando por el DSAS y reemplazado por el segundo
en el mando de la unidad, el Mayor Ian Cooke. Esa tarde, mientras yo intentaba dormir
en el campo chileno, el equipo del Escuadrón B renovado hizo los preparativos finales
para su partida al día siguiente en micro a RAF Lyneham, y un vuelo de dieciséis horas a
la Isla Ascensión.
Después de cuatro horas de sueño reparador, me desperté tarde. El día permaneció
seco y soleado, pero fresco. Con el beneficio de otra hora o algo así, de luz de día que
disminuía, los tres comimos otro refrigerio frio y nos preparamos para el corto, aunque
no menos difícil esfuerzo por delante. De tanto en tanto, miraba hacia el camino y la
playa pero no había signos de actividad. Realmente, el área estaba misteriosamente
silenciosa. En la soledad al oeste del estrecho de Magallanes, no había evidencia de un
ruido generado por el hombre: ninguna industria, poca agricultura, ningún ruido de
fondo del tráfico; ningún viento fuerte que sople a través de los árboles o contra la
infraestructura hecha por la mano del hombre. No había absolutamente ninguna fuente
de sonido que no fuéramos nosotros tres conversando en voz baja y murmurando. En
cualquier circunstancia, hubiera sido un área fascinante para explorar y yo determiné
que un día volvería y disfrutaría el ambiente en libertad. No tuve manera de saber que la
oportunidad se presentaría sola en unas pocas semanas – por el momento, el imperativo
era la supervivencia. Miré hacia el este, hacia Argentina al horizonte que desaparece
rápidamente y distante. Otra hora y estaría oscuro. Mientras estudiaba la penumbra a
mi alrededor, supe que los colores de la naturaleza muy lentamente se estaban yendo
del paisaje. La tierra distante del otro lado del agua, que durante el día había sido de
color verde claro, ahora era gris. El mar se había transformado de un azul oscuro rico a
negro. Lentamente, los rasgos distantes desaparecieron. A medida que descendía la
oscuridad, la brisa leve disminuía. Todo estaba calmo. La salida de la luna no se
produciría hasta la madrugada siguiente y me di cuenta, en consecuencia, que las
primeras horas del movimiento en tierra serían especialmente difíciles en plena
oscuridad. Con nuestro kit empacado, era tiempo de partir.
Con mi “bastón blanco” en mano, di unos pasos tentativos hacia adelante antes de
encontrar el primero de los muchos árboles que iban a poner a prueba nuestra
resolución en las noches venideras. Al llevar una mochila razonablemente pesada,
trepando progresivamente y encaramándonos sobre árboles caídos cada diez pasos o
algo así, tanto la fortaleza como la determinación de uno se ponen a prueba. Estaba
claro que los tres estábamos buscando el camino duro, después de media hora, me
detuve a descansar un poco y beber agua. Habíamos hecho apenas 100 metros. Mi
cálculo de cubrir media milla en una hora pasó a la historia – un objetivo más realista
sería casi una milla por noche. Después de diez minutos de descanso, partimos
nuevamente. Y así fue durante las próximas horas- media hora de frustrante camino
sobre el curso de obstáculos más grande del mundo, seguido de un breve descanso.
Alrededor de las 03.30, salió la luna. Baja en el cielo y en sus últimos vestigios, agrega
un poco de luz extra. Como deseaba que no hubiéramos destruido las gafas tan pronto
al llegar al suelo chileno. Durante las primeras horas, el clima permaneció seco. A l
principio, era una noche clara y sin contaminación lumínica podía ver más estrellas que
las que había visto en toda mi vida. Eran condiciones ideales de luz para NVG, pero,
lamentablemente, sin ellas, éramos efectivamente ciegos. A medida que se iba el
tiempo, el clima cambiaba con luz pero lluvia persistente durante un par de horas.
Después de casi diez horas de avance frustrantemente lento y literalmente doloroso,
nos encontramos con un pequeño valle que ofrecía una protección excelente para no
ser vistos. Decidí hacer un alto y seguir en ese lugar hasta la noche siguiente. Dejé a
“Wiggy” y Pete que armaran nuestra pequeña carpa de supervivencia y exploré la zona
circundante, buscando agua. Tome tres botellas de agua y partí en la oscuridad. Seguí
la línea del valle y después de aproximadamente un cuarto de milla, encontré un
pequeño arroyo. Después de llenar las botellas con agua, volví al campamento, y llegué
mientras el primer indicio del amanecer aparecía en el horizonte distante. Mirando hacia
atrás a la playa, calculé que habíamos caminado unas 23 millas patéticas. Al estar a más
de dos millas de la playa y aproximadamente a media milla del camino, estábamos lo
suficientemente tierra adentro como para arriesgar el agua y la cocción de los alimentos.
Decidí, en consecuencia, que en cuanto se hiciera de día, tendríamos una comida
caliente y una bebida en nuestro estómago. Mientras me recostaba contra un árbol,
usando mi mochila como descanso para la espalda, los tres nos maravillamos por la vista
sorprendente del amanecer sobre Argentina. Los dedos rojos del cielo en el horizonte
distante fueron reemplazados por el sol a medida que aparecía lentamente sobre las
montañas al este. Le mencioné a “Wiggy” y Pete que la última vez que había visto un
cielo rojo vívido fue el día que el Sheffield fue impactado por un misil Exocet. Esperaba
que este amanecer no fuera tan portentoso para la Fuerza de Tareas como para
nosotros. Los tres entonces especulamos en cuanto a que podría estar pasando con la
Fuerza de Tareas. Sabíamos que los buques anfibios líderes habían tenido contacto con
el Hermes el día anterior, pero era frustrante no saber que estaba sucediendo ahora
mismo, 700 millas o algo así al este.
El día había comenzado bien, con mucho sol y cielo azul, y apenas un indicio de Brisa; un
poco fresco, tal vez. A la inversa, los tres esperábamos que la Fuerza de Tareas
estuviera inmersa en la niebla todavía, limitando así las opciones de ataque para la
Fuerza Aérea Argentina. Con pensamientos sobre la Fuerza Aérea en nuestras mentes
como lo principal, encendimos nuestra cocina para calentar agua para una infusión y
cocinar nuestra primera comida caliente en más de veinticuatro horas. Mientras
comíamos lo que para nosotros era una comida de gourmet, mis pensamientos iban a
nuestra historia de coartada. Para agregar credibilidad a la historia, que había sido
acordada con el Capitán Lyn Middleton, decidí que debíamos tener un diario de
supervivencia. En nuestros paquetes de raciones, teníamos una cantidad de insumos de
papel higiénico, aunque no era para nosotros el lujo del papel tisú suave del tipo de
“trate-bien-a-su- trasero” adorado por el público británico. No, las Fuerzas Armadas
usan hojas individuales de “Pussers” suaves y brillosas – no para el uso que tendrían que
tener, aunque excelentes como papel para escribir. Después de la debida consideración,
decidimos que nuestro diario reflejaría con precisión nuestros movimientos, si nos
perdonan el juego de palabras, pero que la narración debía reflejar primero la historia de
coartada de cómo terminamos en suelo chileno. La tarea de escribir el diario fue
encomendada a Pete. La última tarea a realizar cada día antes de “avanzar en terreno
accidentado” por la noche en campo chileno, sería registrar las actividades de las
veinticuatro horas previas. Pensé que en caso de nuestra captura, el diario sería una
garantía útil para respaldar nuestra historia.
Con los beneficios combinados de estar extremadamente cansados, una comida caliente
y el sol cálido, el sueño fue más fácil de lograr que el día anterior. Decidí que
nuevamente tomaría la primera guardia. Mientras que “Wiggy” y Pete dormían, evalué la
situación y estudié el terreno para el camino de la próxima noche. Sería más de lo mismo,
pero el terreno más al norte, parecía más empinado que cualquier otro que habíamos
encontrado. A medida que la mañana transcurría, vigilaba el área de la playa y el camino
pero la situación no cambiaba- dos o tres movimientos de vehículos por hora, ningún
peatón y ningún signo de que alguien se interesara en la playa. Bien por ahora. Después
de un almuerzo liviano de chocolate y galletas que bajamos con una taza de té, era mi
turno de dormir mientras “Wiggy” y Pete hacían guardia. A la tarde, me desperté de un
sueño profundo y realicé los preparativos para nuestro nuevo movimiento. Hasta ahora,
habíamos tenido suerte con el clima durante el día sin indicios de lluvia. Mientras
comíamos la cena que cocinamos, Pete comenzó a escribir las actividades de los primeros
dos días en el diario de supervivencia. Fuimos cuidadosos en armar una versión de los
acontecimientos que fuera convincente para las autoridades chilenas si fuera necesario.
El diario, en consecuencia, era una amalgama de hechos y fabricación.
Con la luz del día inestable, levantamos campamento y partimos. Después de treinta
minutos, llegamos al arroyo donde había llenado las botellas con agua durante la noche
anterior, y aproveché la protección de la oscuridad para llenar nuestras botellas de agua
nuevamente antes de unirme al lujo de un dhobi (lavado); el agua estaba casi
congelada. Sintiéndonos refrescados, partimos nuevamente. Desafortunadamente, no
mucho antes de nuestro viaje, comenzó a llover, y siguió lloviendo durante gran parte
de la noche. Después de un par de millas en una bóveda de árboles, nos enfrentamos
con un río rápido que corría a través de nuestro camino. Estábamos mojados por la
lluvia, así que no tenía sentido desnudarse y cruzar el río como nos entrenaron en el
SAS. En cambio, avanzamos con dificultad a través de él. No mucho después, tuvimos
que trepar una colina empinada y barrosa. Después de haber caminado durante cinco
horas, empapados, embarrados, tremendamente cansados y en peligro de desarrollar
hipotermia, me detuve durante la noche. Siguiendo por el terreno que habíamos
cubierto, el área estaba llena de árboles caídos, que resultaban una buena protección
para no ser vistos. Todavía faltaban varias horas para el amanecer, levantamos la carpa
de supervivencia, nos quitamos nuestra ropa mojada y nos metimos en la bolsa de
dormir....."

CONTINUA....
 
CONTINUA....

"........Dos horas después del amanecer, el 20 de mayo, después de que me despertara de un
sueño profundo, me puse ropas secas y dejé la carpa para estudiar el paisaje. Nuestra
posición estaba bien a salvo de la vista, pero había un pequeño asentamiento al lado de
la ruta, aproximadamente a 2 millas de distancia, por lo que teníamos que ser
cuidadosos de permanecer fuera de la vista. La prioridad era el camuflaje de la carpa
utilizando pequeñas ramas y varillas que había en las cercanías. La segunda tarea del
día era colgar nuestras ropas mojadas para que se secaran; la brisa constante ayudaría
en ese aspecto. Colocamos un poncho a bajo nivel sobre la ropa mojada como
resguardo en caso de más lluvia. El desayuno era un raro banquete de panecillos de
avena calientes y salsa de manzana, que bajábamos con chocolate caliente. Bien
descansados y con el estómago lleno, nuevamente estudié el terreno. Había una ruta
que parecía prometedora al norte que parecía estar en tierra muerta. Dejé a “Wiggy” y
Pete en el campamento y partí al norte en búsqueda de agua y localicé un arroyo a
aproximadamente 2 millas. Después de llenar mi botella de agua volví para
reencontrarme con mis camaradas, llegando al mediodía.
Temprano a la tarde vimos un helicóptero que volaba al sur a lo largo de la costa hacia el
área de la playa, que no estaba más a la vista, pero parecía que el helicóptero
descendía en esa área general. Nuestra protección aparentemente había desaparecido.
De ahora en más, podíamos esperar que la policía chilena y el personal militar nos
buscaran. En la mitad de la tarde, vimos a un hombre caminando con un perro desde la
dirección de la tierra alta al oeste de nuestra posición, colina abajo, hacia la costa
dentro de unos cientos de metros desde donde estábamos nosotros, afortunadamente
a favor del viento, él y su perro. Durante el transcurso de la tarde, el helicóptero hizo
varios viajes al norte y el sur a lo largo de la costa. Luego, esa tarde, observamos los
vehículos militares que transportaban equipos de ingeniería y plantas moviéndose hacia
el sur desde la dirección de Punta Arenas al área de la playa. Ahora estaba claro que el
siniestro del Sea King había sido descubierto.
Mientras yo miraba las actividades de los militares chilenos y contemplaba nuestro
destino, a 4.000 millas de distancia en la Isla Ascensión, el Escuadrón B estaba
clasificando su equipamiento siguiendo con su largo y cansador viaje del RAF Lyneham.
Más tarde, ese día, se le informó al Escuadrón que la Operación Mikado había sido
pospuesta debido a una interferencia argentina en el radar identificada en la costa de
Argentina, en las cercanías de Río Grande, poniendo en riesgo, por lo tanto, su
introducción en un Hércules C130. Un acercamiento al área sobre el mar, incluso a baja
altura, estaba fuera de discusión; la ventana de la oportunidad se había cerrado.
Mientras tanto, en el RU, habían llegado noticias del descubrimiento del Sea King y
fueron dadas en los noticieros de la noche. Lorraine estaba mirando los noticieros
intensamente como lo venía haciendo todos los días desde que la Fuerza de Tareas
había partido desde Portsmouth. Al ver las noticias, estaba convencida de que yo era
uno de los tripulantes del helicóptero, aunque en ese momento, el MoD no había dado
ningún nombre. Aún hoy, no sé si su visión se debió a intuición femenina o a hechicería;
ambas están presentes en su familia.
Con una hora hasta la última luz, “Wiggy” y yo fijamos campamento, mientras Pete
escribía el diario de supervivencia. Nuestras ropas se habían secado con el fuerte viento
durante el día; afortunadamente no había llovido ese día. Habiendo ocultado todo rastro
de nuestra presencia, partimos a la siguiente rueda de nuestro viaje. Mientras tanto, a
50 millas al este, el Capitán A y su equipo seguían ocultos esperando órdenes. Con
Argentina al este, y el mar en todas las demás direcciones, sus opciones eran limitadas.
Por ahora era un caso para esperar y ver. Pero para nosotros, no estaban esas
restricciones y el la caminata inquieta hacia el norte continuaba.
Luego de movernos una milla y media, caminamos hacia un denso tojo de arbustos entre
los árboles caídos que parecía ofrecer una cobertura excelente de la vista en todas las
direcciones. La sólida combinación de bosque y tojo nos daría también cobertura aérea.
Con la probabilidad de que las fuerzas militares chilenas usaran aeronaves para
buscarnos durante las horas del día, una cobertura aérea era imperativa de ahora en
adelante. Con tres horas hasta la primera luz, hicimos nuestra tienda, camuflamos
nuestra posición lo mejor que pudimos en la oscuridad y dormimos hasta el amanecer.
El 21 de mayo comenzó tranquilamente para nosotros, pero no para Lorraine en
Crewkerne. A las 07.30 horas alguien llamó a la puerta y cuando ella abrió se encontró
frente a un Capitán de la Marina Real vestido con uniforme quien se presentó como Nick
Beyts. El día anterior, Nick había completado una recorrida de servicio sobre el personal
de FONAC en Yeovilton y estaba viajando al Centro de Entrenamiento de Comando en
Lympstone para una nueva designación como oficial del personal del Comandante. En su
camino, llamó para darle a Lorraine la noticia de que yo estaba desaparecido en acción,
pero presuntamente vivo; realmente noticias mezcladas. Le ofreció contención,
seguridad y apoyo al comienzo de lo que se transformó en varias pruebas y días para
Lorraine. Nick se distinguió aquel día, aun cuando tenía la resaca de la “ronda de
despedida” de la noche anterior en Yeovilton. Lorraine le hizo el desayuno y lo llenó de
café antes de dejarlo continuar su camino. Le estoy eternamente agradecido a Nick por
el modo sensible en que le dio apoyo a Lorraine. Seguimos siendo buenos amigos hasta
el día de hoy.
Mientras tanto en Chile, la primera prioridad para los tres era mejorar el camuflaje de
nuestro sitio de campamento. Utilizando montones de ramas que estaban a nuestro
alrededor, construimos una estructura sobre nuestra posición y lo cubrimos con tojo.
Desafío a cualquiera a observarnos desde cualquier dirección, incluyendo desde el aire.
Luego del desayuno, me puse cuidadosamente a reconocer el área inmediatamente
cerca de nuestra posición. A setenta y cinco metros al oeste, me topé con un pequeño
arroyo y durante la mañana pudimos movernos entre el sitio de campamento y el
arroyo, mientras nos manteníamos en suelo muerto. Se sentía extrañamente civilizado,
pero al mismo tiempo surrealista, poder lavarse y afeitarse mientras nos esforzábamos
para no ser vistos y en libertad. Luego de nuestro habitual almuerzo de chocolate,
bizcochos y una “bebida” caliente, “Wiggy” y Pete se durmieron por un rato mientras yo
hacía guardia.
Temprano por la tarde me alertó el sonido de un caballo. Al principio no pude verlo, pero
me di cuenta de que estaba cerca y al sur de nuestra posición. Momentos después, me
alarmé al ver a un hombre llevando al caballo del área de terreno alto detrás de
nosotros, colina abajo, hacia el camino costero. Desperté a “Wiggy” quien, en cambio, le
dio un codazo suave a Pete, mientras el hombre, el caballo y el perro pasaban a 30
metros de nuestra posición.,
Los tres nos mantuvimos quietos y en silencio mientras nuestros visitantes no
bienvenidos se alejaban lentamente hacia el este, aparentemente sin darse cuenta de
nuestra presencia.
“¡Uf!, estuvo cerca”, exclamé con tono apaciguado.
“Demasiado cerca, maldita sea”, replicaron “Wiggy” y Pete al unísono. Los tres
estábamos ahora alertas como drogadictos “en viaje” y listos para la posibilidad de más
sorpresas. No tuvimos que esperar mucho. Alrededor de una hora después, una
pequeña aeronave de ala fija voló bajo directamente sobre nuestra posición desde el
norte. Era del tipo Skyvan, pero su paso fue demasiado rápido como para identificar
afirmativamente la aeronave por sus marcas. Podría tener matrícula civil o militar.
“Este lugar es como Piccadilly Circus en la hora pico”, comentó Pete.
Con un par de horas por delante hasta la noche, cocinamos una comida caliente y
regresamos al arroyo para llenar nuestras botellas. Mientras Pete escribía el diario de
supervivencia, “Wiggy” y yo empacábamos la ropa y nuestros kit listos para hacer una
milla o algo así y desplazarnos hasta la colina boscosa. Aparte de la excitación por los
visitantes no deseados, y el helicóptero que vigilaba, el día había sido bueno para
nosotros, el clima se había mantenido seco, habíamos comido bien y teníamos botellas
llenas de agua. La actividad del helicóptero del día anterior no se había repetido y no
hubo mas señales de vehículos militares en el camino de la costa. A media que los
vestigios finales de la luz del día se extinguían, partimos hacia la etapa final de nuestro
viaje al norte. La distancia a recorrer era de aproximadamente una milla, pero el terreno
era difícil, colina arriba, el camino con arboles caídos y arbustos que encontrábamos a
cada paso. A intervalos de veinte minutos parábamos para beber y descansar un poco.
Era difícil. Finalmente, después de seis horas de trayecto, mucho de él concentrado en
nuestras manos y rodillas, llegamos a la cima de la colina. En la oscuridad, no era posible
encontrar la ubicación óptima para nuestro campamento, así que buscamos un lugar
aproximado en el centro. A la luz del día, sería posible ajustar nuestra posición si era
necesario, pero por ahora, las prioridades eran el refugio y dormir.

La Colina

La mañana del 22 de mayo comenzó seca, pero había llovido durante la noche y la lluvia
había penetrado en algunos lugares de la carpa. Usando dos ponchos construimos un
techo sobre la tienda antes de sentarnos a disfrutar de un desayuno de bollos de avena
y copos de manzana, después del cual yo caminé alrededor de la cima de la colina para
evaluar nuestra situación. Desde el lado noreste de la colina, podía ver claramente
Punta Arenas a una milla o más de distancia. En el lado sur del pueblo, junto al camino
costero y extendiéndose al oeste hacia los campos por alguna distancia, había un gran
establecimiento. Rodeado por una alta verja de alambre y alambre de púas, tenía la
apariencia de ser una base militar; había mucha actividad vehicular en el camino.
Caminando alrededor de la cima de la colina en sentido contrario a las agujas del reloj,
pude ver un arroyo en el fondo del valle al noroeste, pero decidí que reconocería el
camino desde el sitio de campamento al arroyo después. Moviéndome al extremo sur,
pude observar la ruta por la que habíamos caminado las cinco noches previas. No había
señal de actividad en la vecindad de la playa o a lo largo de la ruta que habíamos
tomado, lo cual me convenció de que no habíamos sido rastreados. Esta colina era
densamente boscosa en la parte alta, mientras que nuestra ubicación de campamento
estaba bien localizada y no podía ser observada desde tierra en ninguna dirección.
Había, sin embargo, peligro de ser vistos desde el aire, por lo que reordenamos algunos
de los árboles y árboles más pequeños para formar una cobertura sobre nuestra
posición.
Con el sitio de campamento bien camuflado, descendí colina abajo hacia el noroeste en
busca del arroyo; la ruta estaba delante, pero era empinada. Regresé para recoger a
“Wiggy” y Pete y los tres nos dirigimos al arroyo para llenar nuestras botellas con agua y
para lavarnos. Regresando al sitio de campamento al mediodía, comimos algo y tomamos
té. Aunque a una distancia razonable de la civilización, no podíamos arriesgarnos a que
el fuerte aroma del café fuera detectado y alertara a alguien de nuestra presencia. Por
la misma razón, hacer un fuego estaba fuera de la cuestión. Dejando estos factores de
lado, al elegir la colina como nuestro objetivo final, habíamos elegido bien. Estábamos
fuera de vista para cualquier observador desde tierra, la colina dominaba el terreno
circundante haciendo imposible que cualquiera se acercara a nuestra posición oculta, y
estábamos lo suficientemente cerca de la civilización como para que, cuando yo lo
juzgara apropiado, no estuviera demasiado lejos para caminar a encontrar un teléfono y
comunicarme con las autoridades británicas.
Durante los dos días siguientes nos acomodamos a una nueva y novedosa rutina de
dormir de noche y estar despiertos de día. Pete se sumó al diario de supervivencia y
demostró sus habilidades como artesano transformando pequeños troncos y ramas en
una mesa para cenar, haciendo todo muy civilizado. Nos sentamos sobre nuestras
mochilas en vez de confiar nuestra suerte a las sillas hechas recientemente porque no
queríamos probar las habilidades de carpintero de Pete hasta ese punto, ni siquiera con
nuestro peso corporal disminuido para ese entonces. Con mucho tiempo en nuestras
manos, dedicamos nuestra atención a pulir nuestro conocimiento rudimentario del
español, usando las frases del libro que amablemente nos donaron los miembros de la
tripulación del Invincible. Las frases más útiles que aprendimos fueron: “Disculpe, ¿cómo
se puede llegar a la Embajada Británica?”. “No hablo español”; “Necesito hablar con
alguien que hable inglés”; “Mi nombre es”; y “por favor comuníqueme con la Embajada
Británica”. Nos probábamos el uno al otro, una y otra vez hasta que habláramos a la
perfección. Teniendo tiempo de sobra en nuestras manos observamos el área del
establecimiento militar en particular y Punta Arenas en general, notando un gran número
de movimientos de aeronaves desde y hacia el aeropuerto, incluyendo vuelos militares
de C130 y F5s. No fue hasta que regresé a Chile en noviembre de 1982 que me enteré
de la verdad sobre el préstamo de dos C130 de la RAF. Mis sospechas sobre los C130
iban a ser confirmadas tres días después.
No pasó mucho tiempo antes de que prestáramos atención a la comida. Habiendo estado
en modo de supervivencia durante ocho días, estábamos aburridos de comer las
raciones militares y deseábamos tener algo de comida de verdad. Con este fin, pusimos
algunas trampas para conejos al costado de probables senderos, pero en vano. En el
bosque, en la parte más alta de la colina, había un prominente árbol muerto que estaba
solo en un pequeño claro. Durante los tres días, fuimos visitados regularmente por un
ave de presa grande, del tamaño de un águila. Aunque todos queríamos mucho comer a
esa ave, se nos ocurrió también que el ave probablemente tenía pensamientos similares
sobre nosotros. Durante mi entrenamiento de supervivencia de SAS el año anterior, me
había hecho amigo de dos oficiales de las fuerzas armadas danesas. Ellos fueron los
únicos soldados capaces de cazar carne fresca durante el curso. Cuando les pregunté
cómo lo hacían, ellos me revelaron el secreto de un arco y flecha hechos usando madera
y cuerdas. Esto me dio una idea. Elegí un pedazo de madera que parecía adecuado y
diseñé un arco. La cuerda de nylon de mi cuchillo de supervivencia hizo las veces de
cuerda del arco. Mientras yo estaba haciendo el arco, “Wiggy” y Pete diseñaban algunas
flechas y hacían lanzamientos usando tableros de plástico blanco de la tripulación. Las
flechas fueron bien afiladas hasta un punto y alivianadas cerca de sus puntas utilizando
barro.
La escena estaba lista. Primero fue mi turno- después de todo, había sido mi idea hacer
el arco. Avanzamos lentamente hacia el árbol muerto siendo cuidadosos de no alertar al
ave, y cuando no hubo más de 20 metros de distancia, lancé mi primera flecha. Le erré
al ave por unos 3 pies; nada mal para un principiante. Sin perturbarse por mi tiro fallido,
el ave mantuvo su posición. Lancé una segunda flecha, sin mejores resultados.
“Dame la maldita cosa”, demandó Pete, claramente exasperado por mi pobre puntería.
Recuperamos las flechas y ahora era el turno de Pete. Apuntó y lanzó la flecha. Para
nuestro asombro colectivo, impactó al ave quien por unos pocos segundos miró a la
flecha alojada en su pecho con descreimiento. Al ver nuestro asalto completamente
frontal, el ave logró levantar vuelo, liberándose de la flecha mientras volaba hacia el
mar.
“¡Joder!” exclamé.
“¡Carajo!”, dijeron “Wiggy” y Pete en armonía. Eso fue lo último que vimos del ave, de la
que después descubriría que era una Águila de Mar, rara y protegida en Chile. Ya
habíamos provocado un incidente internacional, así que por suerte no complicamos más
nuestra trasgresión comiéndonos una especie protegida.
Durante el último día concentré mi atención en cómo contactarme mejor con el Agregado
de Aviación en la Embajada Británica en Santiago. Necesitaba acceso a un teléfono,
pero no tenía monedas chilenas. Pensé que habría una cabina de teléfono pública en
algún lugar de Punta Arenas, o aún mejor, llegaríamos hasta la casa de algún británico
expatriado- había muchos de ellos viviendo en Punta Arenas en 1982. Algunos poseían
propiedades que eran claramente distinguibles como ocupadas por británicos ya que
estaban pintadas con los colores y el diseño de la bandera de la Unión- era un poco
como para ponerse en evidencia. Entre nuestra posición y un teléfono estaba el
imponente grupo de edificios que asumimos era un establecimiento militar sin ningún
camino a su alrededor. Teníamos tres opciones. La primera era cortar camino a través
de la cerca perimetral de la instalación militar, dirigirnos hacia el laberinto de edificios y
los campos de tiro y aparecer del otro lado; esta opción era factible sólo de noche.
Luego de una consideración cautelosa, la dejamos de lado por dos razones: en primer
lugar, ese comportamiento sería inconsistente con el esperado de pilotos británicos de
una tripulación que estaban buscando un santuario en un país neutral; en segundo
lugar, ¡corríamos el riesgo de que nos dispararan! La opción dos era caminar hasta la
entrada principal del establecimiento militar y simplemente entregarnos. Este
comportamiento hubiese sido enteramente consistente con el esperado de un grupo en
nuestra situación. Esta opción también fue dejada de lado porque era el último recurso.
Nuestras órdenes eran hacer contacto con la Embajada Británica, si era posible. La
opción tres era caminar descaradamente derecho a través de la puerta principal del
establecimiento militar y esperar lo mejor. Notamos durante el día que había habido
algún movimiento de peatones en el camino de la costa en la vecindad del
establecimiento militar, pero no gran actividad durante la noche. Por lo tanto, elegimos
la opción tres a plena luz del día, pero no como un grupo de tres. Razoné que se sabía
que había tres pilotos británicos en el área, por lo tanto necesitábamos dividirnos en
par, “Wiggy” y yo juntos, con Pete a cierta distancia detrás de nosotros. Completamos
el plan. La penúltima actividad de esa noche fue disfrutar una pequeña petaca de rum
Pussers que Pete había estado llevando en un termo, donada amablemente por Terry
Short, uno de los miembros de la tripulación del Escuadrón 846. Era una noche muy fría,
así que “Wiggy” y yo decidimos compartir la bolsa de dormir. Justo cuando nos
estábamos acomodando para la noche, “Wiggy” dijo las inmortales palabras, “No te
parecés en nada a mi esposa”. Yo, por supuesto, no pude hacer ningún comentario. La
acción final antes de acomodarnos fue hacer la última entrada en el diario de
supervivencia...."

CONTINUA....
 
CONTINUA...

"....“¿Ustedes son los tres pilotos británicos?”


Estábamos levantados al amanecer del 25 de mayo; era una mañana soleada y había
mucho que hacer. Luego del desayuno y de asearme y afeitarme, “Wiggy” y Pete
levantaron el campamento mientras yo cavaba dos grandes agujeros para enterrar en
ellos nuestras mochilas, la tienda y el resto de nuestro equipo, incluyendo las cincuenta
ampollas de diamorfina, cuyo valor en la calle era de diez mil libras. Estimamos que el
camino era de una milla y que la entrada al establecimiento militar estaba alrededor de
media milla más allá del punto en el cual la ruta obvia de la colina interceptaba el camino.
Nuestras observaciones del área en los tres días previos indicaban que el horario más
transitado en el camino era entre el mediodía y las 14.00 horas, por lo que asumimos
que ese era el horario de almuerzo para los locales. No obstante el hecho de que sólo
teníamos buzos rompevientos DPM y una mescolanza de pantalones para usar, razoné
que pareceríamos menos conspicuos para un observador casual si nos movíamos junto
con otros peatones y vehículos. Habiendo hecho una limpieza final del sitio de
campamento temprano en la mañana, dejamos el refugio de la colina boscosa y partimos
lentamente colina abajo hacia el camino.
Eran las 13.00 horas cuando interceptamos el camino de la costa y “Wiggy” y yo
tomamos el camino hacia el norte junto a al lado este del mismo, alejándonos del
establecimiento militar, seguidos unos pocos minutos después por Pete. Mientras
caminábamos al norte, pasamos un cartel indicador en el que se leía que estábamos por
entrar en Punta Arenas, República de Chile. Nos pasaban varios vehículos civiles
viajando en ambas direcciones y unos pocos peatones caminando en la dirección
opuesta. Nadie parecía prestarnos ni un ápice de atención. Luego de diez minutos nos
acercamos a la puerta principal del establecimiento militar para descubrir que era el
cuartel regional, las barracas y el centro de entrenamiento de Carabineros- un lugar
enorme. Parado en el camino estaba un soldado armado en servicio de centinela. No nos
prestó más atención que un vistazo casual mientras pasábamos a su lado. Hasta el
momento, estaba bien. “Wiggy” y yo disminuimos la marcha para no quedar demasiado
adelante de Pete. Unos minutos después Pete también pasó al llamativamente
desinteresado soldado y luego se unió a nosotros. Luego de cinco minutos de que los
tres pasáramos por el frente del establecimiento de carabineros y mientras nos
dirigíamos a una tranquila calle lateral, los tres respiramos aliviados. En ese preciso
momento, un auto que viajaba en la dirección opuesta se detuvo justo detrás de
nosotros. Del auto salió un Capitán de Carabineros que nos llamó en español y se nos
acercó. Se presentó como el Capitán Marcos Moya Torres de la Prefectura Carabineros
de Chile. Nos preguntó en español si éramos los tres pilotos británicos, a lo cual
respondimos que éramos marineros de un barco mercante británico que estaba en el
puerto, mientras tratábamos con dificultad de mantener caras serias en este momento
del “Hola, hola”.
“No hay barcos mercantes británicos en el puerto”, fue la respuesta del Capitán Torres.
“Ustedes son los pilotos británicos”.
El juego se había terminado. El Capitán Torres nos invitó a subir en su auto y nos
llevaron al cuartel de Carabineros, preguntándonos que habría por delante.
Una vez estacionado el auto, el Capitán Torres nos invitó a los tres a pasar a su oficina
y realizó una llamada a su Comandante para reportar nuestra llegada.
Unos momentos después, el Teniente Coronel Haroldo Carrasco Galvez y su adjunto, el
Teniente César Pradenas Moran, se unieron al grupo y los dos grupos fueron
presentados el uno al otro. Luego de algunas galanterías, se nos ofreció un vaso de
vino tinto chileno, que fue bienvenido, a pesar de ser un poco fresco para mi gusto.
Unos minutos después fuimos todos afuera para unas fotos que fueron tomadas antes
de regresar a la oficina del Capitán Torres. Nuestro acto final fue regalar nuestras
brújulas militares a nuestros anfitriones como muestra de nuestro aprecio por su breve
hospitalidad, pero no obstante, agradable.
Pasó una hora o un poco más antes de que nos llevaran a otras instalaciones para ser
formalmente interrogados sobre nuestra presencia en Chile. Al entrar al edificio parecía
ser recordatorio de de Villa Grimaldi, uno de los centros de interrogación usado por la
policía secreta de Chile tal como lo describieron los sobrevivientes a interrogatorios.
Ver los artefactos que estaban en algunas de las habitaciones hizo que se me erizaran
los pelos de la espalda. ¿Qué tendrían guardado para nosotros? Me preguntaba. El
interrogatorio no fue llevado a cabo por la policía secreta, a quienes sin interés
conocería en una visita de regreso seis meses después, sino por un Comandante de la
Armada Chilena que era encantador y hablaba un inglés muy fluido. Cuando le pregunté
cómo había conseguido tan buen nivel de conocimiento del idioma inglés me explicó que
había pasado un tiempo en el RU asistiendo a cursos de entrenamiento con la Armada
Real. Estaba sorprendido de que los tres fuéramos interrogados colectivamente y no
individualmente. Estaba claro entonces que el interrogatorio era una formalidad. El
Comandante nos preguntó cómo llegamos a Chile. Le di la historia de coartada tal como
lo había arreglado con el Capitán Lynn Middleton, diciendo que estábamos llevando a
cabo un patrullaje de la costa argentina buscando embarcaciones argentinas, cuando el
helicóptero sufrió una falla en el motor. Estando a una gran distancia de la Fuerza de
Tareas y con la posibilidad de una segunda falla en el motor, decidí buscar refugio en el
país “amigable” más cercano. Como únicamente teníamos tablas marítimas del área, no
teníamos posibilidades de navegar acertadamente, así que nos dirigimos al oeste hasta
quedar con poco combustible, aterrizamos y destruimos la aeronave para evitar que
cayera en manos del enemigo en caso de que estuviéramos en Argentina. Decidí que
deberíamos quedarnos por varios días hasta que tuviéramos la certeza de que
estábamos en Chile y no en Argentina. Durante las horas de oscuridad en nuestra
primera noche en Chile, pudimos ver las luces de un gran pueblo al norte y decidimos
cruzar el campo hacia allí. Luego de cinco días llegamos a la colina y mantuvimos el
pueblo bajo observación durante otros tres días. Bajo la protección de la oscuridad de la
noche, durante la penúltima noche en la colina, yo descendí hacia el pueblo para
reconocer el área. Al llegar al camino, vi el letrero de Punta Arenas, confirmando por lo
tanto nuestra ubicación en Chile.
El Comandante parecía estar satisfecho con mi historia, pero durante el interrogatorio
me pidió en tres ocasiones que confirme que no habíamos dejado ningún personal militar
en territorio chileno. Respondí que no habíamos dejado ningún personal militar en
territorio chileno. Me dio la hipótesis de que habíamos dejado Fuerzas Especiales en
Argentina o en Chile y que luego habíamos destruido el helicóptero como parte del plan.
Pareció aceptar mi versión de los hechos. Luego de una hora o más de interrogatorio, el
Comandante nos explicó que seríamos trasladados a Santiago esa misma noche y luego
llevados de nuevo al RU. Luego de la formalidad del interrogatorio, le pedí noticias de la
Fuerza de Tareas y procedió a actualizarnos con los acontecimientos más relevantes de
los días recientes. Estas eran nuestras primeras noticias en ocho días. Nos enteramos de
los aterrizajes anfibios, la pérdida del Sea King con veintidós vidas, incluyendo al “Doc”
Love, el hundimiento del HMS Ardent, el derribamiento de dos helicópteros británicos, los
ataques al RFA Argonaut, HMS Antrim, RFA Sir Galahad y RFA Sir Lancelot, el
hundimiento del HMS Antelope y del HMS Coventry y, en ese mismo día, el ataque
Exocet en el SS Atlantic Conveyor. Eran muchas noticias para asimilar y fue nuestra
primera indicación de que con los ataques Exocet, la Operación Mikado había sido
finalmente abortada.

El viaje a Santiago, cortesía de la RAF

Ya estaba entrada la tarde y estaba oscureciendo al momento en que nuestro
interrogatorio fue completado. La llamada telefónica inicial del Teniente Coronel Galves a
su superior, reportando nuestra llegada a Punta Arenas, había generado una catarata
de llamadas posteriores de la cadena de comando de los Carabineros al Ministerio de
Defensa, al Presidente Pinochet y al Embajador Británico en Santiago. John Health, el
Embajador Británico, había sido alertado de la presencia en Chile de tripulación aérea
británica luego del siniestro del Sea King. Durante la semana previa, intercambios de
telegramas y señales entre Santiago y Londres habían comunicado al Gobierno del RU, la
decisión de que deberíamos ser repatriados al RU lo antes posible y con el mínimo
movimiento y exposición pública posible. Con este fin, se acordó entré las autoridades
británicas y chilenas que los tres seríamos trasladados a Santiago durante la noche como
pasajeros en un vuelo militar de rutina y seríamos entregados al cuerpo diplomático
británico.
Antes de que partiéramos, nos entregaron tres camperas de civil acolchadas que habían
sido compradas para nosotros por los Carabineros. Temprano esa noche, dimos
nuestros últimos saludos a nuestros muy hospitalarios anfitriones chilenos y fuimos
conducidos de encubierto en la oscuridad a través de Punta Arenas al aeropuerto, a
unas 5 millas al norte del pueblo. Al entrar al aeropuerto, el vehículo se dirigió a la
dispersión de aeronaves donde se detuvo y esperó varios minutos hasta que el C130
militar estuvo listo para embarcar a los pasajeros. Mientras estábamos sentados en el
auto matando el tiempo, hubo un golpe en la ventanilla del acompañante y la puerta se
abrió para revelar una cara familiar de mi tiempo en Hereford el año anterior. Conocía al
Capitán H profesionalmente hacía algunos años y estaba sorprendido de verlo en Punta
Arenas. El conductor salió del vehículo para que nosotros tres y el Capitán “H”
pudiéramos tener una conversación privada. Le expliqué la secuencia de eventos en
Argentina y el arribo a Chile, explicando en detalle la ubicación en la cual habíamos
dejado al Capitán “A” y a su equipo. El Capitán “H” nos confirmó que la Operación
Mikado había sido cancelada y que estaba haciendo todo el esfuerzo para encontrar el
equipo SAS perdido. Continuó explicando que, desde la cancelación de la misión, no
había ninguna necesidad de que nosotros nos siguiéramos escondiendo y que había
estado rastreando los campos al sur de Punta Arenas durante varios días, gritando
nuestros nombres y buscándonos. Dada la cantidad relativamente pequeña de terreno
que habíamos cubierto, estaba sorprendido que no lo hayamos visto ni oído, y concluyó
que nuestro intento de sobrevivir y evadirnos había sido claramente muy exitoso.
Finalmente, antes de abordar el avión, el Capitán”H” me dio el número de teléfono de su
mujer en Inglaterra y yo acepté llamarla al llegar al RU para decirle que yo lo había visto
y había hablado con él recientemente y que se encontraba bien y ocupado.
Con el avión listo para partir, era tiempo de abordar. Saludamos al Capitán “H” y a
nuestro conductor y caminamos hacia el avión. Estaba sorprendido de ver que el C130
estaba pintado con el camuflaje estándar del RU y tenía la inscripción “Fuerza Aérea de
Chile”. Incluso con mi conocimiento rudimentario de español me di cuenta de que Aérea
era un error ortográfico de “Aérea”; se despertó mi curiosidad. Entramos al Hércules
C130, tomamos nuestros asientos al fondo y mientras el avión despegaba, le eché un
vistazo a la cabina. Había una pequeña cantidad de equipamiento para trasladar, pero el
avión transportaba principalmente pasajeros y estaba provisto de equipamiento
electrónico con el cual yo no estaba familiarizado. Estudié a nuestros compañeros de
vuelo cuidadosamente, todos ellos vestían mamelucos de vuelo con alas de piloto e
insignias de vuelo, por lo que asumí que eran dela tripulación. Una mirada más certera a
las insignias reveló que la tripulación era de pilotos de F5. Ni bien la aeronave estuvo en
el aire y estableció vuelo a velocidad de crucero, hablé con algunos de los pasajeros que
estaban tan curiosos sobre nosotros como nosotros tres lo estábamos sobre ellos. Nos
explicaron que un escuadrón de F5 había sido desplegado a Punta Arenas durante la
Guerra de Malvinas y que cada semana había un movimiento de pilotos entre Santiago y
Punta Arenas para mantener a los F5 lo más preparados posible. Los pilotos continuaron
explicando que había gran confianza en el pueblo chileno de que los británicos
resultarían victoriosos. En el probable caso de que Argentina fuera derrotada, las
autoridades chilenas estaban preocupadas porque el General Galtieri tal vez ordenara la
invasión de las islas del Canal de Beagle. La soberanía de las islas había sido disputada
hacía tiempo entre Argentina y Chile y existía la preocupación en Chile de que el General
Galtieri intentara mitigar el fracaso en las Malvinas y calmara al pueblo argentino
consiguiendo una pequeña victoria a toda costa mediante la toma de esas islas.
La apariencia general de los pilotos de los F5 nos tomó de alguna forma por sorpresa. A
riesgo de sonar racista, nos resultó chocante identificar que la mayoría de los pilotos
eran de extracción aria y tenían apellidos tales como Müller, von Reinhart, Schmitt y
Brandt, por nombrar sólo cuatro. Había pocos pilotos de apariencia o nombre hispanos.
Las marcas del avión eran también motivo de sorpresa. La pintura externa de la
aeronave coincidía con las marcas internas, que eran de la RAF, incluyendo el número
de registro del avión, que era británico y de RAF Lyneham.
El tiempo de vuelo a Santiago fue de seis horas. Para aquellos que no están
familiarizados con el Hércules C130, debo explicar que el avión fue diseñado
primariamente para transportar fletes, con el papel secundario de trasladar tropas y
pasajeros. El nivel de ruido en la parte posterior de un C130 es por lo tanto muy alto,
haciendo imposible una conversación prolongada. No había nada que nosotros
pudiéramos hacer, por lo tanto, más que intentar dormir durante la mayor parte del
viaje.
Mientras tanto, en el RU, el MoD había dado nuestros tres nombres a la prensa. Viendo
un informe en el noticiero tarde por la noche, Lorraine anticipó que iba a ser objeto de
considerable interés por parte de la prensa. Con dos niños pequeños que cuidar, una
distracción que no necesitaba era la de ser bombardeada con preguntas de la prensa.
Necesitaba ayuda. Para esto, Lorraine telefoneó a nuestro cuñado, Ken Lewis, quien en
ese momento era un oficial subalterno que prestaba servicios en la Estación Aérea de la
Marina Real en Portland, y se ofreció a pasar un día o dos con ella para “cubrir” cualquier
pregunta de la prensa. Más tarde esa noche, mientras los vecinos cuidaban a los niños,
Lorraine viajó en auto hasta Portland y pasó a buscar a Ken, regresando a Crewkerne
durante las primeras horas del 26 de mayo...."

CONTINUA....


 
CONTINUA...

"....Santiago- “El mundo es un pañuelo”


Luego de un poco más de cinco horas soportando las ruidosas e incómodas condiciones
de la parte trasera del C130, fue un alivio arribar finalmente al Aeropuerto de Santiago
en las primeras horas del miércoles 26 de mayo. Aunque estaba oscuro, era posible
observar que el aeropuerto era sorprendentemente pequeño para la capital de un país,
pero con el beneficio de una larga pista y de que estaba localizado en las afueras, al
suroeste de la ciudad. Habiendo carreteado hasta detenerse y una vez que los motores
se detuvieron, bajaron la rampa de la aeronave y los pilotos de F5 desembarcaron antes
dirigiéndose a un autobús de la fuerza para completar su viaje.
Mientras tanto, “Wiggy”, Pete y yo continuamos sentados esperando a que alguien nos
diera instrucciones de qué hacer luego. Luego de un par de minutos, dos autos
aparecieron cerca de la parte trasera de la aeronave, las puertas se abrieron y dos
oficiales de las autoridades chilenas salieron de ellos, abordaron la aeronave y nos
invitaron a que fuéramos con ellos en los autos. “Wiggy” y yo nos subimos al primer auto
y Pete al segundo. Sin retrasos ni ceremonias, los dos autos se dirigieron lejos de la
aeronave hacia la salida del aeropuerto. Luego de un par de minutos, habíamos dejado
los confines del aeropuerto y estábamos acelerando a través de las oscuras y muy
desiertas calles de Santiago.
Después de media hora, los autos finalmente se detuvieron en un área residencial fuera
de una casa grande, y luego de un momento, la puerta del frente de la casa se abrió y
reveló a un hombre y a una mujer de pie en la entrada. Mientras “Wiggy”, Pete y yo
fuimos invitados a salir de los autos por los oficiales chilenos, el hombre caminó hacia
nosotros y se presentó como John Cummins, el Cónsul británico. Se desarrolló una breve
conversación en español entre los oficiales chilenos y el Cónsul, durante la cual nosotros
tres fuimos formalmente entregados de la custodia de las autoridades chilenas a
jurisdicción británica. Los dos oficiales volvieron a subirse a los autos y partieron,
dejando a John y a nosotros tres parados en el pavimento viendo como ellos
desaparecían en la noche.
Sin más que hacer, John nos guió hacia su casa y nos presentó a su esposa, Gillian. Nos
explicó que seríamos trasladados a la Embajada Británica alrededor de las 09.00 hrs
desde donde seríamos repatriados al RU más tarde ese día. Luego nos dio la fascinante
noticia de que el Presidente Pinochet había extendido una invitación para que nosotros
lo conociéramos y pasar la noche en el Palacio Presidencial. La oferta había sido cortés y
diplomáticamente rechazada en nuestro nombre por el Embajador. Era indudablemente
una sabia decisión por dos motivos: primero, nos veíamos muy desaliñados en nuestra
mescolanza de ropas descuidadas y sucias que habíamos estado usando durante los
últimos ocho días, una imagen que no definía mucho la personificación de los hombres
profesionales del servicio británico; en segundo lugar, el plan era repatriarnos al RU lo
más rápido posible con la mínima exposición pública. Una noche en el Palacio Presidencial
habría sido sin dudas seguida como un evento de alto perfil por la prensa, algo que
nosotros y las autoridades británicas tratábamos de evitar.
Durante las próximas horas, podríamos relajarnos por primera vez desde que estábamos
en suelo chileno, seguros y con el conocimiento de que estábamos en manos británicas.
Durante las primeras horas de la mañana nos ofrecieron refrescos y hablamos sobre
nuestras actividades desde que dejamos el HMS Invincible ocho días atrás. John ya
estaba enterado de la operación de las Fuerzas Especiales, pero no con todo detalle.
Estuvimos hablando durante un par de horas cuando, súbitamente, se levantó de su
asiento y caminó hacia su oficina mientras decía como sabiendo, “Ya me di cuenta
exactamente de quién eres”. Regresó con un álbum fotográfico familiar, John lo abrió en
la mitad y señaló una de las fotografías.
“¿Este no es tu hermano?”, preguntó expectante.
“¡ Joder!, sí. ¿Qué hace él en su álbum?”
“Estuvo con nosotros en marzo cuando el Endurance estuvo en Argentina recibiendo
mantenimiento asistido. Es un amigo de la familia”.
“Es sorprendente, ¡el mundo es un pañuelo!”
Alrededor de las 03.00 horas, John se despidió y se retiró por lo que restaba de la
noche, mientras “Wiggy”, Pete y yo dormimos lo poco que pudimos relajándonos en los
largos y cómodos sillones en la sala. Eran las 07.30 horas cuando nos despertaron con
los tentadores olores que venían de la cocina. El café fresco y el tocino habían estado
fuera del menú para nosotros durante tantos días que eran un banquete raro y los
consumimos con gusto. Luego del desayuno, cada uno tomó un baño y se afeitó, y nos
pusimos lo más presentables posible para nuestra llegada a la Embajada y nuestro
encuentro con el Embajador. A las 09.00 en punto, dos autos estacionaron en la puerta
de la casa del Cónsul. Le agradecimos a Gillian por su amable hospitalidad, nos
despedimos y nos subimos a los autos que serían conducidos a través de la corta
distancia hacia la Embajada Británica.
Mientras tanto en Crewkerne, Ken tuvo un despertar brusco a las 07.30 horas cuando
respondió el primero de muchos llamados telefónicos de la prensa, los llamados se
volvieron más numerosos y rápidos a lo largo de la mañana. Ken se los sacaba de encima
con la facilidad de un ejecutivo profesional. Tanto el MoD como yo, tenemos una gran
deuda de gratitud con él.
En Chile, “Wiggy”, Pete y yo tuvimos el apoyo completo de la máquina diplomática y
militar de PR apoyándonos y protegiendo los aspectos de seguridad de nuestra misión.
En el frente local en 1982, no había ese apoyo disponible para las familias, quienes se
encontraron de pronto en el ojo de la tormenta sin el beneficio del entrenamiento en
manejar las preguntas de la prensa o en comprender por completo las sutilezas en lo que
se refiere a las operaciones de las Fuerzas Especiales. Dejando de lado el trastorno
causado por el interés entrometido de la prensa, en esta ocasión el MoD falló al apreciar
el potencial de Lorraine –o de las familias de “Wiggy” y Pete- para responder preguntas,
lo que podría haber comprometido aspectos de la operación. Por ejemplo, la prensa
podría haber descubierto mi pasado involucrado con el SAS y habría sacado conclusiones
que podrían haber socavado la seguridad de la misión.
Mientras tanto en Chile, al llegar a la Embajada, nos acompañaron hacia el interior y nos
llevaron a una pequeña área de recepción donde nos ofrecieron refrigerios. Unos pocos
momentos después se nos acercó un miembro del personal que fue presentado por el
Cónsul como el Capitán de Grupo Sid Edwards, el Agregado de Aviación. Intercambiamos
las amabilidades habituales antes de que yo continuara para responder a sus preguntas
sobre los aspectos de nuestra operación. Luego de media hora se nos unió el Jefe de la
Chancillería, Robert Gordon, quien trajo la noticia de que las autoridades chilenas
demandaban que atendiéramos a una conferencia de prensa y que yo hiciera una
declaración sobre como aparecimos en territorio chileno. Yo lo consideré como un
desarrollo indeseable pero sin embargo, no inesperado, y acepté preparar una
declaración, empezando a trabajar en ella inmediatamente después con el
asesoramiento del Agregado de Aviación. Luego de veinte minutos se nos unió a Sid y a
mí, el oficial del MI6 residente de la Embajada, quien se presentó; lo llamaré “Geoff”.
Durante los treinta minutos siguientes, trabajé en la declaración para la prensa, cuya
redacción fue acordada con Sid y “Geoff”. La declaración era corta, al grano y reiteraba
la historia de coartada tal como la había arreglado con el Capitán Lyn Middleton. La
declaración fue entregada al Jefe de la Cancillería. Después de leerla, dijo que era
inaceptable porque era demasiado corta y no contenía suficiente información para
satisfacer a los grandes cuerpos de prensa que estaban lentamente reuniéndose en la
Embajada. En ese momento se nos unió John Heath, el Embajador, y Robert le dio el
borrador de la declaración para su consideración. Después de leerla, concluyó que era
completamente apropiada y que no se iba a agregar más información. Con la directiva
dada, el Jefe de la Cancillería partió para hacer copias de la declaración preparada en
inglés y español, y para hacer los preparativos finales para la conferencia de prensa.
Mientras tanto, el Embajador se quedó y habló con nosotros tres sobre la operación
durante varios minutos más.
Mientras John Heath se disculpaba y se retiraba, el Cónsul volvió a unirse a nosotros.
John nos explicó que para nuestro viaje al RU nos entregarían pasaportes e identidades
nuevos. Para mantener las cosas simples, decidimos mantener nuestros nombres de pila,
pero antes de que pudieran tomar las fotografías, necesitábamos cambiarnos con
nuestras ropas de civil. Un grupo de hombres del personal de la Embajada, elegidos por
su rango de contextura y altura, desfilaron ante nosotros. Parecía una rueda de
reconocimiento mientras los tres caminábamos por una línea de aproximadamente una
docena de hombres y elegíamos prendas de vestir. Durante los siguientes quince
minutos, los hombres se quitaron las prendas elegidas mientras nosotros nos sacábamos
nuestros uniformes y nos vestíamos con nuestros nuevos atuendos. Aún tengo la
camisa y la corbata hasta el día de hoy. Mientras nos dirigíamos hacia el fotógrafo de la
Embajada para que nos tomara las fotos de nuestros pasaportes, Sid se ofreció para
desechar nuestros uniformes. Mi nuevo pasaporte fue emitido con el nombre de Richard
James, un inglés tutor en la Universidad de Cambridge. La esposa del Cónsul, Gillian, iba
a viajar también a Inglaterra conmigo como mi esposa “honoraria”. La nueva identidad
de “Wiggy” era Alan Shaw, un arquitecto, y Pete era Peter MacDonald, un ingeniero; el
también fue acompañado por un miembro femenino del personal de la Embajada.
Vestidos en una mezcla mal combinada de atuendos de civiles y armados con nuevos
pasaportes, el escenario estaba preparado para la conferencia de prensa.
A las 14.00 horas “Wiggy”, Pete, el Jefe de la Cancillería, el Oficial de Prensa de la
Embajada y yo, pasamos al pequeño ascensor para subir a la gran habitación elegida
para la conferencia de prensa. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, los tres
seguimos a Robert fuera del ascensor. Apenas tuvimos tiempo de salir del ascensor,
antes de que las puertas se cerraran casi atrapando a “Wiggy” adentro, pero
afortunadamente, volvieron a abrirse y estuvo libre para unirse a nosotros. Mientras
caminábamos hacia la mesa y las sillas preparadas para nosotros, estaba agudamente
atento al gran número de representantes de la prensa reunidos en la sala y de las
brillantes luces de las cámaras de televisión. A la vista y al sonido de los flashes de las
cámaras y los murmullos de los cuerpos de la prensa de “aquí están” y “ellos son”,
tomamos asiento en la mesa. Observando la sala y tratando de contar el número de
miembros de la prensa presentes, estimé que había entre ochenta y cien, todos ellos
mirándonos intensamente. Reconocí solamente una cara, la de Jon Snow.
Por primera vez desde que dejé el Hermes el 17 de mayo, me di cuenta de lo grande que
era la historia. Ni bien todo estuvimos preparados, el jefe de la Cancillería explicó que yo
iba a leer la declaración en inglés que sería seguida inmediatamente de su lectura de la
traducción en español; no se dio otra información, por buena razón. Mientras un
murmullo se escuchaba en la sala, recibí la orden de Robert y leí la siguiente declaración:
Me doy cuenta de lo interesados que están todos ustedes en nosotros. Estoy seguro de
que ustedes entenderán que estamos todos muy cansados luego de nuestra reciente
experiencia, y comprenderán que nuestro principal deseo es volver a ver a nuestras
familias y amigos lo más rápido posible. En este momento, me gustaría decir lo bien y
amablemente que nos recibieron y trataron las autoridades chilenas y nos gustaría
expresar nuestro agradecimiento públicamente. Hemos dado un relato completo a las
autoridades chilenas. Entiendo que los detalles de nuestro vuelo ya han sido dados a la
prensa y espero que por lo tanto, me perdonen si no repito todo esto de nuevo. Pero
para beneficio de aquellos de ustedes que aún no hayan recibido los detalles,
brevemente, la situación fue que, mientras patrullábamos el mar, experimentamos una
falla en el motor. Debido a las condiciones climáticas adversas, no fue posible regresar a
nuestra nave en esas condiciones. Por lo tanto, buscamos refugio en el país neutral más
cercano. Me temo que no puedo agregar nada más.
Sería varios días más adelante, luego de mi regreso al RU, que vería grabaciones de las
noticias televisivas de la conferencia de prensa y los informes de Jon Snow y Brian
Barron detallando los hechos en Chile durante los días siguientes al naufragio de la
aeronave. Estaba sorprendido de oír que “Wiggy”, Pete y yo habíamos aparentemente
hablado con un granjero local cerca de Punta Arenas y que también habíamos hecho
señales a un helicóptero que pasaba, con consumada facilidad, dentro del cual los tres
habíamos sido llevados “animadamente”.
Un vez que entregué mi declaración, los tres nos levantamos inmediatamente de
nuestros asientos como nos habían instruido antes y nos dirigimos hacia el ascensor
mientras el Jefe de de la Cancillería comenzaba a leer la traducción en español de mi
declaración al amontonamiento de la prensa que lo había rodeado. Los miembros de la
prensa estaban indecisos sobre qué hacer a continuación: quedarse y escuchar la
traducción en español o tratar de seguirnos fuera de la habitación. Hubo un alborotado
forcejeo cuando los miembros de la prensa que hablaban en español decidieron
quedarse allí y los miembros que hablaban en inglés empujaban a los otros en un intento
por descubrir a dónde íbamos. En sólo unos segundos, estábamos de regreso en el
ascensor y en camino a la planta baja. En el instante en que las puertas del ascensor se
abrieron, fuimos llevados fuera del edificio y a dos autos estacionados al costado de la
Embajada. Sin demoras, los vehículos, completos con escoltas de la policía, arrancaron a
alta velocidad, con miembros de la prensa forcejeando para subirse a sus vehículos y
seguirnos en una persecución. Era una tarde soleada brillante mientras el pequeño
convoy de vehículos aceleraba por las calles de Santiago hacia el aeropuerto en las
afueras de la ciudad. Media hora después, el vehículo frenó fuera de un edificio cerca
del aeropuerto. La estadía en la “casa segura” fue un breve hiato en el viaje mientras se
hacían los arreglos para recoger nuestros boletos de avión, los pases de a bordo y para
completar las formalidades de inmigración en ausencia. Cuando el vuelo de LanChile
estuvo listo para abordar, fuimos conducidos directamente a la aeronave, embarcados,
ocupamos nuestros asientos y nos acomodamos para nuestro largo viaje.
Mientras tanto, por la tarde, en mi hogar en Crewkerne, el interés de la prensa estaba
mermando, o así pensaba Lorraine. Las llamadas telefónicas había cesado a media tarde
y sólo un miembro de la prensa llegó a la casa. Era de un periódico local y estaba ansioso
por obtener una noticia nacional sensacional. Ken lidió con él amablemente, pero
firmemente, negando cualquier comentario. Con la normalidad aparente restablecida,
Lorraine llevó a Ken de regreso a Portland esa noche. Como lo demostrarían los
acontecimientos del día siguiente, su retorno a Portland fue prematuro....."

CONTINUA....
 
CONTINUA....

"....El vuelo a Londres- ¿Cómo, no hay Interpol?


Eran las 16.40 horas del 26 de mayo cuando el vuelo de LanChile dejó las fronteras de
Santiago hacia Madrid, vía Río de Janeiro. El tiempo de vuelo a Río fue de menos de dos
horas, así que planeé mantenerme despierto en esta etapa del viaje, y dormir durante la
siguiente etapa mientras la aeronave cruzara el Atlántico durante la noche hacia
España. Estaba sentado junto a mi esposa honoraria, Gillian. “Wiggy” estaba en la fila
inmediatamente detrás y Pete y su compañera estaban en la fila inmediatamente detrás
de la de “Wiggy”. Los primeros pocos minutos del vuelo fueron irrelevantes, pero no
pasó mucho hasta que nuestra paz fue groseramente interrumpida. España era la sede
de la Copa Mundial de Fútbol de 1982, con la primera ronda programada para empezar
en poco menos de tres semanas. Desafortunadamente, los miembros de los cuerpos de
prensa chilenos que cubrirían la Copa Mundial eran pasajeros de aquel vuelo. Poco
después de que la aeronave se niveló en su curso y el Capitán desactivó las señales de
los cinturones de seguridad, algunos pasajeros comenzaron a moverse por el avión y no
pasó mucho tiempo antes de que algunos periodistas nos reconocieran a “Wiggy”, a
Pete y a mí, algunos de los cuales habían asistido a la conferencia de prensa. Algunos de
ellos nos pidieron entrevistas y nos querían tomar fotografías. Yo me negué
amablemente a darles permiso y le pregunté a una de las azafatas si podía hablar con el
Capitán por un asunto urgente.
Su respuesta fue preguntarme, “¿son ustedes los tres pilotos británicos?”
A lo cual respondimos al unísono, “No, señorita, somos turistas”. Sin embargo fue otro
momento de “Hola, Hola”. Mi petición fue concedida y los tres fuimos invitados a la
cabina para conocer al Capitán. Cuando le expliqué a él nuestra situación y nuestra
renuencia a ser expuestos a la prensa, fue muy comprensivo y nos invitó a los tres a
quedarnos en la cabina de vuelo por el resto del viaje a Río.
Luego de casi dos horas, la tripulación comenzó a maniobrar la aeronave para su
acercamiento previo al aterrizaje. Desde nuestra posición privilegiada en la cabina
pudimos apreciar por completo el magnífico escenario alrededor de Río. La aeronave
estaba volando en un patrón de acercamiento circular descendente alrededor de la
ciudad revelándonos toda el área de construcción anidada a los costados de muchas
colinas y los alrededores inmediatos mientras la aeronave acortaba la distancia al
aeropuerto. A pesar de la oscuridad, la vista era impactante. Con montañas costeras y
bosques de fondo y con el Atlántico al frente, Río disfruta de una maravillosa ubicación
escénica. Fue una experiencia inolvidable volar bajo los brazos iluminados y extendidos
del Cristo Redentor que nos daba la bienvenida, mientras la aeronave hacía su
acercamiento final al aeropuerto, inmediatamente adyacente al mar.
Seguros en tierra, la aeronave carreteó hasta detenerse. Todos los pasajeros
desembarcaron; mientras la aeronave se preparaba para el vuelo nocturno a Madrid,
nosotros tres nos quedamos en la cabina durante ese período. Una hora más tarde, los
otros pasajeros volvieron a unirse al vuelo, nosotros tres regresamos a nuestros
asientos en la cabina, el Capitán encendió los motores y la aeronave carreteó lista para
partir. Cinco minutos después estábamos volando una vez más y disfrutando la última
mirada a las luces de Río, mientras la aeronave volaba con dirección noreste hacia
Madrid. Dos horas después, nos sirvieron una excelente comida, luego de la cual no
hubo nada más que hacer que relajarse y dormir la mayor parte de lo que quedaba del
vuelo. Mientras contemplaba la noche llena de estrellas, sin luna, mi mente, de tanto en
tanto, viajaba a la Guerra de Malvinas. Mis pensamientos eran una mezcla de frustración
por no tener noticias del progreso de la guerra y sentimientos de incomodidad por haber
dejado a mis camaradas en la Fuerza de Tareas y estar en camino a casa.
A la mañana siguiente, el jueves 27 de mayo, mientras volábamos a una altitud por
encima de los 30.000 pies, el amanecer sobre el Atlántico fue un evento colorido y
espectacular, no arruinado por ninguna nube. Una hora después de terminar el
desayuno, la aeronave inició su largo y bajo descenso sobre el aeropuerto Barajas de
Madrid. Era una mañana brillante, soleada en Madrid mientras la aeronave tocaba tierra
y carreteaba hacia su puerta. Al aviso del Capitán, nosotros tres nos quedamos en la
cabina, mientras los otros pasajeros desembarcaban. Luego de unos cinco minutos o
más, la cabina estaba libre de pasajeros. Le agradecimos al Capitán y a la tripulación de
la aeronave por su atención, su entendimiento y su hospitalidad antes de dejar la
aeronave y seguimos la larga fila de pasajeros que se dirigían hacia inmigración.
Una vez que las formalidades del control de inmigración fueron completadas con nervios,
los cinco nos dirigimos hacia las ventanillas de check-in. Antes de dejar la Embajada en
Santiago, nos había comentado el Agregado de Aviación que teníamos reservaciones en
el vuelo de British Airways a Heathrow en Londres, partiendo de Madrid a las 12.30
horas. Mientras hacíamos tiempo en el área de check- in, Gillian nos dijo que le habían
dicho que recogiera los boletos de la ventanilla de British Airways al llegar a Madrid en
representación de los cinco y que por lo tanto desaparecería durante algunos minutos.
Mientras tanto, al ver a un miembro femenino de los cuerpos de prensa chilenos
haciendo una llamada telefónica desde una cabina telefónica pública, me acerqué para
poder escuchar su conversación. Estaba hablando con un agente de Reuters,
informándoles que los tres pilotos británicos de Chile estaban en Madrid y que
presumiblemente habían reservado en el vuelo BA 455 a Londres, noticias que yo no
quería escuchar. El hecho de tener que escapar de un acoso de la prensa en Heathrow,
no estaba en mis planes para ese día. Pero luego razoné que si nuestra llegada a
Heathrow era esperada por el MoD, entonces los planes para nuestra recepción estarían
hechos bien lejos de los ojos curiosos del público y la prensa británicos. Luego de unos
treinta minutos, Gillian regresó con noticias de que el vuelo a Heathrow en Londres de
BA había sido sobrevendido, así que no había asientos para nosotros. Le conté acerca
de la conversación telefónica que había escuchado furtivamente y nos informó que en
cambio, había reservado asientos en un vuelo posterior BA 2456, a Gatwick, que saldría
de Madrid a las 13.10 horas. Estaba bien hasta ahora.
Mientras tanto, en mi hogar en Crewkerne, Lorraine escuchó un informe al instante de
las noticias, en la Radio BBC Bristol, temprano en la tarde, anunciando que “Wiggy”,
Pete y yo habíamos reservado un vuelo de BA a Heathrow y que estaríamos llegando a
Inglaterra más tarde esa misma tarde. Las emociones de Lorraine al escuchar la noticia
estaban mezcladas: por un lado estaba muy alegre de saber que estaba a salvo y en
camino a casa; por otro lado, enojada de tener que haberse enterado de mi repatriación
por un informe de noticias de la radio. Quizá por la eficiencia de la máquina PR del MoD,
o eso creía ella en aquel momento. Pero como lo demostraron los hechos posteriores, las
fallas en las comunicaciones no podían ser achacadas a la organización PR del MoD.
De regreso en Madrid, con el proceso de check- in completo, los cinco nos dirigimos a la
sala de partidas para esperar nuestro vuelo a Gatwick. Sentados en la sala junto a la
puerta de partida, eché un vistazo a los compañeros de vuelo, pero no había ni un
indicio de que alguno de ellos supiera quiénes éramos. Eso fue un alivio. Con los cuerpos
de prensa chilena que habían dejado el aeropuerto, podíamos al fin relajarnos por un
rato. A mediodía anunciaron nuestro vuelo, abordamos la aeronave y tomamos nuestros
asientos. Mientras miraba al área de clase ejecutiva, pude ver un ejemplar de un diario
inglés. Los artículos de la primera plana eran sobre el hundimiento del HMS Antelope y
dos notas sobre nuestra operación en Argentina. Una estaba titulada “Helicóptero choca
en misión de combate del SAS”, y el otro “Tripulación de una misión misteriosa, de
regreso”, completado con una fotografía de los tres tomada durante la conferencia de
prensa la tarde anterior. Fue triste enterarse de la tragedia del Antelope y frustrante
leer la especulación alrededor de nuestra operación. Luego de varios minutos de leer, se
me ocurrió que muchos de los pasajeros estarían mirando el mismo diario y por lo tanto la
misma fotografía. Me hundí visiblemente en mi asiento por miedo a ser reconocido. A las
13.10 horas, la aeronave despegó para el vuelo de dos horas treinta minutos a Gatwick....."

FIN DEL EXTRACTO
 

rodrigocarra

RED OBSERVADORES DEL AIRE
Así se refirió Matthei sobre el incidente.

¿ Y como se la transmitiría Edwards a sus superiores ?

Tenía un equipo de comunicación satelital directo con el buque insignia inglés, bajo el mando del comodoro Woodworth. Se avisaba, por ejemplo, que desde una base determinada habían salido cuatro aviones en dirección a tal parte, que por su velocidad parecían Mirage. Una hora antes de que llegaran, los ingleses ya estaban informados de su arribo.

¿ Usted también recibía esa información ?

Yo tenía otras cosas que hacer, pero al final del día me daban un informe de lo ocurrido.

¿ Y se lo transmitía a su vez al general Pinochet ?

Nunca, por la sencilla razón de que si llegaba a "saltar la liebre", él estaría en condiciones de jurar que no sabía nada. así podría decir que el culpable era Matthei y que lo echaría de inmediato. Al respecto debo decir que tengo el más alto respeto por Argentina y que tuve clarísimo que siempre seremos vecinos. En ese sentido éramos los mas interesados en mantener relaciones lo más amigables posibles. Sin embargo, durante ese periodo el gobierno militar argentino actuó en forma tal, que todos fueron condenados por la justicia de ese país. Y en ese momento, pese a todas mis simpatías por Argentina, mi responsabilidad era Chile. Considerando que el mismo general Galtieri había declarado que nosotros seriamos los próximos, obviamente yo no quería que ganaran la guerra contra los ingleses.

¿ Pero no cree usted que los argentinos algo sospechaban ?

Lo sabían. Incluso antes de la llegada de Edwards, mandé a llamar al agregado aéreo argentino a fin de enviar por intermedio suyo un mensaje al general Lami Dozo. Le dije que nunca en mi vida habría pensado que serían tan irresponsables. Habiendo barajado todas las posibilidades en mi cabeza, la única que no ingresé en mi computador mental fue que agredieran militarmente a los ingleses. Frente a esta situación le di mi palabra de honor de que la Fuerza Aérea chilena no atacaría a Argentina durante su eventual guerra con Inglaterra. Pero agregué que cuando se produce un incendio en la casa del vecino, el hombre prudente toma una manguera y echa agua en su propio techo. En otras palabras, que en ese momento haría todo lo posible por reforzar a la Fuerza Aérea de Chile y su defensa, porque lo contrario sería un acto irresponsable de mi parte como comandante en Jefe. Naturalmente, eso incluía obtener todo el material necesario en Inglaterra.

¿ Por qué motivo le advirtió de la situación al general Lami Dozo ?

Yo quería que él supiera que no teníamos intenciones de atacarlos, sino de mejorar la capacidad defensiva de la Fuerza Aérea de Chile. Nunca habría dado a conocer estos antecedentes si no hubiera sido por el triste episodio de la detención del general Pinochet en Londres. Dada las circunstancias, le envié una carta a la delegación chilena a fin de proporcionarles argumentos para defender políticamente al general Pinochet y lograr su liberación. Ignoro hasta qué punto fueron importantes para esos efectos, pero espero que le hayan servido. Ahora le damos crédito por nuestra ayuda a los ingleses a mi general, pero la verdad es que el desconocía los detalles, porque no debía saberlos. Siempre tuve intenciones de asumir yo la responsabilidad política si esto se filtraba. Pero fue doña Margaret Thatcher quien destapó la olla, porque evidentemente, ella lo sabía. En julio de 1999, le dio publicamente las gracias al general Pinochet por la colaboración prestada durante la guerra de las Malvinas.

¿ Supo que usted fue el hombre clave al respecto?

No lo sé, aunque el mismo Sydney Edwards me dijo que estaba muy agradecida por nuestra ayuda. En todo caso nunca recibí un reconocimiento oficial. Sin embargo, posteriormente fui invitado a Inglaterra y si bien es cierto nunca se habló del tema, ellos sabían muy bien por qué me invitaban, y yo también. Me trataron con mucha cordialidad: incluso me dejaron volar el Harrier, esa mezcla curiosa de avión y helicóptero. Fue una experiencia muy estimulante volar en formación con el Jefe de Estado Mayor de la RAF, recorrer a bajísima altura la campiña inglesa y ensayar maniobras de combate con este avión de capacidades tan revolucionarias.

Se dice que durante el desarrollo del conflicto un helicóptero británico cayó a tierra cerca de Punta Arenas.
¿ Es efectivo ?


Sí. Un día llegó Sydney Edwards a confesarme lo que había pasado, y le pregunté cómo habría podido suceder un incidente de esa naturaleza considerando que ellos acordaron no efectuar operaciones militares hacia Argentina desde territorio chileno, y que ningún avión inglés que hubiera operado contra ese país aterrizaría en Chile. Ése era el acuerdo fundamental al que habíamos llegado. Sin embargo, habían organizado una operación de comandos- de "super comandos", en realidad- para destruir los aviones Super Etendeard franceses de la marina Argentina que eran los que portaban los misiles Exocet. Los ingleses sabían que los argentinos tenían seis Exocet y ya habían comprobado su efectividad: con uno solo liquidaron al destructor Sheffield, un día después que ellos hundieron al Belgrano. Lamentablemente, los comandos se extraviaron a causa de las pésimas condiciones meteorológicas y no les quedó otra que aterrizar en Chile. Lo hicieron en el claro de un bosque al Oeste de Punta Arenas, cerca de un camino. Enseguida, decidieron incendiar la nave, y aunque nadie los había visto descender, el humo se propagó en dos minutos. Eso llamó la atención, por supuesto.

CONTINUA
 

rodrigocarra

RED OBSERVADORES DEL AIRE
¿ Que ocurrió con ellos ?

Desaparecieron después de quemar el helicóptero y se comunicaron por radio con Sydney Edwards para preguntarle qué podían hacer. A su vez, Edwards se comunicó conmigo y yo le di instrucciones de que el grupo llegara a un determinado punto de nuestra Base Aérea, donde los esperaría un oficial de inteligencia nuestro. Ahí les dieron tenidas de civil y los pusieron a bordo de un avión LAN o LADECO hacia Santiago, para que desde acá volaran a Inglaterra. Las cosas se hicieron así, aunque deberían haberse quedado internados en Chile como dice la Ley. Pero había que proponer una salida, y así lo hice. Por eso la Señora Thatcher mencionó también el salvamento de vidas humanas en Julio de 1999.

¿ Los argentinos se enteraron del incidente ?

Claro que sí, y nosotros tuvimos que darles explicaciones. La verdad es que me enojé mucho con los ingleses y tuve que poner la cara ante el general Pinochet, diciéndole: "mire lo que hicieron estos...". Mi general llamó entonces al Ministerio de Relaciones Exteriores y el ministro Rene Rojas Galdames manejó la situación. Como les conté, al comienzo habíamos acordado mantener en secreto absoluto nuestra vinculaciones con Inglaterra, pero en este caso tuvimos que comentar, si no toda la operación, al menos que los ingleses habían cometido un grave error.
 
Bueno varias cosas que llaman la atención.

El tema de Punta Arenas y Tierra de Fuego. Deja claro que tenia esos puntos de aterrizaje en ambos lados, en el caso de Tierra de Fuego el ideal cerca de la Estancia Cameron. A su vez plantea que es un problema haberse quedado en ese lado de Chile, si contamos que en Punta Arenas tenían "infraestructuras" y en el otro lado no, si era un problema. El SAS parece que lo vivió

Esos 8 días en raciones podrían haber cubierto la distancia desde Estancia Cameron a Porvenir

La salida "diplomática" es a la que me refería. Pasaportes falsos e identidades.

La Radio.
El general Matthei, años después, aclara en su entrevista la parte "absurda" descrita por R.H. ¿pero había comunicación radio con el enlace de la RAF?

Para tener enlace radio con el oficial de la RAF, se tardo bastantes días en llegar la "orden" de entregarse. Hubo un intento "de búsqueda" con el SAS ¿pudo pasar lo mismo con ellos?. Parece que si, el capitan "H" estuvo buscándolos llamándolos por su nombre. ¿y la radio?

Luego esta el tema del cónsul, uno que sabia de algo de la operación (tripulación) y otro que se "aterrorizo" (SAS). ¿no era la misma persona?

Menciona que el dinero que les dieron les sirvió mas adelante..... desayunos de bollos de avena y copos de manzana, luego hablan de las raciones de combate.

Menciona que las raciones necesitaban de agua, un bien escaso. Dice que volvieron al arroyo donde habían estado la noche anterior. Parece que no tenían, hasta entonces, interés por avanzar mucho.

Slds.
 
Última edición:
Volemos hacia Punta Arenas....

" En 1982, la extensión de costa por varias millas al sur de Punta Arenas estaba muy deshabitada excepto por una o dos
estancias aisladas. Para evitar alertar a alguien de nuestra presencia, volé el helicóptero a 20 pies y a media milla paralelo a la costa a medida que íbamos al norte."

Esto tenia una explicación.., cuando cruzaron la lengua de agua que le separaba de bahía Inútil, al llegar a la costa enfilaron hacia el norte- según describe- por que enseguida pasaron por la Estancia Agua Fresca. Esta estancia se encuentra en la misma orilla.

Llegando al punto final, a unos 17 Km de Punta Arenas según describen, habían dejado a su izquierda y algo adentro de la costa la Estancia Guayrabo...
 
DIARIO CLARIN , 21 MAY 2007:

"....Pero veinticinco años después, la historia tomó un giro imprevisto.Siete ex soldados del Regimiento de Infantería 24 de Río Gallegos, reunidos por Clarín, contaron una experiencia. Fue vivida por parte de treinta y seis soldados de ese regimiento, todos de la clase 1963, que, por sus condiciones, habían sido destacados por el Ejército como AOR (Aspirantes a Oficial de Reserva) y destinados a la Compañía "C" de esa unidad, Una compañía que no existía entonces, yno existe hoy en los papeles oficiales. Es una compañía fantasma.
Lo que narran, con el rigor de lo vivido que Freedman envidiaría, es que en la madrugada del 18 de mayo de 1982 sintieron zumbar sobre sus cabezas una aeronave, que era un helicóptero, que no era argentino y que fue baleado por uno de ellos, en medio de la niebla. Al día siguiente supieron que una máquina británica había caído en Punta Arenas. Y aún hoy, tienen la certeza que se trataba del ZA290.


Con Clarín dialogaron Carlos Vivas, Germán Leeuwarden, Andrés Rebord, Daniel Giménez, Walter Piccin, Roberto Sesti y Horacio Yegro. Algunos de ellos volvían a verse después de un cuarto de siglo. Varios aportaron sus recuerdos de guerra: fotos, las chapas identificatorias que colgaron de sus cuellos, las cartas enviadas a sus familias. Vivas y Piccin, el soldado que baleó al helicóptero, llevaron la voz cantante del grupo y el resto aportó datos más precisos, más nítidos.
Esta historia la hemos contado muchas veces a nuestras familias y amigos; la conocen quienes eran nuestros jefes en el regimiento, pero nunca hemos sido vistos como veteranos de guerra o como participantes del conflicto. Ninguno de nosotros busca una pensión de veterano. Pero esto que vivimos, lo vivimos.
La fantasmal compañía "C" del RIMEC 24 estuvo a punto de ser destinada a Malvinas pero finalmente fue a custodiar una precaria pista de aterrizaje, en medio de la nada, en un campo del sur de Gallegos.

Allí estuvimos cinco o seis días, en aquello que parecía un aeroclub. Después nos reemplazaron y fuimos a un viejo casco de estancia en Punta Loyola.

Punta Loyola está a treinta y ocho kilómetros de Río Gallegos, donde la ría se vuelca al mar y donde se alza el Puerto Presidente Illia, el puerto de aguas profundas de Gallegos.

Ese fue nuestro lugar hasta el final de la guerra. Cavamos los pozos de zorro, en un terreno que era piedra pura, y nos quedamos dos meses allí, congelados como las aguas de un lago cercano. Nos decían que íbamos ganando, pero nosotros escuchábamos las radios chilenas que decían que los argentinos eran unos mentirosos. La noche del 17 al 18 de mayo, tal vez ya eran las primeras horas del 18, tuvimos una alerta roja. Ya había habido algunas, sobre todo cuando encontraron algunos botes de goma en la costa. Supimos que no era un helicóptero argentino por un par de cosas: primero, cuando venía un helicóptero argentino te avisaban, para que no le tiráramos; segundo, este no hacía el ruido de un helicóptero argentino. Era más bien un zumbido. Y venía del mar, y muy bajo, como de aquí al techo, sentías el viento.

Piccin es quien cuenta ahora.

Había una niebla muy espesa. Pero el ruido nos llegó del mar y, según mi posición, desde la izquierda. Lo único que veías era una lucecita roja, intermitente; el helicóptero iba y venía, como si estuviera perdido o buscara algo. Yo lo seguí como dos mil metros por un terreno totalmente irregular. Hasta que decidí tirarle. Le vacié un cargador y moneditas. Pegarle, no te puedo asegurar que le pegué. Pero tirarle, le tiré. Enseguida volví corriendo en zig zag a mi posición, con la idea de que iban a pegar la vuelta y a liquidarme. Nos ******* a pedos. Un capitán de apellido Wingar, se enojó muchísimo porque pensaba que era un helicóptero argentino. Pero los argentinos llegaban de día. Igual nos decía "Ustedes tienen orden de disparar sólo si les disparan primero" Y yo le decía: "Bueno, él me disparó primero y yo se la devolví". Al otro día nos enteramos que un Sea King había caído en Punta Arenas. A los doce soldados que estábamos de guardia, no nos quedaron dudas: era el helicóptero que nos había sobrevolado.

A partir de ese momento, la "compañía fantasma" del RIMEC 24 vivió en estado de alerta permanente: sus oficiales, pensaban, y acaso con razón, que un comando inglés podía haberse infiltrado en territorio argentino.

—A los pocos días —recuerda Vivas— fui a buscar la comida y, desde un cerro cercano, como a doscientos metros, empezaron a dispararme; eran cerca de las nueve de la noche y hubo un tiroteo bastante intenso. Formaron entonces dos grupos, uno con un Unimog salió a rodear a los que disparaban, y yo fui con otros tres soldados, un sargento y un subteniente a pie hacia donde nos disparaban. Nos empezaron a disparar otra vez, a mí me temblaban las manos y las piernas, no hubiera podido darle ni a un barco; y el subteniente que iba con nosotros, con seis granadas, me decía: "Mirá Vivas, yo nací para esto..." Como también les disparaban a los atacantes desde la trinchera, nosotros quedamos entre dos fuegos. Así que nos tiramos al piso y esperamos. Todo habrá durado unos veinte minutos, separados en dos tandas. Nunca supimos quiénes nos disparaban.

AL final de la guerra la Compañía "C" del RIMEC 24 fue disuelta. No hay registros de su existencia en el regimiento. Sus soldados tienen un certificado de servicio militar cumplido allí, pero no figura la Compañía "C" como su destino. Un secreto tan insondable casi, como la misión británica en territorio argentino.
Pese a esa frustrada misión de reconocimiento, Gran Bretaña siguió los preparativos de la segunda fase del plan, un tanto suicida, que consistía en el desembarco de cincuenta y cinco miembros del SAS desde un avión Hércules en un punto cercano a Río Gallegos; una vez que hubieran destruido los Etendard, cuenta Freedman con algo de tino, "se los habría sacado del lugar, no se sabe con certeza cómo".
Los tres ocupantes del Sea King inglés, los tenientes Richard Hutchings y Alan Bennet y el tripulante Peter Imrie, fueron rescatados por un ex miembro de la Fuerza Aérea Chilena, Jorge Freyggang, que según la prensa de ese país habría cumplido misiones de espionaje en beneficio británico.
Desde Santiago Hutchings, Bennet e Imrie fueron enviados a Londres. Contaron que habían tenido un problema en el motor del Sea King y que se habían dirigido a unas colinas. Y que habían destruido el helicóptero porque no sabían con certeza si estaban en Argentina o en Chile. Nunca explicaron, ni les fue preguntado, el destino de los ocho miembros del SAS que viajaban con ellos. Los tres fueron condecorados al final de la guerra.


PD. Acoto: Si segun Hutchings, la mision de la Task Force era "proteger a ingleses de una tirania fascista...", en Chile, por una de esas casualidades, gobernaba Bachelet???. Hipocritas.....Saludos!!!
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Tordo esto es mas complicado, la entrada por Argentina

Faltaría tener los diarios de guerra de esa unidad, de otras en la zona, el puesto comando, la del radar y el diario de guerra del ARA Bouchard y libro de navegación del mismo para hacer un análisis global. Aunque de este, en el libro "Un buque, dos banderas, mil combates" algo tienes aunque no preciso.

Con respecto al ARA Bouchard.

R.H. menciona que hasta que levanto el vuelo para salvar las montañas no recibió ninguna alerta, Parece que con respecto al Bouchard eso no fue así, lo tuvo en pantalla mucho antes de cruzar y de aterrizar cerca de la Estancia Sara. Pero también dice que a la altura a la que volaba necesitaba estar cerca del radar para ser detectado y que dos como que no los distinguía.

Si lo "cazo" el Bouchard lo cazaría el radar sobre tierra, lo que se ha comentado, ¿dice que fue después para salvar el "cuello"?

Me imagino que esto daría pie a una alerta roja, no lo se, y que habría comunicación entre tierra y el buque para informar, en este caso de la traza del MIII.

Ahora mas misterio, según un gráfico (pag 137) en el libro, no estamos hablando del mismo aparato. Este venia paralelo a la costa desde el Beagle por el Sur mencionando que la ruta de salida fue hacia Chile.

Slds
 
Para finalizar algunos datos, imágenes y curiosidades de la "captura" de la tripulación.

El culpable de que se conociese mundialmente la historia del Sea King no fueron, como podemos pensar, los radares de la FACH que alertaron de la presencia de un "objeto no identificado". El culpable fue Jaime Chelef, un pescador que denuncio ante los carabineros la presencia de los restos humeantes.

La tripulación se "capturo" de día cuando pretendían alcanzar un teléfono para llamar a la embajada. El hecho se produce frente al entonces grupo de instrucción de carabineros "cuartel río de los ciervos". Nombre este empleado por el lugar geográfico de la zona y que se encuentra en los accesos a Punta Arenas

Casualmente a 5 km al sur de Punta Arenas se encuentra la Estancia Río de los ciervos, y desde Google maps, se puede apreciar lo que parece ser un río, riachuelo o arroyo que "desemboca" en sus proximidades. tal vez el lugar donde la tripulación se surtía de agua para preparar sus comidas y asearse, mientras pasaban los días para ver "a que hora de la mañana" hacían la llamada.

Unas imágenes de recuerdo del suceso donde se ve el paisaje y el escenario que encontraron los tripulantes .- a principio del vídeo, no se si se oirá algo.


Slds.
 

rodrigocarra

RED OBSERVADORES DEL AIRE
Si mal no recuerdo(puedo equivocarme) y como anécdota, las primeras imagenes, creo son de "TV Nacional de Chile" y su Noticiero Central "60 Minutos" Único canal que creo llegaba con 1 o 2 dias diferido a Punta Arenas, en esos años. No se el noticiero, pero los partidos de España 82 no llegaban en directo.
Creo que la niña era Paulina Nin de Cardona y el hombre Raúl Matas.
Muchos flashes de recuerdos familiares llegaron a mi mente cuando vi el símbolo de 60 Minutos.

Abrazos
 

BIGUA82

VETERANO DE GUERRA DE MALVINAS
Colaborador
A las 14.00 horas “Wiggy”, Pete, el Jefe de la Cancillería, el Oficial de Prensa de la
Embajada y yo, pasamos al pequeño ascensor para subir a la gran habitación elegida
para la conferencia de prensa. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, los tres
seguimos a Robert fuera del ascensor. Apenas tuvimos tiempo de salir del ascensor,
antes de que las puertas se cerraran casi atrapando a “Wiggy” adentro, pero
afortunadamente, volvieron a abrirse y estuvo libre para unirse a nosotros.

En el video de Javier Guerrero se vé esto entre los minutos 08:15 a 08:21.
EJD

 
Rodrigocarra en Punta Arenas estaba Canal 6. Iniciaba sus transmisiones a eso de las 11:00 horas con dibujos animados, emitiendo luego capítulos del “Festival de la Una” ya emitidos en Santiago.

En la tarde se pasaban telenovelas, series extranjeras y películas; y a eso de las 20:40 horas, en vez de la edición central de “60 Minutos” se emitía “Telediario”, con las noticias más importantes de la región. Después del noticiero se emitía la programación estelar, que se interrumpía entre las 22:30 y 23:00 horas para dar paso al “Especial de 60 Minutos, vía satélite”.

Me imagino que entonces, desde este canal en el "Telediario" (pude que presentado por Patricio Mladinic Centurione) , darían una amplia cobertura al suceso. Lastima no tener imágenes de aquello.

Un saludo.
 

rodrigocarra

RED OBSERVADORES DEL AIRE
Javier me impresiona tu conocimiento.
Anoche pensando recordé que claro. "Telediario" era un noticiero regional, luego daban(los domingos) creo un Bingo regional que una vez ganó mamá. Recordé mucho las series extranjeras como, La Hechizada, Mi Bella Genio, y quede chato de "La Pequeña Casa en la Pradera" Ya me tenían acostado cuando daban 60 Minutos, vía satélite. Pero a veces lo veía.
Me hiciste recordar mucho con tu post.
Te envío un abrazo
 

rodrigocarra

RED OBSERVADORES DEL AIRE
“Doc” Love había sido mi tripulante del helicóptero. Habíamos trabajado
bien juntos y no podía ver el motivo para que hubiera necesidad de cambiar.
“Doc” Love´, fue mi respuesta inmediata.
“No está disponible”, respondió Bill. Uh, esto va a ser difícil, pensé.

Luego...
"Trágicamente, el 19 de mayo, otro Sea King iba a tener un amerizaje forzoso en la noche con la pérdida de veintiún
vidas, incluyendo la de mi ex tripulante de helicóptero, “Doc” Love, dejando apenas
once Sea Kings IV y dos escuadrones de Wessex V para soporte de dos brigadas.

Al parecer, el que tenía que morir sobrevive y el que debía vivir, muere.
La tómbola de La vida que al parecer en guerra gira más fuerte...
Abrazos
 
Al parecer, el que tenía que morir sobrevive y el que debía vivir, muere.
La tómbola de La vida que al parecer en guerra gira más fuerte...
Abrazos

Queres otro caso?...la posicion en la formacion de vuelo que ocuparon nuestros Halcones en el ataque al Invencible. Se cambio y eso finalmente implico la vida o la muerte para unos u otros participantes del ataque. Saludos!!!
 

rodrigocarra

RED OBSERVADORES DEL AIRE
Tengo entendido estimado Tordo que fue la formación original de ataque. Por grado y antiguedad.
Se desordenaron cuando cargaban combustible, pero el Jefe indicó colocarse, nuevamente, en la formación estudiada en tierra.
Que era la original.
Abrazos
 
Tengo entendido estimado Tordo que fue la formación original de ataque. Por grado y antiguedad.
Se desordenaron cuando cargaban combustible, pero el Jefe indicó colocarse, nuevamente, en la formación estudiada en tierra.
Que era la original.
Abrazos

Ok, pero aun asi, jugo el destino su carta...Abrazo!!!
 
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